Congreso Mundial de Lecto-escritura,
celebrado en Valencia, Diciembre 2000
Aníbal Puente Ferreras
Director del Curso Especialista en Intervención
Clínica en Lectura y Escritura
Universidad Complutense de Madrid
María Teresa Ferrando Lucas
Profesora del Curso Especialista en Intervención
Clínica en Lectura y Escritura
Universidad Complutense de Madrid y Neuropediatra del
Centro de Rehabilitación del Lenguaje
La lectura: un mundo para descubrir
La escritura y la lectura son los mayores inventos de la humanidad. Esta afirmación
puede sorprender a algunas personas encandiladas por el esplendor y utilidad
de determinados productos tecnológicos. Ninguno de estos productos hubiera
sido alumbrado sin esos garabatos que representan conceptos. Hablar de lectura
y escritura es contar la historia del pensamiento de la humanidad, 6.000 años
de palabra escrita. El poder de la lectura es inagotable. Permite introducirnos
en el mundo secreto de las personas. Los psicólogos han consumido muchos
años en la búsqueda de un método para indagar el mundo
interior de las personas. ¿Cómo es posible que hayan perdido tantos años
y esfuerzos? La escritura y la lectura son los vehículos más expeditos,
las ventanas más abiertas. Pero la lectura no sólo sirve como
artefacto para acceder a la mente, también sirve a otros propósitos.
Diderot creía en los poderes terapéuticos de las novelas "picantes",
las damas de la corte japonesa del siglo XI escribían los textos que
ellas querían leer; Colette leía en la cama para protegerse del
bullicio social; Borges pedía que le leyeran para sentirse vivo; y; Stevenson
no quería aprender a leer para no privarse del placer que le producían
las lecturas de su niñera.
El escritor Alberto Manguel, un argentino afincado en Canadá, escribió
un libro delicado sobre la Historia de la lectura. En él nos cuenta
cómo descubrió que había aprendido a leer. Una pequeña
historia que puede repetirse en cada lector.
A los cuatro años descubría que sabía leer. Había
visto innumerables veces, las letras que, según sabía, eran los
nombres de las ilustraciones bajo las que estaban colocadas. El niño
(en inglés boy) dibujado con enérgicos trazos negros y
vestido con unos pantalones cortos color rojo y una camisa verde. Debajo estaba
la palabra con sus formas negras y severas. Como si el cuerpo del niño
hubiera sido descuartizado para crear tres figuras muy nítidas: un brazo
y el torso, b; la cabeza cortada, perfectamente redonda, o; y
las piernas caídas, y. Dibujé ojos en la cara redonda,
y una sonrisa, y también llené el circulo vacío del torso.
Pero había más: yo sabía que aquellas formas no sólo
reflejaban al niño, sino que también podían contarme con
toda precisión lo que el niño estaba haciendo, brazos extendidos
y piernas separadas.
Pero aquellas percepciones eran simples actos de prestidigitación que
perdían gran parte de su interés porque otra persona los había
ejecutado por mí. Otro lector –mi niñera, probablemente- me había
explicado el valor de aquellas formas y después, cada vez que el libro,
al abrirse, me mostraba la imagen exuberante de aquel muchacho, sabía
cuál era el significado de las formas que tenía debajo. Se trataba,
sin duda, de una experiencia placentera, pero fue perdiendo intensidad con el
paso del tiempo. Faltaba la sorpresa.
Un día, sin embargo, a un lado de la carretera, desde la ventanilla
de un vehículo, vi un cartel. La visión no pudo haber durado mucho
tiempo; tal vez el automóvil se detuvo un instante, quizás sólo
redujo la velocidad lo suficiente para que yo viera, de gran tamaño y
semejantes a una aparición, formas similares a las de mi libro, pero
formas que no había visto nunca antes. Supe, sin embargo de repente,
lo que eran; las oí en mi cabeza; se metamorfosearon, dejaron de ser
líneas negras y espacios en blanco para convertirse en una realidad sólida,
sonora, plena de significado. Todo aquello lo había hecho yo sólo.
Nadie había realizado por mi aquel acto de prestidigitación. Las
formas y yo estabamos solos, revelándonos mutuamente en silencio, mediante
un diálogo respetuoso. El haber podido transformar unas simples líneas
en realidad viva, me había hecho omnipotente. Sabía leer.
El poder de la lectura
La lectura tiene un poder extraordinario y subversivo. Los grandes cambios
de la historia se inspiran en los libros y la mente de los niños cambia
de una manera dramática desde el momento que aprenden a leer. Alinson
Lurie, una profesora de la Universidad de Cornell (Nueva York), en su libro
No se lo cuentes a los mayores, analiza el poder subversivo de ciertas
obras clásicas de la literatura infantil, como Alicia en el país
de las maravillas, Peter Pan, o Winnie el osito. Las mejores obras son aquellas
que perduran a lo largo de la historia y además sirven para todos los
niños, más allá de los valores particulares que transmite
cada cultura. ¿Por qué perduran estas obras? Porque tienen un trasfondo
universal y subversivo: ponen del revés al mundo de los adultos, satirizan
sus valores convencionales y se dirigen a la imaginación de los jóvenes
lectores en su propio lenguaje.
Alicia en el país de las maravillas es un contraejemplo en muchos
sentidos. Aparte de sus modales educados, está muy lejos de ser la niña
buena según los patrones vigentes de la era victoriana. No es delicada,
tímida ni dócil, sino activa, valiente e impaciente; es muy crítica
con todo lo que le rodea y con los adultos que conoce.
Casi nadie de los que rigen los destinos del planeta desconoce que la lectura
es un motor con muchos caballos de potencia. No es de extrañar que hace
muy pocos años, Bill y Hillary Clinton mostraran un interés por
el tema, en una década que fue definida como la "década del cerebro".
Algunos psicólogos, neurólogos y educadores se encargaron de convencerles
de una relación que casi nadie discute: la lectura mejora el funcionamiento
del cerebro; o sea la lectura hace que los cerebros estén mejor amueblados
conceptualmente. Esta hipótesis expresada de manera simple parece plausible,
lógica a primera vista y atractiva para una campaña electoral.
En esta ponencia vamos a indagar las relaciones entre lectura y cerebro. Un
tema que está creciendo con fuerza para el que tenemos muchos interrogantes
y todavía pocas respuestas.
Los educadores y psicólogos se han interesado en el tema desde hace
muchos años, pero carecían de una teoría bien armada y
sobre todo estaban ayunos de instrumentos (dicen ellos) para abordar las profusas
e intrincadas conexiones que subrepticiamente se forman en la masa gris del
cerebro. Los neurólogos se preocupaban del cerebro principalmente en
aspectos macro, como pueden ser las relaciones con el pensamiento, el lenguaje,
la imaginación, la percepción, etcétera. El tema de la
lectura era un aspecto muy específico y además muy reservado a
los pedagogos, y a un grupo pequeño de psicólogos. Esta historia
es un poco obsoleta. Hoy la situación ha cambiado radicalmente y el descubrimiento
de las áreas que participan en los procesos lectores se estudian con
normalidad en los laboratorios de psicología y neurociencia. Existe una
tecnología muy precisa y válida para medir las respuestas, como
veremos más adelante. Por otro lado, se han vencido las resistencias
entre profesionales y hoy trabajan en armonía investigadores de varías
tribus con unos mismos propósitos: aumentar los conocimientos científicos
y velar por la salud de las personas sin distingo de razas, religiones y culturas.
Cerebro: máquina prefabricada
El cerebro humano pesa aproximadamente 1400 gramos y posee millones de neuronas.
Cada neurona cortical establece unas 20.000 conexiones con otras células
nerviosas (Levi, 2000). El cerebro humano, como producto de la evolución,
es la estructura más compleja que se conoce. Dentro del cerebro, en una
estructura denominada corteza cerebral, se localiza las funciones superiores
del habla, el pensamiento y la imaginación. Esta estructura es la más
humana del sistema nervioso y la que nos distingue del resto de los mamíferos.
Fue precisamente Santiago Ramón y Cajál, nuestro más insigne
investigador, el que describió hace más de 100 años, la
organización de la corteza cerebral humana. Hablaba, entonces de los
que él denominó "gimnasia mental". Consideraba que el ejercicio
mental multiplicaba las conexiones nerviosas, lo que implicaba integrar una
mayor cantidad de información: "...por tanto, cuantas más conexiones
nerviosas tengamos más información seremos capaces de procesar".
El cerebro de los bebés es un proyecto en progreso. Trillones de neuronas
esperan conectarse en su cerebro. Una pregunta que a lo largo de la historia
ha estado presente es si la experiencia juega algún papel en el desarrollo
del cerebro. O más bien, el diseño viene marcado por el mapa genético.
La respuesta es elusiva. Sin embargo, Antonio Damasio, profesor de la Universidad
de Iowa, cree "que podemos arriesgarnos a decir que para el año 2050
tendremos suficiente conocimiento de los fenómenos biológicos
para suprimir el dualismo tradicional entre mente y cerebro, cuerpo y mente,
cerebro y mente". Cuando Damasio habla del dualismo se refiere igualmente a
la intervención de la experiencia y la biología en el aprendizaje
y la formación del cerebro. O, como dice el filósofo norteamericano
Daniel C. Denett, en su libro La peligrosa idea de Darwin: "el problema
de las relaciones entre cuerpo y espíritu está en camino de solucionarse.
El simple hecho de que el cerebro humano sea el producto de la selección
natural permite eludir las concepciones dualistas". A pesar de que algunas de
las mentes más lúcidas sean optimistas, el debate volvió
a entrar en liza por enésima vez en el escenario científico con
ocasión de una propuesta educativa que surgió en la Casa Blanca,
de la mano sobre todo de Hillary Clinton. Recientemente algunos se inclinan
a pensar que la experiencia desempeña un papel crucial en la configuración
de los circuitos cerebrales.
Cerebro en desarrollo
Para inaugurar la propuesta de los Clinton, en 1997 se celebró una conferencia
cuyo objeto principal era analizar el "Cerebro de los Niños" y estudiar
las fórmulas para mejorar su funcionamiento. Acompañaron a los
Clinton algunos psicólogos y neurocientíficos que esbozaron un
fascinante cuadro del desarrollo del cerebro, con un atractivo y curioso mensaje:
leer cuentos a los niños es altamente beneficioso. La afirmación
pareció tan razonable que el New York Times publicó un editorial
proclamando que la neurociencia afirmaba que durante el desarrollo el cerebro
requería de un modelado y que la herramienta más adecuada era
la lectura. Veamos algunas de las hipótesis de las que se parte para
una propuesta tan curiosa.
Cuando un bebé llega al mundo, su cerebro es un amasijo de neuronas,
todas ellas a la espera de formar un tejido mental intrincado. Hay algunas neuronas
que vienen preconectadas genéticamente desde el mismo momento de la fecundación.
Hablamos de las funciones vitales como son la respiración, el control
del corazón, la regulación de la temperatura, o los reflejos.
Pero existen trillones de neuronas sin un diseño específico, que
esperan un programa, de la misma manera que un ordenador espera a su programador
para que imparta las instrucciones, y así desarrollar determinadas funciones.
Estas neuronas muestran un potencial infinito. Circuitos no programados que
un día pueden componer música rap, hacer cálculos
o escribir bajo el efecto de un rapto divino. Si las neuronas son usadas, se
integran dentro de los circuitos del cerebro. Si no se usan, pueden morir. La
experiencia del niño es la que determina qué neuronas van a ser
usadas para formar las conexiones cerebrales. Las experiencias son tan importantes
que determinan que un niño llegue a ser inteligente o tonto, articulado
o mudo.
Paradigma emergente
Harry Chugani, neurobiólogo de la Universidad Wayne State, plantea que
las experiencias tempranas son tan poderosas que "pueden cambiar totalmente
la manera de conducirse de una persona". El cerebro de las personas adultas
tiene más de 100 billones de neuronas, cada una conectándose con
otras miles, lo que determina un mapa de 100 trillones de conexiones. Esta cantidad
representa un número mayor que las galaxias del universo, lo que hace
que el cerebro tenga un poder imbatible.
El punto de vista tradicional señala que el diseño de conexión
viene determinado, como están los puntos de luz de una casa nueva. Estas
conexiones son el fruto de la genética. Nadie duda que hay un porcentaje
alto de neuronas que están predeterminadas de alguna manera en el sistema
nervioso, pero ellas solas no son suficientes para describir la complejidad
del cerebro humano. Las neuronas con una función prefijada genéticamente
representan los circuitos principales, pero existe algo adicional que modela
una red muy fina de conexiones. Este algo adicional es el ambiente, la miríada
de mensajes que el cerebro recibe del mundo externo. De acuerdo con el paradigma
emergente, existen dos amplias etapas de la conexión cerebral, como lo
plantea la neurobióloga del desarrollo Carla Shatz, de la Universidad
de California, Berkeley: un periodo temprano, cuando la experiencia no es necesaria
y uno más tardío cuando la experiencia es necesaria.
Una vez que las conexiones se han realizado, existe una limitación importante
para que esa conexión se consolide: la limitación de tiempo o
lo que algunos llaman "periodos críticos", que son como "ventanas de
oportunidad" que la naturaleza abre, antes incluso del nacimiento y que se van
cerrando una a una a medida que el niño cumple años.
El germen de este paradigma emergente partió de los experimentos de
Torsten Wiesel y David Hubel, cuando cosieron el párpado de un gatito
recién nacido e impidieron que se produjeran las conexiones neuronales
adecuadas en la corteza visual. El resultado fue que el gatito quedó
ciego por ese ojo, incluso después de que su ojo fuera descosido. (Entiendo
que algunas personas sientan herida su sensibilidad por la posible crueldad
del experimento, pero la comunidad científica les reconoció con
el Premio Nobel, al entender que sus investigaciones incidían en el corazón
de uno de los problemas básicos). La conclusión es la siguiente:
hay un periodo inicial corto, en que los circuitos conectan la retina con la
corteza visual. Este periodo crítico es el que permite que se formen
las conexiones nerviosas. A medida que las regiones cerebrales maduran se imponen
limitaciones y poco a poco se va definiendo el nivel de plasticidad cerebral.
Las áreas sensoriales maduran en los primeros años de vida, el
sistema emocional se conecta en la pubertad, los lóbulos temporales (a
donde se asienta la comprensión) se desarrollan a lo largo de la vida.
Ventana del lenguaje
Las implicaciones de este nuevo paradigma son prometedoras pero inquietantes.
Ellas sugieren que si los estímulos son adecuados y estos son presentados
en el tiempo correcto, casi cualquier cosa es posible. Pero también implica
que si se pierde la ventana, podrías rozar la condición de deficiente
en alguna de las áreas del desarrollo. Esto podría explicar por
qué determinados programas obtienen ganancias tan marginales y evanescentes.
El famoso programa Head Start podría ser incluido en esta crítica.
La instrucción intensiva que se propuso comenzó muy tarde para
reconectar el cerebro. Dentro de este paradigma, también se critica una
idea muy extendida en los Estados Unidos que defiende que una segunda lengua
debe enseñarse en los últimos años de la secundaria, pero
no antes. Chugani se pregunta ¿Qué idiota propone que la segunda lengua
se inicie tan tarde? A esa edad ya se ha perdido la oportunidad, la ventana
se cerró y el aprendizaje será escaso y difícil.
Los neurólogos están todavía en el alba en cuanto al conocimiento
exacto de la clase de experiencias o estimulaciones que son convenientes conectar;
y sobre todo, para qué. Una de las áreas del cerebro que mejor
se conoce es el sistema de la visión. Para algunos neurólogos
este modelo se considera paradigmático ya que permite estudiar los otros
procesos cognitivos mediante analogías. Se sabe que un bebé que
nace con cataratas, aunque estas sean removidas a los dos o tres años,
puede permanecer ciego cortical para siempre. ¿El sistema de la cognición
funciona de igual forma que la visión? "Las conexiones no se forman quieran
o no quieran", plantea Dale Purves de la Universidad de Duke, "pero pueden ser
promovidas por la actividad". ¿Qué ocurre con el lenguaje?
Cuando los niños pequeños oyen una y otra vez un fonema, las
neuronas estimulan la formación de conexiones en su corteza auditiva.
El "mapa perceptual del habla", explica Patricia Kuhl de la Universidad de Washington,
refleja la distancia aparente –al igual que la semejanza-entre los sonidos.
Así por ejemplo, los que hablan castellano, las neuronas de la corteza
auditiva que responden al sonido "ra" están lejos de las neuronas que
responden al sonido "la"; mientras que las neuronas que responden a los sonidos
"pa" y "ba" se ubican próximamente en el mapa perceptivo. Pero esto no
se puede generalizar a todas las lenguas. Por ejemplo para los japoneses, donde
los sonidos son casi idénticos las neuronas de estos sonidos se encuentran
interconectados.
