El desarrollo psíquico y la construcción del lenguaje
Cuando nos adentramos en la interrogante
de cómo se posibilita el desarrollo del ser humano, surgen inmediatamente
cuestiones referidas a las fuerzas motrices del desarrollo, la relación
de lo interno, lo constitucional, lo hereditario o genéticamente
dado, y aquello que se puede atribuir a lo externo, a lo ambiental, a
lo social. Esto ha separado a los teóricos en dos grandes grupos,
que con sus variantes responden a una misma concepción: los que
ven en lo interno lo determinante del desarrollo, y los que, por el contrario,
lo ubican en los factores externos.
Esto se generaliza incluso a las relaciones
entre la enseñanza y el desarrollo. Así, los seguidores
de la primera corriente consideran que el desarrollo marca la pauta de
la educación, la cual debe supeditarse a sus manifestaciones, o
a lo sumo, en las proyecciones mas actuales la educación posibilitando
actualizar lo que viene dado por el desarrollo. En la otra variante, para
los que asumen la postura contraria, la educación guía y
dirige el desarrollo, lo trae tras de sí, aunque, por supuesto
sin dejar de tomar en cuenta las propias leyes del desarrollo.
Obviamente si esta diatriba está
dada en la concepción mas general del desarrollo, es lógico
que la correspondiente al desarrollo psíquico no podía estar
exenta de esta histórica discusión: si las cualidades y
procesos psíquicos están determinados por los factores internos,
o si son un producto de lo externo, constituyendo un reflejo de la realidad
circundante.
Esto lleva la discusión a un
plano incluso mas específico, que se refiere a la propia relación
de los procesos psíquicos entre sí, y que en su grado mas
profundo se concreta a una interrogante fundamental, que es la de definir
la relación entre el pensamiento y el lenguaje, pues de la respuesta
que se de a esta pregunta ya de por sí se está incluyendo
la de los demás procesos cognoscitivos y afectivos.
¿Cuál es la relación
entre el desarrollo psíquico y el pensamiento? ¿Cuál es
con referencia al lenguaje? ¿Son pensamiento y lenguaje una misma cosa
y, por lo tanto tienen una misma ontogenia o, por el contrario, dos procesos
cognoscitivos sin ninguna relación entre sí y que tienen
un orígen y desarrollo evolutivo diferentes? ¿En que medida se
interrelacionan?
Estas preguntas mas generales conducen
a otras mas específicas, como son la de las relaciones entre pensamiento,
lenguaje y la lengua materna, y aún mas a cuestiones mas directamente
relacionadas con el proceso educativo, como puede ser el momento en que
una determinada habilidad esté condicionada por el pensamiento,
el lenguaje o la lengua materna, en que período del desarrollo
existen condiciones mas apropiadas para iniciar una determinada adquisición,
como puede ser la de la lectura o la escritura, y que no a pocos lleva
a plantear una proyección particular.
Obviamente, en un Congreso de Lectoescritura
como el actual, es lógico que se trate de hallar alguna respuesta
a estas interrogantes, o al menos, plantear criterios que puedan conducir
a un análisis posterior mas profundo.
El niño desde que nace es
un ser social. Esto quiere decir que el proceso de su transformación
en hombre, en ser humano no es posible fuera del contexto social, en el
cual se apropia de toda la experiencia histórico cultural acumulada
en los objetos y fenómenos del mundo material y espiritual que
le rodea, y que le es trasmitida por los adultos que le alimentan, le
atienden, le educan. Esto se da en una actividad conjunta en la cual estos
le trasmiten esa experiencia social, y le enseñan los modos de
la actividad práctica e intelectual para actuar sobre ese mundo
de objetos materiales y espirituales creados por la humanidad durante
siglos. Es, en este proceso de actividad y comunicación, que se
posibilita su conversión en ser humano.
De ello depende que, para que el niño
sea realmente una persona, son indispensables condiciones humanas de vida
y educación y, cuando esto por determinadas causas no se propicia,
no es posible el proceso de humanización. Por lo tanto, para que
el niño devenga hombre, devenga personalidad no basta con poseer
un cerebro y un organismo propios de la especie, sino que se requiere
que su actividad se desenvuelva en un mundo de objetos y de relaciones
propias del hombre como tal. En este sentido, la literatura especializada
es amplia en reflejar casos, como el de las niñas indias Kamala
y Amala, raptadas por lobos cuando apenas tenían unos años
de nacidas, que al ser recuperadas de dicha vida agreste y salvaje, y
aún cuando fueron restituidas a su propio medio de origen, nunca
pudieron convertirse verdaderamente en seres humanos como tal. Este caso,
reportado por el psicólogo indio Rid Singh en las primeras décadas
del siglo, y que tuvo una amplia repercusión en los medios científicos,
tuvo una reedición, cuando en 1986 la prensa mundial reflejó
el fallecimiento de Ramu, otro niño de similar historia a la de
aquellas niñas descritas por Singh.
De igual manera no se posibilita la
transformación del hombre, si no se cuenta con un cerebro humano,
aunque el medio sea enteramente propio de la especie humana. Al respecto
es bien conocida la historia de Rudi, un bebé chimpancé
que fue objeto de una investigación experimental de la psicóloga
rusa Ladiguina Kots, quien durante tres años crió al primate
junto a su propio hijo recién nacido en condiciones prácticamente
iguales. Al concluir su experiencia comprobó, que a pesar de la
rica experiencia individual que Rudi había adquirido por su crianza
en un medio humano y que le permitía realizar acciones que jamás
hubiera incorporado en su medio habitual, seguía siendo un chimpancé
y no fue posible su conversión en ser humano, o que se apropiara
de medios intelectuales de acción particulares de la especie humana,
como es el caso de la lengua hablada.
De esta manera la actividad y la comunicación,
que son las que posibilitan que el niño recién nacido se
convierta en un ser humano, han de realizarse dentro de condiciones de
vida propias del hombre como tal, condiciones sociales que son requisitos
indispensables para el proceso de humanización.
Es decir, que el desarrollo psíquico
humano solamente es posible en condiciones humanas de vida y educación.
Pero al hablar de actividad y comunicación,
esto lleva necesariamente a analizar la relación existente entre
el pensamiento y el lenguaje, que como procesos cognoscitivos que permiten,
junto con la percepción, apropiarse del mundo de los objetos y
fenómenos de la realidad exterior, constituyen la base fundamental
del desarrollo psíquico.
El lenguaje es una forma peculiar
de conocimiento de los objetos y fenómenos de la realidad, un reflejo
de dicha realidad que se propicia por medio de la lengua natal, y que
constituye a su vez, la principal vía de comunicación entre
los seres humanos, entre las personas, y mediante el cual el individuo
entra en relación con sus semejantes, para coordinar aciones mutuas,
intercambiar ideas e incluirse entre sí. Para esto hace uso de
una lengua que tiene componentes fonético – fonológicos,
léxico – semánticos y gramaticales, que la hacen un medio
indispensable del pensamiento humano, con el que forma un sistema en mutua
interdependencia e interrelación.
Es sabido que el pensamiento se entrelaza
estrechamente con el lenguaje, y esto llevó a algunos psicólogos
a la conclusión de que eran una sola cosa, como establecía
J. Watson, para quien el pensamiento se reducía al lenguaje interno,
siguiendo una determinada frecuencia, del lenguaje en alta voz, al murmullo,
al lenguaje interno, lo cual equivalenciaba y convertía en un único
proceso a ambas acciones psíquicas.
No obstante, y ya desde los hallazgos
de la escuela de Würtzburgo, se puso de manifiesto que el pensamiento
y el lenguaje estaban bien lejos de coincidir. Esto llevó a dos
posiciones: una, que sostenía la total identificación entre
el pensamiento y el lenguaje, y otra que sostenía una total diferenciación.
Este carácter unilateralizador de las posiciones anteriormente
planteadas, dio lugar a numerosas tendencias que trataban de conciliar
ambos puntos de vista, o propiciar soluciones de compromiso entre ambos
enfoques, sin encontrar una verdadera respuesta.
L. Vigotski refutó ambas posiciones,
en las cuales pensamiento y lenguaje se veían como independientes,
o con una relación puramente mecánica entre dos procesos
distintos, lo cual atribuyó fundamentalmente al método utilizado
en su investigación, que estudiaba dichos procesos del pensamiento
en el lenguaje de los adultos, y mediante la descomposición o disociación
de esos procesos en sus elementos componentes. Es decir, que estas posiciones
tenían dos errores fundamentales de base: el análisis
por elementos y el antihistoricismo.
La verdadera respuesta a esta pregunta
sobre la relación entre el pensamiento y el lenguaje, solo es posible
darla de acuerdo con L. Vigotski, mediante su estudio histórico
– genético.
Dentro de la posición de la
identidad del pensamiento y el lenguaje se observan tendencias que van
desde considerar al pensamiento como lenguaje sin sonido, hasta las corrientes
reflexológicas que lo consideran un reflejo inhibido en su parte
motora. En ambas teorías la cuestión de la relación
entre el pensamiento y el lenguaje pierde significado, pues de
existir una identidad no es posible entonces que se pueda dar ninguna
relación entre ambos, por ser la misma cosa.
La posición que considera al
lenguaje como una manifestación externa del pensamiento, y ve a
este libre de todo componente sensorial, cae en considerar su relación
como una conexión externa entre dos procesos distintos,
básicamente diferentes.
