El dibujo requiere el análisis y exploración
de lo que se va a dibujar. Esta exploración inicial con los movimientos
de la mano que siguen el contorno de las figuras u objetos logrando así
percibir mejor su forma, después sigue con el proceso contrario;
si primero fue de la mano a la vista, ahora la vista dirige el movimiento
de la mano que va a trazar lo percibido y que muchas veces parte de la
imagen interna que el niño tiene, de la representación del
objeto que va a dibujar.
Como vemos, no nos referimos al desarrollo
de la actividad plástica (como un aspecto de la educación
estética), sino a la utilización del dibujo para la formación
de la percepción, del pensamiento representativo, de la imaginación
infantil.
¿Cómo percibe el mundo el niño
preescolar? ¿Cómo se relaciona con las personas y los objetos que
lo rodean? Esto se puede saber examinando los dibujos infantiles. Ud.
verá enseguida que el hombre es más importante que la casa:
por algo es mucho más alto que ésta; que lo más importante
en el hombre es la cara: no es casual que esté dibujada en forma
más detallada que el resto (tiene ojos, nariz, boca e, incluso,
orejas; en el cuerpo aparece sólo el ombligo); se enterará
también que a un niño de tres o cuatro años la diferencia
entre el hombre y el animal no le parece muy esencial: representa a ambos
según el mismo esquema.
En el dibujo se reflejan (claro que
no exactamente, como en un espejo, sino más bien como en el agua
agitada de un estanque) las ideas infantiles sobre el mundo y en el proceso
se desarrollan, se enriquecen.
El esquema tiene mucho de común
con el dibujo del preescolar. En uno y otro caso se representa sólo
lo más sustancial; los detalles secundarios faltan. Para los niños
de 5 o 6 años son muy característicos los dibujos-"radiografías":
las paredes de las casas, los autobuses, la ropa de la gente es transparente
(a través de ella se ve el "contenido": los habitantes, los pasajeros,
el cuerpo de la persona). Esto se parece mucho a la representación,
aceptada en el dibujo lineal, de los objetos en corte. El dibujo infantil
es no solo una obra de arte sino sobretodo un medio de conocimiento.
Hacia el comienzo de los tres años
de edad no todos los niños son capaces aún de plantearse
la tarea de dibujar un objeto concreto. Algunos se limitan al "rayado",
a los garabatos sin sentido. En este caso, lo primero es ayudar al niño
a comprender que él puede dibujar algo realmente existente.
La primera etapa en la formación
del dibujo de objetos concretos es la denominación, por el niño,
del garabato que ha hecho, el encontrar en él la configuración
de alguna cosa conocida. Habiendo dibujado algo semejante a una madeja
de hilos, el niño exclama: « ¡Un coche! ».
Es difícil decir en qué
ha visto el parecido con el automóvil. ¿Acaso un garabato le ha
hecho recordar una rueda? En cualquier caso hay que reconocer que es un
automóvil, alabar al niño, mostrar el dibujo a alguien,
explicando:
« Esto es un automóvil.»
Es necesario estimular al niño
a asociaciones semejantes. Al ver desordenadas líneas en zigzag
pregúntele:
« ¿Qué has dibujado? ¿Son arbolitos? »
« ¿Y esto? ¿Son pajaritos? », al ver una hoja de
papel llena de puntos y garabatos.
Cuando el niño aprende a representar
los objetos (aunque no resulten muy parecidos a los reales) hay que comentar
el trabajo para enriquecer el esquema inicial, por lo general muy primitivo.
Algunos padres tratan de enseñar
a los niños a copiar esquemas ya listos: « Así se dibuja
una casita. Y así un hombrecito». Semejante copia no tiene sentido
alguno. Desacostumbra al pequeño a analizar por cuenta propia aquello
que ve en torno suyo, mina su confianza en las posibilidades. Pasará
un cierto tiempo y él comenzará a preguntar sobre cada cosa
nueva: «¿Y esto cómo se dibuja?»