A pesar de estas diferencias, los investigadores del lenguaje han encontrado
ciertas tendencias comunes en varias lenguas. A la edad de 6 años, Kuhl
encontró que los niños que vienen de hogares de habla inglesa
tienen mapas diferentes (como lo demuestran las medidas eléctricas que
identifican las neuronas que responden a diferentes sonidos), que los niños
que proceden de hogares donde se habla castellano. Los niños son mudos
funcionales a los sonidos ausentes en sus lenguas nativas. Kuhl dice que a la
edad de 12 años "los niños han perdido la habilidad para discriminar
sonidos que no son significantes en sus lenguas, y su balbuceo ha adquirido
los sonidos de su lengua". Los descubrimientos de Kuhl ayudan a explicar por
qué el aprendizaje de una segunda lengua después, en lugar de
"con" la primera, resulta tan difícil. En otras palabras, los circuitos
ya están conectados para el castellano y las restantes neuronas no utilizadas
han perdido su habilidad para formar nuevas conexiones básicas, por ejemplo,
para el griego. Un niño después de los 12 años al que se
le quiera enseñar una segunda lengua, es casi imposible que la hable
como un nativo, mantendrá un cierto acento que le delata. Los trabajos
de Kuhl y su equipo también confirman ciertas intuiciones comunes: las
lenguas que mantienen relaciones, como en nuestro caso con el francés,
son más fáciles de aprender que otras lenguas que no relacionan
o su relación es bastante apartada. La explicación es que muchos
circuitos existentes pueden realizar tareas dobles sin un gran coste.
Con los circuito básicos establecidos, un bebé está preparado
para convertir sonidos en palabras. Cuantas más palabras oye un niño,
más rápido aprende el lenguaje, de acuerdo con la psiquiatra Janellen
Huttenlocher de la Universidad de Chicago. Las madres que hablan mucho a sus
hijos conocen a la edad de 20 meses hasta 131 palabras más que sus pares
ensimismados y menos involucrados con sus madres. Esta proporción se
multiplica casi dos veces y media más a la edad de 24 meses; los primeros
conocen hasta 300 palabras más que los segundos. Huttenlocher señala
que el sonido de las palabras parece que va construyendo los circuitos básicos
a partir de los cuales se enganchan nuevas palabras. Tenemos que adquirir mucho
vocabulario y esto sólo se logra mediante la exposición repetida
de palabras.
Arrastrados por esa ola de popularidad del paradigma emergente que defiende
a ultranza la experiencia y el entrenamiento temprano y oportuno, muchos psicólogos,
educadores y hasta políticos se sumaron al carro; ayudados en parte por
lo medios de comunicación. Por ejemplo, uno de los últimos gobernadores
del Estado de Georgia, en Estados Unidos, decidió un buen día
que todas las madres que tenían niños pequeños debían
recibir en su casa un CD de música clásica, concretamente de Mozart.
¿Cuál era el motivo? Los medios de comunicación habían
estado bombardeando los hogares con mensajes, basados supuestamente en los estudios
científicos, de que la música puede potenciar la capacidad mental
de los pequeños. Igual de popular se hizo la idea de que los tres primeros
años de vida eran cruciales para el desarrollo del cerebro. La insistencia
fue tan fuerte que los padres vivían obsesionados con la idea de perder
la ventana de oportunidades que la naturaleza les ofrecía y que sus hijos
podrían encontrarse en alto riesgo en el futuro. ¿Sirve realmente Mozart
para hacer un niño listo? ¿Acaso es cierto que el desarrollo del cerebro
se detiene a la edad de tres años? ¿Sirve de algo leer cuentos a los
niños?
La respuesta según los neurocientíficos serios, es no. Así
opinan, al menos, algunos de ellos como Michel Gazzaniga, John Bruer, Charles
Nelson y Floy Bloom. Estos científicos serios suelen afiliarse a la tribu
de los que defienden que el cerebro viene desde muy temprano programado y adecuadamente
cableado para cumplir las funciones propiamente humanas. Los programas son el
reflejo del desarrollo filogenético y cualquier alteración es
un puro accidente. ¿Se trata de una visión determinista? ¿Qué
papel cumple la crianza y la cultura en el diseño del cerebro?
Cerebro "todo terreno"
Gazzaniga plantea que un cerebro no puede ser configurado para cualquier cosa.
En la neurociencia abundan las observaciones certeras sobre el desarrollo cerebral
y los psicólogos evolutivos realizan ingeniosos experimentos para definir
la naturaleza de la mente infantil. "Pero no existe evidencia alguna de que
leer cuentos a los niños genere mejores cerebros". Muchos científicos
estudian hasta qué punto la construcción cerebral se apoya en
pautas genéticas determinadas y cuántas conexiones neuronales
pueden ser modificadas por la experiencia. "La mayoría de los estudios
del desarrollo encefálico apoyan que es un proceso ordenado que genera
un dispositivo de alta complejidad, en gran medida ya configurado al momento
de nacer". Sin embargo, algunos científicos que estudian el cerebro de
los adultos opinan que a nivel molecular y celular ocurren reorganizaciones
que nos hablan de la plasticidad del cerebro. Sin dudar de la plasticidad limitada
del cerebro, Gazzaniga se muestra muy disgustado con algunos paladines de la
ciencia que creen que esta tiene que ocupar las páginas de los medios
informativos, a costa de una interpretación pseudocientífica para
que lo legos entiendan el mensaje.
Gazzaniga pone dos ejemplos que ilustran las distorsiones que producen los
periodistas y científicos en su afán por llegar a un gran público.
Hace poco William Staso –psicólogo escolar y autor de un libro titulado
What stimulation your baby needs to become smart -expone una serie de
conclusiones. Una de ellas lleva como moraleja "que el volumen de información
verbal que recibe un bebé es crucial para el éxito en la vida".
La afirmación se funda en que los hijos de padres profesionales escuchan
un promedio de dos mil palabras por hora, los hijos de padres jornaleros una
media de mil doscientas y los hijos de un padre que vive a expensas de instituciones
de caridad oyen sólo unas seiscientas. ¿Cómo no van a tener más
éxito –concluye el estudio- los hijos de profesionales, si desde su más
tierna infancia están expuestos a la lectura? La investigación
es risible, comenta Gazzaniga, y muestra el influjo de lo políticamente
correcto en la ciencia.
Otro ejemplo es la idea tan extendida de la bondad de la lectura. ¿Fue diseñado
el cerebro para la lectura? Gazzaniga cree que el cerebro no fue diseñado
para leer, pues esta fue inventada recientemente y el cerebro se ha configurado
hace millones de años. Piero y Alberto Angela en su libro La extraordinaria
historia de la vida: "A decir verdad es útil recordar que no ha sido
la primera vez que el cerebro ha dado un ‘salto hacia delante’. El primer gran
salto hacia delante del cerebro tuvo lugar en una época muy remota: hace
entre 700 y 230 millones de años con una masiva ‘encefalización’
(o sea, aumento de la masa cerebral), seguida luego de una ralentización".
Según Gazzaniga, los modernos estudios de imágenes cerebrales
indican que las zonas cerebrales involucradas son esquivas. "En el cerebro hay
zonas que gobiernan la respiración, pero ninguna que comande de manera
específica la lectura. Algunos dirán que el cerebro cumple esta
función por añadidura". Como veremos más adelante, los
estudios recientes demuestran que Gazzaniga en este último punto concreto,
no está en lo cierto.
Creemos, sin embargo, que la preocupación de Gazzaniga es perfectamente
legítima. Los medios tienden a mostrar dibujos que distorsionan los resultados
o llevan sus conclusiones a terrenos que sobrepasan los límites de lo
científicamente correcto. Escenifiquemos una caricatura como la siguiente:
¿así que el cerebro reacciona de manera diferente ante un padre que lee
cuentos a su hijos y ante la música de los Rolling Stone? El hombre de
ciencia ante una pregunta semejante se sentirá ruborizado y procurará
huir disimuladamente, pues ningún estudio ha logrado establecer una disparidad
en los patrones de desarrollo cerebral con estas experiencias. "Decir que el
cerebro se beneficia de manera específica con la lectura es llevar lo
políticamente correcto a un extremo grosero". Nadie cuestiona la bondad
de la lectura y los más que probables beneficios de ella. Pero difundir
una idea que plantea una relación entre el desarrollo del cerebro y la
lectura es algo arriesgada. Es una hipótesis que requiere un trabajo
lento y laborioso; muy deseable e intuitivamente plausible, pero cuyos fundamentos
neuropsicológicos todavía están muy lejos en el horizonte
de la ciencia.
El mito de los tres años
Recientemente, John Bruer escribió un libro que echó un jarro
de agua fría sobre los entusiastas defensores de la teoría de
las ventanas del desarrollo. En concreto, el libro iba dirigido contra un manifiesto
de Hillary Clinton titulado It takes a village donde se plantean ideas
como la siguiente: "... con una adecuada estimulación, se formarán
las sinapsis cerebrales rápidamente, alcanzando un estado adulto a la
edad de dos años". Con base en el libro, los Clinton crearon una campaña
con un lema muy sugerente I am your child, cuyo propósito era
"convertir los primeros años de la vida de un niño en una prioridad
de la nación".
El libro de Bruer titulado The mith of the first three years, ahonda
en los planteamientos de Gazzaniga: "Una de las cosas más extrañas
es que los puntos de partida de esas noticias no están respaldadas por
estudios científicos del cerebro". Según el autor, "En este momento
la neurociencia no nos puede decir mucho sobre si podemos influir en el desarrollo
del cerebro durante la vida fetal, momento en el que se produce una importante
formación de sinapsis, y mucho menos sobre cómo podemos hacerlo".
En este debate ha terciado un psicólogo ampliamente reconocido en la
comunidad científica. Hablamos de Charles Nelson, un psicólogo
del desarrollo infantil de la Universidad de Minessota, que retoma el tema de
los medios de comunicación: "Los medios de comunicación tienen
mucha culpa de que existan estos mitos". Pero ellos no tienen toda la culpa
"...también es cierto que hay científicos que están dando
información equivocada. Dos ejemplos que me vienen a la mente: Bruce
Perry, un psiquiatra de niños muy conocido, y Harry Chugani, un neurólogo
pediatra, que ha dicho cosas a la prensa que simplemente no tienen una base
científica, pero ¿cómo lo podían saber los periodistas?".
La prensa sólo ha contado parte de la historia. Se han basado en un
tipo de estudios llamados de privación, realizados con niños que
habían pasado los primeros años de su vida en orfanatos rumanos
y rusos, y que fueron adoptados más tarde por familias estadounidenses.
En esta clase de estudios se ha puesto énfasis en las alteraciones cerebrales
(comprobadas mediante la técnica PET, imagen cerebral obtenida con escáner
de tomografía por emisión de positrones), como lesiones y problemas
de conducta, a consecuencia de los estados de privación. Pero no se describen
muchos más de los casos que bajo esas mismas condiciones de privación
se desarrollaron normalmente en el seno de la familia de adopción.
La verdad es una media verdad. El punto de vista de Nelson y Johnson (1999),
Bornstein (1999) y de otros muchos psicólogos y neurocientíficos
"es distribuir la atención e intervención a lo largo de toda la
vida, no sólo durante los tres primeros años de vida. De otra
forma, no sólo sería una actitud poco inteligente, sino que no
sería buena ciencia". De acuerdo con Nelson y Gazzaniga, en el número
de septiembre del año 1999, el editor de Nature Neuroscience escribe
sobre el mito de los tres años y plantea que "Esta visión del
desarrollo infantil a modo de ‘o lo usas o lo pierdes’ está basada en
unos pocos estudios realizados con humanos y en muchos hechos con animales".
Este aspecto debe ser contrastado con más estudios en humanos para saber
cuál es el poder de generalización.
Bases neurológicas de la lectura
El lenguaje escrito constituye una de las adquisiciones más complejas
del sistema nervioso humano. En él participan, además de los lóbulos
cerebrales, el cerebelo, los ganglios basales y el sistema periférico.
De modo muy esquemático, la habilidad lecto-gráfica requiere la
participación de dos formas de aprendizaje: una, esencialmente cognitiva
que explica las funciones léxica y semántica; y otra, motora que
describe los actos finos y precisos implicados en la escritura.
En esencia, la lectura activa los lóbulos occipitales (receptores visuales)
y otros como el frontal, el temporal y el parietal izquierdo, donde se sustentan
funciones importantes del lenguaje relacionadas con el reconocimiento de palabras,
los significados y el almacén léxico. Cuando leemos en voz alta,
por ejemplo, además de las estructuras antes mencionadas, también
participan otras del hemisferio derecho y el cerebelo. Sin la participación
de estas últimas sería imposible realizar funciones articulatorias
y prosódicas. Algo similar ocurre con la escritura, en la que hay que
añadir las ejecuciones finas y precisas del miembro superior para ejecutar
grafías. Esta descripción es una simplificación de una
tarea compleja realizada por el cerebro humano, un órgano dotado genéticamente
para hablar y preparado desde el mismo momento del nacimiento.
La maduración del SNC queda definida por dos fenómenos: Histogénesis,
que facilita la formación de células nerviosas con una disposición
determinada; y hodogénesis, que permite la conexión entre células
por crecimiento de las sinapsis. La hodogénesis permite que las células
nerviosas se comuniquen entre sí y transmitan información procesada
y almacenada a lo largo del circuito. Las actividades de comunicación
y transmisión son fundamentales para la supervivencia de la especie.
La histogénesis tiene lugar durante la gestación con participación
primordial de los factores genéticos, mientras que la hodogénesis
es un proceso que se prolonga a lo largo de la vida extrauterina y en ella intervienes
factores externos como la nutrición y el aprendizaje. En suma, no podemos
influir en el número de neuronas, pero sí en la riqueza y multiplicación
de las conexiones (Marín-Padilla, 1995 y Narbona, 1996).
Histogénesis
Las vesículas encefálicas se aprecian en el embrión entre
el segundo y tercer mes de gestación. En la matriz germinal subependimaria
existe una intensa proliferación celular que va a dar origen a las neuronas
y a las células de la glía, (astrocitos y oligodendrocitos). A
partir de la cuarta semana de gestación, se observan en el cerebro embrionario
cuatro capas: la marginal y cortical, que darán lugar al cortex; la zona
intermediaria pluricelular, que dará lugar a la sustancia blanca, y la
zona germinal en donde prosigue la intensa multiplicación celular. Tras
el proceso de multiplicación celular, las neuronas emigran para ocupar
su lugar definitivo en el cortex, cerebelo y núcleos de la base. Este
proceso, tiene lugar a lo largo de unos cien días en el segundo trimestre
de la gestación y está guiado por células gliales que establecen
los caminos a lo largo de los cuales viajan las neuronas, que literalmente trepan
por estas vías, emitiendo unos pequeños filamentos a modo de pies
trepadores, que suben desde la matriz germinal hasta su destino último
en las estructuras ya referidas. Una vez terminada la migración, las
neuronas se liberan de sus guías, las cuales por un proceso de involución
desaparecen (Fig.1).
Hodogénesis
Este proceso comprende la formación de las sinapsis y los circuitos
cerebrales. Tiene lugar de modo acelerado durante el tercer trimestre de gestación
y los dos primeros años de vida extrauterina. Continúa de modo
activo durante los diez primeros años y posteriormente prosigue, aunque
a un ritmo mucho mas lento durante el resto de nuestra vida (pensemos que nunca
dejamos de aprender). En resumen, el aprendizaje irá remodelando los
circuitos, que establecerán nuevas conexiones en función de este
factor estimulante.
En un primer momento, existe un crecimiento de dendritas y axones exagerado;
no todos ellos van a conseguir establecer una sinapsis; aquellos que no lo consiguen,
involucionan hasta llegar a la muerte de la neurona de la que proceden.
FIGURA 1: Representación del crecimiento, distribución en capas
y establecimiento de sinapsis entre las neuronas, según los trabajos
de Ramón y Cajál (1899) y Marín Padilla (1990/ 1995)
Santiago Ramón y Cajál:
"Textura del Sistema Nervioso del hombre y los vertebrados".. Madrid,
1899
Marín Padilla: Cortex cerebral
humano en desarrollo y cortex cerebral de un recién nacido.
En REV NEUROL (Barc) 1995;23(Supl3):S261-S268.
Esta muerte neuronal programada es necesaria para el correcto funcionamiento
del sistema. Las prolongaciones de las neuronas se envuelven de una vaina de
mielina, cuya misión es facilitar la conducción del potencial
de acción o mensaje. La vaina de mielina está constituida por
una matriz de proteínas y lípidos. El inicio y la duración
de la mielinización son diferentes según qué parte del
sistema nervioso considere, ya que existe una estrecha correlación entre
el momento de mielinización de una estructura y la adquisición
de su función (sensorial, motriz o de lenguaje).