Estas concepciones son fruto de un
análisis de las estructuras psicológicas separándolas
en elementos, como sucede cuando se estudia al pensamiento verbal en sus
componentes – pensamiento y palabra – de manera aislada, lo que hace desaparecer
en el transcurso de su estudio las particularidades originales del pensamiento
verbal, y conduce a la búsqueda de una interrelación de
tipo mecánico entre dichos elementos.
Esta concepción de ver al sonido
y al significado como elementos separados, impide el análisis de
su verdadera interrelación, puesto que el sonido, separado de su
conexión con el pensamiento no revela las propiedades físicas
y psicológicas del habla humana, sino las referidas a todos los
sonidos de la naturaleza. Del mismo modo, el significado separado de las
palabras, solo puede ser estudiado como acto puro del pensamiento, que
cambia y se transforma ajeno a su vehículo material. Esto ha impregnado
la investigación lingüística y psicológica del
pensamiento y el lenguaje, y llevado a derroteros desacertados en cuanto
a sus interrelaciones.
El análisis por unidades, propuesto
por Vigotski, al estudiar el fenómeno en su totalidad, y donde
se analiza de manera que este conserva las propiedades básicas
de dicha totalidad, da la clave para definir claramente las relaciones
entre el lenguaje y el pensamiento, unidad que en este caso está
dada por el significado de la palabra, y el cual pensamiento y lenguaje
se unen para constituir el pensamiento verbal.
Desde este punto de vista una palabra
nunca se refiere a un solo objeto, sino a un grupo o clase de estos, y
constituye, por lo tanto, una generalización. Esta a su
vez constituye un acto verbal del pensamiento, que refleja la realidad
de manera bastante distinta a como lo hacen los procesos sensoriales.
El pensamiento, como reflejo generalizado de la realidad, constituye también
la esencia del significado de la palabra, y consecuentemente es parte
inalienable de la palabra como tal, y perteneciendo por lo tanto, al dominio
del lenguaje y del pensamiento. De esta manera, una palabra sin significado
es un sonido vacío, no una parte del lenguaje humano, y un significado
solo es posible de expresarse mediante una palabra. En esto radica
la unidad del pensamiento verbal, y el estudio de su desarrollo, funcionamiento
y estructura – su devenir histórico - genético – da la respuesta
de la función e interrelación del pensamiento y del lenguaje
en cada etapa del desarrollo humano.
La unidad del pensamiento y el lenguaje
expresada en el significado también se destaca en el proceso de
la comunicación – función principal del lenguaje – en la
que se unen comunicación y su función intelectual, pues
es imposible el entendimiento de las inteligencias sin una expresión
mediatizadora, en este caso el significado en la palabra, ya que en ausencia
de signos lingüísticos la comunicación sólo
es, como sucede en los animales, primitiva y limitada, y concretada básicamente
a la transmisión emocional. La transmisión de un contenido
intencional, racional, de la experiencia y el pensamiento, requiere indefectiblemente
de un sistema mediatizador, en este caso el lenguaje, surgido durante
el trabajo por la necesidad de intercomunicación entre los seres
humanos en dicho proceso productivo.
En algunas teorías psicológicas
se plantea al signo como medio de la comunicación, entendiendo
al mismo como la palabra o el sonido, y que por el reforzamiento se asocia
con un determinado objeto o experiencia, lo cual le posibilita transmitir
ese contenido a otros hombres. Sin embargo los estudios en la infancia
temprana revelan que la comunicación verdadera requiere de un
significado, tanto de generalización como de signos. La experiencia
individual es intransmisible, y para poder serlo, necesita de estar incluida
en una categoría socialmente establecida que el hombre considere
como una unidad, por lo que la verdadera comunicación requiere
de una actitud generalizadora, que es una etapa avanzada del significado
de las palabras.
Las formas más elevadas del
intercambio humano son solamente posibles porque el pensamiento del hombre
refleja una realidad conceptualizada, y por ello es que los niños,
aunque estén familiarizados con las palabras requeridas, no entienden
determinados conceptos, pues carecen de los medios conceptuales que garanticen
su comprensión total. Por eso es tan importante que los niños
manejen primero el concepto que su denominación, pues casi siempre,
cuando existe el primero, hay una palabra que sea capaz de definirlo o
describirlo.
Concebir al significado de la palabra
como pensamiento generalizado e intercambio social, permite el análisis
genético – causal de las relaciones entre el pensamiento, el lenguaje
y su desarrollo social. Pero a su vez, como la palabra siempre expresa
también un contenido emocional, demuestra la existencia de un sistema
de significados, que en forma dinámica, expresa la unidad de los
procesos cognitivos y afectivos en el desarrollo psíquico, aquella
en la que el reflejo de las relaciones esenciales de los objetos y fenómenos
de la realidad utiliza como medios al concepto, a la palabra, y cuyas
premisas se estructuran hacia finales de la edad preescolar, en las que
el niño de esta edad es capaz de realizar operaciones elementales
en las que ya no necesita tener presente al objeto.
Si analizamos el transcurso del desarrollo
psíquico se observa que el pensamiento existe antes del lenguaje
en el propio proceso de la acción que aparece como medio de realización
de dicho pensamiento. Este pensamiento que se ha denominado motor,
en acciones o sensoriomotor de acuerdo con los diversos autores, va
a caracterizar los años iniciales de la vida, y en su transcurso,
el surgimiento y asimilación de la lengua materna va a marcar un
hito en el desarrollo psíquico del niño, y ya a partir de
ese momento, el desarrollo del pensamiento va a estar estrechamente
unido al lenguaje.
En este sentido, el lenguaje y la
asimilación de la lengua materna, van a ser determinantes no solamente
para el proceso del pensamiento, sino también para todos los
demás procesos y cualidades psíquicos. Así la
denominación de los objetos organiza el proceso de la percepción,
ayuda a diferenciar los objetos y a adjudicarles un significado, la atención
y la memoria se hacen lógicas y con sentido, gracias al lenguaje.
Todo el desarrollo afectivo – volitivo – motivacional está mediatizado
por el lenguaje, y no es posible el proceso de socialización del
niño sin la existencia del lenguaje. En suma, todos los procesos
y funciones psíquicas, toda la formación y educación
del niño solo puede concebirse con la participación decisiva
del lenguaje. El surgimiento del lenguaje como tal marca un hito en
el desarrollo psíquico del niño y la niña, y
el propio desarrollo del pensamiento y demás procesos psíquicos
están entonces indefectiblemente ligados al propio desarrollo del
lenguaje.
Aún con el surgimiento del
pensamiento en imágenes, denominado por algunos autores
simbólico, intuitivo o representativo, y que es aquel en
el cual las relaciones esenciales de la realidad se expresan mediante
una imagen, que significa no solo una representación sino también
la sustitución de las relaciones entre los objetos, se organiza
de manera más nítida con el apoyo del lenguaje, que va a
permitir esquematizar de manera más eficiente las relaciones presentes
y manifiestas – que se realizan mediante el proceso de la percepción
– y las no presentes, ocultas y esenciales, que se viabilizan mediante
la acción del pensamiento.
Pero aun en el pensamiento en acciones
y en el representativo, la acción psíquica que se realiza
está ligada al objeto, y depende de sus condiciones y particularidades.
Solo es con el advenimiento del pensamiento verbal, lógico-verbal,
o conceptual, como lo llaman indistintamente los diferentes autores,
es que el proceso del pensamiento se independiza totalmente del objeto,
y es capaz de operar en ausencia del objeto, mediante símbolos,
ecuaciones, conceptos, que dependen de la palabra, como expresión
del pensamiento para su manifestación.
De ahí que se considere al
pensamiento verbal como la cumbre del pensar humano, y se convierta en
el predominante sobre las otras formas existentes del pensamiento del
hombre. En el adulto coexisten estos tres tipos de pensamiento, o estas
tres manifestaciones del pensamiento, lo que se ha dado en llamar, de
acuerdo con Leontiev, el polimorfismo del pensamiento humano. En
todas estas facetas del pensar, la palabra aparece como elemento fundamental
de expresión, porque aunque las condiciones de la tarea imponen
el tipo de pensamiento que ha de resolver, y se resuelve mediante un tipo
específico predominante en este momento, sin embargo, para expresarse
requiere indefectiblemente de la palabra.
La acción o la imagen son individuales,
y no es posible su transmisión a otros sujetos si no se hace mediante
la palabra. En este sentido son muy aleccionadoras las revelaciones hechas
por Albert Einstein a uno de sus biógrafos, y en la que le refirió
que las concepciones iniciales de la teoría de la relatividad,
y en toda su complejidad posterior, él se las había expresado
en forma de imágenes, las había concebido como imágenes,
y operando con dichas acciones, y que luego había tenido que transitar
por un arduo trabajo de llevarlas a formas del pensamiento lógico
verbal para hacerlas comprensibles a los demás. Pero aun a este
nivel de realización adulta, incluso en la propia operación
interna está presente el lenguaje, pues el hombre explica a sí
mismo las imágenes que percibe, mediante la palabra, se piensa
en palabras aunque se opera con la acción o la imagen.
De esta manera se destaca que, ontogenéticamente,
el pensamiento y el lenguaje no surgen al unísono, sino que
tienen raíces genéticas distintas, y que en un momento
determinado estas líneas se encuentran, para conformar el pensamiento
verbal, que ha de convertirse en el tipo de pensamiento predominante en
el desarrollo del individuo. Mas, aunque convergen no significan una identidad,
sino una unidad dialéctica, en la que cada función psíquica
tiene sus propias particularidades y tareas a resolver, interrelacionándose
e influyendo mutuamente.
