Cerebro y actividad nerviosa superior: Las bases neurológicas de la educación infantil
UNA INTRODUCCIÓN NECESARIA
El desarrollo del niño
depende de múltiples condiciones, y esclarecer las mismas constituye
una tarea fundamental de muchas ciencias; la psicología, la fisiología,
la pedagogía, entre otras. Dentro de esta formación del
niño, el establecer las regularidades de su desarrollo psíquico,
no apuntado a una simple descripción de sus logros y características,
sino a establecer sus causas y factores condicionantes, y el porqué
se da el tránsito de una etapa a otra del desarrollo, es lo que
verdaderamente ha de constituir lo más importante de su estudio.
Dentro de este desarrollo psíquico,
la determinación de lo que puede atribuirse a las estructuras y
funciones biológicas que están dadas genéticamente,
y lo que corresponde a las condiciones de vida y educación, significa
el eje central de cualquier concepción al respecto. Y, consecuentemente,
de lo que pueda hacerse para posibilitar el máximo desarrollo de
todas las potencialidades psíquicas del individuo.
Numerosas experiencias se han dirigido
a tratar de definir cual de estos aspectos, lo biológico o lo social
es lo principal, o determinante, para el desarrollo. En otras, los hechos
de la realidad se han interpretado para sedimentar y consolidar una u
otra posición, y esto ha conducido al establecimiento de posiciones
teóricas a veces irreconciliables. En este sentido, investigaciones
como la de la psicóloga rusa Ladiguina.Kots, quien crió
un bebe chimpancé en las propias condiciones de vida y educación
en las que crió a su propio hijo durante los tres primeros años
de vida, o los hallazgos del psicólogo indio Rid Singh, quien en
las primeras décadas del siglo veinte diera a conocer el caso de
las niñas-lobas Kamala y Amala, posteriormente confirmado por un
caso similar tan cercano como 1986, en que el mundo conoció de
la muerte de Ramu, preadolescente también sometido a semejantes
salvajes condiciones, han permitido establecer dos conclusiones fundamentales:
Sin la existencia de un cerebro humano no es posible
el surgimiento de cualidades psíquicas humanas.
El cerebro humano por sí mismo no determina el
surgimiento de las cualidades psíquicas humanas.
Es decir, el psiquismo humano no surge
sin condiciones humanas de vida. La realidad es que las principales tendencias
existentes en la actualidad respecto a las concepciones del desarrollo
psíquico, coinciden y apuntan en su conjunto a la consideración
de que en el desarrollo psíquico humano, juegan un papel importante
tanto las estructuras internas, constitucionales, biológico-funcionales,
como las condiciones externas, sociales, culturales y educativas. La divergencia
estriba entonces en la valoración de cuáles de estas condiciones
son las determinantes, y esto agrupa a los científicos en dos grandes
campos; los que consideran a los factores internos como los fundamentales,
y a los que, en oposición, señalan a los factores externos
como los determinantes, en última instancia, del desarrollo psíquico
del ser humano.
Históricamente muchos teóricos
de la ciencia psicológica han tratado de fundamentar una u otra
posición, que han ido desde posturas extremas, polarizando bien
lo interno, como es el caso de la teoría de los instintos de McDougall,
el psicoanalista de Freud o el maduracionismo de Gessell, bien polarizando
lo externo, léase el sociologismo de Durkheim o el conductismo
de Watson y Skiner. Otros han asumido una postura más contemporizadora
estableciendo la doble consideración de la herencia y el medio,
de lo hereditario y lo adquirido, y que han dado origen a numerosos enfoques
que pueden resumirse en tres grandes vertientes:
La teoría de la convergencia de
Sterm
La concepción de la adaptación
de Piaget
El enfoque histórico-cultural de
Vigotski
Que coincidiendo en la aceptación
de ambos factores, difieren, sin embargo, en cual consideran el determinante.
No es objetivo de este material tratar
de dilucidar quien tiene la razón, o de apoyar una u otra concepción,
aunque el autor reconozca su posición histórico-cultural.
Lo esencial ha de ser tratar de valorar en que medida lo biológico
y lo social se interrelacionan en la educación del niño,
en que sentido los factores internos, constituidos básicamente
por el sistema nervioso central y la actividad nerviosa superior, ejercen
una influencia sobre aquello que está determinado por los factores
externos, y en los cuales la educación juega un papel de crucial
importancia.
Ello quiere decir, que aún asumiendo
la corriente histórico-cultural, y que plantea a las condiciones
externas, sociales, de vida y educación como las determinantes,
se soslaye la importancia y necesidad del substrato material, orgánico,
fisiológico, que fundamenta el fenómeno psíquico:
La psiquis humana es el resultado de un órgano material, el cerebro
humano, y no pude concebirse la actividad psíquica humana sin la
presencia de un cerebro humano. Es así como bajo la acción
de los estímulos del medio externo e interno en la corteza cerebral
surgen unos u otros procesos nerviosos, que constituyen el mecanismo fisiológico
de la formación del proceso de reflejo de la realidad.
No obstante, en el proceso de educación
del niño, a veces influenciado por la preponderancia que esta concepción
más científica del desarrollo va paulatinamente cobrando
en el quehacer educacional –u otras posiciones que enfatizan las condiciones
externas como principales- se soslaya en el mejor de los casos, o se desconoce
en el peor, la influencia que los factores internos juegan en el comportamiento
del niño, principalmente los referentes a su actividad nerviosa
superior, y no es raro encontrar educadores que asumen que el proceso
educativo es ajeno por completo a estos condicionantes internos, fisiológicos.
Esta posición antidialéctica, que tiende a ver escindidos
estos factores internos y externos, es tan negativa como la que polariza
uno u otro extremo, y conduce a un enfoque menos científico de
la labor educativa.
EL CEREBRO Y LAS FUNCIONES PSÍQUICAS
SUPERIORES
El estudio del cerebro se ha caracterizado
por un aserto fundamental que Cloning y Hoff señalan: la anatomía
total del sistema nervioso es la anatomía de las funciones intelectuales
superiores, definición que plantea que en la medida que se conozca
la estructura del cerebro humano, asimismo se estará explicando
el surgimiento de las cualidades psíquicas humanas. En este sentido
Vigotski señala que si bien la psiquis es una función o
propiedad del hombre como ser corporal, material, que tiene una determinada
organización física, biológica, en el sistema nervioso
central, particularmente la corteza cerebral, la psiquis es social por
su origen, y es un producto de la historia de la sociedad. Desde este
punto de vista la apropiación por el niño de toda la cultura
humana creada durante siglos, materializada en los objetos y fenómenos
espirituales, que tienen en sí mismos grabadas las capacidades
intelectuales que los han creado, y que le son transmitidas por el adulto
en su actividad conjunta, constituye la fuente del desarrollo psíquico,
que en este caso ya no se da por una complejización de las estructuras
y funciones del sistema nervioso, sino por la complicación de los
instrumentos o medios que mediatizan la actividad psíquica, el
lenguaje, los símbolos, los conceptos.
Así, el desarrollo del ser humano
no está dirigido por leyes biológicas, como sucede en los
animales, sino por leyes histórico-sociales. No obstante, aunque
la propiedad psíquica no es un producto directo del cerebro, no
puede surgir sin la existencia de este órgano, en una unidad dialéctica
de lo externo y lo interno.
La forma principal de adaptación
del organismo al medio es el reflejo, o sea, la respuesta del organismo
a los estímulos externos por medio de su sistema nervioso central.
Mediante el mismo el organismo se relaciona como un todo único
con el medio exterior y, al mismo tiempo, este sistema nervioso regula
y coordina las funciones de los distintos órganos y sistemas que
lo componen.
Este sistema nervioso central, compuesto
por las estructuras cerebrales y la médula espinal, está
formado por distintas partes que cumplen diferentes funciones, y que constituyen
el mecanismo fundamental de la regulación nerviosa, actividad de
tipo reflejo que permite que el organismo se adapte a los más diversos
cambios del medio. Todas las funciones cerebrales, incluso las más
complejas, y que son la base de los fenómenos psíquicos,
se realizan por actos reflejos, que son movimientos de respuesta del organismo
a os estímulos procedentes del mundo exterior y el medio interno,
y que se realizan gracias al sistema nervioso central, particularmente
la corteza cerebral.
En la medida en que una estructura cerebral
está más alta, tanto más compleja es su función
y su propia organización. Así, las funciones más
elementales están reguladas por la parte inferior del sistema nervioso
central, la médula espinal, que determina el funcionamiento de
distintos grupos de músculos y de los órganos internos.
Encima de ella se hallan el bulbo raquídeo y el cerebelo, que coordinan
funciones mucho más complejas, en las que intervienen conjuntamente
numerosos músculos y sistemas completos de órganos internos
que tienen que ver con la respiración, la circulación sanguínea,
la digestión, entre otras. Luego se encuentra el cerebro medio
o mesencéfalo, que regula movimientos complejos y la posición
de todo el cuerpo en las reacciones del organismo a los estímulos
externos. Las secciones más altas del sistema nervioso central
son los hemisferios cerebrales, constituidos por los ganglios subcorticales,
que junto con parte del cerebro medio forma la subcorteza, y en la parte
más superficial la corteza cerebral, que es la capa de células
nerviosas de mayor complejidad y estructura más perfecta. Esta
corteza cerebral, y la subcortez, son el substrato material de las funciones
psíquicas, y efectúan los tipos más complejos de
actividad refleja, coordinando el organismo como un todo único
con el mundo exterior.