Por ejemplo, la mielinización de los pares craneales implicados en las
praxias orolinguofaciales y mecanismos de succión, deglución y
emisión de sonidos termina en el momento del nacimiento. La mielinización
de la vía acústica central pretalámica termina al final
del primer año; mientras que la vía óptica postalámica
finaliza con el primer semestre de vida extrauterina: Las vías motrices
corticoespinales lo hacen al término del primer año y los haces
asociativos intra e interhemisférica realizan la mielinización
a lo largo de los diez primeros años. El paralelismo existente entre
la adquisición de los diferentes hitos madurativos neurológicos
y la mielinización, fue establecido por Lecours (1975). La figura2 ilustra el crecimiento y progresiva aparición de pliegues y
surcos cerebrales en las diferentes semanas de gestación, así
como la denominación de los lóbulos cerebrales y la situación
del cerebelo.
Sobre este cerebro maduro, en cuanto al número de neuronas, empiezan
a asentarse las funciones del lenguaje, como resultado de un proceso de aprendizaje,
que se extiende a lo largo de los años. Algunos autores plantean que,
en condiciones normales, la fonología requiere de los cuatro primeros
años de vida para terminar su implantación y la sintaxis de los
seis primeros años. Este proceso de aprendizaje implica que las neuronas
van aumentando y enriqueciendo el número de conexiones que establecen
entre ellas . Debemos recordar que este proceso no termina nunca y que somos
capaces, en condiciones normales, de seguir aprendiendo, aunque lentifiquemos
el ritmo, a lo largo de toda nuestra vida.
Areas cerebrales del lenguaje
Para un gran porcentaje de la población (87%), el lenguaje se asienta
en una zona amplia del hemisferio izquierdo; mientras que para un pequeño
porcentaje (8%) se localiza en el hemisferio derecho y el resto (5%), lo distribuye
en ambos hemisferios, sin una clara definición. La lateralización
del lenguaje llevó a pensar que el hemisferio izquierdo era el dominante,
aunque se ha comprobado que la lateralización del lenguaje no siempre
coincide con la lateralidad manual (Narbona, 1996). La tendencia entre los especialista,
hoy día, es a dejar de lado el concepto de hemisferio dominante y a considerar
que ambos hemisferios son preponderantes, dependiendo de la función (Tabla
1).
Areas de la comprensión del lenguaje
Las señales acústicas (fonemas, palabras) son transformadas en
el oído interno en señales bioeléctricas, las cuales son
conducidas por el nervio acústico hasta el SNC, específicamente
al área auditiva primaria (gyrus de Heschl). El área de la audición
primaria se ubica en la parte superior de los lóbulos temporales, en
la profundidad de la cisura de Silvio. Cuando la señal llega a esta zona
es cuando se interpreta como un sonido. Sin embargo, para interpretarse como
parte del lenguaje, debe activarse el área de Wernicke formada por el
planum temporale y una parte de la primera circunvolución temporal, en
el hemisferio izquierdo. A través del cuerpo calloso, el área
de Wernicke recibe información ->
FIGURA 2: Esquema representativo del crecimiento de las vesículas
encefálicas que darán origen al cerebro y cerebro humano adulto
enel que se detalla la denominación y localización de sus lóbulos,
cisuras y cerebelo.
Desarrollo del cerebro a lo largo de
la gestación.
En "El cerebro", Prensa Científica, 1979
Neurologie)Aspecto macroscópico
del cerebro humano adulto
(Encyclopédie Médico- Chirurgicale/ Neurologie)
Lóbulo frontal
L. parietal
L. temporal
L. occipital
Cerebelo
Cisura de Silvio
Cisura de Rolando
TABLA 1: Localización hemisférica de funciones y clasificación
del cortex cerebral en primario, secundario y terciario.
SUBSTRATO CORTICAL DEL LENGUAJE ORAL Y ESCRITO
HEMISFERIO IZQUIERDO
Fonología.
Sintaxis.
Semántica.
Acceso al léxico.
Adaptación del menaje formulando su contenido semántico.
Conversión de signos gráficos en estructuras sintácticas
y semánticas.
HEMISFERIO
DERECHO
Atención.
Orientación espacial.
Prosodia.
Adecuación del lenguaje al contexto.
Visomotor.
AMBOS HEMISFERIOS
Iniciativa verbal.
Memoria verbal.
Tonalidad afectiva.
Identificación de signos gráficos.
CORTEX PRIMARIO, SECUNDARIO Y TERCIARIO
CORTEX PRIMARIO
(Áreas de proyección sensorial y motriz simples)
Gyrus de Heschl.
Fascículo geniculado: vía motora conectada con los
pares craneales.
Cortex pericalcarino (visual).
CORTEX
ASOCIATIVO SECUNDARIO
Área de Wernicke.
Área de Broca.
Cortex occipital asociativo visual.
CORTEX ASOCIATIVO
TERCIARIO, PLURIMODAL
Gyrus supramarginal.
Pliegue curvo.
de las señales que provienen del gyrus de Heschl derecho. La activación
del área de Wernicke permite reconocer los fonemas, como parte fundamental
del lenguaje. Para asignar a los fonemas categoría simbólica,
se han de activar otras dos zonas del hemisferio izquierdo: el gyrus supramarginal
para el análisis morfosintáctico y el pliegue curvo para el análisis
semántico. El pliegue curvo es también la zona donde se realiza
la correspondencia de significantes y significados, tanto para la lengua oral
como para la lengua escrita. Su función de córtex terciario asociativo
plurisensorial comprende además la identificación de gnosias visuales,
táctiles y auditivas no verbales (Fig. 3 y 3A)
Areas de la expresión del lenguaje.
La elaboración del habla necesita a su vez otros procesos como la formulación
y programación motriz que finaliza en el acto fonoarticulatorio para
la producción del habla. El área implicada en este acto es la
parte inferior del lóbulo frontal, por delante de la cisura de Rolando.
En el tercio posterior de la tercera circunvolución frontal izquierda
se encuentra el área de Broca con dos partes importantes. Una anterior,
denominada pars triangularis cuya misión es formular el esquema
práxico del mensaje verbal. Otra posterior, denominada pars opercularis,
que da la orden de emitir el movimiento adecuado para producir los fonemas de
las palabras.
Otras zonas cerebrales implicadas en la expresión son el área
prefrontal, el área motora suplementaria y los ganglios de la base (Fig.
3 A). La prosodia depende del hemisferio derecho.
Lenguaje escrito
El lenguaje escrito implica la activación del área visual primaria,
situada a ambos lados de la cisura calcarina, en los lóbulos occipitales.
Desde la cisura calcarina, la señal pasa al cortex occipital secundario
localizado en los dos hemisferios. En esta zona tiene lugar la identificación
de los grafemas y su disposición en secuencia de manera que se capte
el significante del mensaje. Esta nueva señal pasa a la encrucijada occipito-parieto-temporal
izquierda desde donde se proyecta hacia las áreas del lenguaje. La proyección
de la señal va a conocer dos modalidades de tratamiento:
La vía fonológica o indirecta hacia el planum temporale, donde
se efectúa la conversión de los grafemas a los fonemas. La señal
fonética es analizada en el gyrus supramarginal y el pliegue curvo
que identifican los aspectos morfosintácticos y semánticos.
La vía semántica o directa conduce la señal hasta el
pliegue curvo, donde se dota a los signos gráficos de significado,
sin pasar por una representación fonológica.
La modalidad fonológica sirve de base para la lectura analítica,
mientras que la modalidad semántica conduce a la lectura global. Ambos
tipos de procesamiento pueden ser usados por los lectores diestros. En algún
momento, un sujeto podría usar un método y en otro momento diferente,
el método alternativo (Fig.4).
Papel del cerebelo
El concepto de cerebelo como estructura relacionada exclusivamente con aspectos
motores ha sido superada en los últimos años (Arriada y Mendicoa,
1999). Hoy se describe un síndrome clínico denominado diásquisis
cerebelo-cerebral en el que se ponen de
FIGURA 3: Áreas corticales del lenguaje
Área de Broca.
Zona posterior del lenguaje, formada
por el área de Wernique, gyrus supramarginal y pliegue curvo.
Región prefrontal.
Área motora suplementaria.
Área motora suplementaria.
Área auditiva primaria
FIGURA 3A: Otras zonas cerebrales relacionadas con el lenguaje- Cerebelo, cuerpo
calloso y ganglios basales. (En Encyclopédie Médico- Chirurgicale/
Neurologie)
Planum Temporale.
Imagen por Resonancia Magnética. Corte sagital del
cerebro. En detalle, el cuerpo calloso y el cerebelo.
Cuerpo Calloso
Cerebelo
Ganglios del la base
Cisura y valle de Silvio
Fascículo arcuato
Imagen por Resonancia magnética. Corte transversal. En rojo,
el fascículo interhemisférico que une la parte posterior
del lenguaje con el área de Broca.
FIGURA 4: Vía óptica y zonas cerebrales implicadas en la lectura.
Situación en la que se encontrarían los
globos oculares y ambos nervios ópticos
Cisura calcarina
Quiasma óptico
Radiaciones ópticas
Cortex visual secundario
Zonas corticales implicadas en dos tipos de disgrafías
centrales: A) Disgrafía fonológica.
B) Disgrafía léxico-semántica
evidencia, además de la sintomatología motora clásica,
otras alteraciones cognitivas de suma importancia como las siguientes: incapacidad
de planificación motora, afasias, deterioros de memoria, déficits
visoespaciales, periodos de mutismo, déficits en la denominación
de números y palabras. Algunos de estos síntomas son observados
en pacientes que han sido intervenidos quirúrgicamente de tumores de
fosa posterior.
Un dato curioso registrado hace más de una década por Rae (1998),
en sus estudios de espectrospia por resonancia magnética cerebral, fue
el siguiente: los disléxicos muestran una activación menor del
hemisferio derecho que otros lectores. Nicolson (1999) analizó la actividad
cerebelosa de 6 pacientes disléxicos y 6 control con la técnica
PET y encontró una menor activación cerebelosa durante la ejecución
de tareas automáticas y cognitivas motoras en los sujetos disléxicos.
De los estudios con resonancia magnética funcional (fRM) y tomografía
por emisión de positrones (PET) Berquin (1998) se pone de manifiesto
la participación de estructuras cerebelosas en procesos de asociación
de palabras, cálculo mental, planificación motora y memoria. Si
esto es cierto, podemos afirmar que las actividades superiores se relacionan
con las porciones filogenéticamente más recientes del cerebelo.
Se postula que la relación entre cerebelo y cognición está
regulada por un circuito cerebelo-talámico-prefrontal. Schmahamann (1999)
plantea que de la misma manera que el cerebelo regula velocidad, fuerza, ritmo
y precisión del movimiento, también controla capacidad, consistencia
y velocidad de los procesos cognitivos.
¿Existen factores genéticos en la dislexia?
Hallgren (1960), basándose en datos estadísticos sobre 300 niños,
afirma que existe una dislexia hereditaria. Los estudios posteriores parecen
confirmar que existen alteraciones genéticas demostrables en algunas
familias en las que la dislexia es un padecimiento que se repite entre sus miembros
y en diferentes generaciones. De este modo, Pennington (1991), después
de examinar a 204 familias encontró que existen diferentes loci genéticos
implicados y que la transmisión es variable. Estos resultados, así
como los de Froster (1993), Cordon (1994) y Billard (1994) fueron recogidos
por Potter y Tarleton (1998). En síntesis, las técnicas de ADN
han detectado alteraciones en genes de los cromosomas 1 y 6. Algunos años
antes, Smith (1983) había descrito la alteración de un gen en
el cromosoma 15 en una familia con trastornos de lectura. Si esto es cierto,
se podría concluir que, al menos en algunos tipos de dislexia, existe
un factor hereditario.
Neuropatología de la dislexia
Una pregunta que ha estado en el aire desde hace muchos años es la siguiente
¿existe un sustrato neuropatológico de la dislexia?. Para responder a
esta pregunta es conveniente contemplar tres escenarios posibles.
Aquel en que los déficits cognitivos son debidos a una patología
bien definida que afecta a las áreas cerebrales de la lectura. En esta
circunstancia estaríamos ante la pérdida de una función
previamente adquirida, es el caso de las alexias o las dislexias secundarias.
Algunas de las hipotéticas causas inductoras serían: infecciones,
accidentes vasculares, traumatismos, enfermedades degenerativas, etcétera.
Un segundo escenario sería el de los niños que aún
no han adquirido la lectura y en los que existen algunos factores patológicos
que impiden la adecuada instalación de la función lectora o
no facilitan su desarrollo. Dentro de este escenario se podrían incluir
los niños con retardo mental, enfermedades metabólicas y malformaciones
cerebrales, entre otras.
El tercer escenario está representado por los disléxicos que
muestran un trastorno específico del aprendizaje. ¿Por qué un
niño inteligente, correctamente estimulado, sin causa patológica
demostrable y en unas condiciones socioculturales adecuadas, no aprende a
leer?
Geschwind sugirió que el planum temporale izquierdo podría ser
bilateralmente más pequeño en los niños disfásicos
y disléxicos. Sin embargo, Galaburda, al estudiar el cerebro de un varón
disléxico encontró que había un fallo en la asimetría;
es decir, ambos planums temporales eran simétricos. Este hecho también
se comprobó en otras necropsias de individuos que habían sido
disléxicos en vida. A partir de estas observaciones, Galaburda (1985)
y Humphres (1990) llegaron a la conclusión de que la asimetría
podría ser la causa de la discapacidad lectora. El planum derecho era
de una mayor tamaño, debido a ectopias; así como fallo en la muerte
celular programada durante el periodo embrionario.
Aportaciones de la neuroimagen
Establecer un correlato firme entre hallazgos neuropatológicos y neuroimagen
por resonancia magnética es una tarea difícil. La asociación
ha sido comprobada muy pocas veces. Una de las hipótesis que se ha planteado
como explicación de la escasa convergencia es el pequeño tamaño
de las ectopias neuronales, lo que haría difícil su registro y
medición. Otra de las hipótesis es la dificultad de medir, mediante
las técnicas RM convencionales, las dimensiones del planum temporale.
Sin embargo, Larse (1990) comprobó en 19 disléxicos que el 70%
de ellos presentaban asimetría en ambos planum y que de este grupo, todos
los disléxicos que mostraban déficits fonológicos, tenían
planums simétricos. Esto llevó a Larse a concluir que la asimetría
del planum temporale es una condición sine qua non para la función
fonológica.
Las técnicas de imagen que miden metabolismo cerebral han contribuido
también a descubrir el cerebro disléxico. Por ejemplo, Rae encontró
diferencias bioquímicas en el hemisferio cerebeloso derecho y en el lóbulo
temporal izquierdo entre los disléxicos y la población general
de lectores. Los estudios comparativos entre disléxicos y otros grupos
de control, también se han realizado con otras técnicas como la
tomografía por emisión de positrones. En esta clase de estudios
también se pone de relieve que cuando los disléxicos ejecutan
una tarea de lectura que normalmente implica procesamiento fonológico,
estos disléxicos activan sólo una parte de las áreas cerebrales,
por ejemplo no activan el área temporo-parietal izquierda (Rumsey, 1992).
La desconexión entre las áreas occipitales y el gyrus angular
izquierdo ha sido planteada como una explicación plausible (Horwitz,
1998).
Aunque la mayoría de las publicaciones con neuroimagen convergen en
las áreas alteradas del lenguaje, algunos estudios por resonancia magnética
funcional muestran que existen diferencias entre disléxicos y lectores
normales en la organización funcional del sistema visual. Estos resultados
han llevado a proponer la existencia de un deficiente procesamiento del movimiento,
cuyo principal responsable es la via magnocelular del sistema visual. Este planteamiento
todavía no cuenta con pruebas empíricas fuerte que demuestren
la relación causal con la dislexia.
Una teoría fonológica interesante es la propuesta por Shaywitz
(1998). Esta investigadora, utilizando resonancia magnética funcional,
comprobó que había una hipoactivación en algunas áreas
(Wernicke, circunvolución angular y corteza occipital) y una hiperactivación
de la circunvolución frontal inferior. Estos resultados fueron obtenidos
cuando los disléxicos realizaban tareas de naturaleza visoespacial, fonológica
y juicios semánticos. Sally Shaywitz sugiere que esos patrones de actividad
cerebral podrían representar un sello característico de la dislexia.
Aproximación al paciente pediátrico con trastorno en la adquisición
de la lectura
Cuando un niño llega a la consulta con dificultad de lectura, hay que
determinar si se trata de una dislexia. Hay que descartar aquellos factores
de tipo emocional, conductual o situacional que están influyendo. Igualmente,
hay que descartar la existencia de una patología definida. Para ello
es necesaria una exploración cuidadosa neurológica y psicológica.
La valoración de todos los datos nos indicarán si es necesario
llevar a cabo estudios médicos complementarios. En caso de no necesitarse,
habrá que definir las orientaciones y las prácticas terapeúticas
adecuadas. A continuación mencionaremos muy someramente algunas pautas
de actuación general:
Historia clínica: Incluye los datos del entorno sociocultural y la
escuela. Dentro de la historia clínica, algunos de los informes ineludibles
están los relacionados con los siguientes aspectos: embarazo, parto,
periodo neonatal, hitos madurativos (motores y lenguaje), enfermedades, hábitos
de autocuidado, trastornos de conducta, déficit atencionál,
motricidad gruesa y fina, cambios de conducta, antecedentes familiares; y
de una manera especial, la entrada en la escuela, las dificultades de aprendizaje
en general y de la lectura en especial (métodos, dificultades, etcétera).