Desde este punto de vista la formación,
desarrollo y perfeccionamiento de la lengua materna no implica solamente
un problema de comunicación y de influencia de las relaciones sociales,
sino que constituye igualmente un problema intelectual, que tiene serias
implicaciones en el desarrollo de la inteligencia, la conciencia y la
personalidad.
En el transcurso de estas acciones
psíquicas, que inicialmente tienen líneas separadas, se
destaca una etapa preintelectual en el lenguaje, que se expresa
en el gorjeo y el balbuceo, entre otros, y una etapa preling[uistica
del pensamiento, expresada en la propia acción y la imagen
como medios de reflejar la realidad y actuar consecuentemente.
Cada etapa del desarrollo va a plantear
una interrelación cualitativamente distinta del pensamiento y el
lenguaje, de ahí su carácter dinámico, constituyendo
un proceso, hasta converger en un momento en que el pensamiento no solo
se expresa en palabras, sino que existe a través de ellas.
Desde este punto de vista el desarrollo
del lenguaje constituye un aspecto primordial para garantizar el desarrollo
psíquico del niño, y se convierte en una tarea principal
del trabajo educativo en el centro infantil.
Pero, ¿cómo se posibilita evolutivamente
entonces el desarrollo del lenguaje? Este es un arduo camino que, sobre
la base fisiológica que viene dada en las estructuras biológicas
y fonatorio-motoras preexistentes al momento del nacimiento, se conforme
un largo proceso.
Requisitos para el desarrollo exitoso
del lenguaje.
Primeramente, la recepción
de las primeras señales del lenguaje, ópticas y acústicas,
y la producción de sonidos inarticulados primero, y articulados
después.
Separación de determinados
grupos de sonidos (palabras) que se distinguen del flujo verbal en su
conjunto.
Análisis fonemático
de cada grupo de sonidos (diferenciar combinaciones sonoras semejantes,
sílabas).
Relacionar la palabra
con el objeto (comprensión de la palabra).
Generalización
de objetos semejantes, y su señalización, con una palabra
determinada.
Comprensión de
la oración en su conjunto (grupos de palabras unidas por determinadas
reglas gramaticales).
Dominio del mecanismo
de la pronunciación verbal (articulación del lenguaje)
Dominio para seleccionar,
en cada caso, las palabras necesarias organizándolas gramaticalmente,
para poder expresar ideas en oraciones comprensibles a los demás
(coherencia del lenguaje).
Es un largo camino que se posibilita
por la formación, maduración y desarrollo del oído
fonemático, y la maduración y ejercitación de las
estructuras fonatorio – motoras que intervienen en la emisión del
lenguaje, unido a la propia maduración y conformación de
las estructuras córtico – funcionales que intervienen en este proceso.
Todo esto no se resuelve de inmediato,
ni simultáneamente. Se logra en un prolongado margen de tiempo,
en las actividades de la comunicación diaria y en el proceso de
la enseñanza. Es de recordar que de un recién nacido que
carece absolutamente de todo medio de comunicación verbal, al cabo
de cinco años, existe un ser humano que domina las estructuras
básicas del lenguaje y se comunica de manera clara, con un orden
lógico de ideas expresadas con palabras exactas y en oraciones
correctamente estructuradas, apto ya para asimilar las formas más
complejas del lenguaje oral y el escrito.
Es por ello que en este análisis
de la relación del lenguaje y el desarrollo psíquico se
hace necesario estudiar sus relaciones con la lengua natal, y que nos
ha de llevar a su exacta comprensión y dimensión dentro
de la formación de la personalidad.
1.5 La relación lenguaje
- lengua. Los componentes de la lengua materna.
El lenguaje se concibe como una forma
peculiar del conocimiento o concepción de los objetos y fenómenos
de la realidad, una forma indirecta del conocimiento de esa realidad circundante,
y que la refleja por medio de la lengua natal.
Es un medio de comunicación,
una actividad específicamente humana de comunicación, que
el hombre utiliza para coordinar acciones, intercambiar pensamientos e
influirse mutuamente con otros hombres, para lo cual hace uso de una lengua
o idioma. Es un proceso del desarrollo psíquico y constituye, por
lo tanto, una categoría psicológica.
La lengua o idioma, es un sistema
de signos verbales que engloba determinado vocabulario, leyes gramaticales
y fonéticas, un conjunto de recursos de los que hace uso el individuo
que habla, es un producto social del proceso psíquico del lenguaje
y un conjunto de convenciones socialmente establecido por los hombres
para permitir el ejercicio de este proceso, es, en suma, una categoría
lingüística.
Las posibilidades de manifestación
del lenguaje como cualidad psíquica están dadas en el hombre
a través del proceso de la filogenia, que crea condiciones orgánicas
y funcionales para su formación y desarrollo, mientras que la lengua
está estrechamente relacionada con la ontogenia, siendo la lengua
algo adquirido y convencional, supeditada al proceso social en el que
surge.
F. de Saussure señala también
el concepto del habla, planteando que la lengua no es función del
sujeto hablante sino un producto social que el individuo refleja y registra,
esta lengua se materializa en el habla, que es la ejecución individual
de la lengua, del sujeto que se comunica mediante dicha lengua. En este
sentido se da una separación conceptual entre lengua y habla, separando
lo social de lo individual, lo esencial de lo accesorio o accidental.
Lenguaje, lengua y habla forman una
trilogía dialéctica, cada una de ellos refuta a los otros,
y a la vez, ninguno puede existir sin el otro, interrelacionándose,
interinfluyéndose, intercausándose.
La lengua es la contrapartida social
del proceso del lenguaje del individuo, que no puede por sí solo
crearla ni modificarla, pues es consecuencia de un convenio entre los
miembros de la sociedad. A su vez, el individuo tiene necesidad de un
aprendizaje para conocer su funcionamiento, y así el niño
lo va asimilando poco a poco en la actividad conjunta con los adultos
y el medio familiar y social que le rodea. Y aunque la lengua se manifiesta
a través del habla, es a tal punto un producto social que un hombre
privado del uso del habla, conserva su lengua, y como tal, es capaz de
comprender los signos vocales que oye.
El lenguaje, como proceso o acción
psíquica, es un objeto de estudio de la psicología; la lengua,
e incluso también el habla, constituyen un objeto de estudio de
la lingüística, si bien al introducir los sistemas de influencia
para garantizar el desarrollo más pleno del lenguaje y de la lengua,
se entra en el dominio de la pedagogía. De esta manera, la formación
en el hombre de la posibilidad de establecer comunicación activa
con los demás, estará en estrecha relación con estas
tres ramas del conocimiento humano.
Al analizar entonces el desarrollo
del lenguaje, este ha de enfocarse como un proceso de asimilación
de la lengua o idioma natal, de las habilidades para el uso de la lengua
como medio para conocer el mundo, como un medio de comunicación
entre las personas, y como mecanismo para autoconocerse y autorregular
su conducta.
El lenguaje, y su expresión
la lengua, está formado por tres componentes: el fónico,
el léxico y el gramatical, que constituyen el sistema de la lengua.
El componente fonético-fonológico
abarca el conjunto de sonidos del idioma, y sus modelos o tipos ideales,
los fonemas.
Este componente se desarrolla mediante
la percepción e imitación de los sonidos y sus combinaciones
en las palabras, y se perfeccionan paulatinamente su articulación
y diferenciación de estos sonidos.
El componente léxico-semántico
corresponde al vocabulario, a la comprensión y uso de la lengua
(palabras)en dependencia de su significado.
El componente gramatical abarca
la morfología (leyes de transformación de las palabras)
y la sintaxis (combinación de palabras dentro de la oración).
Es un componente que surge más tardíamente que los anteriores,
y su alteración puede implicar limitaciones en los anteriores.
Fonética, léxico y gramática,
forman un sistema único de la lengua, condicionándose
e interrelacionándose de manera dialéctica.
El primer sistema de señales
de la realidad lo constituyen los propios objetos y fenómenos de
la realidad, que actúan sobre el individuo y, por su significación
para su actividad vital, lo impelen a actuar. Pero estos objetos y fenómenos
han sido históricamente simbolizados mediante la palabra, que se
constituye entonces en señal de una señal que es vital al
ser humano, de ahí que se denomine a la palabra como el segundo
sistema de señales de la realidad, que es propio e intransferible
del hombre, mientras que el primer sistema es común al hombre y
a los animales, el segundo es atribución exclusiva del género
humano.
En términos generales, y como
se había anteriormente planteado, el pensamiento humano es básicamente
un pensamiento verbal y, aunque los mecanismos del pensar son verbales,
estas no agotan el contenido del pensamiento, que se manifiesta también
mediante la acción (pensamiento en acciones) o la imagen (pensamiento
representativo o en imágenes), a esto es lo que se ha dado en llamar
el polimorfismo del pensamiento humano.
El lenguaje tiene dos funciones estrechamente
relacionadas: una función comunicativa, o de medio de comunicación,
y una función significativa o denominativa como medio de
denominación de los objetos y fenómenos del mundo circundante.