Es incomparablemente más útil
proponer al niño que complete un dibujo, incluso más esquemático.
Los dibujos infantiles son admirables
por su espontaneidad, su carácter no es premeditado, rasgos que,
frecuentemente, tratan de reproducir los pintores profesionales. Los niños,
bajo la influencia de los que le rodean, se esfuerzan por aprender lo
más rápido posible a dibujar "correctamente", es decir,
de manera estandartizada, inexpresiva. Hacia los 5 o 6 años, los
dibujos de la mayoría de los niños se vuelven estereotipados
y carentes de interés. ¿Quién dibujó esta casita
con techo puntiagudo en forma de triángulo y con un sol que sonríe?
Hace un año cada uno de ellos dibujaba a su manera y ahora casi
no se pueden diferenciar los dibujos.
La aspiración a lograr que
el dibujo se parezca a los objetos de la vida real, a que sea "correcto",
lleva a la búsqueda de esquemas ya listos, de patrones. «Los adultos
saben mejor que yo cómo hay que dibujar esto, -reflexiona el pequeño-.
Quiere decir que hay que dibujar como ellos». Es muy importante poner
obstáculos a estas tendencias, elogiar las propias creaciones del
niño. Es necesario celebrar cualquier hallazgo del pequeño,
aunque haya sido hecho por causalidad.
Un dibujo no se concibe sin el color.
El color es uno de los más poderosos medios expresivos en pintura.
Sin embargo, durante la enseñanza del dibujo a los niños,
con frecuencia no se utiliza de manera adecuada. Se les enseña
a pintar el mar de color azul; el árbol, verde, sin prestar atención
a cómo se combinan entre sí los colores, qué gama
se obtiene como resultado, qué estado de ánimo trasmite
(y si trasmite aunque sea algún estado de ánimo).
¿A qué edad se puede comenzar
a dar al niño pinturas? Cuanto antes, mejor. En todo caso, hacia
los tres años de edad son indispensables. Lo mejor es utilizar
la aguada. Es cómoda para trabajar, se quita fácilmente
de los vestidos y pantalones, permite introducir con facilidad correcciones
al dibujo: si sobre una capa de color se aplica otra de color diferente,
la de abajo casi no se transparenta. Se pueden utilizar platillos para
las pinturas: en cada uno se pone un poco de cada color. El pincel debe
ser suficientemente grande como para que se puedan hacer rápido
grandes manchas de color. Inmediatamente hay que enseñar al niño
a lavar bien el pincel antes de recoger con él otro color. Al comienzo
esto lo debe hacer el adulto. No conviene permitir que el niño
pinte con un pincel sucio: se acostumbrará a colores sucios e inexpresivos.
Al familiarizar al niño con
las pinturas hay que entregarle una cantidad no muy grande de colores
puros, que combinen bien entre sí. Las combinaciones no deben ser
uniformes. Dé hoy al niño colores contrastantes y claros;
mañana, matices suaves y delicados, semitonos. Es útil darle
para pintar hojas grandes de papel de color. Dirija la atención
del pequeño a que sobre un papel oscuro se ven mejor los tonos
claros y a la inversa.
El niño puede llegar a hacer
sus mezclas y combinaciones para acercarse al color del objeto natural
que quiere dibujar. Es aquí donde va haciendo sus diversas pruebas
hasta conseguir "el color". Así, aprende que al unir unos con otros
obtiene nuevos colores y cómo hacerlos más claros o más
oscuros. En ese momento la ayuda del educador es muy importante, no diciéndole
lo que debe hacer sino planteándoles interrogantes: ¿Qué
pasará si le agregas un poquito de blanco?, ¿Cómo podemos
obtener el anaranjado si no lo tenemos? Estas preguntas posteriormente
se las plantea el propio niño y lo llevan a hacerse sus propias
hipótesis y las pruebas para comprobarlos o desecharlos.