Exploración neurológica: Incluye la valoración de los
pares craneales, vías piramidales, extrapiramidales y cerebelosa, fenotipo
y manchas cutáneas. También se recomienda una exploración
somática general.
Exploración neuropsicológica: Incluye la valoración
del coeficiente de inteligencia, el desarrollo del lenguaje espontáneo
(fluidez, vocabulario, construcción de la sintaxis), la memoria, la
atención, la coordinación visomotora; y sobre todo las habilidades
básicas de la lectura y la escritura. Para esta exploración
se pueden utilizar pruebas estandarizadas y observaciones conductuales siguiendo
protocolos y pautas.
Exámenes complementarios: Se incluyen tres, considerados fundamentales:
a) estudios de ADN para descartar cromosomas frágiles; b) RM cerebral
para descartar ectopias o malformaciones y c) EEG de vigilia y sueño
para descartar descargas paroxísticas, aún en ausencia de crisis
clínicas.
La normalidad de los resultados, nos llevará al diagnóstico de
dislexia como trastorno específico del aprendizaje. En este punto, la
actuación médica remite y será el apoyo pedagógico
específico el que guíe la actitud terapeútica, con el soporte
psicológico y logopédico. El hallazgo de una patología
neurológica concreta no implica que se deba descuidar lo apuntado en
el apartado anterior. A ello habrá que añadirse el tratamiento
médico específico de la enfermedad de que se trate.
Modelo de lectura
Meterse dentro del cerebro lector significa responder a dos preguntas cruciales:
¿Cuáles son los procesos que realiza un cerebro normal cuando se enfrenta
con las palabras escritas? Y ¿Por qué algunos cerebros tienen tantas
dificultades para descifrar los palabras escritas?
Para responder a estas preguntas necesitamos conocer los modelos de lectura.
Existen muchos modelos, algunos más intuitivos que otros, que no desarrollaremos
por razones obvias. Uno de los modelos con más apoyo hoy día es
el de Ellis, conocido como "Modelo de reconocimiento del lenguaje" (Fig.5).
Este modelo combina sin graves conflictos las aportaciones de la neurociencia,
la psicolingüística y la psicología cognitiva. Aunque el
modelo tiene su origen en el Reino Unido y fue formulado para la lengua inglesa;
los especialistas en lengua castellana lo ha recibido con entusiasmo, aunque
no
todos están de acuerdo en utilizarlo de manera extensa y universal.
En la práctica, casi todos recurren a él como elemento de comparación
para describir y explicar el comportamiento lector. Veamos de forma bastante
resumida los componentes principales del modelo, tomados del libro Reading,
writing and dyslexia, a cognitive analysis.
El modelo intenta caracterizar los procesos mentales que permiten al lector
identificar, comprender y pronunciar las palabras escritas. En este modelo se
integran las ideas propuestas por Morton (1964/69/79) hace algunos años,
con las ideas más cercanas de los programas de ordenador de McClelland
y Rumelhart (1981) y Sejnowski y Rosenberg (1988). Por otra parte, se acentúa
la importancia del concepto Fodoriano de modularidad de cara a la actuación
o, si se prefiere, intervención, ya que puede permitirnos reconocer diversas
alteraciones en la lectura a partir de diferentes deterioros en las distintas
áreas involucradas en el reconocimiento del lenguaje escrito. El modelo
es muy potente a la hora de explicar cómo los diferentes signos son reconocidos
como palabras familiares, mientras que otros no revelan nada, o muy poco. También
explica las diferencias en velocidad de reconocimiento y en precisión
entre palabras familiares y palabras no familiares. Hay un acuerdo muy extendido
entre los especialista de que el modelo explica no sólo el proceso normalizado
sino los trastornos; si no todos, por lo menos, los más importantes.
Según Ellis, el primer componente implicado en la lectura es el sistema
de análisis visual, cuyas funciones principales serían: a)
Identificar los signos de las palabras escritas como diferentes letras del alfabeto
("identidades abstractas de letras"), ignorando su aspecto (i.e., letra cursiva,
mayúscula, etc.) y el nombre o sonido; y b) Determinar la posición
de cada letra dentro de la palabra.
Posteriormente, interviene el léxico visual (también llamado
"unidad de reconocimiento de palabras" o "logogen"). El logogen es una especie
de almacén mental de palabras que contiene la representación de
formas escritas de palabras familiares, cuyo papel se caracterizaría
por: a) Reunir información que ayude a reconocer la palabra; b) Servir,
de igual modo, de puerta de entrada a los significados y pronunciaciones; y
c) Intervenir en la familiarización de nuevas palabras escritas creando
unidades de reconocimiento y formando conexiones asociativas entre esas unidades
y el significado y la pronunciación.
Llegado a este punto, se hace imprescindible señalar la bidireccionalidad
de la información; esto es, el sistema de análisis visual puede
ser influenciado favorablemente desde el léxico visual (influencia top-down),
siempre y cuando la cadena de letras que se esté procesando constituya
una palabra familiar. Esto explicaría por qué las letras en las
palabras parecen percibirse más fácilmente que las misma letras
integradas en no-palabras, lo que apunta una superioridad perceptual de las
palabras sobre las no-palabras, demostrada, entre otros, por McClelland y Rumelhart
(1981).
Debemos señalar, igualmente, dos efectos descritos por Morton (1969):
el priming de repetición y el priming semántico.
El priming semántico se refiere a la facilitación que se
produce cuando se presenta una palabra clave y seguidamente otra con un significado
similar o relacionado semánticamente con ella. Este efecto de facilitación
ocurre porque las dos palabras pertenecen al mismo campo semántico; es
decir, son dos conceptos que se
FIGURA 5: MODELO FUNCIONAL SIMPLIFICADO DE ALGUNOS DE
LOS PROCESOS COGNITIVOS QUE INTERVIENEN EN EL RECONOCIMIENTO DE PALABRAS
SENCILLAS ESCRITAS
RUTA DIRECTA DE LA LECTURA
RUTA INDIRECTA DE LA LECTURA
encuentran próximos en la memoria semántica y la activación
de uno induce la activación del otro. El priming de repetición
se refiere al efecto de facilitación que las experiencias visuales o
auditivas previas tienen en el subsiguiente reconocimiento.
El siguiente paso conduce a dos destinos: el sistema semántico y el
léxico fonológico, lo que dará lugar a distintos mecanismos
en la lectura. El sistema semántico, almacén de los significados
de las palabras, caracterizado por: a) Posibilitar la comprensión de
la lectura; y b) Entender tanto las palabras escritas como las habladas, lo
que evita una duplicación de información semántica. La
conexión entre el léxico visual y el sistema semántico
es bidireccional, lo que explica el papel del contexto en la frase, en la identificación
de palabras, y en la preparación semántica.
El léxico fonológico o almacén de pronunciación
de las palabras, cumple los siguientes propósitos: a) Proporcionar el
nombre apropiado al contenido semántico activado en el sistema semántico;
y b) Acceder más rápidamente a las palabras adquiridas a edad
temprana que a las adquiridas a edades posteriores. Las conexiones entre el
sistema semántico y el léxico fonológico explicaría,
cuando la información semántica no termina de activar la entrada
de la palabra requerida en el léxico fonológico, lo que comúnmente
se conoce como "lo tengo en la punta de la lengua"; al tiempo, que ilustraría
la separación y disociación entre el significado y la pronunciación.
Hay diferencias entre la lectura de palabras sueltas y la lectura de un texto.
La lectura de un texto en voz alta implica una ruta hasta el sonido que pasa
por el léxico visual, el sistema semántico y el léxico
fonológico; un camino que recibe el nombre de lectura por el significado.
Esta extracción del significado del texto antes de ser convertido a forma
hablada; es decir, utilizar el significado como base en la selección
de la correcta pronunciación, justificaría los errores semánticos
en la lectura de textos, pero también explicaría la posibilidad
de leer correctamente en voz alta heterófonos homográficos, que
son aquellas palabras que se deletrean igual pero se pronuncian de forma diferente,
así como el empleo de funciones inherentes a la lectura, tales como la
entonación, pausa, etc., que distinguen una lectura por el significado,
de una mera lectura mecánica.
En otras ocasiones, en cambio, las conexiones entre el léxico visual
y el léxico fonológico crean asociaciones directas desde el texto
impreso al sonido de palabras familiares, que pasan por alto los significados
almacenados en el sistema semántico. Este fenómeno se observa
cuando la tarea consiste en leer palabras sueltas tan rápido como sea
posible, o en el que, estando involucrados los significados de palabras aisladas,
se procesan más rápido las de significado concreto y tangible
que las de uno más abstracto.
El último componente del modelo tiene que ver con el almacén
de fonemas, forma de almacenamiento a corto plazo en la que los fonemas
pueden permanecer durante el intervalo entre la obtención del léxico
fonológico y el momento de ser articulados, que se singulariza fundamentalmente
por su capacidad para mantener cadenas de varias palabras, como lo demuestra
en la lectura el salto típico de unas cuantas palabras entre lo que se
está mirando y lo que se está hablando, salto que Levin (1979)
denominó "espacio ojo-voz" y que Morton lo consideró como el contenido
del almacén de fonemas.
Antes de terminar esta parte, nos gustaría comentar de forma breve las
dos rutas mencionadas antes: la ruta léxica y la ruta subléxica
(desde el texto escrito al sonido). La última es conocida por los profesionales
como "habilidad de lectura fónica". Esta habilidad establece conexiones
entre el sistema de análisis visual y el almacén de fonema, sin
implicación del léxico visual, el sistema semántico y el
léxico fonológico, y permite al lector leer en voz alta no-palabras
y ser también capaz de reconocer las palabras a partir del sonido, mediante
la asociación de identidades de letras individuales con fonemas individuales.
Pero este procedimiento exige, además, las sutilezas de la pronunciación
propias de la lengua, como puede ser el acento.
En relación a la independencia de los procedimientos léxicos
y subléxicos, algunos autores, como Kay y Marcel (1981), han tratado
de demostrar experimentalmente la interacción de los procedimientos léxico
y sub-léxico, mientras que algunos modelos actuales rechazan cualquier
diferencia entre ambos procedimientos de lectura.
En lo que respecta a los efectos de regularidad en la lectura en voz alta,
la ruta subléxica tenderá a regularizar y producir una pronunciación
incorrecta y conflictiva al leer una palabra de pronunciación irregular,
ya que la correcta pronunciación sólo puede hallarse en el léxico
fonológico, lo que evidencia las velocidades más lentas en la
pronunciación de estas palabras. No obstante, la frecuencia vuelve nuevamente
a tener que ser considerada, pues la pronunciación de una palabra irregular
de alta frecuencia puede ser obtenida por el procedimiento léxico antes
que la ruta subléxica tenga oportunidad de construir una pronunciación
conflictiva, mientras que en la obtención de la pronunciación
de una de poca frecuencia pueden coincidir en rapidez ambas rutas. Es por ello
que regularidad y frecuencia interactúan, donde las palabras irregulares
de poca frecuencia llevan más tiempo en ser leídas en voz alta
que las palabras regulares de poca frecuencia, pero no existe tal diferencia
entre velocidades de lectura de palabras de alta frecuencia regulares e irregulares.
Cerebro disléxico
Quienes suelen insistir en considerar a los niños con retraso lector
como un grupo aparte e idiosincrásico, son los padres, los profesores
de apoyo y los psicólogos. El afán desmesurado por las etiquetas
es un vicio que arrastramos desde hace mucho tiempo. Probablemente es una herencia
de la medicina en la que se han inspirado otros profesionales con la idea oculta,
pero engañosa, de encontrar una solución a un problema. Las etiquetas
son muy fáciles de colocar pero muy difíciles de erradicar. Hoy
existe conciencia clara de las consecuencias negativas que arrastran las etiquetas
y ésta es una de las razones para que algunos profesionales prefieran
huir de ellas hasta que el cuadro clínico no esté suficientemente
definido. Si el problema de las etiquetas es importante en otros terrenos de
la salud, en el caso del retraso lector se agudiza debido a que todavía
no tenemos un conocimiento perfectamente definido ni del qué, ni del
cómo ni del por qué se produce. Aunque el tema de las dislexias
proyecta muchas sombras, también se observa ciertos resplandores que
nos hace ser optimistas. Las últimas décadas han sido muy ricas
en teorías y datos, especialmente con las aportaciones de la neurología,
la psicolingüística y las ciencias cognitivas.
Uno de los problemas que enfrentamos los profesionales y académicos
que nos dedicamos a estos temas es que siempre vamos a la saga de lo que se
hace en los países anglosajones con lenguas que difieren en muchos aspectos
del nuestro. Necesitamos mucha más investigación básica
sobre el lenguaje hablado y escrito en lengua castellana. En la mayoría
de los departamentos de psicología básica y neurociencia se tiene
conciencia de la importancia del lenguaje y la lectura, pero a veces no se pueden
llevar a cabo proyectos densos y extensos por falta de recursos y equipos, que
en general suelen ser muy caros y sofisticados.
Dislexia, un concepto plagado de confusiones
El concepto de dislexia, como incapacidad para el aprendizaje de la lectura,
tiene una larga historia de interpretaciones diferentes. La profesión
médica tiende a considerarlo como una enfermedad con un factor de causa;
para los psicólogos, se trata de un problema serio de origen no específico.
Los pedagogos se han inclinado por una u otra de estas posturas. Cuando los
médicos hablan de dislexia, especialmente los que no están muy
familiarizados con las investigaciones recientes, se refieren a alexia; o sea,
incapacidad parcial, pero seria de leer. Algunos utilizan el término
"ceguera de palabras", o "ceguera verbal". La dislexia en este sentido se aplica
a personas que normalmente gozan de un funcionamiento normal de la vista, el
oído, la inteligencia y las facultades generales del lenguaje.
Según Abrams (1980), "la dislexia es una forma rara pero definible y
diagnosticable de retraso en el aprendizaje de la lectura, que conlleva alguna
forma de trastorno del sistema nervioso central. No se puede atribuir a causas
del entorno ni otras condiciones de desventaja. Debido a todos los presupuestos
diferentes sobre el proceso y la naturaleza de los posibles trastornos de lectura,
la dislexia ha llegado a tener tal cantidad de connotaciones incompatibles,
que ha perdido el valor real para los educadores, excepto como palabra general
que describe un problema de lectura". Así, al referirse a un estudiante
en particular, es probablemente mejor que el profesor describa las dificultades
reales del mismo y haga las sugerencias necesarias para la lectura que estén
relacionadas con las dificultades en especial, sin aplicarles una etiqueta que
pueda suponer una deducción equivocada. Esta recomendación no
es nuestra, sino de la Asociación Internacional de la Lectura.
Hace varias décadas, el termino entró en un estado tal de confusión
que la mejor opción era descartar su uso. Hoy día, creemos que
estamos en el buen camino y el término, al menos entre los especialistas,
vuelve a recuperar su entidad. La Asociación Americana de Psiquiatría,
en el DSM-III-R, describe la dislexia como un trastorno en el rendimiento de
la lectura y considera que un sujeto padece este trastorno cuando: "el rendimiento
en pruebas de lectura, administradas individualmente, es notablemente inferior
al nivel esperado dado el nivel escolar y la capacidad intelectual del niño,
medida ésta por medio de una prueba individualizada. Es una alteración
que interfiere en los aprendizajes académicos o en la vida cotidiana
que requiere poseer habilidad lectora. Y por último, esta dificultad
no se debe a un defecto de la agudeza visual o auditiva, ni a ningún
trastorno neurológico"
Pavlidis (1990) perfiló un grupo de criterios más estrictos y
cuantificables que complementan a los criterios clínicos propuesto por
el DSM. Para Pavlidis "a un niño se le puede diagnosticar como disléxico
si se dan las siguientes condiciones: a) inteligencia normal (superior a 85
en el WISC); b) retraso específico en lectura de al menos dos años;
c) escolarización adecuada; d) ambiente socioeconómico adecuado;
e) discriminación visual y auditiva correcta; f) no padecer problemas
psíquicos, y g) no padecer ningún problema neurológico".
De todos los criterios planteados por Pavlidis, el referido a la inteligencia
es el que ha sido objeto de mayor debate. Por ejemplo, Siegel (1988) considera
que es inapropiado definir la dislexia por referencia a discrepancias en el
CI puesto que no es el elemento que más influye en las dificultades de
lectura que presenta un niño disléxico. Probablemente, dice Siegel,
son los problemas en el procesamiento fonológico los que más repercuten
en las dificultades para leer. Siegel llega a esta conclusión después
de realizar unos estudios donde compara el rendimiento de niños disléxicos
y no disléxicos en varias pruebas cognitivas y de lectura. Los resultados
obtenidos por este investigador demuestran que las puntuaciones en CI no predicen
adecuadamente los resultados en las pruebas de lectura. Sin embargo, los tests
que miden el procesamiento fonológico son un excelente predictor para
determinar el nivel de lectura de los niños.