Y, aunque el pensamiento en acciones y en imágenes, constituyen
las fases iniciales del pensamiento humano, el surgimiento del lenguaje
va a introducir un importante cambio en el reflejo de la realidad que
el individuo realiza en esas etapas iniciales, incluso mucho antes de
que aparezca el pensamiento verbal o conceptual.
La asimilación de la lengua
introduce cambios importantes en la interrelación del niño
con el medio circundante, de ahí su particular significación
que se expresa:
La palabra como denominación sirve
para discriminar los objetos, las acciones, las relaciones, las cualidades,
permitiendo un análisis de esa realidad.
Palabra como generalización sirve
como medio de agrupación de los objetos y fenómenos de
la realidad en grupos o categorías (proceso de síntesis).
La palabra, al denominar los objetos y las relaciones
entre estos, sirve como medio de perfeccionamiento de la percepción
y sus interrelaciones.
La asimilación de la lengua cambia la actividad
del niño, volviéndola paulatinamente más dirigida
y adquiriendo un carácter voluntario.
En este proceso, el adulto formula reglas de conducta
que se expresan mediante las palabras. Su carácter generalizador
permite el desarrollo de la autorregulaciónde
la independencia de su conducta.
De igual manera, al expresar los adultos su valoración
con las palabras, hacen que estas se conviertan en elementos importantes
de la autovaloración del niño.
La palabra permite al niño conocerse a sí
mismo, y conduce al ulterior desarrollo de su autoconciencia.
En esta significación se destaca,
que, además de sus funciones denominativa y comunicativa, la lengua
va a tener una función reguladora del comportamiento del individuo,
función que, por su importancia para el desarrollo de la personalidad,
se convierte en una de las más cruciales en la formación
y educación del niño.
Es decir, que resumiendo, el leguaje
como tal tiene tres funciones principales:
- La función denominativa,
referida a la designación de los objetos mediante las
palabras y al conocimiento de su significación.
- La función comunicativa,
de intercambio de información con los demás.
- La función reguladora,
dirigida al control y regulación del comportamiento.
Estas tres funciones son inseparables,
aunque evolutivamente no coinciden, y de ellas, la mas tardía y
que, sin embargo, tiene grandes implicaciones para el desarrollo de la
personalidad lo es función reguladora, prácticamente ausente
en los tres primeros años de vida, y que constituye una condición
básica para la formación de la personalidad en la edad preescolar.
Desarrollo psíquico y desarrollo
evolutivo del lenguaje
Conocida y valorada en su interrelación
las particularidades de los procesos psíquicos y el lenguaje, surge
como una cuestión de suma importancia el poder establecer como
es el transcurso evolutivo de este proceso cognoscitivo, por las implicaciones
que tiene para el propio desarrollo psíquico y, consecuentemente,
para el proceso de enseñanza y educación de los niños
y niñas de estas edades.
Una problemática fundamental
que presentan mucho de los programas de educación preescolar en
Latinoamérica y otras regiones de habla hispana, es que se elaboran
basándose en el fundamento teórico del curso evolutivo del
lenguaje usualmente establecido en la bibliografía, y en estudios
realizados en países de mayor desarrollo técnico – industrial
y, generalmente, con características idiomáticas diferentes.
Esto hace que no exista la seguridad de una exacta correspondencia entre
el desenvolvimiento progresivo del lenguaje de nuestros niños de
habla hispana y los contenidos de la lengua materna dirigidos a su formación.
A su vez, la necesidad de una caracterización psicológica
del desarrollo del lenguaje, y no solo lingüística, es imprescindible
a los fines de organizar el sistema de influencias educativas dirigido
a su formación.
Partiendo de esta problemática,
F. Martínez Mendoza se planteó la realización de
una investigación transverso – longitudinal dirigida a determinar
las regularidades del desarrollo evolutivo del lenguaje, desde el nacimiento
hasta el ingreso a la escuela, en las condiciones de la institución
infantil, y tener de esta manera una visión mucho más valedera
de sus particularidades en la edad preescolar, y consecuentemente, lograr
así una mayor correspondencia entre su devenir evolutivo y los
contenidos del programa educativo.
Para ello se trabajó durante
seis años de la investigación con una muestra transversal
de 30 niños en cada año de vida, del primero al sexto, seleccionados
al azar de la matrícula, para la matrícula, para un total
de 540 niños.
De los 540 niños, 282 fueron
hembras y 258 varones, todos supuestamente normales, lo cual se constató
mediante la observación y el criterio de sus educadoras. En los
casos dudosos el nivel de desarrollo se valoró mediante la escala
Brunet – Lézine y una entrevista clínica a padres y educadoras,
y no hubo que hacer un número significativo de sustituciones por
este motivo en el curso de la investigación.
El curso del desarrollo del lenguaje
de cada niño se registró mediante observaciones periódicas,
utilizando un protocolo de observación habilitado al efecto, en
que se plasmaban el comportamiento verbal expresado y su correlación
con las condiciones en las que se producía, para determinar realmente
los factores causales en la emisión gestual – verbal del niño,
su propia acción, y la acción del medio, que incluyó
naturalmente la de los adultos y los otros niños, es decir, la
interacción dentro del contexto en que producía la comunicación
verbal.
Las observaciones realizadas en el
transcurso de la actividad independiente y el juego, las actividades pedagógicas
programadas y los procesos de satisfacción de necesidades básicas,
y un número más limitado en los momentos de entrega y recogida
por los padres, así como otras actividades disímiles, tales
como el chequeo médico en la enfermería, actividades recreativas,
etc. en las mismas se procuraba registrar el lenguaje espontáneo
de los niños en la condición dada, tratando de que el investigador
pasara inadvertido. No obstante, en variadas ocasiones los niños
interactuaron con el observador de manera aleatoria, y en otras el propio
investigador realizaba una determinada estimulación para profundizar
en aquellos aspectos que se consideraban relevantes.
A la vez se trabajó mediante
situaciones pedagógicas experimentales, tanto en las condiciones
del área exterior como en el gabinete metodológico, para
someter a los niños a estimulaciones específicas dirigidas
a comprobar diversos aspectos del lenguaje. En tales casos, por lo general,
se contó con la posibilidad de realizar grabaciones que permitieron
un registro más confiable de las emisiones verbales.
Los registros de las observaciones
se correlacionaron con la edad cronológica de los niños,
mes por mes en cada año de vida, independientemente de su ubicación
en un grupo, por lo que las caracterizaciones reflejan años de
vida cronológicos y no grupos de edad en la organización
del centro infantil. Este era más perceptible en las edades límites,
en que por disposiciones de requisitos de ingreso, un niño de una
misma edad podía encontrarse en un grupo o su inmediato superior,
y en este caso el registro se compatibilizaba con la edad cronológica
correspondiente.
Las caracterizaciones se estructuraron
seleccionando solamente aquellos correspondientes que en cada estrato
mensual resultaron estadísticamente significativos al nivel del
0.05, puesto que, y particular en el segundo y el tercer año de
vida, se comprobó la manifestación de comportamientos individuales
que se apartan considerablemente de la norma, pero sin grado de significación.
Igualmente se observaron comportamientos que no alcanzaron el grado de
significación, por lo que no se incluyeron en la caracterización.
Tal es el caso de la jerigonza, presente en algunos niños en el
segundo año de vida, por nombrar un ejemplo.
Con estos resultados se elaboró
la caracterización del desarrollo evolutivo del lenguaje desde
el nacimiento hasta los 6 años, que permite sobre su base valorar
el momento mas propicio para la formación de una determinada cualidad
o habilidad psíquica y en la que este proceso cognoscitivo intervenga
de manera principal, como puede el caso de la lectura y la escritura.
Caracterización del desarrollo
evolutivo del lenguaje en la edad preescolar
(0 a 6 años).
Caracterización del desarrollo del lenguaje
en el primer año de vida (0 a 1 año).
Una particularidad significativa de
este año lo constituye una notable homogenización de las
manifestaciones verbales de los niños, sin comportamientos individuales
que se alejen notoriamente de la norma. Esto ha de ser atribuible a que
los procedimientos de atención y cuidado de los lactantes parece
ser muy semejantes en todos los hogares y el propio centro infantil, lo
que hace bastante similar la estimulación objetal – verbal a los
mismos.
No hubo niños de menos de 45
días en la muestra, por lo que la caracterización asimila
los planteamientos de A. V. Zaporozhtes para este período de edad:
Presencia del grito (provocado por estímulos
internos – externos).
Reacciones elementales de orientación hacia
los sonidos del medio (sobre la segunda semana de vida).
En el primer trimestre se observan
las primeras manifestaciones verbales del niño en la medida en
que surge el gorjeo (emisión sonora univocálica prolongada,
espontánea o provocada por el adulto), unida a la presencia de
gruñidos chasquidos, gritos.
Surgimiento del complejo de animación (observable
durante el tercer mes de vida). Se acompaña de elementos sonoros,
básicamente chasquidos, gruñidos y sonidos univocálicos.
En ocasiones se observan sonidos de una vocal seguida de una consonante.
Gorjeo, que aparece hacia mediados del primer trimestre,
y se manifiesta también en el segundo. Ocasionalmente en etapas
posteriores, emisión sonora semejante.
Hacia el segundo trimestre:
Balbuceo (repetición de sonidos espontáneos
por el niño, al principio por combinación vocal – consonante,
y luego se combina con consonante – vocal).
A partir de este momento, la ejercitación
sonora por el niño va manifestarse de manera continua, ante una
estimulación verbal u objetal, en la realización de movimientos,
e incluso en la inactividad. Es como si el lactante descubriera
el lenguaje.