Esto fue percibido desde mucho tiempo atrás
en la historia del hombre, y partiendo de la certeza de que el cerebro
es el substrato biológico principal en la actividad psíquica,
y concibiendo el fenómeno psíquico como un producto directo
del funcionamiento de este órgano, determinó la búsqueda
incesante de lograr establecer esta correlación, y localizar las
partes del cerebro en que cada una de las facultades psíquicas
tenía su representación. Esta postura que, como se verá
posteriormente carece de una concluyente base científica, fue,
sin embargo, mucho más progresista y valedera que aquella que consideraba
al fenómeno psíquico y su base material como dos elementos
sin ninguna relación entre sí, argumentando un paralelismo
psicofisiológico, que es un enfoque antidialéctico del psíquismo
humano.
LA LOCALIZACIÓN DE LAS FUNCIONES
CEREBRALES
Desde los tiempos de Hipócrates,
que consideraba al cerebro como el órgano del raciocinio y posteriormente
con Galeno, la noción de que el líquido existente en los
ventrículos cerebrales era el substrato material de los procesos
psíquicos, y luego con Vesalio y sus fluidos en los nervios, la
idea de una localización cerebral de las funciones psíquicas,
predominó por cientos de años en el pensamiento científico,
y la búsqueda de un centro rector de tejido denso que pudiera adscribirse
como la base material del proceso psíquico dirigió la investigación
anatómica y fisiológica de numerosos estudiosos de la actividad
cerebral.
De la idea de un órgano cerebral
único que respondiera por los procesos mentales se fue paulatinamente
orientando la dirección de la investigación hacia la búsqueda
de múltiples estructuras en la que cada una de las cuales seria
la base material de una "capacidad" o "propiedad especifica". Primero
Meyer, y posteriormente F. G. Gall, perfilaron las distintas funciones
psíquicas en áreas cerebrales aisladas, y cuya manifestación
alcanzaría mayor desarrollo en volumen en una zona definida del
encéfalo, cuyo predominio se traduciría al exterior del
cráneo por una particularidad somática visible, dando origen
así a la Frenología, que tomó un cierto auge, e incluso
promovió la elaboración de "mapas frenologicos" en los que
se señalaban la localización somática de las diferentes
propiedades y capacidades psíquicas, a veces realmente complejas.
De esta manera, cada facultad psíquica se centra en un grupo determinado
de células cerebrales, y la corteza cerebral constituía
un conjunto de diversos órganos, donde cada uno era el substrato
de una capacidad psíquica dada (Ver mapa frenologico de la figura
1).
Otros científicos como Flourense
continuaron por esta vía de Gall. No obstante, en sus experimentos
de ablación o destrucción de áreas de los hemisferios
cerebrales de las aves, destacó que a pesar de que la función
desaparecía en el momento en que se realizaba la operación,
pasado un cierto tiempo se restablecía, lo que le llevó
a considerar que aunque el cerebro era un órgano multisectorialmente
complejo, su corteza actuaba como un todo homogéneo, lo que fijaba
la atención en la plasticidad o intercambiabilidad de las funciones
de los grandes hemisferios cerebrales.
Las teorías localizacionistas
continuaron perdurando, reforzadas por los hallazgos de P. Brocá,
en 1861, de la tercera circunvolución frontal izquierda como centro
motor del lenguaje, y de Wernicke, en 1873, a la región temporal
como centro sensitivo de este proceso psíquico, e impulsaron la
idea de que también otros procesos mentales, incluso los más
complejos, se podrían localizar en áreas relativamente limitadas
de la corteza cerebral, concibiendo a la misma como un conjunto compuesto
de distintos centros, cuyos grupos celulares eran la base material de
las diversas facultades psíquicas. Así, en los años
posteriores, se clasificaron numerosos centros, tales como los de la memoria
visual, de la escritura, de los conceptos, de la ideación, entre
tantos otros, que complejizaron los mapas de la corteza cerebral humana
mucho más allá del establecido por Gall.
En este auge localizacionista influyeron
variados factores, uno de ellos la preponderancia de la psicología
asociacionista en la época, y los avances de la neurofisiologia
y anatomía cerebral. Los experimentos de Fritsch y Hirtig con la
estimulación eléctrica de centros motores aislados, y los
hallazgos anatómicos de Betz que mostraban la presencia de células
piramidales gigantes en la región motriz, reforzaron el criterio
de que la corteza cerebral posee una estructura altamente diferenciada,
y de su posibilidad de una estricta diferenciación de las funciones
entre sus distintas partes, lo cual no deja de ser en sí mismo
un logro científico importante. Esto llevó a la creación
de nuevos "mapas cerebrales de las funciones psíquicas", como el
de K. Kleist, en 1934.
La idea de la diferenciación
de la estructura de las diferentes áreas cerebrales, y de que las
distintas facultades psíquicas guardan una determinada relación
con estas áreas no dejaba de ser positiva, lo único que
al unilateralizarla cerraba la puerta a su verdadero conocimiento científico.
De esta manera, los estudios del fisiólogo Goltz, que hace referencia
a factores dinámicos, tales como la "reacción general del
cerebro" y la plasticidad del substrato material para dar respuesta a
la destrucción de diversas zonas corticales, comienzan a perfilar
la idea de la actividad del cerebro como un todo, concepciones que fueron
posteriormente reforzadas por Lashley, y mucho más por las experiencias
de H. Jackson, que demostró que la lesión de un área
especifica del cerebro relacionada con una función, nunca conduce
a la completa desaparición de dicha función, y que por lo
tanto, cada función del sistema nervioso central no es el resultado
de un grupo limitado de células, sino de una compleja organización
vertical, primero espinal o del tronco cerebral, luego en un nivel medio
de los sectores motores o sensoriales, y finalmente en un nivel superior,
a nivel del lóbulo cerebral, por lo que la expresión sintomática
de la lesión no podía ser equivalenciada con la localización
de la función, que podía ser estructuralmente mucho más
compleja y tener una organización cerebral completamente distinta.
Esta concepción del carácter
complejo y la organización vertical de las funciones fue un extraordinario
paso de avance, que se adelantó en muchos años a su comprobación,
aunque otras facetas de lo planteado por Jackson, como fue el del carácter
intelectual o voluntario de los procesos psíquicos superiores,
fueron utilizados como "comprobación" de la actividad cerebral
desligada de un substrato material. En este sentido Bergson y la escuela
de Würzburgo llegaron a promover la tesis de que el pensamiento abstracto
constituía un proceso primario independiente, no relacionado con
la sensorialidad ni con el lenguaje, en un enfoque netamente idealista
platonista.
No obstante, neurólogos de
la talla de Monakow, Head, y principalmente Goldstein, comenzaron a contemporizar
la teoría localizacionista con el enfoque opuesto. De esta manera
Goldstein distinguió entre la periferia de la corteza (que conservaba
el principio de la localización en su estructurar) con la parte
central de la misma (que era "equipotencial" y actuaba según el
principio de estructuras dinámicas). Así, el daño
en la periferia conducía a alteración en los "medios" de
la actividad psíquica, mientras que el acaecido en la parte central,
la provocaba en la actividad abstracta, posición que conjugaba,
aunque mecánicamente, ambas posiciones, la localizacionista y la
antilocalizacionista.
LOCALIZACIONISMO Y ANTILOCALIZACIONISMO,
APORTES Y LIMITACIONES
En resumen, la posición localizacionista
aportó al conocimiento de la actividad psíquica:
El análisis del cerebro como un órgano
diferenciado, con zonas especificas relacionadas a un determinado nivel
con una función especifica.
El cerebro, aparentemente homogéneo, no
era tal, sino poseyendo áreas que respondían por la realización
de diferentes formas de la actividad psíquica.
Los antilocalizacionistas, por su
parte, hicieron aportes tales como:
El cerebro, siendo un órgano altamente diferenciado,
funciona siempre como un todo único.
La organización vertical de las funciones
del cerebro, que obliga al análisis de las relaciones jerárquicas
de los diferentes niveles del sistema nervioso.
A pesar de estos hallazgos, a ambas
posiciones se le pueden imputar las siguientes limitaciones:
Ambas interpretan las funciones psíquicas
como fenómenos directamente relacionados con el substrato
cerebral, sin considerar la etapa del análisis fisiológico.
La superposición los conceptos inespaciales
de la psicología con la construcción espacial del cerebro.
La interpretación de los procesos psíquicos
como un producto o consecuencia directa de la actividad de las estructuras
cerebrales.
El reflejo de la realidad por el cerebro sustituido
por el enfoque paralelista de la correspondencia entre las zonas cerebrales
y las funciones psíquicas complejas.
En la medida en que avanzó
en la citoarquitectura cerebral, y se destacó que la corteza se
distribuía en capas o estratos distintos, y que las diferentes
zonas del cerebro poseían una modalidad particular de estratificación,
los fundamentos sobre la organización vertical y la diferenciación
de las distintas partes de la corteza cerebral, fundamentó los
hallazgos anteriores. Así, Vogt separa dos partes bien diferenciables
de la corteza: el isocórtex, profusamente estratificada, y el alocórtex,
con estratificación incompleta o nula. El isocórtex, en
el cual se encuentran las seis capas descritas por Brodman, que reflejan
la disposición de las células nerviosas en sentido horizontal
y vertical, conectando e interconectando las distintas zonas. Esta peculiaridad
citoarquitéctonica de la corteza cerebral ha permitido deslindar
en la misma numerosos campos, cuyas funciones han podido ser estudiadas.