Uno de los errores que ha traído más confusión al área
de la lectura ha sido la idea de tratar a la dislexia como si fuera un síndrome
clínico homogéneo. Hoy conocemos que las clases de dislexia son
muy variadas y que existen muchos componentes involucrados en el sistema de
lectura. Dependiendo del componente dañado, así será la
dislexia. Las dislexias pueden ser centrales o periféricas, adquiridas
o evolutivas; a su vez, cada una de las dislexias tiene tipos (superficial,
fonológica, semántica, profunda, atencional, etc.). En un cuadro
de trazos gruesos, vamos a describir las principales dislexias y sus características;
y, si es posible, precisaremos la base neurológica que subyace a su manifestación.
Dislexias periféricas
Las dislexias periféricas son desórdenes en los cuales el sistema
de análisis visual está dañado, bloqueando la posibilidad
de identificar los signos lingüísticos. La hipótesis planteada,
hace algún tiempo, según la cual la posible causa del desorden
era un problema de tipo perceptivo o déficit en el funcionamiento oculomotor,
ha sido descartada. Los niños que padecen este trastorno sólo
manifiestan el problema cuando se enfrentan con estímulos lingüísticos;
esto es, los errores los cometen cuando tratan de identificar letras o palabras,
pero no cuando abordan otra clase de estímulos visuales, como pueden
ser dígitos, signos que no sean lingüísticos, o dibujos.
Vellutino (1987) considera que el problema se produce porque estos lectores
no tienen una representación adecuada de la letra o la palabra. Entre
las dislexias periféricas podemos destacar: la dislexia por negligencia,
la dislexia atencional y la dislexia letra a letra (Tabla 2).
La dislexia por negligencia es una consecuencia de una lesión
cerebral que hace que los lectores no tomen en cuenta parte del campo visual.
Según algunos autores los errores de estos lectores consisten en la
preservación de las letras finales de la palabra, pero con muchos errores
en las primeras letras. El trastorno fue descrito por primera vez por Kinsbourne
y Warrington (1962), pero el mayor conocimiento se produjo con el análisis
de un caso examinado por Ellis, Flude y Young (1987a). Cuando este paciente
tenían que leer un texto, sólo leía la parte derecha
de cada línea, negligiendo la mitad izquierda. Los errores pueden ser
de dos tipos: a) reemplazar letras, o b) borrar/suprimir letras. De estos
dos errores el de reemplazar es más frecuente que el de suprimir letras.
Los investigadores señala como causa probable alteraciones en el hemisferio
derecho, lo que explica que no ocurra afasia; esto es, que permanezca conservada
la capacidad para hablar y entender el lenguaje de otros, ya que en la mayoría
de las personas es el hemisferio izquierdo el responsable de las habilidades
del lenguaje. Un aspecto importante es la relación entre dislexia por
negligencia con otros elementos de la negligencia visual. Ellis sugiere que
los errores por negligencia surgen como consecuencia de una negligencia visual
más general que compromete los procesos de lectura.
La característica más destacable de la dislexia de atención
es que los lectores identifican tanto las letras como las palabras globalmente,
pero son incapaces de identificar las letras cuando forman parte de una palabra.
Shallice y Warrington (1977) examinaron dos pacientes que leían bastante
bien palabras aisladas, sin embargo, sus rendimientos eran muy pobre en tareas
de denominación de las letras que componían la palabra leída.
Cuando se pedía a estos pacientes que identificaran letras particulares
de un conjunto, sus errores tendían a incluir algunas de las letras
presentes que supuestamente debían ignorar (por ejemplo, si el conjunto
era BFXQL, podía decir "F" o "L" en lugar de "X"). Allport (1977) denominó
a este fenómeno de migración de letras "errores de segmentación
visual". El fenómeno de la migración de letras también
ocurre en los lectores normales, cuando los tiempos de presentación
de los estímulos verbales son muy breves. Desde el punto de vista neurológico
la dislexia de atención se produce por un déficit en el sistema
de análisis visual que se encarga de agrupar las letras como pertenecientes
a una palabra particular, en una posición determinada dentro de la
página. En los disléxicos atencionales el agrupamiento perceptivo
se halla permanentemente alterado por la lesión cerebral y se extiende
a la lectura en condiciones normales.
La dislexia letra a letra podría definirse como el déficit
que impide la ejecución de una lectura fonética. La lectura
de los disléxicos letra a letra se caracteriza por convertir las letras
a nombres y no a sus sonidos reales. Pero, a pesar de que esta condición
conduce a un reconocimiento de las palabras lento y propenso al error, la
lectura de palabras irregulares es tan correcta como la de palabras regulares.
Y, aunque existe una interacción entre el número de letras y
la velocidad de la lectura, la distinción radica en que, en la dislexia
letra a letra, las letras no son transmitidas "en paralelo" al léxico
visual –como ocurre en los lectores experimentados-, sino que la lectura está
restringida a un proceso de identificación en serie letra a letra.
Estos lectores pueden leer bien prácticamente cualquier palabra si
se les da tiempo suficiente. Pero la probabilidad de cometer errores aumenta
en proporción al número de letras de que se compone la palabra.
La lectura letra a letra tiene una larga historia que viene desde Déjerine
(1892), aunque sólo recientemente con los trabajos de Warrington y Shallice
(1980) y Paterson y Kay (1982) hemos conocido los detalles del trastorno. Warrington
y Shallice plantean que el trastorno reside en lo que denominan "sistema de
las formas verbales". Este sistema se encarga de la segmentación de las
secuencias de letras en unidades reconocibles, cuyo tamaño oscila desde
letras hasta palabras, pasando por sílabas y morfemas. En términos
del modelo descrito previamente, se puede afirmar que los lectores letra a letra
perdieron el acceso al léxico visual. ¿Cómo es posible que sin
embargo mantengan habilidades lectoras residuales? Warrington y Shallice creen
que lo hacen mediante algún tipo de operación que hace uso en
sentido inverso de los sistemas intactos de la escritura. Esta última
hipótesis ha sido corroborada por Patterson y Kay en un experimento con
niños disléxicos letra a letra que a su vez eran disgráficos
(incapaces de recuperar la ortografía de las palabras a partir de la
memoria). Estos niños elaboraban formas escritas verosímiles a
partir de sonidos, pero cometía errores de bulto. No podían leer
por el único sistema que les queda, la escritura que también estaba
alterada.
Dislexias centrales
Una clase amplia es la que divide las dislexias centrales en "evolutivas" y
"adquiridas", que son, en muchos aspectos, el ejemplo más convincente
del uso de casos individuales para justificar la idea de la dislexia como una
entidad aparte. Dislexia evolutiva es una alteración del curso regular
de aprendizaje de la lectura, sin que exista una razón que lo justifique.
Vellutino señala que cuando se habla de "sin ninguna razón aparente"
se intenta descartar los retrasos lectores producidos por causas que no sólo
afectan a la lectura sino al rendimiento en general, como pueden ser: bajo nivel
intelectual, trastornos emocionales, privación sociocultural, ausentismo
escolar, falta de maduración cerebral, etc. La dislexia "adquirida" ,
por el contrario, se refiere a quienes , en principio, no tuvieron problemas
para aprender a leer y, más adelante debido a alguna clase de daño
cerebral, pierden la capacidad de leer o, al menos, lo encuentran más
difícil que antes.
Se cree que quienes padecen dislexia adquirida forman un grupo aparte. Tienen
algo en común –el daño cerebral- que otros no tienen o, en todo
caso, no de forma acusada. Pero lo más interesante es que no constituyen
un grupo homogéneo. Está claro que existen diferentes clases de
dislexias adquiridas (Tabla 3).
a) Dislexia fonológica
La dislexia fonológica podría definirse como la incapacidad de
hacer uso eficaz del procedimiento de lectura subléxica, que precisa
de las conexiones entre el sistema de análisis visual y el nivel de fonema.
El descubrimiento de esta dislexia es reciente. Beauvois y Dérousné
(1979) fueron los primeros en describirla en un paciente francés, aunque
una teoría cognitiva la había predicho con anterioridad. Posteriormente,
(Funnell, 1983), Patterson (1982) y Shallice y Warrington (1980) detallan muchos
de los rasgos que hoy conocemos, en pacientes de habla inglesa. En lengua castellana
ha sido encontrada por Cuetos, Valle y Suárez (1996). Esta dislexia se
caracteriza por ser una imagen especular de la dislexia superficial (el disléxico
superficial falla en unas tareas, mientras que el disléxico fonológico
las hace bien), ya que en ella es precisamente el procedimiento subléxico
el que está debilitado.
Se caracteriza por la dificultad para leer no-palabras (la ruta fonológica
o indirecta se encuentra alterada). Este hecho implica dificultades para analizar
los sonidos. Los disléxicos fonológicos cometen errores que demuestran
su profunda dependencia de la forma visual de la palabra. En los disléxicos
fonológicos aparecen con frecuencia errores visuales y derivativos. Por
ejemplo, si tienen que leer la palabra "acto" leen en su lugar "acción"
(errores de derivación); o si tienen que leer "sal" leen en su lugar
"sol" (errores visuales). Los errores visuales generalmente se producen a favor
de una palabra de mayor frecuencia. Parece ser que los disléxicos fonológicos
se sirven de la forma visual de las palabras, y tal vez de su secuencia ortográfica,
en vez de dividirlas en segmentos fonológicos. Este tipo de niños
presenta un déficit severo que afecta a la codificación fonológica
junto a un nivel relativamente alto de exposición a la lectura (Stanovich
y otros, 1997). Esto último aceleraría el desarrollo del léxico
ortográfico en detrimento de los aspectos fonológicos (Lovet,
1994). La falta de funcionalidad de la ruta indirecta de lectura dificulta que
el niño o el adulto alcance la fase alfabética propuesta en el
modelo evolutivo de Uta Frith. Sin embargo, los procesos logográficos
pueden resultar eficaces para llegar a la fase ortográfica. Algunos autores
han encontrado un patrón de desarrollo desviado en este tipo de sujetos
(Manis y otros, 1996; Stanovich y otros, 1997) por comparación con sujetos
normales lo que indicaría la existencia de un problema en las representaciones
fonológicas que usan estos sujetos o, la presencia de otras alteraciones
periféricas.
En resumen, los disléxicos fonológicos presentan los siguientes
síntomas: a) Dificultad para leer palabras desconocidas y pseudopalabras;
b) Lectura de las pseudopalabras como palabras; hacen lexicalizaciones; c) Producción
de errores visuales y derivativos; d) Dificultad para leer palabras función
(no confirmada en todos los apcientes); e) Dificultad para segmentar algunas
palabras y todas las pseudopalabras; y f) Alteraciones en el mecanismo de conversión
grafema-fonema.
Desde un punto de vista neurológico, los disléxicos fonológicos
tienen dañada la ruta fonológica y como la ruta fonológica
se compone de tres componentes (segmentación grafémica, conversión
y ensamblaje fonémicos) cada uno de los cuales puede ser suceptible de
ser lesionado independientemente (Coltheart, 1984). Según Cuetos (1999)
de los tres componentes, los dos más probables de sufrir alteración
son el mecanismo de conversión (especialmente con las reglas complejas)
y, sobre todo, en el mecanismo de ensamblaje de fonemas.
b) Disléxia superficial
Hay un segundo tipo de dislexia adquirida marcadamente diferente de las dos
anteriores: la "dislexia superficial". Ellis y Young (1992) plantean que esta
dislexia se produce por una alteración de la ruta léxica que no
conecta la forma global de la palabra escrita con la pronunciación. Este
hecho determina que el paciente se apoye en buena medida en la ruta "subléxica",
poniendo a funcionar el mecanismo de conversión grafema-fonema. Si esta
suposición es cierta, los disléxicos superficiales deberían
tratar todas las palabras como si fueran nuevas (aunque se hayan repetido muchas
veces) y buscarían identificarlas mediante procesos de segmentación.
Un hecho que pone en evidencia las deficiencias de estos lectores es que ante
palabras irregulares fracasan estrepitosamente. Los disléxicos superficiales
regularizan todas las palabras. Parece ser que el problema radica en el léxico
visual pues las palabras escritas no contactan con las representaciones supuestamente
almacenadas en dicho almacén y tampoco activan el significado como un
"todo". Los otros componentes del sistema de lectura, sin embargo, permanecen
intactos por lo que estos lectores no experimentarían dificultades en
el reconocimiento auditivo de palabras, ni en su comprensión, ni tampoco
deberían presentar problema de denominación en el habla y tendrían
que ser capaces de comprender palabras escritas que pronuncian correctamente.
Además de los errores de regularización, que son tan característicos,
los disléxicos superficiales pueden cometer errores durante la segmentación
y conversión. Por ejemplo, pueden cometer errores de omisiones, adiciones,
sustituciones, o transposiciones que dan lugar a la conversión de palabras
en pseudopalabras. También tienen problemas para comprender los homófonos
ya que no se puede distinguir un homófono de otro sólo por el
sonido (nadie puede distinguir por el sonido "hola" y "ola"). Marshall y Newcombe
(1973) plantean que aunque estos lectores cometen muchos errores de regularización
con las palabras irregulares, no suelen tener alterado el sistema semántico.
Dado que pueden pronunciar la palabra correctamente, también pueden comprenderla
y decir su significado.
En resumen, las habilidades fonológicas de los disléxicos superficiales
funcionan bien. Sin embargo, presentan otras deficiencias importantes: a) leen
con mucha dificultad las palabras irregulares; b) cometen regularizaciones con
las palabras irregulares; c) confunden los homófonos; d) convierten palabras
en pseudopalabras al producir errores de omisiones, sustituciones, adiciones
y transposiciones; y e) como dependen tanto del sistema fonológico, cuando
tienen que leer palabras largas cometen más errores que cuando leen palabras
cortas.
De acuerdo con el modelo de Ellis, la lectura de palabras como un "todo" requiere
que las palabras sean reconocidas por el léxico visual y recuperada su
pronunciación del léxico fonológico. La conexión
entre estos dos léxicos puede ser directa o indirecta, vía sistema
semántico. Es claro que la lesión en una o más de una de
estas localizaciones obliga a los lectores a usar un procedimiento subléxico
para leer en voz alta. Por ejemplo, un disléxico superficial con lesión
en el léxico visual no podrá acceder al significado de las palabras
que no puede pronunciar; mientras que un disléxico superficial con lesión
en el léxico fonológico podría acceder al significado,
aunque no pueda pronunciar bien la palabra. La dislexia superficial puede aparecer
como consecuencia de un trastorno en el propio léxico visual. Las palabras
serían incapaces de contactar con sus representaciones en este léxico
y, de este modo, no podrían activar su significado como "todo".
El léxico auditivo, el sistema semántico y el léxico fonológico
permanecerían intactos, por lo que el paciente no experimentaría
dificultades en el reconocimiento auditivo de las palabra ni en su comprensión,
ni tampoco debería presentar problemas de denominación en el habla
y tendría que ser capaz de comprender palabras escritas que puede pronunciar
correctamente.
La localización de la alteración en los casos de dislexia superficial,
se puede concretar en tres componentes: a) Alteraciones en el léxico
visual, lo que impide que las palabras conecten con sus representaciones en
este léxico y, de este modo, no puedan activar su significado (Marshall
y Newcombe (1973; Newcombe y Marshall (1975, 1981, 1984); b) Alteraciones en
el sistema semántico, con concomitantes en la comprensión de las
palabras tanto habladas como escritas, junto con dificultades de evocación
léxica en el lenguaje espontáneo (Shallice, Warrington y McCarthy,
1983; McCarthy y Warrington, 1986); c) Alteraciones en el léxico fonológico
o alrededor de éste. La lectura global y en voz alta resultarían
obstaculizada por dificultad en el acceso a la pronunciación de las palabras
como un "todo" desde el léxico fonológico (Howard y Franklin,
1987).
c) Lectura no semántica
Un caso interesante de dislexia adquirida es la dislexia o lectura no semántica,
que fue descrita por Schwartz, Marin y Saffran en los años 1979-1980.
Estos investigadores analizan el caso de una mujer de 62 años que sufría
una demencia progresiva y una pérdida generalizada de memoria. En un
momento de su enfermedad, la mujer era incapaz de emparejar el nombre escrito
de un animal con su respectivo dibujo. Cuando se le presentan 20 nombres de
animales de baja frecuencia como "hiena", "leopardo" o "llama" con nombres de
partes del cuerpo y colores, la mujer sólo puedo separar 7 de los 20
nombres de animales. Sin embargo, la paciente pudo leer, 18 de los 20 nombres,
incluyendo tres de baja frecuencia, y en los otros que no pudo leer, los errores
fueron menores. Sorprendió a los investigadores la buena capacidad de
lectura en voz alta de la paciente; sin embargo, su nivel de comprensión
de los nombres leídos eran nula y la habilidad de usar esos nombre en
un lenguaje espontáneo muy limitada. La capacidad de lectura de palabras
regulares e irregulares la mantuvo hasta una fase avanzada de la enfermedad,
incluso podía leer no palabras.