Emisión de sonidos vocálicos al manipular
objetos (y posteriormente al hacer movimientos gruesos: gatear, sentarse).
Respuestas sonoras diversas ante estimulación
verbal objetal del adulto, no
relacionadas fonéticamente
(es decir, el niño repite un sonido
independientemente del que le dice
el adulto).
Hacia el tercer trimestre:
8. Aparición del silabeo (balbuceo
prolongado con predominio de sonidos
consonante – vocal, asociados fundamentalmente
a los sonidos de las
consonantes (m), (t) y (p).
9. Repetición por el niño
de sílabas relacionadas fonéticamente ante
estimulación verbal del adulto,
de manera frecuente pero no siempre.
En este momento, y desde finales del
trimestre anterior, se observan ntentos de repetición que no cristalizan
en verbalizaciones, el niño se concentra en la estimulación
que le hacen, y se distinguen movimientos de labios (que implican intencionalidad
que no se materializa en vocalizaciones).
10. Surgimiento de reacciones motoras
ante la estimulación gestual – verbal
del adulto, asociadas a determinadas
combinaciones de sonidos.
Indica el inicio de la comprensión
del lenguaje adulto como tal, por la asociación acto motor – combinación
sonora, como sucede con "Ven" (más extensión de brazos del
adulto) que conlleva reacción motora de brazos en el niño;
"¿Cómo hace el reloj? Tic – Tac" (que determina movimiento de cabeza
del niño); "¿Dónde está la boca?" (que conlleva a
que el niño saque la lengua).
Estas reacciones motoras (mover las
manos ante la" tortica", tocarse la cabeza y moverla ante "Azótate
la mocita", etc.) suelen no acompañarse de emisión de sonidos
cuando son ejecutadas.
No obstante, si no hay ejecución
motora correspondiente, el niño reacciona con sonidos diversos.
Hacia el cuarto trimestre:
Repetición frecuente y fonéticamente
relacionada ante estimulaciones verbales del adulto asociadas a sonidos
vocálicos (a) (e).
Esto parece relacionarse con tendencias
del adulto a utilizar solamente estos sonidos y en menor grado (o), e
(i). El sonido vocálico (u) casi nunca es usado por el adulto en
su estimulación.
Comprensión de la palabra del adulto en
el plano verbal, sin asociarse a la acción motora de apoyo, generalmente,
por la entonación de la misma y su estructura rítmico
– melódica.
Esto determina la ejecución
de una acción motora ante una orden verbal ("Dame", y el niño
entrega); ("Busca", y el niño mira en dirección al objeto
sin buscar o hace intentos de hacerlo).
En algunos niños, se da la
emisión de sonidos onomatopéyicos conocidos ante la solicitud
verbal del adulto, a veces no relacionada fonéticamente de manera
directa (¿Cómo hace el reloj? "Ta – Ta", emisión del niño).
Hacia finales del trimestre la comprensión
de palabras se amplía, lo que determina la posibilidad de juegos
motrices – verbales. En algunos niños se observa que vuelven el
rostro al llamárseles por su nombre.
Surgimiento de la primera palabra significativa,
generalmente de segundo – tercer grado de similitud.
En el plano pasivo esta palabra es
generalmente un sustantivo ("¿Qué es esto? Mira la nené,
Cómo se dice?"...). En solo un caso se registró un verbo
(ame por dame).
En el plano activo (palabra espontáneamente
expresada por el niño) esta es un sustantivo utilizado siempre
como palabra-frase, es decir, que expresa una acción concomitante.
La amplitud del vocabulario es mínima,
concretándose por lo general a una sola palabra.
Desde el segundo semestre aparece
la interjección generalmente de un sonido vocal – consonante, como
primer accidente gramatical manifiesto.
El curso evolutivo de la emisión
verbal del niño ha tenido en el primer año de vida la siguiente
manifestación en términos generales:
Gruñidos, chasquidos, gritos.
Sonidos de una vocal seguida de una consonante
(con aparición del balbuceo).
Sonidos de una consonante seguida de una vocal
(al surgir el silabeo).
Combinación vocal – consonante – vocal.
Combinación de elementos anteriores en expresión
oral prolongada.
Relación sonido con objeto (onomatopéyico
o verbal, generalmente incompleto).
Repetición consciente de sonidos silábicos
o bisilábicos (a veces con formas no correspondientes).
Aparición de la primera palabra significativa,
generalmente incompleta pero semánticamente correcta.
Aparición de palabras de segundo – tercer
grado de similitud.
Palabras de primer grado de similitud.
Las palabras de primer grado de similitud
son las léxico – semánticamente correctas (nené por
nené), las de segundo grado presentan distorsiones pero son reconocibles
incluso fuera del contexto (apato por zapato), las de tercer grado son
aquellas ininteligibles e irreconocibles pero que designan siempre al
objeto aludido (aco por perro).
Caracterización del desarrollo del lenguaje
en el segundo año de vida (1 a 2 años).
En esta edad se observa una particularidad
no presente en el año anterior, y que consiste en la manifestación
de comportamientos verbales individuales que se apartan considerablemente
de la norma, pero sin alcanzar un nivel de significación estadística.
Esto determina que existan niños
que muestran un desarrollo un desarrollo verbal muy por encima de sus
iguales, o algún tipo de manifestación verbal en períodos
muy tempranos comparados con el resto del grupo, pero no determinan la
caracterización por ser poco numerosos.
Es de señalar que no se observa
una explosión del vocabulario alrededor de los 18 meses, que se
considera en la bibliografía como el inicio del período
sensitivo del lenguaje. En la muestra de estudio este se ubica definidamente
en el tránsito del segundo al tercer año de vida, lo que
plantea un cambio conceptual respecto a este período sensitivo.
Surgimiento de la palabra – frase (u oración
monopalábrica).
Esta palabra – frase va a caracterizar
todo el segundo año de vida, con una cresta definida entre los
1,3 y los 1,9 años de edad, y un decrecimiento progresivo hacia
finales del segundo semestre.
La palabra – frase es precedida evolutivamente
por la utilización de sonidos que tienen la misma función
de aquella (¿sonido – frase?) y a los que el niño recurre en su
acción e interrelación con adultos e iguales. Estos sonidos
– frases implican a veces repetición de vocales.
Se mantiene la verbalización
sonora como acompañante de la acción motora, que toma con
frecuencia la condición de jerga (emisión incomprensible
de sonidos concatenados). Esta jerga es ocasionalmente utilizada por el
niño como expresión verbal o comunicación con el
adulto y, aunque es bastante frecuente, no se plantea como caracterización
por no alcanzar el grado de significación del 0.05.
Ampliación de la comprensión léxico
– semántica de la lengua que permite cumplimiento de órdenes
por demanda verbal y responder a preguntas directas, siempre en tiempo
presente (cresta a partir de los 1,5 años de edad).
La respuesta a preguntas está
en estrecha relación con el tipo usual de estimulación,
encontrándose reforzamiento de respuestas en sonidos onomatopéyicos
en los primeros meses del año.
En el primer semestre se observan
respuestas ininteligibles a las preguntas del adulto, y a partir de los
1.8 años son predominantemente silábicas. Estas preguntas
siempre tienen que ser directas (dirigidas al propio niño) y en
tiempo presente, pues no hay comprensión del tiempo pasado ni futuro.
Surgimiento de frases simples (oraciones de dos-tres
palabras), con dificultades morfológicas, sintácticas
y gramaticales.
Estas oraciones surgen hacia el final
del segundo semestre, y se concatenan con la posibilidad de responder
a las preguntas del adulto.
Caracterización del desarrollo
del lenguaje en el tercer año de vida (2 a 3 años).
Una particularidad distintiva es una
evidente explosión del lenguaje en el transcurso del segundo al
tercer año de vida, mucho más manifiesta a partir del segundo
trimestre, y que se expresa en un aumento considerable del vocabulario
y de las frases de dos – tres palabras, la reducción progresiva
de las palabras – frase, y el surgimiento y predominio de frases de más
de 4 palabras.
Asimilación de variados elementos morfológicos
y gramaticales que permiten una comunicación asequible y comprensible.
En este sentido, y a partir de la
explosión del lenguaje, se da un predominio marcado de palabras
de primer grado de similitud (que hacen el habla comprensible) y que significan
un 78.7 % de los vocablos, contra un 18.6 % de segundo grado y un 2.7
% de tercer grado.
Un análisis de las palabras
de segundo grado de similitud muestra a la omisión de fonemas como
la dislalia más significativa, básicamente en los sonidos
/s/, /l/, /g/ y /n/ en ese orden, muy por encima del resto de los fonemas.
También se observa con frecuencia la omisión de sílabas.
La sustitución de fonemas tiene
una gama general no significativa, destacándose (l por r), (t por
s) y (g por r).
Se observa la incorporación
de formas gramaticales diversas a las anteriormente presentes (sustantivo
y verbo), entre las que se encuentra el artículo, adjetivos (particularmente
demostrativos), pronombres y formas pronominales, adverbios (básicamente
de lugar, y en menor frecuencia de tiempo), uso del posesivo, del genitivo
y formas gramaticales diversas [de quién, para qué, por
qué, entre otras], y su uso en la comunicación, pero con
dificultades en la concordancia.