Las células de estos campos, que tienen muchas funciones han podido
ser estudiadas. Las células de estos campos, que tienen muchas
prolongaciones, reciben la excitación y la transmiten a otras partes
del cerebro, cercanas y alejadas, mostrando de esta manera la intercomunicación
anatómica y, por lo tanto, fisiológicas, entre las distintas
partes del cerebro. Esta disposición citoarquitectonica ha permitido
crear nuevos mapas, como los de Brodman, que reflejan la amplia diferenciación
de la corteza cerebral y que, por lo tanto, apuntar a una localización
anatómica especifica de las funciones psíquicas choca contra
la interfuncionalidad de las distintas zonas, por lo que se hace imposible
determinar un substrato material especifico, y se hable de una fisiología,
y no una anatomía, de la actividad psíquica.
LA LOCALIZACIÓN DINÁMICA DE LAS FUNCIONES
CEREBRALES
Plantear un enfoque científico real
sobre estas cuestiones de la localización de las funciones psíquicas,
se posibilitó a partir de los trabajos de I.P: Pavlov, que partiendo
del enfoque de los fundamentos reflexólogicos de los procesos psíquicos
y sus leyes en la actividad de los grandes hemisferios, sentó las
bases de una "localización dinámica" de las funciones cerebrales,
que se opuso a las viejas concepciones psicomorfologicas.
Esto implicó la transformación
del propio concepto de función, que, de verse como una propiedad
directamente relacionada con el trabajo de células altamente especializadas
de los diversos órganos, comienza a enfocarse como el resultado
de una actividad refleja compleja, que abarca conjuntamente variados sectores
excitados e inhibidos del sistema nervioso, que hacen el análisis
la síntesis de las señales que llegan al organismo y elaboran
el sistema de conexiones temporales de respuesta. De esta manera las funciones
se han de considerar como estructuras dinámicas complejas, que
interconectan puntos distantes del sistema nervioso, que se unen para
un trabajo común.
Vista así, la función es
realmente un sistema funcional, que cumple una determinada tarea biológica
(fisiológica), que se asegura por un complejo grupo de actos intervinculados
que, consecuentemente, logran el efecto biológico correspondiente.
Al constituir una cadena dinámica
de eslabones situados en diferentes niveles del sistema nervioso, puede
darse el caso de que tales eslabones cambien y la propia tarea no se inmuta,
en particular los eslabones intermedios. Esto explica porqué el
fallo de una determinada organización del cerebro se ve más
menos compensada por el aumento de la función de otra, al darse
una integración general y una unidad funcional.
Así, incluso una función
aparente simple, como puede ser la respiración, es realmente un
sistema funcional complejo, que se realiza por estructuras dinámicas
diferenciadas de las neuronas, relacionadas con diferentes niveles del
sistema nervioso. Lo mismo sucede con cualquier acto motor, que no es
función especifica de un grupo concreto de células de la
corteza cerebral, sino un sistema funcional que involucra numerosas estructuras.
De esta manera, cualquier función, inclusive la posibilidad de
una función psíquica, ya no es posible de ser concebida
como resultado de un órgano cerebral particular o grupo de neuronas,
sino un sistema complejo funcional diferenciado de elementos intercambiables,
eliminando así su concreción a una zona cerebral determinada.
Esto nos lleva a un axioma de la fisiología
actual del cerebro; No hay formación del sistema nervioso central
que posea una función estrictamente limitada, y en determinadas
condiciones esta formación se puede incluir en otros sistemas funcionales
y participar en otras acciones. Lo anterior abre una puerta importante
a la posibilidad de actuar de manera remedial para compensar limitaciones
del individuo, al restablecer mediante nuevas vías los circuitos
previamente dañados y que intervenían en la realización
de determinada función. Y señala nuevos derroteros para
la Defectologia moderna.
Este pluripotencialismo funcional, que
permite que áreas aisladas de la corteza cerebral puedan incluirse
en diferentes sistemas y participar de diversas funciones, constituye,
junto con el principio de la localización por etapas de las funciones,
el enfoque actual de la localización dinámica, de sistemas
dinámicos cuyos elementos conservan su diferenciación y
juegan un papel especializado en una actividad ingrada. Se supera así
el viejo esquema de la localización estrecha de funciones en una
estructura cerebral especifica y, a su vez, la concepción del cerebro
como un todo homogéneo indiferenciado, y que llevó a tantos
enfoques desacertados del papel del cerebro en la actividad psíquica.
Esto naturalmente lleva a la consideración
de que los procesos mentales superiores no puedan verse como un producto
de la actividad directa del cerebro, sino como una actividad refleja compleja
mediante la cual se realiza el reflejo de la realidad.
Todo lo señalado hasta el momento
en este material ha sido con la intención de demostrar que los
procesos psíquicos superiores poseen un substrato material sin
el cual esta acción psíquica no puede realizarse, que este
substrato es el cerebro humano y su actividad funcional, pero el cerebro
humano concebido como un sistema altamente diferenciado, cuyas partes
garantizan el funcionamiento del todo único.
LOS MECANISMOS REFLEJOS DE LAS FUNCIONES
NERVIOSAS
La base fisiológica del reflejo
de la realidad la constituye el arco reflejo. El mismo consta de tres
partes estrechamente relacionadas con esta función de reflejo:
el receptor, u órgano de los sentidos que recibe la excitación
del exterior, y que transmite mediante una vía aferente el impulso
nervioso hasta una determinada zona de la corteza cerebral; una cadena
de neuronas mediante la cual se difunde la excitación dentro del
sistema nervioso central; y una vía eferente constituida por células
nerviosas que dan origen a la fibra nerviosa motora o efectora que termina
en el músculo o la glándula.
Este arco reflejo constituye el substrato
fisiológico del acto reflejo, o respuesta del organismo a los estímulos
externo por medio del sistema nervioso central. El reflejo, por lo tanto,
constituye la forma fundamental de adaptación del organismo al
medio, y por medio del sistema nervioso el organismo se relaciona como
un todo único con el mundo exterior, y al mismo tiempo se autorregula
en cuánto a las funciones internas de los distintos órganos
y sistemas que lo componen. Esta actividad de tipo reflejo permite que
el organismo se adapte a los más diversos cambios del medio, lo
que se realiza por el sistema nervioso central, y particularmente la corteza
cerebral.
Todas las funciones cerebrales, incluso
las más complejas, que son la base material de los fenómenos
psíquicos, se realizan mediante actos reflejos. Estos reflejos
pueden ser de dos tipos: incondicionados y condicionados.
Los reflejos incondicionados son aquellos
innatos, presentes al nacimiento, más o menos invariable, y que
se efectúan básicamente por las secciones del sistema nervioso
central situadas por debajo de la corteza cerebral: subcorteza y médula
espinal.
Estos reflejos permiten una determinada
adaptación del organismo a las condiciones del medio ambiente,
y juegan un papel indispensable en la supervivencia del sujeto. Mas, esta
adaptación se logra solamente dentro de límites estrechos,
pues como norma se dan como respuesta a estímulos relativamente
poco numerosos, teniendo un carácter generalizado y poco variable.
Son reflejos innatos y constantes que permiten una adaptación relativamente
imperfecta del organismo a las condiciones variable de vida.
¿Qué trae entonces un niño
al nacer? Trae un grupo de reflejos incondicionados que permiten su supervivencia,
a saber:
Reflejos de supervivencia, relacionados directamente
con las funciones vitales del organismo: deglución, respiración,
circulación, excreción, succión, entre otros.
Reflejos de defensa, o aquellos reflejos que permiten
el alejamiento de un irritador nocivo.
Reflejos de orientación, o de acercamiento a
un estimulo nuevo o inusual.
Reflejos atávicos o retrógrados, que expresan
periodos anteriores del desarrollo filogenético. El reflejo del
agarre (grasping reflex), el reflejo del Moro, el reflejo natatorio,
entre otros.
De los reflejos de supervivencia uno de
los más importantes en el desarrollo del niño lo constituye
el reflejo de succión, y que permite la alimentación del
recién nacido. Si se observa que este reflejo no se manifiesta,
o se presenta con limitaciones, ello puede ser indicatorio de problemas
en su desarrollo, por lo que todo aquel que trabaje con niños debe
estar muy al tanto de la manifestación de este reflejo para tomar
las medidas pertinentes.
El reflejo de defensa permite que un niño
recién nacido, en cierto sentido, luche por su supervivencia, si,
por ejemplo, se toma un alfiler y se le pincha un brazo al neonato, éste
lo retirará de inmediato por simple acción refleja, sin
que medie una orden directa de la corteza cerebral. El reflejo de defensa
suele acompañarse de llanto inmediato, por lo cual el mismo puede
ser indicio de una estimulación nociva que este actuando sobre
el niño, y obliga a prestarle la atención más inmediata.