Por lo que conocemos hasta ahora, se puede afirmar que la paciente no está
leyendo vía significado. El hecho de que ella pueda leer no-palabras,
significa que el procedimiento subléxico de conversión grafema-fonema
está preservado. Ella también podía leer en voz alta palabras
irregulares, lo que implica que la lectura de palabras completas por medio de
los léxicos, también está preservada. A pesar de todo lo
anterior, la comprensión de las palabras escritas fue muy pobre. En términos
del modelo, se puede decir que la paciente padecía de un impedimento
notable en el sistema semántico, aunque podía leer palabras en
voz alta usando las conexiones entre los léxicos visual y fonológico.
Podríamos definir este trastorno como un deterioro en el que funciona
bien el léxico visual, pero la conexión de éste con el
sistema semántico está alterada. Cuando un paciente se encuentra
con un trastorno así, la única manera de leer en voz alta es mediante
la conexión de los léxicos visual y fonológico. A través
de este procedimiento de lectura, estos disléxicos realizan bien tareas
de decisión léxica, saben cuándo una palabra es real o
no, pero no logran acceder a su significado. Algunos autores denominan a este
trastorno "ceguera para el significado de las palabras", por la analogía
que existe con "la sordera para el significado de las palabras". Los disléxicos
no semánticos identifican perfectamente las letras y toman decisiones
léxicas correctas, pero les es imposible asociar nombres escritos de
una categoría (animales, muebles, colores...) con sus representaciones
gráficas apropiadas; a pesar de que pueden leerlos perfectamente, aunque
sean nombres de baja frecuencia.
d) Dislexia profunda
La dislexia profunda suelen manifestarse tras una lesión en el hemisferio
izquierdo. Uno de los rasgos de esta dislexia es que efectúa errores
de lectura que ilustran característicamente las capacidades del hemisferio
derecho sano: por ejemplo, un individuo así, a quien se le presenta la
palabra "hospital" podrá leer "médico", lo que evidencia que se
ha podido producir un cierto tratamiento semántico, pero que el proceso
de decoficación no se ha efectuado hasta su término, interrumpiéndose
en el estadio de la categoría semántica, como lo indica Habib
(1994) (Tabla 4). Este tipo de errores denominados paralexias semánticas,
es característico de las capacidades del hemisferio derecho en ausencia
o en caso de disfunción grave del hemisferio izquierdo. Otra dificultad
que también se observa es la incapacidad de descifrar palabras sin sentido
por que no pueden realizar análisis fonológicos. Los disléxicos
profundos pueden leer pero su lectura está plagada de confusiones. Como
señala Ellis y Young (1992), además de los errores semánticos
los disléxicos profundos presentan otros rasgos que son definitorios:
a) Mejor lectura en voz alta de las palabras concretas que de las palabras abstractas;
b) Errores visuales frecuentes entre palabras de parecido ortográfico;
c) Errores "morfológicos" (o derivativos); d) Errores primero visuales
y después semánticos y; e) Lectura penosa de las pseudopalabras.
En este momento existen dos escuela de pensamiento en relación con la
dislexia profunda. La primera viene representada por Monton y Patterson (1980),
Newcombe y Marshall (1980a, 1980b) y Shallice y Warrington (1980). Esta escuela
explica la dislexia profunda como un producto del funcionamiento de un sistema
de lectura normal alterado. En este sentido, la explicación mantiene
proximidad con la utilizada en el caso de la dislexia superficial que veremos
más tarde. Los errores semánticos y el efecto de imaginabilidad
(la mejor lectura de los nombres concretos que los abstractos y el problema
con las palabras funcionales) sugieren dos cosas. Primera, que los disléxicos
profundos intentan leer vía sistema semántico. Segunda, que hay
un daño en el sistema semántico o en su proximidad. Al menos algunos
disléxicos profundos son capaces de reconocer palabras abstractas como
palabras en tareas de decisión léxica, aunque ellos no puedan
leerlas en voz alta. Esto sugiere que en estos pacientes el léxico visual
sigue funcionando, pero las conexiones directas entre el léxico visual
y el léxico fonológico se han perdido.
La segunda escuela la representa principalmente Coltheart (1980b, 1983) y también
la apoyan Zaidel y Peters (1981) y Saffran, Bogyi, Schawartz y Martin (1980a).
Coltheart propuso como alternativa la "hipótesis del hemisferio derecho",
donde argumenta que en la dislexia profunda no vemos los efectos de la pérdida
de algunos aspectos del sistema de lectura normal, ejecutada casi en exclusiva
por el hemisferio izquierdo. En su lugar, los pacientes disléxicos profundos
tienen destruido total o parcialmente el hemisferio izquierdo y las habilidades
de lectura residuales son por medio del hemisferio derecho, el cual se considera
normalmente como "no verbal", pero que puede realizar ciertas habilidades limitadas
del lenguaje, al menos en algunas personas. Patterson, Vargha-Khadem y Polkey
(1989) describen el caso de una joven de 17 años que tras una infancia
normal se le declaró un epilepsia severa con continuos ataques y un proceso
degenerativo progresivo del hemisferio cerebral izquierdo. Se le tuvo que intervenir
quirúrgicamente y remover parte del hemisferio. Después de un
periodo de recuperación, la paciente conservó algunas habilidades
residuales de lectura que mostraban características muy parecidas a las
de los disléxicos profundos: mejor lectura de los nombres concretos que
los abstractos, errores semánticos (leía, por ejemplo, "brazo"
por "dedo"), errores visuales y gran dificultad para leer no-palabras.
Dislexias evolutivas
Cuando hablamos de dislexias evolutivas nos referimos a los trastornos, alteraciones
o dificultades de lectura que hacen su aparición durante el periodo escolar.
Así como las dislexias adquiridas se presentan generalmente en los adultos,
las dislexias evolutivas aparecen en los niños. Una consecuencia de los
trastornos evolutivos es que los niños tienen enorme dificultad para
manejar los materiales escritos (libros, cuadernos, instrucciones). En general,
se puede afirmar que los niños que tienen problemas con la lectura, la
escritura y el cálculo, presentan dificultades de aprendizaje, que en
algunos casos pueden ser muy severos.
Lo que llama la atención de estos casos es que se trata de un problema
específico relacionado con la lectura y/o la escritura, pero el niño
puede funcionar con un nivel intelectual por encima de la media. Este déficit
no es el resultado de lesiones, circunstancias educativas especiales, falta
de motivación, o condiciones ambientales adversas. Llama incluso la atención
que muchos de los niños que padecen un trastorno evolutivo de lectura
provengan de familias con ingresos económicos medios altos o altos. Algunos
autores sostienen que este trastorno puede deberse a alguna disfunción
cerebral (Geschwind, 1986) que encontró alteraciones microscópicas
y macroscópicas en el análisis de cerebros de disléxicos
post-morten.
Un aspecto que ha sido muy debatido es si las dislexias evolutivas se corresponden
a las dislexias adquiridas y si existen clases análogas que reproducen
las mismas características descritas anteriormente. Para Seymour (1987)
los subtipos de dislexia evolutiva son cualitativamente semejantes a las adquiridas.
La idea que subyace es la existencia de una relación entre las dos clases
de dislexias. Es posible que los niños que son "disléxicos evolutivos"
sean como los adultos que padecen dislexia adquirida. Con la misma contundencia
se expresa Antony Jorm cuando dice que la dislexia profunda y la evolutiva son
iguales. En apoyo de esta postura tenemos las investigaciones de Chirstine Temple
y John Marshall, de la Universidad de Oxford.
Para establecer un vínculo entre la dislexia "evolutiva" y la "adquirida",
Max Colherart y sus colaboradores de la Universidad de Londres, llevaron a cabo
un estudio. En este caso, la analogía se estableció con la dislexia
"superficial". El sujeto fue una joven de 16 años, inteligencia media,
con graves problemas de lectura y escritura (nivel de lectura y escritura correspondiente
a niños de 9 y 10 años aproximadamente). Una vez analizados los
errores, los autores encontraron que las dificultades de la joven eran las mismas
que mostraban los disléxicos superficiales: leían mejor las palabras
regulares que las irregulares. Otra semejanza con los disléxicos superficiales
fue que solían leer las palabras de forma ligeramente errónea.
Cuando se les interrogó se halló que creía que la palabra
significaba lo que habían dicho, que es algo que también hacen
los disléxicos superficiales. Los autores llegaron a la conclusión
de hallarse ante una dislexia superficial evolutiva.
Controversia sobre las rutas
No queremos cerrar este apartado sin dejar abierto un debate. La postulación
y comprobación de las rutas léxica y fonológica en la lengua
inglesa está suficiente demostrada. ¿Podríamos extrapolar este
resultado a la lengua castellana? Yo creo que todavía no contamos con
suficientes experimentos de laboratorio ni casos clínicos y educativos
que lo demuestren sin sombra de duda. Desde hace más de una década
Alfredo Ardila, un conocido neuropsicólogo cognitivo colombiano formado
en la escuela de Luria, sostiene con pruebas experimentales en la mano que el
modelo dual no es aplicable al castellano, y consecuentemente, los diferentes
tipos de dislexias descritos en inglés no se corresponden con los que
pueda haber en nuestra lengua. En un estudio realizado con 41 afásicos,
diseñado con la finalidad de encontrar disléxicos profundos, no
encontró ni un solo error de los que generalmente se consideran típicos;
como la lectura de una palabra por otra que corresponde al mismo campo semántico.
Ante esta evidencia, Ardila y su equipo no tuvieron inconveniente en afirmar
de forma categórica lo siguiente: "La existencia de un sistema dual de
lectura tal como ha sido propuesto para el inglés no parece aceptable
para el castellano" (Ardilla, Rosselli y Pinzón, 1989, 173).
TABLAS 2 Y 3: CLASIFICACIÓN Y PRINCIPALES CARACTERÍSTICAS
DE LAS DISLEXIAS
TABLA 2 – DISLEXIAS PERIFÉRICAS
Dislexias periféricas
Trastornos en los cuales el sistema visual está
dañado, bloqueando la posibilidad de identificar los signos lingüísticos.
El origen del trastorno no surge de un déficit perceptivo, sino
de una inadecuada representación en el cerebro de las unidades
del lenguaje
Tipos
Dislexia por negligencia
Dislexia atencionál
Dislexia letra a letra
Dislexia por negligencia
Trastorno que consiste en cometer errores
durante la lectura debido a que negligen parte de la palabra. Se preserva
las últimas letras y se reemplaza/suprime las primeras.
Causas posibles: Alteración
en el hemisferio derecho, sin que esto lleve aparejado un trastorno del
habla (por ejemplo, afasia). Puede ir acompañada de negligencia
visual general, o ésta puede ser la causa de la dislexia
Dislexia atencional
Trastorno relacionado con la atención
que consiste en identificar las letras con palabras (la "m" se identifica
con la palabra "mamá") sin reconocer las letras cuando forman parte
de una palabra. Se puede leer letras o palabras aisladas. El problema
surge cuando hay que leer frases aunque sean cortas. Ante esta tarea se
producen migraciones de letras de una palabra a otra (por ejemplo, ante
la frase "esa malta" la leen como "mesa alta")
Causas probables: Déficit en
el sistema visual asociado a una lesión en la zona parietooccipital
del hemisferioizquierdo.
Dislexia letra a letra
Lectura alterada que consiste en convertir
los grafemas a nombres de letras sin asociarlas con fonemas. La lectura
es lenta y propensa a error. La longitud de la palabra es un factor clave
para acertar o fracasar en la lectura.
Causas probables: Alteración
en léxico visual. La lectura residual de estos lectores la realiza
mediante el sistema de escritura que suele estar intacto.
TABLA 2 – DISLEXIAS PERIFÉRICAS
Dislexias centrales
Trastorno que ocurre en los procesos de reconocimiento
de las palabras
Tipos
Dislexia fonológica
Dislexia superficial
Dislexia profunda
Dislexia fonológica
Trastorno causado por la alteración
de la ruta fonológica, lo que obliga a leer por la ruta léxica.
Se leen muy mal las palabras sin representación en el léxico
visual, como son las palabras desconocidas.
Características: a) dificultad con palabras infrecuentes
o pseudopalabras, b) producción de errores visuales, c) producción
de errores derivativos, d) dificultad con las palabras sin contenido o
funcionales y e) producción de lexicalizaciones.
Causas probables: Alteración
de la ruta fonológica en alguno de los siguientes componentes:
a) segmentación grafémica, b) conversión grafema-fonema
y c) ensamblaje de fonemas.
Dislexia superficial
Trastorno causado por la alteración
de la ruta léxica, lo que obliga a leer por la ruta fonológica,
originando incapacidad de obtener el significado de las palabras que no
puede pronunciar.
Características: a) dificultad con las palabras irregulares,
b) dificultad con los homófonos, c) producción de regularizaciones
y d) mayor dificultad con las palabras largas que cortas.
Causas probables: El trastorno puede
estar localizado en alguno de los siguientes componentes: a) alteración
en el léxico visual, lo que impide que la palabra se conecte con
su representación, b) alteración en el sistema semántico,
lo que lleva asociada la dificultad para comprender el habla y c) alteración
en el léxico fonológico o sus alrededores.
Dislexia profunda
Trastorno causado por alteración
de la ruta léxica y fonológica, o en algún componente
de éstas. En la dislexia profunda se combinan errores tanto de
fonológica como de la superficial.
Características: a) mejor lectura de palabras concretas
que abstractas, b) errores visuales con palabras de parecido ortográfico,
c) errores derivativos o morfológicos, d) errores semánticos
y e) dificultad con las pseudopalabras.
Causas probables: : Existen varias
hipótesis: a) destrucción total o parcial del hemisferio
izquierdo (la lectura residual se hace por medio del hemisferio derecho
que es poco verbal), b) alteración en sistema semántico
o su proximidad y c) inadecuado funcionamiento del sistema normal de lectura.
Contra la versión de Ardila se manifiesta Cuetos (1999), Ferreres y
Miravalles (1995) y Ruiz, Ansaldo y Lecours (1994) quienes presentan algunos
casos clínicos de dislexia, superficial, fonológica y profunda.
Los casos, según Cuetos, suponen un apoyo
claro al modelo dual en castellano, que, además, complementa los datos
obtenidos por otros autores. Sobre todo son un argumento en favor del modelo
dual los casos de dislexia fonológica y superficial, ya que como hemos
comentado constituyen una disociación doble, que sepamos, la primera
disociación de este tipo que se presenta en castellano.
Hipótesis de los trastornos de la lectura
A lo largo de la historia se han atribuido diversas causas a la dislexia. En
los primeros tiempo se atribuyó a factores neurológicos relacionados
con déficits perceptivos, inadecuada definición hemisférica,
inmadurez cerebral, etc. A partir de los sesenta la psicología cognitiva
formula varios modelos que recogen los procesos implicados en la lectura y en
ellos se introducen factores principalmente lingüísticos. En los
ochenta, la neuropsicología da un salto espectacular al combinar elementos
neurológicos y cognitivos cuyos resultados son francamente optimistas.
A lo largo de este medio siglo de investigaciones sobre la dislexia se han ensayado
muchas hipótesis que no vamos a revisar, pero hay dos sobre las cuales
queremos detenernos: la hipótesis del déficit perceptivo y la
hipótesis del déficit fonológico. La primera por ser la
que antes se formuló y la que se ha mantenido por más tiempo.
La segunda por que hoy ofrece mayor poder explicativo que ninguna otra, al menos
eso es lo que creemos. Algunos elementos vinculados con aspectos verbales se
colarán en el análisis que probablemente merezcan mayor consideración
pero sobrepasan el espacio de esta ponencia.
Deficiencias en la percepción visual y memoria visual
Si duda que una de las explicaciones más populares de la dislexia en
niños –por lo menos una de las que tiene la historia más larga-
es que el problema está causado por una disfunción en el sistema
visual caracterizado por deficiencias en la percepción y memoria visual.
La explicación más común es que el trastorno de lectura
se produce por "reversibilidad óptica" (ver letras y palabras al revés)
con errores manifiestos en la orientación y la secuencia (por ejemplo,
leer "b" por "d"; o "sol" por "los"). La idea fue inicialmente propuesta por
Samuel T. Orton (1937), un neuropsiquiatra estadounidense que se interesó
por los problemas de la lectoescritura en niños. Durante su trabajo se
percató que había niños que escribían en espejo,
invirtiendo la orientación de las letras, así como su secuencia
dentro de la palabra. Por ejemplo, la palabra cat podría ser escrita
como "tac", tal como se vería la palabra "cat" reflejada en un
espejo (Fig. 6). De manera similar, estos niños frecuentemente invertían
las secuencias de letras al leerlas, de manera que "saw" era leído
"was".
Orton observó que los niños que hacían inversiones en
espejo en la lectura y escritura, tendían también a ser inestables
en cuanto a preferencia hacia una mano. Interpretó estos descubrimientos
como un signo de dominancia cerebral incompleta.