Hay aparición espontánea
de la forma temporal en tiempo pasado simple y uso del futuro en presente
("Voy a jugar") muy por encima del futuro simple ("Jugaré"), ante
la pregunta directa del adulto, y formas muy tempranas del imperativo.
El presente continuado ("Estoy comiendo") es poco usado.
Surgimiento de preguntas por el propio niño
en su contacto verbal, con respuestas de frases largas.
Este comportamiento se vuelve muy
significativo a partir del segundo semestre, y surgen las primeras oraciones
compuestas, básicamente descansando en la conjunción "y".
Ampliación marcada del vocabulario, por
extensión notable de la comprensión léxico-semántica,
sin significativas dificultades en la articulación y pronunciación.
Esto se refleja notablemente en el
acompañamiento verbal de las acciones intelectuales y motoras que
realiza, en los que el lenguaje sirve de apoyo y regulación de
la propia acción.
Aparición de la conversación de tipo
situacional o lenguaje situacional.
El lenguaje situacional (uso de oraciones
simples que hacen comprensible el contenido de una conversación
dentro del contexto) tipifica el final del segundo semestre, y en este
sentido, es frecuente el inicio espontáneo de este tipo de conversación
niño-niño y niño-adulto, con frases largas y simples,
y con habituales enfatizaciones de negación – afirmación.
Identificación mediante el pronombre Yo,
y diferenciación y verbalización de su identidad.
Al segundo semestre los niños
saben significativamente su nombre y lo verbalizan al ser cuestionados,
generalmente sin uso del apellido. No obstante, aun no domina su edad,
apoyándose en los dedos y con equivocaciones frecuentes.
El desarrollo evolutivo del lenguaje
en estos tres años de vida, constituye la caracterización
del mismo en la edad temprana, etapa de singular importancia, puesto que
ya, al final de la misma el niño es un ser que comunica y utiliza
el lenguaje en sus acciones cognoscitivas, afectivas y de relación,
a la vez que implica el inicio de su periodo sensitivo, que aparentemente
se extiende algo más allá de la infancia temprana.
La caracterización en la edad
preescolar propiamente dicha, cuarto, quinto y sexto año de vida,
a diferencia de las de la primera infancia, plantea la dificultad de no
poder establecer una diferenciación etaria evolutiva muy definida,
ya que la mayoría de las estructuras básicas de la lengua
(fonético – fonológicas, léxico – semánticas
y morfosintácticas) están ya presentes desde el cuarto año
de vida y con particularidades bastante perfiladas, y lo que se observa
es una progresiva complejización de las mismas con el incremento
de edad. Inclusive, es típico en la manifestación de los
diferentes componentes que permiten una cierta caracterización
del año de vida, la presencia simultánea de diversas estructuras
sin una gradación evolutiva secuencial bien diferenciadora, por
lo que puede ser insustancial en ocasiones el orden cronológico
en que han de caracterizarse los logros que se van denotando en el desarrollo
del lenguaje.
Otra característica relevante
consiste en la no paridad de los diferentes componentes de la lengua,
y unos se encuentran a mayor nivel de desarrollo que otros, e incluso,
dentro de un mismo componente se dan desniveles que llevan a incongruencias
significativas. Tal es el caso, por ejemplo, de que aún en el sexto
año de vida, dominando el niño los casos temporales y siendo
capaz de hacer una conversación contextual en pasado, presente
y futuro sin dificultades relevantes, sin embargo, exista en muchos niños
cierta confusión en la diferenciación conceptual entre la
mañana, la tarde y la noche, o la comprensión cabal de los
días de la semana y su relación con un momento temporal
dado.
A su vez, la edad preescolar va a
caracterizarse también en que el amplio desarrollo léxico
que muestra el niño, muchas veces no se acompaña de su correspondiente
contrapartida semántica, y el niño utiliza muchas palabras
en su habla habitual que no están apoyadas por una comprensión
cabal de su significado.
No obstante lo anterior, la paulatina
complejización de las estructuras que se conforman permite una
cierta caracterización por años de vida, con límites
bastante imprecisos entre sí, y manifestaciones de diferencias
individuales relevantes en algunos niños.
Caracterización del desarrollo
del lenguaje en el cuarto año de vida (3 a 4 años).
Una particularidad importante de este
año de vida consiste en que hacia su final ya están presentes
todas, o la gran mayoría, de las estructuras básicas de
la lengua, lo que lo hace un año de especial significación
a los fines del desarrollo del lenguaje. La explosión del lenguaje,
característica del año de vida anterior, permite una mayor
ampliación del vocabulario, con presencia de oraciones compuestas
más complejas, y que van a determinar la posibilidad de una mayor
expresión oral y una comunicación más amplia del
niño.
El análisis comparativo de
estos dos años de vida en su conjunto, nos permite entonces afirmar
que el período sensitivo del lenguaje se enmarca en este período,
desde su manifestación primigenia en la explosión del lenguaje
hasta la asimilación de las estructuras básicas de la lengua.
Dominio del tiempo presente (simple y condicional),
con dificultad gramatical ocasional. Uso amplio del pasado simple, que
permite relato de vivencias en pasado, con oraciones cortas y sencillas.
Utilización del futuro, presente de carácter inmediato
o cercano.
El uso de los tiempos básicos
no es semejante, aunque en su conversación el niño ya se
expresa en los tres fundamentales, pasado – presente – futuro. El presente
es ampliamente dominado, el pretérito solo en su forma simple "Fui
al Jalisco Park y monté las lanchitas", el futuro casi exclusivamente
en su forma presente cercana "Mañana voy a pasear con mi papá",
"Mi abuela me va a comprar un caramelo el domingo".
Repetición de una canción simple.
La memoria verbal con significado
es aún deficiente en este año de vida, y aunque reconoce
poesías, cuentos, le es muy difícil reproducirlos cabalmente,
concretándose a estrofas o estribillos. No obstante, es significativa
la posibilidad de repetir una canción, aunque se den niños
que transformen la letra o la canten incompleta. Este se relaciona con
la dificultad absoluta de describir. Las dislalias son aun frecuentes.
Verbalización del establecimiento incipiente
de la relación causa – efecto. Surgimiento de los porqués
de tipo cognoscitivo, directos.
Posiblemente relacionado con el devenir
del pensamiento representativo, y en particular a partir del segundo semestre,
se observa un despertar cognoscitivo que hace que el niño inquiera
frecuentemente por la causa de los fenómenos que le rodean, o de
su interrelación causal, como son, por ejemplo, "¿Por qué
el elefante tiene trompa?", "¿Por qué tu no vienes ahora?", particularidad
que va a manifestarse también de manera frecuente durante el quinto
año de vida.
Conversación de tipo situacional, con elementos
contextuales, fundamentalmente relacionado con vivencias personales.
La ampliación del vocabulario,
la posibilidad de expresión temporal y de relatar vivencias, determinan
entre otros factores, la ampliación de la conversación basada
exclusivamente en lo que rodea, introduciendo elementos que ya no son
del entorno cercano, si bien con frases aun cortas y muchas veces causadas
por las preguntas directas del adulto.
Uso apropiado de las relaciones de lugar, no así
de las temporales.
La mayoría de los adverbios
de lugar son utilizados de manera correcta por el niño, aunque
algunos no sean totalmente dominados. No obstante, aunque usa las palabras
que designan relaciones temporales "hoy", "mañana o ayer", "día
– tarde – noche", y en ocasiones dice algún día de la semana
(particularmente el domingo), existe confusión notoria en su utilización
y dificultad muy marcada en explicarlo conceptualmente, o descritas por
elementos no esenciales o comunes "es de mañana porque es de día",
"De tarde yo juego", etc. Solo la relación día – noche es
definida, especialmente por sus acciones más relevantes, jugar,
pasear, dormir, entre otras.
Identificación y diferenciación por
su nombre propio, agrega un apellido ante la pregunta del adulto.
En este año el niño
se identifica directa o indirectamente por su nombre, más generalmente
requiere de la pregunta del adulto "¿Y que más?" para que añada
el primer apellido. La mayoría de los niños conoce su edad
, pero fundamentalmente expresándolo con los dedos, pues pocos
la verbalizan espontáneamente.
Caracterización del desarrollo
del lenguaje en el quinto año de vida (4 a 5 años).
El quinto año de vida parece
ser un año de transición en el desarrollo del lenguaje en
la edad preescolar, pues lo que generalmente se destaca es una mayor complejidad
de las estructuras básicas ya adquiridas, o una mayor calidad de
los logros previamente manifestados, como sucede con la conversación
de tipo contextual, siendo su principal y significativo aporte el surgimiento
del lenguaje interno, no observable objetivamente en el año precedente.
Surgimiento del lenguaje para sí, y del
lenguaje interno.
La presencia del lenguaje para sí,
probablemente como primera manifestación del lenguaje interno,
se observa principalmente en la realización de las tareas cognoscitivas
en las que el niño se concentra profundamente, y con cierta frecuencia
emite expresiones audibles y sonidos bajos dirigiendo la acción
que efectúa, señalamientos que en otras ocasiones se concretan
en micromovimientos de los labios. Este comportamiento marca un paso importante
en el desarrollo del lenguaje, y caracteriza a los niños de este
año de vida, pues en el anterior, caso de existir, no era perceptible
objetivamente al observador.