En contradicción con el tipo de
reflejo anterior, el reflejo de orientación lleva a una conducta
activa del organismo a aproximarse a todo estimulo inusual que entre en
su campo visual. Una luz brillante, un sonido destacado, atrae de inmediato
al recién nacido, que tiende su rostro en dirección a la
fuente del estimulo. Se plantea que este reflejo es la base de la reacción
de asombro, característica del interés cognoscitivo del
niño al final del primer año de vida. En este sentido, M.
Fonarev señala que de no estimularse apropiadamente este reflejo
de orientación, el mismo desaparece a las dos semanas de vida,
perdiéndose, por tanto, una importante fuente del desarrollo psíquico
del niño. Por ello es que se debe estimular su permanencia desde
el mismo momento del nacimiento.
Los reflejos atávicos, como su nombre
lo indica, se refiere a todas aquellas manifestaciones reflejas que son
indicatorias de períodos superados del desarrollo filogenético
y ontogenético, y que aún permanecen hasta determinado momento
del desarrollo del individuo. La generalidad de la bibliografía
especializada señala que estos reflejos tienen un carácter
"patognomonico", es decir, que son índices de probable patología
cuando se observan que permanecen más allá de un tiempo
prudencial, tal como es el caso del reflejo del Moro o el de presión,
que presentes durante los primeros meses del nacimiento, deben haber desaparecido
a finales del tercer mes de vida.
No obstante, hay autores como M. Fonarev,
en Rusia, y L. Cruz, en Cuba, que plantean que estos reflejos tienen una
significación en el desarrollo del niño, y que deben estimularse
para garantizar su permanencia. Tal es el caso del reflejo natatorio,
que antes no se estimulaba y que, sin embargo, hoy en día, lo es
desde las etapas más tempranas, en que los niños son introducidos
en piscinas para que naden desde los primeros días de nacido, lo
que determina una permanencia del reflejo y se posibilita la natación
desde las más tempranas edades. Los niños en los que este
tipo de reflejo ha permanecido mediante la estimulación presentan
características motoras muy relevantes, y en este sentido las experiencias
realizadas en Rusia son harto elocuentes.
LA FORMACIÓN DE LOS REFLEJOS
CONDICIONADOS
Pero, los reflejos incondicionados no pueden
garantizar el desarrollo del individuo, por la adaptación limitada
que permiten, y se exigen otras formas de respuesta menos reguladoras
y capaces de cambiar de acuerdo con las modificaciones de las condiciones
del medio. A estas formas nuevas y cambiables de reacción, que
se forman en el curso de la vida del organismo y que se realizan por mediación
de la corteza cerebral, es a lo que se denominan reflejos condicionados.
Cuando se instaura un reflejo condicionado,
un estímulo que anteriormente tenía una connotación
indiferente para el individuo, se hace señal de otro estímulo
que tiene una significación vital directa para el organismo, por
ejemplo como puede ser en el caso del niño lactante el sonido provocado
por la manipulación del biberón, que se convierte en señal
del estimulo incondicionado, en este caso, el alimento que saciara su
hambre. Es decir, el estimulo indiferente hasta ese momento, ha adquirido
una función de señal.
Esto permite dividir a los estímulos
en dos tipos: incondicionados, cuando motivan los reflejos de este tipo,
y condicionados, y por tanto con función de señal, cuando
forman los reflejos condicionados.
Esta formación de reflejos condicionados
presupone la formación en el cerebro de conexiones nerviosas temporales
que anteriormente no existían, conexiones que en el caso del hombre,
se forman en el ámbito de la corteza cerebral.
Los reflejos incondicionados no definen
ni determinan el curso del desarrollo, o su ulterior evolución,
sobre su base es necesaria la actividad reflejocondicionada de la corteza
cerebral, lo que se da en función de las condiciones de vida y
educación en que se desenvuelve el sujeto. El tiempo de formación
de los reflejos condicionados va a depender de la fuerza de los reflejos
incondicionados con los cuales se asocian, y de la estabilidad de la excitabilidad
de la corteza cerebral, y a su vez, con la existencia de procesos dominantes
en la actividad analitico-sintetica de la corteza cerebral.
Ello puede ejemplificarse en la reacción
de succión del niño recién nacido. En un principio
esta reacción (reflejo incondicionate) surge ante el contacto del
pezón del seno materno o el biberón en la mucosa bucal del
lactante, y la misma constituye un proceso dominante, la alimentación.
A los 9-15 días la reacción se presenta cuando se le coloca
al niño el babero, que ha cobrado una función de señal,
en este caso de la satisfacción de la necesidad de ingestión
del alimento, sin que sea ya necesario estimular la mucosa bucal del niño.
Posteriormente, luego de dos semanas, basta
con que se coloque al niño en la posición de amamantar para
que se desencadene el reflejo de succión y que, interesantemente,
no surge si no se alimenta al niño en esa posición, como
sucede cuando le da el biberón acostado en la cama. De ahí
la importancia que cobra para la manifestación de este reflejo,
que la educadora del centro infantil, o la madre en el hogar, coloquen
al niño en la posición correcta a la hora de alimentarlo.
La dinámica de la formación
de los reflejos condicionados sigue un complejo proceso de fases y condiciones
que son indispensables tener en cuenta.
En primer lugar, para que se forme es indispensable
que el estimulo a convertirse en señal del reflejo incondicionado,
actúe simultáneamente con el estimulo incondicionado, o
mejor, que lo preceda un tiempo breve.
En segundo termino, la presencia del estimulo
condicionado no implica que se dé la formación inmediata
del reflejo condicionado, pues al principio solo causa una reacción
local y no se forma aun el reflejo.
Tercero, la repetición del estimulo
crea una inhibición y concentración de la actividad cerebral,
y el reflejo condicionado creado es aun inestable y de débil manifestación,
y solo al repetirse de manera más o menos frecuente es que se vuelve
estable. Se sabe que es estable cuando se da un breve período de
lactancia para su manifestación, se presenta de manera constante
y hay una expresión exterior palpable del mismo.
El conocimiento de lo anterior tiene
amplias connotaciones educativas, pues obliga al reconocimiento del reforzamiento
y la repetición para la adquisición de las conductas que
se deseen formar, y que no basta con una simple realización, o
varias, para lograr la consolidación del reflejo condicionado que
se pretende formar.
CONDICIONES BÁSICAS PARA LA FORMACIÓN
DE LOS REFLEJOS CONDICIONADOS
En síntesis, se pueden señalar
como condiciones básicas para la formación de los reflejos
condicionados:
La rapidez de su formación depende del estado
somático del niño.
Es indispensable la consideración del estado
de excitabilidad de los centros subcorticales. Tal es el caso, por nombrar
un ejemplo, cuando se pretende lograr el control de los esfínteres
antes de tiempo, o sentar al niño en la bacinilla cuando aún
los centros subcorticales no están lo suficientemente maduros.
La corteza cerebral debe tener un óptimo estado
de excitabilidad.
La fuerza de los estímulos condicionados no debe
ser excesiva. Cuando los estímulos son muy fuertes, esto crea
una inhibición protectora por parte de la corteza cerebral, y
se dificulta la formación de los reflejos condicionados. Si se
utiliza, por ejemplo, un sonido muy agudo o un tono de voz demasiado
fuerte, esto inhibe al niño y hay limitación para formar
el reflejo.
El estado de los analizadores ha de ser normal.
Si los estímulos condicionados actúan
simultáneamente sobre varios analizadores se da una mejor formación
del reflejo condicionado. Esto explica porqué es más adecuado
que la manera con que se estimula visualmente al niño tenga sonido,
o que la acción se acompañe de la voz de la educadora,
de esta manera se actúa sobre dos analizadores simultáneamente
(el visual y el auditivo) y se consolida la formación del reflejo.
Las diferencias individuales han de ser consideradas
al formar los reflejos condicionados.
Al formar un reflejo condicionado es importante la no
existencia de otros estímulos ajenos fuertes. Si al intentar
formar una conexión temporal cualquiera, como puede ser la reacción
del niño ante una muñeca flexible que se le muestra para
estimular su presión, si se producen ruidos fuertes ajenos, se
inhiben las partes restantes de la corteza cerebral, y se dificulta
el reflejo condicionado que se pretende formar.
Las implicaciones educativas de esta formación
de reflejos es evidente, y todo educador ha de poseer un conocimiento
vasto de las condiciones en que se posibilita dicha formación,
en particular en la organización de la vida de los niños
y la formación de hábitos en el centro infantil.
La actividad principal y fundamental de
la corteza cerebral es la formación de estos reflejos condicionados,
o sea, la organización de conexiones nerviosas temporales, dicho
de otra manera.
La formación de conexiones nerviosas
temporales es la actividad sintética principal de la corteza cerebral.
Al mismo tiempo, la formación de un reflejo condicionado implica
la selección del estimulo que lo produce. Por lo tanto, la corteza
cerebral, al mismo tiempo que sintetiza, realiza una actividad analizadora.
Esta compleja actividad analítico-sintética de la corteza
cerebral, que es la base sobre la que se forman los reflejos condicionados
a los cambios del medio, permite alcanzar la adaptación indispensable
a las condiciones de vida y de equilibrio con el medio ambiente.
Ahora bien, los estímulos condicionados
que se convierten en señales para la formación de este tipo
de reflejos, en el caso del hombre no solamente están constituidos
por los objetos del medio circundante, sino también por la palabra,
que cobra la misma significación que el propio estímulo.