Dado que las dos partes del cerebro son simétricas la una de la otra,
Orton sugería que, la información acerca del mundo visual está
representada en forma de espejo en cada mitad del cerebro con respecto a la
otra. Orton argumentaba que la información representada en el hemisferio
dominante estaba orientada correctamente, en tanto que la información
en el hemisferio no dominante se orientaba en espejo. Si la dominancia cerebral
no está suficientemente desarrollada, las dos representaciones, una correctamente
orientada y la otra al revés, podrían dar lugar a la confusión
en la lectura y la escritura. Orton usó el término "strefosimbolia"
para describir el estado resultante.
El término acuñado por Orton para este tipo de trastorno está
fuera de uso, y sus ideas acerca de cómo las representaciones se disponen
en forma de espejo en cada hemisferio, con respecto al otro, han demostrado
ser incorrectas. No obstante, la idea básica de que los trastornos de
la lectura pueden estar conectados a la asimetría hemisférica,
todavía está siendo investigada activamente.
Una hipótesis mucho mas débil que la de Orton es la que plantea
Hermann (1959) que explica los errores de orientación y secuencia en
la lectura invocando causas genéticamente determinadas, que muestran
una tendencia a la confusión visoespacial, lo que impide que las personas
lean de izquierda a derecha y que procesen incorrectamente la orientación
de los símbolos. Para otros investigadores que apoyan el déficit
perceptivo, la deficiencia en la identificación de palabras se debe a
las limitaciones en su habilidad para visualizar objetos y símbolos.
Finalmente, otros creen que ciertos defectos motores y visuales o bien alteraciones
en la movilidad ocular que afecten a la coordinación binocular, el rastreo
ocular y la exploración direccional podrían intervenir en la aparición
de la dislexia.
A pesar de la popularidad de estos conceptos por años, se puede afirmar
que no han tenido suerte en los laboratorios de investigación. Vellutino
(1979), Profesor de Pedagogía y Pediatría de la Universidad estatal
de Nueva York en Albany, revisó la evidencia en apoyo a la hipótesis
perceptiva y llegó a la conclusión de que las pruebas son muy
escasas.
Vellutino y colaboradores han venido recabando evidencias y realizando experimentos
para demostrar la solidez/fragilidad de la popular hipótesis. En uno
de sus experimentos solicitaron a un grupo de lectores deficientes del segundo
al sexto grado de enseñanza primaria que incurrían frecuentemente
en errores de inversión, que copiaran dibujos, palabras, "sopas de letras"(letras
revueltas) y números después de habérselos expuesto durante
un breve intervalo de tiempo. Posteriormente, se les pidió que nombraran
los estímulos que eran palabras reales. Descubrieron que los lectores
con problemas podían reproducir las letras de cada una de las palabras
estímulo con una orientación y secuencia correcta, pese a que
no pudieran nombrar la palabra adecuadamente. Era, por ejemplo, común
que copiaran el vocablo was correctamente y los pronunciaran "saw".
Cuando se les instaba a que deletrearan en voz alta las palabras, justo después
de haberlas enunciado enteras, solían deletrear con el orden correcto
la mayoría de ellas aun cuando las hubieran enunciado antes incorrectamente
(Fig. 7)
La conclusión de este experimento era evidente. Pronunciar "saw" por
was y otros errores parecidos son consecuencia de las dificultades halladas
en el almacenamiento y recuperación de los nombres de las palabras escritas,
sin que intervenga ninguna perturbación del procesamiento visual espacial.
Esta suposición fue confirmada en otro experimento clásico de
Vellutino. Pidió a grupos de lectores disléxicos y normales que
escribieran palabras y letras hebreas en la secuencia y orientación exactas,
tras una exposición breve (Fig. 8). También se comprobó
con niños que estaban aprendiendo a leer y escribir hebreo, para compararlos
con los dos grupos anteriores. Se descubrió que los lectores disléxicos
realizaban el ejercicio igual de bien que los normales, aunque, obviamente ninguno
de los grupos lo hizo tan bien como el grupo de niños que estaba aprendiendo
el hebreo. Manifiestamente, este resultado destaca un hecho: cuando se usan
símbolos complejos y semejantes a palabras, sin ningún tipo de
asociación lingüística –es decir, sin significado ni sonido
eficaz- el recuerdo visual de esos símbolos no encerraba mayor dificultad
para los lectores disléxicos que para los lectores normales. El comportamiento
de ambos grupos era equivale: mantienen un vestigio de memoria durante el mismo
tiempo y sostienen la dirección izquierda-derecha.
La conclusión que puede sacarse de estos y otros experimentos es la
siguiente: la dislexia es una perturbación sutil del lenguaje cuyas raíces
brotan en otras áreas: a) perturbaciones de la codificación fonológica
(incapacidad para representar y acceder al sonido de una palabra que ayudaría
a reconocerla), b) segmentación fonémica defectuosa (incapacidad
para descomponer una palabra en los sonidos que la forman), c) pobreza de vocabulario,
d) problemas en la discriminación de las diferencias gramaticales y sintácticas
entre palabras y frases.
Aunque los déficits perceptivos han perdido estatus como explicación
de los trastornos de la lectura, todavía algunos investigadores se atreven
a mantenerlos como una posible causa en algunos casos particulares. Este es
el caso de Seidenberg (1992) y Seidenberg y McClelland (1989) que afirman que
la hipótesis perceptiva aún puede ser tomada en consideración
sin por ello retroceder a los planteamientos clásicos. Según ellos,
la lectura se efectúa gracias a un complejo sistema de procesamiento
de la información en el que intervienen procesos perceptivos junto con
procesos léxicos, sintácticos y semánticos. No debería
ser extraño que dentro de esta compleja red de procesos, el fallo ocurra
en el nivel perceptivo.
Déficits verbales
Como hemos indicado anteriormente, la habilidad de aprender a leer, en gran
medida, reposa en la capacidad de emplear unidades de lenguaje durante la codificación
y decodificación de palabras escritas. Según nuestra visión
de las cosas, el éxito en los inicios de la lectura es un asunto de adquirir
vehículos alternativos para identificar la palabra; vehículos
que tienen que ver con el desarrollo de la semántica, la fonología
y la sintaxis gramatical. Se puede afirmar con mucha validez que los niños
pueden aprender a usar los significados de las palabras, los sonidos de las
letras y el contexto de las oraciones como instrumentos complementarios.
FIGURA 6: Esquema de la teoría
de Orton
FIGURA 7: Estímulos visuales presentados a lectores
normales y deficientes en tareas de reproducción visual y denominación
FIGURA 8: Palabras hebreas presentadas
a lectores deficientes y normales para su reproducción visual
Déficits semánticos
El conocimiento inadecuado del significado de las palabras puede ser una causa
que explique la dificultad para identificarlas. Esta es una posibilidad intuitiva,
siempre y cuando aceptemos la importancia del significado en cualquier tarea
de aprendizaje. Una evidencia experimental proviene de un importante número
de investigaciones donde se evidencia una correlación sustantiva entre
habilidad lectora y desarrollo de vocabulario. Esta correlación tiende
a ser muy significativa, independientemente que la habilidad de lectura sea
medida mediante tests de comprensión o tests de identificación
de palabras. Estos estudios han encontrado apoyo adicional en otros, donde se
demuestra que los lectores deficientes tienden a rendir por debajo de los lectores
normales en medidas de vocabulario y formación de conceptos verbales.
Una prueba más de la importancia del vocabulario proviene de estudios
longitudinales que indican que los índices de desarrollo del vocabulario
en preescolares son buenos predictores de la facilidad en la identificación
de palabras en el primero y segundo grado. Finalmente, los lectores deficientes
ha sido descubierto que rinden por debajo de los lectores normales en una variedad
de tareas semánticas, rendimiento que ha sido afectado ciertamente por
el conocimiento del significado.
Vellutino y Scanlon, (1989) desarrollaron un estudio para demostrar, de manera
más directa que los estudios de correlación, las posibles causas
verbales ocultas en la relación vocabulario-lectura. Tomando como punto
de partida los estudios previos donde se demostraba que los lectores deficientes
eran menos capaces que los lectores normales en tareas de memoria auditiva verbal
y tareas de aprendizaje visual verbal, Vellutino y Scanlon se preguntan si esas
diferencias no podrían atribuirse a las diferencias en el desarrollo
semántico. El éxito común en tareas de memoria auditivo-verbal
y aprendizaje visual verbal (como identificar palabras) depende de la habilidad
de usar la red semántica para almacenar y recuperar nombres. Si esto
es así, se puede pensar que uno de los mayores determinantes de la diferencia
entre grupos en tareas de memoria y aprendizaje es la diferencia observada entre
ellos en cuanto al conocimiento de los significados de las palabras. Parece
claro, pues, que las deficiencias de vocabulario y el escaso conocimiento del
significado de las palabras son factores negativos en la identificación
de las palabras.
Déficits sintácticos
Una competencia sintáctica debilitada podría constituir otro
factor posible. Los estudios realizados en el laboratorio de Vellutino y otros
muestran que los disléxicos tienen más dificultades que los normales
para comprender frases, en especial las de sintaxis compleja (por ejemplo, utilizar
morfemas de inflexión (tales como –aba o ando) en la determinación
de tiempo y número; para discriminar entre frases gramaticales y no gramaticales;
para utilizar frases complejas de forma correcta en sentido gramatical; y para
efectuar distinciones finas entre palabras abstractas, en particular las palabras
"sin contenido" ("si", "pero", "y", "su", entre otras).
De hecho existe múltiples pruebas que sugieren que los lectores deficiente
presentan menos habilidad (en comparación con los lectores normales)
para identificar palabras carentes de contenido que para identificar palabras
dotadas de contenido ("perro", "gato", etcétera). Al parecer, los lectores
deficientes también encuentran obstáculos si se trata de recurrir
al contexto de la frase en busca de significado para identificar la palabra
escrita. No obstante, debe señalarse que no se ha demostrado todavía
una conexión causal entre discapacidad para la lectura y las limitaciones
en el procesamiento de los atributos semánticos y sintácticos
de la palabra escrita.
¿Son los factores semánticos los únicos factores que influyen
en la lectura? Algo digno de notar en las investigaciones es la diferencia tan
marcada entre los lectores deficientes y los lectores normales cuando se enfrentan
a la lectura de palabras de escaso significado. Este descubrimiento llevó
a los investigadores a plantear que el conocimiento semántico no es la
única causa que explique las diferencias de los grupos en tareas de memoria
verbal y de aprendizaje visual verbal. Vellutino y Scanlon sugieren que las
diferencias se deben atribuir a la mayor capacidad de los lectores normales
para realizar tareas de codificación fonológica. De los factores
verbales, el déficit fonológico es el candidato más sólido
hoy día.
Déficits fonológicos
Sin duda que la evidencia más convergente al evaluar los trastornos
de la lectura tiene que ver con los déficits fonológicos. Esta
evidencia se apoya en estudios muy bien documentados que utilizan muestras de
lectores deficientes y diseños de naturaleza relacional-causal, con lo
cual los resultados son más robustos. Hoy existe fundamento para pensar
que los problemas en la identificación de palabras son causados por deficiencias
en la representación alfabética y la decodificación fonética,
asociada ésta con deficiencias en la segmentación de fonemas.
Cuando hablamos de segmentación de fonemas nos referimos a la habilidad
para indicar los sonidos individuales de las palabras habladas y escritas.
Cuando un niño disléxico tiene alterado el módulo fonológico
aminora su capacidad de segmentar la palabra escrita y descubrir los componentes
fonológicos. A esta explicación de la dislexia se le llama "hipótesis
del déficit fonológico". De acuerdo con esta hipótesis
un déficit en el módulo fonológico perturba la decodificación
e impide, por tanto, la identificación de la palabra. Este déficit
básico en lo que es esencialmente una función lingüística
de orden inferior bloquea el acceso a los procesos lingüísticos
de orden superior y a la obtención del significado del texto. Así,
aunque los procesos lingüísticos implicados en la comprensión
y en la significación se hallen intactos, no se puede reclamar su intervención,
por que sólo se accede a ellos cuando se ha identificado ya una palabra.
Para Isabell Y. Liberman, Donald P. Shankweiler y otros, de los laboratorios
Haskins, Inc, en New Haven, los problemas de los lectores deficientes se debe
a que no tienen conciencia de que las palabras escritas se pueden dividir en
fonemas y esto conduce a una representación empobrecida de los sonidos
de las letras en el cerebro y en consecuencia carecen de uno de los principales
recursos para la identificación de la palabra: la descomposición
de las palabras en fonemas a partir de los grafemas.
Aunque el daño causado por el déficit fonológico es evidentísimo
en la lectura, también puede afectar otras áreas, previsiblemente.
Esta carencia de conocimiento fonológico o torpeza en decodificación
fonética arrastra otros problemas de lenguaje como es la dificultad para
recordar palabras que ha oído, como ha sido demostrado por Martha B.
Denkla y Rita G. Rudel, de la facultad de Medicina y Cirugía de la Universidad
de Columbia.
Los resultados de Vellutino y otros laboratorios demuestran sólidamente
que los lectores seriamente incapacitados presentan una habilidad muy inferior
a la mostrada por los lectores normales, cuando se trata de aprender a utilizar
los sonidos de las letras con el fin de decodificar pseudopalabras. Así
mismo, se ha comprobado que los niños de jardines de infancia y preescolar
que poseen cierta habilidad para segmentar las palabras habladas en sílabas
y unidades de tamaño de fonemas, aprenden a leer mejor que los niños
dotados de escasa habilidad o carentes absolutamente de ella. Otro sorprendente
resultado es que los niños a los que se ha enseñado a identificar
fonemas poseen una mayor capacidad para trazar el mapa alfabético y,
en consecuencia, para identificar la palabra escrita. La hipótesis de
déficit fonológico se ha impuesto con una gran vigor.
Los estudios sobre el déficit fonológico y su relación
con la lectura recibieron un gran empuje en la década de los ochenta,
particularmente estimulados por Lynette Bradley y Peter E. Bryant, de la Universidad
de Oxford. Ellos parten de un planteamiento simple y directo: "la aptitud fonológica
de los escolares predice su futura destreza lectora". Ambos autores hallaron
también que el entrenamiento de la conciencia fonológica aumentaba
notoriamente la habilidad lectora del niño. Durante los ensayos se entrenó
a un grupo de chicos en el procesamiento fonológico, en tanto que otro
grupo recibía entrenamiento lingüístico que no insistía
en la estructura sónica de las palabras. Por ejemplo, el primer grupo
se entrenaba en clasificar palabras de acuerdo con su sonido, y el segundo grupo
las organizaba atendiendo a su significado. Tales investigaciones, sumadas a
la más reciente de Benita A. Blachman (1991), de la Universidad de Syracuse,
Joseph E: Torgesen (1989) de la Universidad estatal de Florida, y Barbara Foorman
(1998), de la Universidad de Houston, demuestran que los progresos en la lectura
no se deben tanto a la enseñanza general de la lengua cuanto al entrenamiento
fonológico en particular.
Uno de los estudios más interesantes es el desarrollado por Sally Shaywit
(1995, 1997, 1998) y colaboradores, durante la década de los noventa,
sobre las capacidades cognitivas de niños disléxicos y no disléxicos.
Examinaron a 378 niños de siete a nueve años de edad sometiéndolos
a una batería de tests para calibrar sus dotes lingüísticas
y otras. Los resultados pusieron de manifiesto que las limitaciones fonológicas
constituyen los principales indicadores. En uno de los tests se ponía
muy bien de manifiesto el fenómeno de la dislexia: el test de análisis
auditivo donde los niños tenían que demostrar sus habilidades
para segmentar palabras en unidades fonológicas (por ejemplo tenían
que pronunciar la palabra "bloc" sin el sonido "b"). Un resultado sorprendente
es que en alumnos de cinco años, el mejor indicador de su futura destreza
lectora era la conciencia fonológica.
Los datos de los estudios de Shaywitz y colaboradores más los resultados
convergentes de Bradley y otros, sugieren que, en la dislexia, se encuentra
lesionado el componente fonológico del sistema del lenguaje, mientras
que los componentes de nivel superior permanecen intactos.
Shaywitz y varios colegas de Yale han obtenido algunos datos, aunque sean provisionales,
mediante la técnica de formación de imágenes por resonancia
magnética funcional (RMf) sobre la organización neuronal de la
lectura de palabras impresas. En particular, la identificación de letras
activa zonas de la corteza estriada, en el lóbulo occipital; el procesamiento
fonológico se produce dentro del giro frontal inferior; y el acceso al
significado requiere la activación de áreas situadas en los giros
temporales medio y superior del cerebro.