La diferencia fundamental entre este
tipo de lenguaje y el observado en los años anteriores (en que
también realizando acciones motoras o cognoscitivas se observaba
emisión de palabras), es que en aquel del segundo y tercer año
la emisión verbal aparece como apoyo de la acción cognoscitiva
que se realiza en el plano del pensamiento en acciones, mientras que ahora
el lenguaje dirige la propia acción de pensamiento que, por sus
particularidades, parece realizarse en el plano de las imágenes.
Consolidación del tiempo presente y uso
del pasado en oraciones combinadas, subordinadas y compuestas de corta
extensión.
El mayor dominio de la lengua materna
permite la utilización de frases combinadas, subordinadas o compuestas
en estos casos temporales, tales como "Yo estaba jugando y mi mamá
me llamó a comer", "Yo la tenía en mi mano pero el otro
niño vino y me la quitó", "Yo quisiera ir a pasear si mi
papá me viene a buscar", entre otras, que reflejan la mayor calidad
de este logro presente desde el año anterior.
Conversación contextual de corta extensión,
sin grandes complicaciones gramaticales, morfológicas o sintácticas.
Las posibilidades ya señaladas
de expresión hacen posible la realización de conversaciones
cuyo contenido está fuera de la situación contextual de
manera ya habitual, pero de corta extensión, y muy relacionadas
aún con las propias vivencias, sin uso de expresiones verbales
gramaticalmente muy complejas. La descripción continúa pobre,
repite pequeñas poesías sin dificultad, aunque el relato
es breve y entrecortado. Dice una adivinanza breve conocida, pero es totalmente
incapaz de crear una, concretándose a descripciones simples.
Identificación propia bien diferenciada,
uso del nombre y un apellido.
La propia identificación es
plena, incluso cuando hay referencia en tercera persona. El reconocimiento
de los demás está fundamentalmente determinado por los nexos
familiares y sociales: "mi mamá", "mi abuelo", "mi seño"
en cuanto a los adultos, sin que el niño domine sus nombres, incluyendo
a los padres. La identificación de los iguales está bien
definida.
Caracterización del desarrollo
del lenguaje en el sexto año de vida (5 a 6 años).
El sexto año de vida constituye
un perfeccionamiento de las estructuras previamente formadas, la consolidación
de los logros alcanzados y su complejización, así como la
completa asimilación de las reglas gramaticales, por las que el
niño se guía al hablar. Desde este punto de vista, salvo
la asimilación del lenguaje escrito como tal, todas las estructuras
fundamentales de la lengua materna están conformadas y consolidadas,
y en este sentido el habla del niño preescolar a los seis años
solo se diferencia del adulto en su contenido y, naturalmente, en un menor
desarrollo de su lenguaje lógico, lo cual está determinado,
por supuesto, por el surgimiento del pensamiento lógico – verbal,
que se ha de perfeccionar en la edad escolar y adolescencia.
Enriquecimiento del lenguaje interno.
En este año de vida se destaca
una mayor concentración en la realización de las tareas
cognoscitivas, observándose que el lenguaje para sí es más
fragmentado, con musitaciones sonoras prolongadas características
o micromovimientos de labios con sonidos inaudibles o en extremo bajos,
y también concentración con ausencia verbal total, lo que
indica una consolidación progresiva del lenguaje interno, una mayor
"interiorización" del lenguaje para sí, y que aparentemente
le sirve al niño para guiar su acción manual y mental.
Asimilación completa de los tiempos fundamentales,
pasado-presente-futuro, con complejidades gramaticales, y secuencia
y diferenciación de acciones temporales.
El dominio de los tiempos permite
el relato de vivencias con complejidades gramaticales y diferenciación
secuencial dentro de un mismo caso temporal "El sábado por la mañana
voy a ir a Jalisco Park y luego, en la tarde, iré a pasear con
mi mamá y volver por la noche", "El domingo pasado por la noche,
cuando mi mamá estaba cocinando , yo soñé que ella
se ponía triste y lloré...", entre diversas posibilidades
más. Solo ocasionalmente se observan dificultades en algunos niños
en el futuro mediato.
34. Aparición del sentido de
la lengua, generalizaciones idiomáticas empíricas y de carácter
no consciente.
Por primera vez en el curso del desarrollo
evolutivo del lenguaje éste cobra para el niño un "sentido"
como tal. Hasta este momento la lengua era consustancial en su vida y
el niño no se percataba de su existencia. Ahora, al darse el sentido
de la lengua, se percata de los errores en el habla de los demás
y los critica (aunque no sepa a ciencia cierta por qué), a la vez
que transforma y crea nuevas palabras en sus juegos. El surgimiento de
este sentido de la lengua permite a su vez al niño la utilización
frecuente del lenguaje coloquial, que usa en su atribución correcta
y conciente de que no es lo más apropiado en su expresión
oral.
35. Conversación contextual
compleja.
Como consecuencia del dominio gramatical,
una considerable ampliación del vocabulario y el surgimiento del
sentido de la lengua, el niño es capaz de conversar en cualquier
caso temporal, con frases largas y complejas, con un lenguaje lógico,
ordenado y coherente. La memoria verbal con significado es más
amplia, lo que permite la repetición de cuentos y poesías
íntegras, de relativa longitud, siendo capaz de crear un relato
de su cosecha, introduciendo elementos conocidos, y repetir adivinanzas
y trabalenguas muy simples.
Verbalización del establecimiento de relaciones
causa – efecto complejas.
Si bien en los dos años anteriores
los porqués de tipo cognoscitivo eran directos y con nexos de contigüidad
entre los fenómenos, en este año de vida los niños
establecen y verbalizan relaciones más complejas y mediatas, como
por ejemplo "Los muertos no salen porque están muertos", "El sol
seca el agua porque, aunque está lejos, es muy caliente", "Si no
me como la comida me pongo flaco y me muero, porque para vivir hay que
comer y tomar agua", entre otras, indicando que los nexos de causa y efecto
son comprendidos y aplicables a cuestiones no directa y perceptiblemente
relacionadas.
Identificación propia bien consolidada,
y de los demás respecto a sí, uso del nombre y dos apellidos.
La identificación como persona
individual es plena hacia finales de este año de vida, con dominio
de las relaciones de parentesco, y de su identificación en el grupo
social de iguales. Por falta de ejercitación generalmente no conocen
los niños la ocupación de sus padres ni su dirección,
la que describen apoyándose en elementos de localización
que les son significativos.
Desarrollo psíquico y aprendizaje
de la lectoescritura
Obviamente el caracterizar el desarrollo
evolutivo de cualquier proceso, cognoscitivo o afectivo, lleva como ya
se ha dicho, a tratar de establecer los momentos mas propicios para la
formación de las cualidades y habilidades que estén directamente
relacionadas con estos procesos. Naturalmente en el caso del lenguaje
esto también tiene la misma implicación, pero con la salvedad
de que, por las interrelaciones que existen entre este proceso cognoscitivo
y el del pensamiento, se hace una condición indispensable valorar
ambos procesos psíquicos de conjunto cuando se trata de una formar
una habilidad intelectual cualquiera, donde la verbalización de
las acciones colabora grandemente al éxito en la formación
de dicha habilidad, o cuando concierne a una típicamente atribuída
al desarrollo del lenguaje, como sucede con la construcción de
la lectura y la escritura.
Leer y escribir tienen mucho en común,
pero existen diferencias entre ambas habilidades, así mientras
que en la lectura se va de la palabra a la idea, en la escritura, por
el contrario, se va de la idea a la palabra. Esto va a determinar necesariamente
diferentes modos de aproximación para su formación, aunque
existan fundamentos teóricos que las correlacionan.
La lectoescritura ha sido precisamente
uno de los aspectos mas discutidos dentro de la educación infantil,
y en la cual han existido las posturas mas extremas, desde aquellos que
refutan toda posibilidad de iniciar este aprendizaje en los primeros seis
años de vida, hasta los que señalan edades muy tempranas
para comenzar dicho aprendizaje.
En nuestra opinión esto guarda
una estrecha relación con el propio concepto de la edad preescolar,
tema que llevaría un buen espacio analizar, y con la conceptualización
o definición de lo que pueda denominarse con el término
de lectura y de escritura.
Para algunos autores el proceso de
la lectura comienza desde el mismo momento en que el niño y la
niña "leen" imágenes, cuando el niño y la niña
se enfrentan a los mas diversos estímulos visuales y gráficos,
y la escritura a partir las primeras muestras de la actividad gráfica
infantil, cuando estos inician sus primeros trazos y garabatos al tratar
de reflejar sus imágenes mentales sobre el papel. Desde este punto
de vista el inicio del proceso de la lectura y la escritura comienza en
edades relativamente tempranas del desarrollo, y en las que estas acciones
constituyen una fase que va paulatinamente preparando al niño y
la niña para la "verdadera" adquisición de la lectoescritura.
Para otros, leer y escribir significan
algo más que esto. En este sentido se señala que el aprendizaje
de la lectura implica indispensablemente una comprensión clara
del proceso de leer y de los métodos apropiados para hacerlo bien.
En su etapa inicial la lectura, de acuerdo con D.B.Elkonin, se define
como el proceso de reproducción de la forma sonora de las palabras,
siguiendo sus modelos gráficos. Esta definición lleva
implícito el establecer al proceso de leer como la posibilidad
de comprender la información contenida en un texto. Es decir, que
leer, saber leer, implica indefectiblemente la comprensión de lo
leído.