A este sistema nervioso central de conexiones
nerviosas temporales que se forma mediante la palabra, se le denomina
segundo sistema nervioso central de señales de la realidad, puesto
que la palabra, por su esencia, es señal de señales.
Tal es el caso de cuando la educadora le
dice al niño que le va a dar su leche, esta palabra provoca en
el niño la misma reacción que la presencia del biberón,
es decir, se ha convertido en una señal del estimulo condicionado,
que era a su vez señal de la satisfacción de una necesidad,
el hambre.
El surgimiento de la palabra modifica la
actividad nerviosa superior, e introduce un nuevo principio: la abstracción
y generalización de señales del primer sistema.
LA EXCITACIÓN Y LA INHIBICIÓN,
PROCESOS NERVIOSOS BÁSICOS DE LA ACTIVIDAD NERVIOSA SUPERIOR
Esta actividad analítico-sintética
de la corteza cerebral se realiza mediante los diferentes analizadores,
que llevan la estimulación del medio externo o interno al cerebro.
Bajo esta actividad se producen dos procesos, la excitación y la
inhibición, que posibilitan la formación de las conexiones
temporales nerviosas.
El proceso de excitación
se caracteriza por la difusión a través de toda la corteza
cerebral, de la estimulación provocada por un estimulo, y esto
provoca cierta actividad del organismo. El proceso de inhibición
implica el cese de esta de esta estimulación nerviosa y conlleva,
por lo tanto, una disminución de la actividad. Entre ambos procesos
hay una relación antagónica, y ambos están estrechamente
interrelacionados.
La excitación es la base fisiológica
de la asimilación de los conocimientos y habilidades, mientras
que la inhibición de su perdida u olvido.
MOVIMIENTO DE LOS PROCESOS NERVIOSOS EN LA CORTEZA CEREBRAL
Los procesos de excitación e inhibición
nunca están estáticos o se limitan a la zona de la corteza
cerebral en la que han aparecido. Ellos se difunden del lugar de origen
hacia otras zonas del sistema nervioso, fenómeno al cual se le
da el nombre de irradiación. A continuación se da
un proceso de localización de la excitación nerviosa en
una zona más restringida, proceso que se conoce como concentración.
Los dos procesos, la excitación
y la inhibición, se irradian y se concentran. La irradiación
de la corteza cerebral juega un papel muy importante en la formación
de las conexiones nerviosas temporales, y constituye la base fisiológica
de la generalización de los reflejos condicionados, mientras que
la concentración juega un rol significativo en su diferenciación
y precisión.
La irradiación permite que en las
reacciones de importancia capital intervengan gran cantidad de células
nerviosas y se creen conexiones temporales entre zonas diferentes y distantes
de la corteza cerebral; la concentración se efectúa más
lentamente y es un trabajo difícil para el sistema nervioso, y
hace posible la elaboración de adaptaciones perfeccionadas a las
condiciones variables del medio circundante.
Ambos procesos dependen de muchas condiciones,
pero sobre todo de la fuerza de los estímulos y del estado general
de la corteza cerebral y, por supuesto, del equilibrio existente entre
los procesos de excitación e inhibición.
Entre ambos procesos se da la ley de
la inducción mutua, mediante la cual la excitación o
la inhibición, causa o refuerza el proceso contrapuesto. Así,
la excitación surgida en una zona de la corteza cerebral motiva
un proceso de inhibición en las regiones que la rodean, y a la
inversa, la aparición de una inhibición en una zona provoca
la excitación de las zonas adyacentes.
Expliquémonos. Cuando a un niño
se le presenta un juguete nuevo o desconocido, esto crea un foco de excitación
que se difunde por la corteza, para luego concentrarse. Cualquier otra
excitación que se produzca durante esta acción, siempre
y cuando no sea excesiva, refuerza el foco excitatorio inicial y crea
una inhibición a todo lo que no sea el objeto que atrae al niño.
Tal sucede igualmente en el acto de dormir, en el que se da una inhibición
generalizada y donde cualquier excitación suave, como puede ser
el arrullarlo, mecerlo o acariciarlo, en lugar de provocar que el niño
se despierte, lo que hace es reforzar el foco inhibitorio inicial, y ayuda
a que el niño se duerma más rápidamente.
Todo esto está en un sistema dinámico,
y donde, mediante la acción de estos procesos, se van formando
las diferentes conexiones temporales por reflejocondicionamiento. Pero,
algunas de estas conexiones nerviosas se repiten de manera determinada
y cobran mayor fuerza.
EL ESTEREOTIPO DINÁMICO, BASE
FISIOLÓGICA DE LA FORMACIÓN DE HÁBITOS
En las condiciones naturales de la vida
los estímulos no existen aislados, sino que forman frecuentemente
complejos o cadenas de estímulos. Así, un sonajero, es un
conjunto simultaneo de estímulos visuales, sonoros, táctiles,
cinéticos.
El cerebro reacciona a estos sistemas complejos
de estímulos diferenciando un sistema de otro, con el objetivo
de lograr una mejor adaptación, que implica un sistema funcional
de reacciones que incluye numerosos eslabones nerviosos conectados entre
sí.
A esta posibilidad de la corteza cerebral
de agrupar estímulos o reacciones aisladas en complejos o sistemas,
es lo que se denomina actividad sistematizadora, que se manifiesta
no solamente en la posibilidad de formar reflejos condicionados al conjunto
de estímulos, sino también a la relación entre estos
estímulos, como puede ser la relación entre dos sonidos
musicales, una diferencia en el orden de los estímulos, etc.
Ello posibilita que si se presentan dos
estímulos nuevos que mantienen la misma relación que los
conocidos, el organismo es capaz de reaccionar de la misma manera. Esto
tiene gran importancia para la formación de las conexiones temporales
y para la educación de los niños, pues permite entrever
como es posible "trasladar" lo aprendido en determinadas condiciones a
otras diferentes, pero que mantienen una misma relación. De esta
manera, si se le enseña a un niño como actuar ante una situación
determinada, no es necesario enseñarle todas las situaciones de
la vida, pues las relaciones aprendidas en un tipo determinado de actividad
se pueden generalizar a otra nuevas.
Algunas de estas condiciones se refuerzan
por su repetición en una manera especifica, se estabilizan los
sistemas de conexiones temporales que los forman, y aparece el llamado
estereotipo dinámico.
Un estereotipo dinámico no es más
que un determinado conjunto de respuestas ante una serie de estímulos
que se presentan de forma relativamente estable. La formación de
estos estereotipos permite la reducción del gasto de energía
nerviosa, aminora la fatiga y facilita el aprendizaje de las acciones,
por desenvolverse las mismas por vías que son funcionalmente habituales.
La formación de estereotipos dinámicos
constituye la base fisiológica de la formación de hábitos.
Cuando la educadora promueve en el niño la realización de
un conjunto de acciones educativas, y éstas las realiza siguiendo
determinado orden y secuencia, se forman estereotipos dinámicos
en el ámbito cortical que facilitan la formación del habito,
de ahí la importancia de realizar las acciones siempre de determinada
manera, con paciencia y comprensión, para garantizar la adecuada
instauración del estereotipo que, elaborado de forma consciente
en un inicio, se automatiza por la repetición y se vuelve relativamente
estable.
Por ello es que una vez formado el habito,
de mantenerse más o menos semejantes las mismas condiciones en
que se produjo el aprendizaje, ya no es necesaria tanta insistencia en
su mantenimiento.
Toda esta actividad analítico-sintética
de la corteza cerebral, constituye la base fisiológica del proceso
de la actividad psíquica del individuo, y guarda una estrecha relación
con las condiciones de vida y educación, que actúan sobre
la actividad nerviosa superior, para modificarla, transformarla, regularla.
Desde este punto de vista muchos procedimientos, ideas, conceptos, acciones,
hábitos y habilidades, se comprueban y fijan según las leyes
de la actividad nerviosa superior, y son de indispensable conocimiento
para una mejor realización y consecución de los objetivos
de la educación.
En la edad preescolar, y particularmente
en la edad temprana, el conocimiento de estas leyes, de la actividad analítico-sintética
de la corterza, juega entonces un mayor papel y reviste una importancia
singular, por ser esta una edad en que las principales estructuras psíquicas
y fisiológicas del organismo están plena conformación
y maduración, y donde la actividad educativa tiene una mayor consecuencia.
Si bien las funciones psíquicas
del hombre constituyen complejos sistemas autorregulados, sociales por
su origen, mediatizados por su estructura, conscientes y voluntarios por
el modo de su funcionamiento, las mismas se posibilitan en un substrato
material que tiene sus propias leyes y que, de una forma u otra, influyen
en el proceso psíquico, en especial en la primera infancia, y que
es influido a su vez por la función psíquica, sobre todo
considerando que estos sistemas funcionales complejos de las zonas corticales
no aparecen en forma terminada al nacer el niño (contrariamente
de lo que sucede en otros sistemas, como es el caso de la circulación
sanguínea) y no maduran de manera independiente, sino que se conforman
en la actividad de la comunicación y la actividad objetiva.
Estos sistemas funcionales aún no
maduros, y que se conforman en el proceso de la actividad y la comunicación,
han recibido el nombre de órganos funcionales del cerebro, que
implican un complejo entrelazamiento de conexiones nerviosas que responden
a las diferentes exigencias del medio, surgen como resultado de la actividad
practica e ideal del sujeto, y son un patrimonio exclusivo del hombre.