Estas investigaciones han revelado ya un sorprendente dimorfismo sexual en
el locus de la representación fonológica de la lectura. En los
varones, el procesamiento fonológico ocupa el giro frontal inferior izquierdo;
en las mujeres, amén de activarse éste, se excita también
el giro frontal inferior derecho. Estas diferencias de lateralización
habían sido sugeridas por estudios del comportamiento, pero hasta ahora
nunca se habían demostrado de forma tajante. El hecho de que el cerebro
de la mujer tienda a tener representación bilateral para el procesamiento
fonológico explica muchas observaciones que provocan desconcierto: por
qué después de una lesión que afecta al lado izquierdo
del cerebro, es menor entre las mujeres que entre los hombres la probabilidad
de sufrir importante menguas de las habilidades lingüísticas, y
por qué las mujeres tienden con mayor frecuencia que los hombres a compensar
la dislexia
Déficit de memoria
Una hipótesis que circuló en el escenario de la discapacidad
lectora fue la posibilidad de que los lectores deficientes poseyeran limitada
su capacidad general de almacenar información acústica en la memoria
permanente. Susan Brady (1991), de los laboratorios Haskins, examinó
esta hipótesis, comparando la capacidad de los lectores disléxicos
y la de los normales para recordar información verbal y no verbal (palabras
y sonidos ambientales) Descubrió que los disléxicos ofrecían
un rendimiento menor que los normales sólo en los ejercicios relacionados
con la memoria verbal. Según los modelos clásicos de memoria se
puede afirmar que los lectores deficientes y normales poseen la misma capacidad
para el procesamiento auditivo y que los lectores deficientes no padecen ninguna
perturbación general de la memoria. Sin embargo, sí parecen tener
menguada su capacidad para recuperar las representaciones lingüísticas
almacenadas en la memoria a largo plazo.
CONSIDERACIONES FINALES
1) Las vinculaciones entre cerebro y lenguaje tienen una historia amplia en
el tiempo y rica en datos. Una situación que es claramente diferente
con respecto a la lectura. Desde hace algunos años se viene afirmando
que el habla es natural, mientras que la lectura no lo es. Durante decenas de
miles de años, el cerebro humano se ha preparado para hablar y escuchar.
Todas las sociedades conocidas poseen un lenguaje para expresar pensamientos
y emociones y comunicar información. Los niños en ambientes naturales
adecuados aprenden a hablar con espontaneidad. Aprenden si necesidad de una
enseñanza formal. Como dice Stephen Pinker, el lenguaje es un instinto
humano, incorporado a nuestro cerebro por la evolución, del mismo modo
que el canto en las aves. O como razona Noam Chomsky, los niños están
equipados desde el nacimiento con un plan común a las gramáticas
de todas las lenguas.
2) La lectura no tiene esas características. Se trata de una habilidad
de reciente desarrollo. No todas las sociedades e individuos leen, ni tampoco
se adquiere la lectura de forma natural como el lenguaje. Es necesario para
ello llevar a cabo una enseñanza sistemática. Según los
neurocientíficos, existe una diferencia importante entre lenguaje y lectura.
El lenguaje cuenta con unos centros específicos representados en la corteza
cerebral, más o menos definidos. Los centros de la lectura no existen
de la misma forma que el habla, o si existen, todavía no estamos en capacidad
de definirlos con tanta claridad como los del lenguaje. Sin embargo, los maestros,
verdaderos testigos del nacimiento y desarrollo de la lectura, sospechan desde
hace años que algo no funciona en el cerebro de los niños con
dificultades lectoras. Han tenido que esperar mucho tiempo para averiguar qué
ocurre en el cerebro de los disléxicos. Pareciera como si los neurocircuitos
no se hubieran dispuesto para esta actividad.
3) Los desarrollos científicos que relacionan cerebro y lectura son
muy recientes. Apenas si contamos con dos décadas de trabajo sistemático
y continuo. Mediante estas investigaciones y el uso de tecnologías avanzadas
hemos podido conocer que el cerebro de los niños no viene preparado para
la lectura; y por lo tanto, es necesario reorganizarlo para este fin. Los niños,
por ejemplo, tienen que tomar conciencia de que la palabra hablada está
construida de sonidos y que la palabra impresa también representa sonidos
o fonemas. Cuando los niños adquieren esa conciencia, entonces, se puede
afirmar que están preparados para la lectura. La reorganización
del cerebro para leer no es un asunto de "todo" o "nada". La visión tradicional
señala que el diseño de conexiones viene determinado, fruto de
la genética. Si este punto de vista fuera cierto, la posibilidad de reorganización
de los circuitos sería nula. Una visión emergente plantea que
las neuronas prefijadas son pocas pero muy importantes. Adicional a las neurona
prefijadas, se construye una red fina de conexiones a partir de la estimulación
del medio. La influencia del medio sobre la configuración del cerebro
depende del momento de desarrollo: hay un periodo temprano en que la experiencia
no es necesaria, y uno más tardío en que la experiencia es necesaria.
4) Alrededor del modelo emergente, ha surgido una visión romántica
que cree que la estimulación a cualquier costa y por todos medios favorece
el desarrollo cognitivo y facilita la lectura. Esta visión confunde el
deseo con la realidad; lo políticamente correcto con la ciencia. En contra
de esta confusión, los neurólogos más serios proponen la
eliminación de la propaganda y piden que se imponga la sensatez. Negar
la existencia de los periodos críticos del desarrollo es un contrasentido,
pues existen pruebas fuertes a su favor, derivadas de la psicología evolutiva,
la neurología y la etología. Pero este reconocimiento no debe
llevarnos a defender a ultranza la experiencia y el entrenamiento temprano.
El cerebro no puede diseñarse para cualquier cosa. La plasticidad del
cerebro tiene sus propias limitaciones. Como dijo Santiago Ramón y Cajál,
el más grande histólogo que haya existido, al término de
una conferencia ante la Royal Society, en 1894: "El órgano del pensamiento
es, dentro de ciertos límites, maleable y capaz de perfeccionamiento,
sobre todo durante la etapa de desarrollo, mediante gimnasias mentales bien
guiadas [...] La corteza cerebral se asemeja a un jardín repleto de árboles,
las células piramidales, que, gracias a un cultivo inteligente, pueden
multiplicar sus ramas y hundir más y más sus raíces para
producir flores y frutos cada vez más exquisitos"
5) La neuropsicología de la lectura aporta varios modelos comprensivos.
Con base en ellos podemos caracterizar los procesos mentales que permiten al
lector identificar, comprender y pronunciar palabras. Los modelos también
proyectan luz sobre los componentes que intervienen y las vías para acceder
a la palabra escrita. El conocimiento de los procesos, componentes y vías
son de utilidad para describir el comportamiento de los lectores normales y
desviados; es decir, podemos acceder al cerebro disléxico, aléxico
o hiperléxico. Como dicen Michel Habib y otros: "La imaginería
cerebral ha permitido confirmar las particularidades anatómicas descubiertas
en algunos: falta de asimetría entre los hemisferios cerebrales, tamaño
anormal grande de la masa de sustancia blanca que conecta los dos hemisferios.
Al visualizar este cerebro singular en pleno trabajo, la imaginería funcional
ayuda a comprender por qué tiene dificultades al leer".
6) De los modelos existentes, el de Ellis, conocido como "Modelo de Reconocimiento
del Lenguaje Escrito", es uno de los más sólidos. El modelo propone
los siguientes componentes o módulos: a) el sistema de análisis
visual, para reconocer una letra de otra y su posición en la palabra;
b) el léxico visual o almacén de palabras conocidas y sus representaciones:
c) el sistema semántico o almacén de los significados, común
al habla y la lectura: d) el léxico fonológico o almacén
de la pronunciación, e) el almacén de fonemas y finalmente; f)
el convertidor grafema-fonema. Mediante este modelo se explican las dos rutas
de acceso a la lectura: la ruta léxica o directa y la ruta subléxica
o indirecta por mediación del convertidor grafema-fonema.
7) Los investigadores conciben el sistema del lenguaje como una serie jerarquizada
de módulos o componentes, cada uno de ellos dedicado a un aspecto particular.
En los niveles superiores de esa jerarquía residen los componentes implicados
en la semántica, la sintaxis y el discurso. En el nivel inferior está
el módulo fonológico, dedicado a procesar los distintos elementos
sonoros que constituyen el lenguaje. En la lectura, los niños deben usar
el maravilloso y rico sistema del lenguaje; de lo contrario, no sería
posible convertir los signos escritos a palabras habladas con significado. Aunque
sabemos que el cerebro del niños no está preparado naturalmente
para la lectura, podemos adaptarlo o entrenarlo. Por ejemplo, los niños
deben adquirir conciencia del componente fonético de la palabra escrita.
En los últimos años se ha descubierto que un factor determinante
de la dificultad lectora radica en la fonología. Un componente primario
que da entrada a otros de mayor jerarquía. Varios estudios han demostrado
que el cerebro de los mejores lectores y de los lectores deficientes es diferente.
Esta diferencia se observa en los patrones de actividad cerebral cuando tienen
que realizar tareas de tipo fonológico, como separar las palabras en
sonidos. Los estudios recientes muestran resultados excitantes y de extraordinaria
importancia, tales como: a) la organización del cerebro disléxico,
b) las operaciones inadecuadas durante la lectura y c) cuando ocurre un problema
de lectura. Estos estudios están todavía en la fase preliminar
pero son un promesa que esperamos pronto se concrete en recomendaciones para
el diagnóstico y la intervención. Varios especialistas creen que
los datos apoyan la hipótesis del "déficit fonológico",
y hasta se arriesgan a proponer que el déficit fonológico tiene
una base biológica. Si esta hipótesis fuera correcta, habría
que desechar ciertas ideas infundadas, como que los niños con dificultades
lectoras son perezosos o que no hacen el esfuerzo necesario o que sencillamente
están poco motivados para la lectura. Todo lo contrario; según
los evaluadores, estos niños realizan esfuerzos notables pero no tienen
éxito. El cerebro disléxico de los niños brillantes es
paradógico. Poseen una inteligencia superior, hablan y razonan de forma
sobresaliente y tienen un vocabulario por encima de su grupo de referencia.
¿Qué ocurre con su cerebro? ¿Existe un déficit biológico
que afecta sobre todo el componente fonológico? En un estudio comparativo
se demostró que el cerebro de niños disléxico y el cerebro
de niños lectores calificados como buenos, activa regiones cerebrales
diferentes, cuando realizan tareas de naturaleza fonológica (i.e., reconocer
si una palabra rima con otra, o pronunciar palabras desconocidas).
8) Cabría pensar que las dificultades de lectura se deben a un solo
factor. La realidad indica que la situación no es tan simple. Existen
dos grandes clases de dislexias. Unas que son fruto de un trastorno cerebral
que produce la pérdida de las habilidades lectoras. Otras que son la
consecuencia de un desarrollo inadecuado o inmaduro del proceso lector. Las
primeras se denominan dislexias adquiridas y las segundas dislexias evolutivas.
La dislexia la padecen tanto los niños como los adultos. Los adultos
y adolescentes pueden perder la habilidad lectora y los niños pueden
tener dificultades para adquirir la habilidad. Muy probablemente los mecanismos
que las determinan sean diferentes, según las tendencias más recientes.
La conclusión lógica es que no se pueden tratar a los disléxicos
como si fuera un cuadro clínico homogéneo. Las clases de dislexias
son variadas y los componentes involucrados en la lectura son diversos. Dependiendo
del componente dañado, así será la dislexia y los síntomas.
Las dislexias pueden a su vez ser centrales o periféricas, adquiridas
o evolutivas; y además dentro de cada clase existen subclases o tipos
(superficiales, fonológicas, semánticas, profundas, atencionales,
negligentes, visuales, letra a letra).
Posiblemente los diferentes tipos de dislexia posean diferentes substratos
neurofisiológicos. Esto debe llevar a la necesidad de correlacionar los
hallazgos de neuroimagen funcional con los obtenidos mediante un fino estudio
neuropsicológico de los pacientes.
9) En la escuela existen factores complejos que afectan negativamente el rendimiento
general de los alumnos. Estos factores pueden alterar el curso normal del desarrollo
de las habilidades generales y específicas, como la lecto-escritura.
En estas circunstancias, el problema de la lectura no debe interpretarse como
una dislexia. A veces el desnivel lector es leve o puede ser claramente atribuido
a retraso intelectual, desventaja sociocultural o falta de oportunidades educativas.
En estos casos, piense más bien en un retraso de la lectura en lugar
de una dislexia. No creemos que el cerebro de los disléxicos sufra alteraciones
neurológicas muy significativas, al menos no en todos los casos. El curso
de la intervención puede entrenar a este cerebro para que compense su
déficit con prácticas terapeúticas adecuadas. ¿Cuáles
por ejemplo?
10) La intervención ha de se ser específica a la dislexia en
cuestión. Las prácticas genéricas suelen ser redundantes
y no atacan el problema en sus verdaderas raíces. Realice un buen diagnóstico
primero y determine cuáles habilidades están dañadas y
cuáles están intactas. Con este cuadro clínico en mente,
actué en consecuencia. Procure diseñar estrategias específicas
para desarrollar habilidades específicas e intervenir aquel o aquellos
componentes cuyo funcionamiento es inadecuado. Fortalezca con preferencia las
habilidades intactas procurando compensar las deficiencias. Las estrategias
ómnibus demandan mucho esfuerzo y tiempo y producen resultados limitados
a largo plazo. Algunas prácticas tradicionales que enfatizan la psicomotricidad,
el esquema corporal, o la percepción pueden producir efectos indirectos
sobre la lectura y la escritura; a no ser que la evaluación haya determinado
que ahí radica el problema de la lectura. Durante algún tiempo
se pensó que la lectura especular era un signo de dislexia. Escribir
al revés e invertir palabras son cosas comunes en las primeras fases
del desarrollo de la lectura, lo mismo en los niños disléxicos
que en los no disléxicos. Los disléxicos tienen dificultades para
nombrar las letras, pero no para copiarlas. La terapeútica reciente suele
recomendar los ejercicios que refuerzan las áreas del lenguaje, en particular
el área fonológica, con el entendido que la mejora no se producirá
automáticamente. Existe una buena batería de experimentos en lectura
que refuerzan el modelo fonológico de la lectura. Pero los profesionales
deben saber que se trata de un tema complejo. Los programas más comprensivos
de lectura destacan los procesos de segmentación fonológica y
pronunciación de los grafemas, sílabas y palabras.
11) ¿Puede eliminarse la dislexia por completo? La experiencia demuestran que
el tratamiento de las dislexias no es un proceso corto. La casuística
clínica y educativa demuestra que los niños tardan de uno a dos
años para nivelarse con su grupo de referencia, sobre todo si la dislexia
es compleja y el ambiente familiar y educativo no presta su apoyo. Algunos estudios
longitudinales que valúa algunas habilidades básicas, como las
fonológicas, desde el preescolar hasta el final del bachillerato ponen
de relieve que el trastorno persiste en la edad adulta. Aunque los disléxicos
aprenden a leer con precisión, siguen leyendo lentamente y no de manera
automática.
12) ¿Existen diferencias entre los chicos y las chicas en sus habilidades lectoras?
Existe una creencia muy extendida de que los chicos suelen presentar más
dificultades que las chicas en la lectura. Es casi una tradición asumir
que las niñas maduran más rápido que los chicos y que tienen
un cerebro mejor preparado para el lenguaje en general y la lectura en particular.
Creo que existen algunos datos de comportamiento que pueden inducirnos a pensar
de esta manera: leen más, cometen menos errores ortográficos,
son más cuidadosas con la escritura, etcétera. Algunos hablan
de unas proporciones que reflejan claras diferencias a favor de las chicas.
Estas proporciones oscilan en 4:1 y 10:1. Cualquier valor entre estos extremos
puede ser aceptado. La proporción 10:1 nos parece exagerada e inaceptable
para la mayoría de los especialistas. Sally Shaywitz no comparte la creencia.
Los datos de su estudio, que abarca más de veinte años de seguimiento
de los sujetos, demuestran que no existen prácticamente diferencias entre
los niños y las niñas en tareas de lectura. Sin embargo, entre
los maestros persiste el prejuicio; y cada vez que se les pregunta si un alumno
tiene problemas de lectura, la respuesta suele ser convergente: los chicos tienen
cuatro veces más de dificultades que las chicas. Recientemente se investiga
el cerebro masculino y femenino en tareas fonológicas. Por ejemplo, se
les da dos no-palabras para que las pronuncien y digan si rima. Mientras realizan
la tarea, se toman imágenes de activación cerebral. Los chicos
activan un área en el lado izquierdo del cerebro, en el gyrus frontal
inferior, o área de Broca. Cuando las chicas realizan la misma tarea
activan la misma región que los chicos, pero además activan una
región del hemisferio derecho. A pesar de la diferencia en activación
de regiones cerebrales, la precisión y rapidez de pronunciación
fue la misma. Esto indicaría que los hombres y las mujeres pueden obtener
los mismos resultados utilizando rutas diferentes. No creo que tengamos suficientes
evidencias para llegar a la conclusión de que no existen diferencias
entre hombres y mujeres en relación con la lectura. La experiencia intuitiva
y de comportamiento de algunos especialista y maestros apoyan la opinión
clásica.
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