Otras formas de la actividad verbal
también implican la comprensión de la información,
tal como sucede cuando se le relata o se le hace un cuento al niño,
que requiere comprender aquello que se le dice para verdaderamente asimilar
su contenido. Si bien, en las etapas tempranas del desarrollo la comprensión
constituye un medio de corrección de la acción realizada,
y comprender quiere decir que se leyó bien.
Estos conceptos se derivan del enfoque
histórico cultural respecto a la génesis de las acciones
y las operaciones, y en la que la evidencia experimental refleja que ninguna
operación puede formarse como tal si previamente no se forma como
acción consciente. Lo que sucede es que como en la lectura ya adquirida
como tal en su forma perfeccionada sólo se destaca la función
de compresión, nos parece que la reproducción sonora del
lenguaje partiendo de sus esquemas gráficos es irrelevante. Pero
basta que nos trabemos con una palabra desconocida o complicada, para
que regresemos a las etapas iniciales de la lectura.
El ejemplo anterior demuestra que
lo que ahora es una operación, prácticamente
automatizada, se formó inicialmente
como acción independiente realizada de
manera consciente.
De ello llegamos a la conclusión
que para aprender a leer, en el sentido mas aceptado de la palabra, hay
que partir de la formación de la acción, que en este caso
consiste, en su etapa inicial, en la reproducción de los sonidos
de las palabras, partiendo de su modelación gráfica.
La acción en su formación pasa por etapas en las que se
generaliza, se reduce y se automatiza hasta convertirse en una operación,
en un medio para llevar a cabo una nueva acción: la comprensión
de oraciones, que siempre ha de acompañarse de otro tipo de relaciones,
las sintácticas.
Este enfoque deja de lado el considerar
que el contenido de la lectura lo sean las letras y su denominación,
y enfatiza en que lo esencial lo constituyen los sonidos del idioma
que se designan por letras. De esta manera la lectura implica una
codificación de un modelo gráfico espacial a un modelo sonoro,
que sigue una secuencia de pasos hasta convertirse en una operación
en sí misma.
Desde este punto de vista el aprendizaje
consciente de esta acción, que devendrá posteriormente una
operación, ha de constituir la fase previa obligatoria del proceso
de enseñanza de la lectura, más que el tratar de alcanzar
la operación directamente. Ello implica dar al niño una
preparación general para la lectura en la institución infantil,
que tenga como objetivo primordial lograr en el niño una orientación
general en el sistema fonético de la lengua materna, mediante el
análisis fónico de las palabras.
Aprender a escribir es aprender a
organizar ciertos movimientos que permitan reproducir un modelo. En este
acto confluyen dos actividades: una visual, que permite la identificación
del modelo, y otra psicomotriz, que posibilita la realización de
la forma.
Desde este enfoque, la escritura se
refiere fundamentalmente a la formación de habilidades caligráficas,
y en la cual la palabra que se percibe visual o auditivamente, debe traducirse
a otro sistema de signos gráficos. Como tal la escritura, al igual
que la lectura, requiere de un período de preparación. En
este sentido, cuando se revisa la literatura se observa que con respecto
a la formación y preparación de las habilidades caligráficas
se han seguido históricamente dos vertientes:
Una, la que esta preparación
es alcanzada mediante la realización de diversas actividades
productivas: el dibujo, el modelado, el trabajo manual, entre otras,
y que con esto basta para que el niño ejercite las cualidades que
son necesarias para el proceso de escribir. La experiencia demuestra que
si bien estas actividades tienen una cierta influencia en los movimientos
finos de la mano, la percepción visual y la orientación
espacial ellas de por sí no garantizan la formación de las
habilidades caligráficas, que requieren de un proceso de enseñanza
especialmente dirigido.
La otra, que además de esto,
se hace necesario la ejercitación de diversos rasgos que
se supone están presentes en la escritura, y así abundan
en la literatura los cuadernos de diversos tipos en los cuales se les
enseña y entrena a los niños y niñas en la realización
de diferentes rasgos y elementos componentes de las letras que conforman
las palabras. Esto simplemente ha sido ampliamente utilizado, y se basa
fundamentalmente en la copia del modelo de un rasgo o elemento, para lo
cual se dan determinadas orientaciones para su ejecución. Se ha
comprobado experimentalmente que este tipo de aprendizaje, basado fundamentalmente
en el ensayo- error, no forma habilidades caligráficas de verdadera
calidad, pues al ser más importante la copia que la propia formación
de la habilidad, se requiere una gran ejercitación, los progresos
son lentos, y la base orientadora que se forma de la acción es
incompleta, concreta y no concientizada.
El aprendizaje del aspecto caligráfico
de la escritura implica el dominio de los movimientos finos de la mano,
la percepción visual, la coordinación visomotora, la orientación
espacial, y la asimilación de procedimientos generalizados de
análisis.
El principio básico de la escritura
es el mismo que está presente en el de la lectura, donde partiendo
de la génesis de las acciones y operaciones planteada por el enfoque
histórico- cultural, y basado en proceso de modelación,
el niño asimila procedimientos generalizados del proceso de formación
de estas habilidades, que posibilita la formación de una operaciones
de mayor calidad.
A partir de este análisis propuesto
por la teoría histórico-cultural, se desprende que, desde
el punto de vista evolutivo del lenguaje y del proceso del pensamiento,
se requieren dos logros fundamentales del desarrollo:
La existencia del pensamiento en imágenes,
representativo o simbólico, que posibilite por su estructura
la posibilidad de la modelación, que permita sustituír
los objetos, entre este caso los sonidos y las grafías, por sus
modelos y las relaciones que se dan entre ellos.
La presencia del sentido de la lengua, generalizaciones
empíricas y de carácter
no consciente, que permiten al niño
y la niña comprender a la lengua como un
hecho externo a ellos y susceptible
de ser estudiado o analizado.
Investigaciones realizadas por científicos
cubanos y rusos han comprobado que
las acciones de sustitución,
utilización y construcción de modelos (que son las
acciones principales del pensamiento
representativo) se presentan a partir de los
tres años y se consolidan hacia
los cinco-seis años de edad, por lo que es
precisamente en estos últimos
años cuando existen las mejores condiciones para
la formación de cualquier habilidad
que se relacione con este tipo de acciones.
Por otra parte, la caracterización
del curso evolutivo del lenguaje expresada en
esta ponencia, reflejó que
el sentido de la lengua, esa habilidad que permite al
niño y la niña entender
al lenguaje como un objeto del conocimiento y posibilita su
comprensión del lenguaje coloquial,
se presenta de manera definida en el
transcurso del sexto año de
vida.
Esto hace a la edad preescolar, y
particularmente al sexto año de vida (de los cinco a los seis años)
como el período sensitivo para el aprendizaje de la lectura
y la escritura, es decir, el momento del desarrollo en que estas habilidades
encuentran el momento mas propicio para su formación inicial.
Por supuesto, y si estamos de acuerdo
con Vigotski y Piaget, sabemos que toda estructura psíquica tiene
sus premisas iniciales en la etapa anterior, por lo que los fundamentos
de las mismas se comienzan a estructurar en años anteriores, esto
determina que la preparación para estas habilidades tenga necesariamente
que comenzar en un período anterior en el que se posibiliten la
formación de las acciones y condiciones que han de permitir que
en su momento apropiado pueda iniciarse su aprendizaje.
De ello se desprende que una preparación
para la formación de estas habilidades, ha de realizarse en el
período previo a los cinco-seis años, lo cual hace a los
años iniciales de la edad preescolar los mas apropiados para la
misma, en particular el quinto año de vida.
Claro está, esto implica que
las estructuras básicas de la lengua estén igualmente conformadas,
algo que se comprobó en la caracterización de referencia
que en el caso de la lengua española se consolidan en el cuarto
y quinto años de vida, es decir, entre los tres y los cuatro años.
Este señalamiento en nada contradice
la afirmación de que el desarrollo de la lectura y la preescritura
se inicie en etapas muy tempranas, si se parte del criterio de que por
premisas ha de entenderse todo aquello que es condición previa
para el desarrollo, desde este punto de vista la lectura de imágenes
o la realización de
trazos y garabatos que hacen los niños
y niñas de edad temprana, puede considerarse también como
preparación. No obstante, si ya se comprende a la lectura y la
escritura como procesos que implican la consideración de modelos
sonoros o gráficos (lo que se suele llamar comúnmente lectura
y escritura), es obvio que dicha preparación implica algo mas,
como son la del análisis sonoro de la palabra o la de la formación
de habilidades caligráficas.
En Cuba se han elaborado metodologías
que, basadas en estas concepciones teóricas histórico-culturales,
garantizan una preparación efectiva durante la etapa de la educación
infantil para la asimilación en la etapa primaria. Estas metodologías,
que son producto de serias investigaciones realizadas por científicos
cubanos, comprobaron, además, que siguiendo el sistema propuesto
en las mismas, y partiendo de la modelación gráfica de los
fonemas y los grafemas, los niños y niñas muestran una mayor
eficiencia y un menor tiempo en adquirir la necesaria preparación
para la lectura y la escritura, habilidades que asimilan de manera extraordinariamente
rápida y con una verdadera comprensión en los meses iniciales
de su ingreso al primer grado.
De este modo, desarrollo psíquico,
pensamiento y lenguaje, están estrechamente unidos en la adquisición
por los niños y niñas de la lectura y la escritura, y conducen
a valorar los momentos mas propicios para su aprendizaje exitoso, y en
el cual la etapa de la educación infantil es crucial para esta
formación.