De esta manera los órganos funcionales
se van conformando simultáneamente con el proceso de maduración
del sistema nervioso, de mielinizacion de las fibras nerviosas, que le
proveen el substrato material indispensable para su manifestación,
y en la medida en que esta extraordinariamente compleja red de interconexiones
nerviosas, de sinapsis, es más amplia, mayor son las posibilidades
con que cuenta el cerebro para el reflejo de la realidad, y por consecuencia,
de las potencialidades del individuo.
Esto es particularmente significativo en
las primeras edades, cuando los procesos sensoriales más simples
sirven de fundamento al desarrollo de las funciones psíquicas superiores,
lo que más tarde, en otras etapas del desarrollo, cuando estas
funciones ya están formadas, este papel rector pasa a sistemas
de conexiones más complejos, formados sobre la base del lenguaje,
que comienza a determinar toda la estructura de los procesos mentales
superiores.
Así, el estudio y conocimiento de
las leyes de la actividad nerviosa superior es mucho más importante
en la primera infancia que en períodos más tardíos
del desarrollo, e implica que todo educador preescolar ha de conocer profundamente
estas leyes, para poder reconocer en que medida influyen sobre el comportamiento
del niño, actúan sobre el proceso de aprendizaje, determinan
en los resultados de su actividad, todo lo cual es de crucial importancia
en la planificación del trabajo educativo y la socialización
de los pequeños, por solo mencionar algunos aspectos relevantes.
PARTICULARIDADES DE LA ACTIVIDAD SUPERIOR
EN LA INFANCIA
Las particularidades de la actividad nerviosa
superior en las primeras edades pueden resumirse en las siguientes:
La rápida formación, y consecuentemente
también la perdida, de los reflejos condicionados, y de los estereotipos
dinámicos relacionados con estos.
Como ya se ha señalado, el proceso
de maduración del sistema nervioso no esta completado al momento
del nacimiento, tanto es así que la mielinizacion total de las
fibras nerviosas no concluye sino hasta finales de la edad preescolar.
Ello determina que los procesos nerviosos que son la base de la actividad
analítico-sintética de la corteza son muy débiles
y, por lo tanto, la formación de los reflejos es muy inestable,
sobre todo en las edades más tempranas. Desde este punto de vista
los reflejos condicionados se forman de manera relativamente fácil,
pero a su vez se pierden con la misma facilidad con que se formaron.
Esto implica la necesidad de la repetición,
del reforzamiento, para lograr la estabilidad de los comportamientos de
los niños pequeños, de la formación de hábitos
y habilidades. No basta con enseñarles las cosas una vez, sino
una y otra vez, hasta lograr la estabilidad de lo que se pretende formar.
Ello significa también que no es que el niño "olvide" de
manera propositiva lo que le enseñaron ayer, sino que su sistema
nervioso funciona así. Por eso, lo que aparentemente aprendió
hoy, puede no saberlo mañana.
En una investigación realizada por
el autor con niños de 18 meses a dos años de edad, y la
cual éstos tenían que realizar acciones instrumentales,
y en las cuales mediante un objeto-intermediario (o instrumento) debían
hacer una acción sobre otro objeto, se observó que la mayoría
de los pequeños eran incapaces de utilizar el instrumento para
realizar dicha acción, pues éste no indica al niño
como accionar o resolver la tarea, y se requiere un proceso de enseñanza
para el dominio de la acción instrumental. Era muy típico
que el niño, aunque rozara con su mano la varilla que le permitiría
alcanzar el objeto, no podía establecer una relación entre
el instrumento (la varilla) y el objeto-fin (un carrito con el que podía
jugar pero estaba fuera de su alcance y requería el uso del instrumento
para lograrlo). Esto requería que se le hiciera una demostración
para que aprendiera a usar la varilla, lo que inmediatamente asimilaba
y resolvía la tarea. Lo sorprendente era que al día siguiente
de habérselo demostrado como hacerlo, el niño era incapaz
de repetir la acción, como si nunca la hubiera visto. Se requerían
muchas demostraciones y experiencias en la actividad para que la acción
instrumental fuera realmente interiorizada.
EDUCACIÓN INFANTIL Y ACTIVIDAD NERVIOSA SUPERIOR
La estabilidad del estereotipo dinámico
requiere de la repetición de las acciones en condiciones similares
y, cualquier cambio en la cadena de estímulos puede provocar una
perturbación de los procesos básicos de la actividad nerviosa
superior, y perderse lo aprendido.
Aumento progresivo de la capacidad de trabajo del sistema
nervioso central.
La maduración progresiva del sistema
nervioso determina una posibilidad de trabajo de las neuronas cada vez
mayor, aumentándose la longitud de los períodos de vigilia,
y requeriendose menos tiempo de sueño para recuperar la energía
gastada. Esto posibilita un enriquecimiento de la experiencia del niño,
que a su vez conduce a un mayor desarrollo psíquico.
La transformación dinámica
de la actividad nerviosa superior, como consecuencia de una mayor vigilia,
no es igual en todos los años de vida, y en los años menores
de edad temprana aún se requieren varios períodos de sueño
diurno, que se reduce a uno solo de 2 ½ a 3 horas como promedio, a partir
del tercer año de vida.
Esta mayor vigilia requiere de una estimulación
superior, y cuando la misma no es rica en estímulos, se propicia
la abulia, la inactividad, la pasividad, que en ocasiones conduce a
un incremento del tiempo de sueño. Corresponde a las educadoras
garantizar una vigilia activa y dinámica, y esto colabora a un
mejor funcionamiento del sistema nervioso y la actividad nerviosa superior
del niño.
Limitada capacidad de resistencia de las células
nerviosas.
En estrecha relación con el aumento
de la vigilia, se da la posibilidad de exceder la capacidad de trabajo
de las células nerviosas, con su consecuente fatiga y surgimiento
de conductas inapropiadas en el niño. Una de las causales más
frecuentes de alteración en el comportamiento del niño
radica en la sobreexcitación de su sistema nervioso, dada por
exceder la capacidad de resistencia de las neuronas, que necesitan del
sueño para recuperar la energía. No obstante, se da con
bastante frecuencia el hecho de que cuando la actividad es excesiva,
y se sobreexcita la corteza cerebral, se sucede una irradiación
de la excitación que impide la conciliación del sueño,
lo que recrudece el cuadro descrito. Por ello es que, aunque la vigilia
debe ser activa y dinámica, la educadora ha de considerar los
correspondientes períodos de descanso para la recuperación
funcional de las células nerviosas.
No obstante, existen otras situaciones
que provocan fatiga en las neuronas, tales como mantener al niño
en una actividad prolongada y monótona, o el pretender que se
mantenga en una posición dada, como es el permanecer sentado
en una silla en espera de los padres en el horario de la tarde. Estas
situaciones son propiciadora de la fatiga y de alteración de
la actividad nerviosa superior.
Igualmente el someter al niño
a un estimulo fuerte prolongado, como puede ser un ruido altisonante,
una radio o un televisor por encima del limite permisible de audición,
puede también ocasionar los trastornos anteriormente descritos.
En el caso de los niños pequeñitos,
lactantes o del segundo año de vida, el numero excesivo de estos
en el grupo o salón, puede provocar serias alteraciones de su
comportamiento, por sobrecarga de su sistema nervioso.
Investigaciones realizadas por M. López
sobre capacidad de rendimiento intelectual, y del autor y sus colaboradores
sobre el horario de vida, han demostrado que los niños preescolares
tienen una curva característica de este rendimiento intelectual,
y un tiempo permisible para recibir una estimulación cognoscitiva
continuada, sin que sobrevenga la fatiga. Así, se ha comprobado
que en los niños lactantes la actividad pedagógica no
debe exceder de 2-3 minutos, en los parvulitos de uno a dos años
puede durar de 7-8 minutos, en los párvulos de dos a tres años
el tiempo no debe ir más allá de los diez minutos, en
el cuarto año de vida (3-4 años) quince minutos, en el
quinto (4-5 años) hasta veinte minutos, y en los preescolares
mayores de 5 a 6 años, pueden soportar una estimulación
mantenida de 25 minutos.
Mas allá de este tiempo sobreviene
la fatiga, y además de alterarse los niños, no hay verdaderamente
asimilación cognoscitiva de los contenidos de la actividad.
Por esto es indispensable la ubicación
de tiempos de descanso y relajamiento entre las actividades pedagógicas,
para la recuperación de la capacidad funcional de trabajo de
las células nerviosas.
Desequilibro de los procesos de excitación-inhibición.
Una característica de la actividad
nerviosa superior relevante la constituye el desequilibrio de los procesos
nerviosos básicos, la excitación y inhibición,
con predominio de la excitación. Ello determina que el niño
de edad preescolar sea un niño activo, que no puede permanecer
mucho tiempo tranquilo, que necesita de la acción y el movimiento,
lo cual es consecuencia de la predominancia de sus procesos excitatorios.
Es normal, por lo tanto, que estos niños, incluso los mayorcitos
del grado preescolar, se levanten con frecuencia en filas para realizar
una actividad.
El proceso docente-educativo debe ir
paulatinamente dirigido a lograr un menor desequilibrio de estos procesos,
con actividades dinámicas combinadas con actividades más
sedadas, que garanticen la posibilidad de incremento de los procesos
excitatorios. Esto es extensible a las actividades pedagógicas,
que deben ser lo suficientemente motivantes e interesantes, e incluirse
en una actividad afín al niño como es el juego, para controlar
la sobreexcitación de los procesos corticales.
La motivación, combinada con el
juego, puede ser un elemento importante para lograr un cierto equilibrio
de estos procesos nerviosos. L. Venguer relata los resultados de una
investigación en la que se requería que, para que el niño
no se zafara los electrodos y artefactos que tenia implantados se hacia
necesario que permaneciera sin movimiento por un tiempo relativamente
largo. La experiencia comprobó que esto era prácticamente
imposible, porque la propia presencia del aparataje contribuía
a excitar más al niño. La solución estribo en crear
una situación de juego en la que el niño tenia que permanecer
de "guardia", sin moverse, cuidando su nave espacial para que no lo
sorprendieran los extraterrestres. Solo así se consiguió
que los niños permanecieran tranquilos el tiempo suficiente para
poder realizar las mediciones correspondientes.
Este predominio de la excitación
conduce a su vez a que sea más fácil enseñar algo
nuevo a un preescolar que detener una acción que ya está
realizando, por eso las repeticiones para consolidar los hábitos
y habilidades deben renovarse en su contenido para alcanzar este logro
de manera apropiada.
A su vez, la espera innecesaria entre
los procesos de satisfacción de necesidades básicas y
demás actividades, determina que los niños se alteren
por la sobreexcitación que esto les provoca, por lo que la organización
del centro infantil debe ser bien concebida, para evitar períodos
innecesarios de espera entre las actividades.
Falta de movilidad (labilidad) de los procesos de excitación-inhibición.
Si bien el desequilibrio es una particularidad
de la actividad nerviosa superior en la edad preescolar, el mismo está
estrechamente relacionado con la poca posibilidad de transito de un
proceso cortical al otro, lo cual requiere de una buena orientación
educativa, y la estimulación de estimulo apropiados para permitir
la labilidad (cambio, movilidad) de los procesos nerviosos.
La falta de movilidad explica porqué,
cuando se realiza algún tipo de actividad o movimiento repetitivo,
como puede suceder, por ejemplo, en una clase de educación física,
los niños permanezcan realizando el ejercicio anterior, aún
cuando ya la educadora ha cambiado para un nuevo movimiento, y se requiere
de un cierto tiempo para que el niño cambie a su vez lo que ejecuta.
Esto se debe a que, para poder realizar la nueva acción motriz,
se requiere inhibir la acción anterior, y producir una nueva,
y este transito no es fácil a estas edades por la poca movilidad
de los procesos corticales. Por lo tanto, esta repetición innecesaria
que el niño hace no es una falta de disciplina ni de atención
en lo que se hace, sino solamente una demostración de esta falta
de labilidad cortical.
Ello indica que los educadores siempre
deben dar tiempo al niño para que haga lo que se pretende, y
no esperar una respuesta inmediata de lo que se solicita a los niños.
Fácil alteración del estado de excitabilidad
de la corteza cerebral.
En los niños de edad preescolar,
en que sus procesos nerviosos no están suficientemente equilibrados,
por la poca movilidad y limitada capacidad de trabajo de su sistema
nervioso, es relativamente fácil que se altere el funcionamiento
de estos procesos corticales, y no se obtenga un buen estado de excitabilidad
de la corteza, que responde de manera inadecuada a los estímulos
del medio.
Cuando esto sucede así, se produce
una perturbación de la conducta, a veces por motivos insignificantes,
que llevan aparejada una reacción desproporcionada por parte
del niño.
Por esto se hace indispensable propiciarle
a estos niños condiciones estable de vida y educación,
en la que prime el afecto y la estimulación, y métodos
consecuentes en su socialización, que son elementos básicos
para garantizar un estado de satisfacción que conlleve un óptimo
funcionamiento de los procesos nerviosos corticales, dentro de las características
típicas de la actividad nerviosa superior en estas edades.
Una de las condiciones que propician
un buen estado de excitabilidad de la corteza cerebral y organiza la
actividad mental y corporal, es la realización de un buen horario
de vida en los niños. Las investigaciones del autor y sus colaboradores
en lo referente al horario de vida, demuestran que cuando el niño
tiene un régimen de vida organizado, en el que se satisfacen
apropiadamente y en sus momentos requeridos sus necesidades básicas
de alimentación, sueño y vigilia, que son los componentes
del horario de vida, se propicia una excitabilidad adecuada de la corteza
cerebral, se reduce la presencia de la fatiga, y se obtiene una apropiada
capacidad de trabajo del sistema nervioso.
La inobservancia del horario de vida,
o su irregularidad marcada trae como consecuencia alteración
de la actividad analítico-sintética de la corteza y, consecuentemente,
perturbación de la conducta. En su practica clínica el
autor ha conocido bastantes casos de niños con serias alteraciones
de conducta, en especial bien pequeñitos, que ha resuelto su
problemática con solamente orientar a los padres el cumplimiento
de un régimen de vida organizado para sus hijos.
Aparición relativamente fácil de la inhibición
externa.
Un estimulo fuerte que actúa sobre
una reacción condicionada establecida, puede causar la interrupción
de esta reacción, porque la nueva excitación dominante
inhibe la anterior. A esto se le denomina inhibición externa,
que tiene un carácter incondicionado, es decir, que está
dada al nacimiento como un mecanismo protector del sistema nervioso.
La presencia de la inhibición
externa caracteriza en gran medida las etapas iniciales de la vida,
y hace que los niños de esta edad sean tan distráctiles,
es decir, se distraigan fácilmente al estar continuamente atraídos
por los distintos estímulos del medio.
La inhibición externa puede utilizarse
en la socialización y organización de la conducta de los
niños pequeñitos, pues se les puede fácilmente
distraer su atención hacia cosas "permitidas", cuando se empeñan
en comportamientos que no son aceptables. Ejemplo: El niño llora
porque quiere un juguete, y de pronto la educadora le muestra otro interesante,
que hace que se "olvide" del anterior y se entretenga con el nuevo,
que ha provocado un foco excitatorio dominante que, por inhibición
externa, relega al anterior.
Paulatino desarrollo de la inhibición condicionada
interna.
La conducta adaptativa no puede circunscribirse
exclusivamente a la inhibición externa, se requiere otro tipo
de inhibición más compleja, la inhibición condicionada
interna.
Este tipo de inhibición, como
su nombre conceptualmente lo indica, no es innata como la anterior,
sino que se crea por reflejocondicionamiento. Su base es el reforzamiento
del reflejo condicionado anteriormente formado, que de no ser apropiadamente
estimulado, hace que la conducta se extinga, se dilate, se inhiba. Tal
es el caso de la perdida del habito de lavarse las manos, si no se mantiene
su ejercitación en el trabajo diario de la educadora.
Esta inhibición interna puede
tomar varias formas, pero lo importante a saber por el educador es que
se forma sobre la base de comportamientos adquiridos, que pueden ser
extinguidos si se considera necesario. Por ejemplo, si un niño
tiene la costumbre de arrebatar los juguetes a otros, se le desacostumbra
si no se le permite dejar en sus manos el juguete que quito al otro
niño. Este acto le resulta inconveniente, y, por consiguiente,
se extingue paulatinamente, y si se adopta un manejo correcto será
reemplazado por una acción que con más seguridad logra
el objetivo: el ruego o petición de ayuda por parte de la educadora.
Así, el conocimiento general por
las educadora de estos dos tipos de inhibición anteriormente
referidos, la externa incondicionada y la interna condicionada, es importante
para la más adecuada socialización en estas edades.
Influencia mantenida de los segmentos subcorticales
del sistema nervioso central sobre la corteza cerebral.
En los niños de las primeras edades,
las zonas subcorticales del sistema nervioso central ejercen una poderosa
influencia sobre el comportamiento del niño, que paulatinamente
en el curso del desarrollo, va siendo supeditada a la acción
de la corteza cerebral. Esto, no obstante, tiene un largo curso evolutivo,
en la medida en que se produce la mielinicacion de las fibras nerviosas,
y las condiciones de vida y educación propician este control
por parte de la corteza cerebral.
Como manifestación de esta influencia,
en el desarrollo del niño preescolar se destaca la marcada "emocionalidad"
que lo caracteriza, y que está determinada básicamente
por la acción de estas estructuras subcorticales.
Ello hace también muy dependiente
el comportamiento del niño de la satisfacción de sus necesidades
básicas primarias de alimentación, sueño y vigilia,
por lo que su plena observancia es premisa inicial para considerar cualquier
proceso de socialización, y no se puede aspirar a que el niño
actúe de manera conveniente, si las mismas están insatisfechas.
Ello hace que la palabra, que tiene que
ver principalmente con el trabajo de la cortez cerebral, tenga pocas
posibilidades de regular la conducta, particularmente en las etapas
más tempranas del desarrollo, por lo que la explicación
o el convencimiento verbal tiene grandes limitaciones, y se obtiene
más mediante la acción consecuente que con palabras.
Por esto, las acciones principales
en la socialización de los niños más pequeñitos
descansa más en la organización de la conducta y la formación
de hábitos que en la demanda verbal.
Poca significación inicial del segundo sistema
de señales.
Como habíamos señalado,
la palabra, como segundo sistema de señales de la realidad, tiene
muy poco efecto en la regularización del comportamiento del niño
en estas edades, particularmente las más tempranas, lo que está
dado por la relativa inmadurez del oído fonematico, la paulatina
formación de las estructuras básicas de la lengua, y el
hecho de que la función reguladora del lenguaje es la de más
tardío surgimiento, por una parte, y como ya se ha dicho, la
notable influencia de las estructuras subcorticales.
Esta poca significación inicial
de la palabra no solo se relaciona con la regularización de la
conducta, y su socialización, sino que también tienen
que ver con las particularidades del trabajo educativo con estos niños.
Desde este punto de vista, el proceso
de enseñanza con los pequeños de estas edades ha de descansar
básicamente, en las etapas iniciales, en la propia actividad,
que garantiza la asimilación de los contenidos cognoscitivos
en la acción, y no basarse en métodos verbales o eminentemente
orales. La explicación no puede sustituir a la acción,
y por ello las educadoras han de prever actividades multivariadas, con
apoyo de medios materiales que refuercen el lenguaje, tales como objetos,
juguetes, laminas, libros, medios didácticos, etc, que pongan
en juego la interacción de varios analizadores simultáneamente,
el auditivo, el visual, el táctil, para compensar las limitaciones
de la palabra como medio de transmisión de los conocimientos
y las habilidades.
Esto por supuesto, no puede unilateralizarse,
y ha de depender del tipo de habilidad a formar. En el caso especifico
de la lengua materna, una investigación llevada a cabo por colaboradores
bajo la dirección del autor, comprobó que en las edades
preescolares mayores, el estimulo verbal supera notablemente al visual
u objetal para elicitar una mayor creatividad en la expresión
oral de los niños. Esto no elimina el apoyo de medios materiales,
pero ya no con la importancia que los mismos tienen en edad temprana.
Progresiva concentración y localización
de la actividad motriz.
Se había señalado previamente
que una excitación nerviosa que actúe sobre la corteza
cerebral se difunde, se irradia, en toda ella, para posteriormente concentrarse
en determinadas zonas. Esto es más intenso en el recién
nacido, y explica porqué su actividad motora es al inicio global
y generalizada, respondiendo con movimientos que involucran todo el
cuerpo, y paulatinamente va haciéndose cada vez más concentrada,
localizada, con el aumento de edad, siguiendo las leyes del desarrollo
físico: céfalo-caudal y próximo distal, hasta posibilitar
la actividad motriz más fina, como puede ser el agarrar un pequeño
objeto con la mano, en forma de pinza.
Esta concentración y localización
se adquiere mediante la milinizacion de las fibras nerviosas y la acción
de las condiciones de vida y educación, actúan sobre la
maduración del sistema nervioso, para alcanzar logros motores
cada vez más refinados. No obstante, en la edad preescolar esto
aún no llega a consolidarse cabalmente, por lo que es típico
en los niño de esta edad la existencia de movimientos innecesarios
y superfluos, que a veces impiden la realización correcta de
una actividad.
Así, cuando el preescolar aprende
a cortar con una tijera, o a usar un pincel en una actividad plástica,
introduce movimientos en su esquema motor que no tienen nada que ver
con la acción que se propone, y que no indican una torpeza motriz
realmente de los músculos finos de la mano, sin dificultades
en al concentración cortical de este tipo de excitación.
También suele suceder en las actividades
de educación física, en que, junto con el movimiento que
la educadora le enseña, el niño incorpora otros por la
excitación difusa de la estimulación motora en la corteza
cerebral.
Mecanismos de adaptación insuficientemente formados.
Es conocido que el mecanismo de adaptación
del individuo, y que involucra factores de tipo psíquico físico
y hormonal, no está conformado al momento del nacimiento, y que
el mismo se va estructurando en la ontogenia del sujeto, en la medida
que las condiciones de vida y educación propician una actividad
de adaptación satisfactoria y sin graves consecuencias.
Pero, todo cambio en el medio del niño,
por mínimo que sea, exige una acomodación a las nuevas condiciones,
lo cual no es fácil de lograr en la edad preescolar por las particularidades
de su actividad nerviosa superior, que anteriormente hemos señalado.
Esto hace que someter al niño a
numerosas condiciones cambiantes de manera simultaneas, puede provocar
serios desajustes en el funcionamiento cortical de sus procesos nerviosos,
y perturbar de manera negativa el estado de excitabilidad de la corteza
cerebral. Por eso es necesario enseñar las cosas paulatinamente
al niño, y no atiborrarlo de acciones, prohibiciones, orientaciones,
de manera simultanea, sino poco a poco, para garantizar un buen ajuste
a los cambios a los que se enfrenta.
Lo planteado hasta ahora demuestra que
no es posible educar correctamente a los niños si no se conocen
con profundidad las particularidades de su actividad nerviosa superior.
¿Cómo se puede establecer un régimen de vida apropiado en
los parvulitos? ¿Cómo se ha de organizar las actividades? ¿Cómo
han de satisfacerse sus necesidades básicas, primarias, y las psicológicas?
¿Cómo comprender su incapacidad para mantenerse sentado por un
tiempo prolongado? ¿Porqué le es tan dañino esperar? ¿Porqué
no puede cambiar rápidamente de una actividad a otra? ¿Porqué
es perjudicial mantenerlo en filas? ¿Porqué se distrae aunque le
estemos enseñando algo novedoso y estimulante?.
Decenas de preguntas como éstas
surgen en el quehacer pedagógico diario del educador. Y muchas
veces por no conocer la respuesta, se puede proceder de manera incorrecta
y dañar al menor.
El problema estriba en el funcionamiento
del cerebro, de su actividad refleja, de su actividad analítico-sintética,
constituye el substrato material y la base fisiológica del fenómeno
psíquico, y tiene una determinada incidencia en la formación
de esta cualidad psíquica. Por supuesto, la actividad analítico-sintética
de la corteza cerebral no determina de por sí el surgimiento de
la cualidad psíquica, esto depende de la acción del medio
externo, de las condiciones de vida y educación, del proceso de
cultura y enseñanza, peros a su vez, esta cualidad psíquica
no puede crearse sin su substrato material, sin la participación
del cerebro como un sistema funcional complejo.
De esta manera la base fisiológica
del fenómeno psíquico, expresada en la actividad nerviosa
superior, establece el transcurso fisiológico de este proceso psíquico,
su modificación por las condiciones externas, y comprueban la naturaleza
fisiológico-funcional de las formaciones de la conducta, que constituyen
la premisa y condición del fenómeno psíquico.
Esto es una comprensión más
científica del psíquismo humano, y señala que el
aprendizaje no depende solamente de las formas y métodos de la
enseñanza, sino también de las particularidades del funcionamiento
del sistema nervioso central, de la actividad nerviosa superior. Conocer
estas particularidades colabora a que las educadoras puedan dirigir de
manera más científica el proceso docente-educativo, y lograr
de forma más efectiva los objetivos que se propone la educación
en estas edades.
Pero, sobre todo, permite comprender mejor
al niño o la niña de esta edad. Permite saber porqué
en un momento determinado, aunque le hayamos enseñado algo con
todo el amor y la paciencia posible, hacen cosas que a veces nos resultan
inexplicables o en cierta medida va en contra de aquello que le hemos,
con tanto cariño, indicado.
Más aún, permite conjugar
condiciones externas e internas en un propósito común lo
que redunda decididamente en un mejor aprendizaje y en un comportamiento
más efectivo, lo que garantiza un éxito mayor de la labor
pedagógica.
Por supuesto, esto no quiere decir que
el educador se convierta en un fisiólogo, y tenga que estudiar
con la profundidad que lo hace éste las leyes de la actividad nerviosa
superior, pero, decididamente, no puede desconocerlas, y valorar en que
medida se interrelacionan con su trabajo educativo con los niños.
Así, si en un momento determinado,
en el medio de la realización de una actividad pedagógica,
a la cual ha dedicado esfuerzo y preparación, observa que su niño
se levanta de la silla en que se sienta y se entretiene con cualquier
otra cosa, ya sabe que no lo hace por malacrianza, sino simplemente porque
sus sistema nervioso le hace actuar así.
Y, particularmente en la organización
de la vida de los niños en el centro infantil, conocer como estructurar
el proceso educativo y la satisfacción de necesidades, tomando
en consideración ambos aspectos, lo referente a lo educativo y
lo concerniente a lo fisiológico, ha de permitir que la estancia
del niño sea sana, estimulante y feliz.
BIBLIOGRAFIA
Gloning, K y H. Hoff. Localización cerebral en
los trastornos de la actividad nerviosa superior en Neurofisiologia
contemporánea. Ed. Orbe, La Habana, 1987
Luria, A.R. Las funciones corticales superiores del
hombre, ed. Orbe, La Habana.
Morros Sardá, J. Elementos de fisiología.
Ed. Univ. De Madrid, 1969.
Martínez Mendoza, F. Particularidades de la actividad
nerviosa superior y el crecimiento y el desarrollo en niños de
0 a 6 años. Ed. IPLAC, La Habana, 1996
Vigotski, L:S: Historia del desarrollo de las funciones
psíquicas superiores. Ed. Cientifico-Técnicas, La Habana,
1987.