Educación y conflicto como retos de la Educación Infantil
EDUCACIÓN Y CONFLICTO COMO RETOS
DE LA EDUCACIÓN INFANTIL
Tradicionalmente
se ha situado al conflicto como antítesis de
la educación, de tal forma que la única
forma posible de conjugar dicha relación era
a través de la negación y estigmatización
del primero. Esta visión negativa del conflicto
tenía/tiene diferentes acepciones, conflicto
como sinónimo de mala gestión, de malas
respuestas del alumnado, de patologías diversas,
etc. Ser tachado de conflictivo, sea un centro, un estudiante
o un profesor o profesora, era/es sinónimo de
"mal rollo", de mal funcionamiento, de persona
difícil o problemática. En definitiva,
desde esta óptica el conflicto era y es presentado
como el tiempo de la no educación, el problema
que hay que corregir y sobre todo evitar.
En
el plano de la convivencia se ha dado el mismo proceso
que al descrito anteriormente para la educación.
El conflicto es presentado como la negación de
la convivencia, como los momentos disfuncionales que
la alteran y perturban. De aquí que se llegue
a la conclusión que la buena convivencia es aquella
que está exenta de conflictos. De esta forma,
en este ideal de convivencia el conflicto no ha lugar,
en tanto en cuanto niega a aquélla.
Pues
bien, frente a esta visión negativa del conflicto,
tanto en el proceso educativo como en la convivencia,
queremos presentarlo como un hecho natural, consustancial
a la vida, no negativo en si mismo y con enormes posibilidades
educativas. En efecto, frente a posiciones místico-idealistas
alejadas de la realidad que conciben el ideal de convivencia
como ausencia de conflictos, partimos del hecho de que
éstos son inseparables de la convivencia, y muy
especialmente de la convivencia democrática.
Como hemos dicho, "convivir significa vivir unos con
otros en base a unas determinadas relaciones sociales
y a unos códigos valorativos, forzosamente subjetivos,
en el marco de un contexto social determinado. Esos
polos que marcan el tipo de convivencia están
potencialmente cruzados por relaciones de conflicto,
pero que en modo alguno
significa
amenaza para la convivencia, más bien al contrario"
(Jares, 2001b:9). Para decirlo con palabras de P. Barcellona,
"el conflicto que estructura la democracia lleva en
si, inevitablemente, el valor de la convivencia" (1992:132).
También
es importante precisar que el aprendizaje de la convivencia
no se conforma únicamente en los centros educativos,
sino que también se aprende a convivir, de una
u otra forma, en el grupo de iguales, en la familia
y a través de los medios de comunicación,
fundamentalmente. Además de estos ámbitos
más próximos a los estudiantes y profesorado,
tampoco podemos olvidar un ámbito más
macro que tiene que ver con los contextos económicos,
sociales y políticos en los que estamos inmersos.
Por consiguiente "ni se puede responsabilizar en exclusiva
al sistema educativo del supuesto deterioro de la convivencia
ni la sociedad puede delegar la construcción
de la convivencia en la escuela. Debemos romper, pues,
con los péndulos ideológicos que han caracterizado
buena parte del pensamiento educativo en el siglo XX:
ni la escuela es la responsable de todos los males que
aquejan a la sociedad ni es la tabla de salvación
que nos puede liberar de todos ellos. Por otro lado,
tampoco podemos olvidar que los diversos ámbitos
de socialización pueden, y de hecho entran también
en conflicto" (Jares, 2001b:94).
Igualmente
importante es entender el reto educativo en favor de
la convivencia como un trabajo que exige un enfoque
global, en el que inciden los diferentes elementos del
currículum, y ejecutado desde unos mínimos
niveles de vertebración cooperativa del profesorado.
Desde estos dos presupuestos consideramos que, al menos,
deben abordarse colegiadamente los siguientes retos
y necesidades para construir centros educativos convivenciales:
La creación
de grupo y el cultivo de las relaciones interpersonales
La necesidad
de la disciplina democrática, y con ella las
normas de clase y de centro, y la gestión democrática.
Consensuar
programas específicos de resolución
de conflictos, en los que, además del aprendizaje
de las estrategias y habilidades de resolución,
tengan un papel destacado la educación afectiva
y la educación para la paz y los derechos humanos.
Impulsar
una cultura de paz que impregne todos los elementos
del centro.
En
esta ponencia vamos a desarrollar estos cuatro aspectos
para finalizar con un quinto punto dedicado a presentar
el Programa educativo municipal
aprender
a convivir, que estamos desarrollando en la ciudad de
Vigo y en el que participan diversas escuelas de educación
infantil, además de centros de Primaria y Secundaria.
1.
La creación de grupo y el cultivo de las relaciones
interpersonales
Como
hemos dicho, el tratamiento de las relaciones interpersonales
y la educación afectiva debe ocupar un lugar
preferente en todo proyecto educativo, y no sólo
en Educación Infantil. De un lado, porque se
trata de un objetivo con valor educativo en sí
mismo, desarrollo de la capacidad comunicativa y la
sensibilidad; de otro, por ser un medio o instrumento
necesario para conseguir una convivencia respetuosa
y pacífica. Por ello, desde la educación
para la paz hemos insistido en que la educación
debe comenzar por construir unas relaciones de paz entre
todos los miembros de la comunidad educativa (Jares,
1999a). Relaciones que deben asentarse en el respeto,
la reciprocidad, la aceptación incondicional
de todas y todos, la confianza, la comunicación
empática (saber ponerse en el lugar del otro)
y la cooperación. El sistema de relaciones tanto
en el aula como en el centro pasa a ser así un
foco fundamental para la consecución de la convivencia
democrática y pacífica. Por ello, es necesario
imbuirse de la importancia de este objetivo y ser conscientes
del papel que, como profesionales de la educación,
tenemos que jugar para conseguirlo.
De
las características señaladas deducimos
un nuevo modelo de educador o educadora que estará
configurado por las siguientes características:
a)
En el plano del aprendizaje: coordinador y multiplicador
de las experiencias, fomentando la participación
del alumnado y su compromiso por los valores democráticos
y los derechos humanos (Jares, 1999b).
b)
En el plano de la organización didáctica:
potenciador de la autogestión del grupo y de
las técnicas y relaciones grupales, como formas
preferentes para la creación de grupo.
c)
En el plano de los comportamientos educativos, que es
el que particularmente nos interesa en este punto, el
papel del educador o educadora está inspirado
en las siguientes cualidades:
Autenticidad.
Debemos ser congruentes con nuestras ideas y, en segundo
lugar, mostrarnos de forma transparente y sincera
ante y con los alumnos (Franta, 1985:98-102). De ello,
precisamos, no se deduce que el profesorado deba verbalizar
todas sus ideas o sus estados de ánimo, aunque
cuando lo haga debe ser sincero (Rossiter y Pearce,
1975; Wilmont, 1975).
Aceptación
incondicional. Es decir, la "capacidad de
los profesores de relacionarse con los alumnos considerándolos
como personas dignas de respeto y de valores, independientemente
de sus características físicas y psíquicas,
de su procedencia social y del tipo de comportamiento
que ellos manifiesten" (Novara, 1987:93). Como
nos recuerda este último autor, no es fácil
para el profesorado llevar a la práctica esta
condición cuando los alumnos se comportan de
forma negativa hacia nosotros. Sin embargo la aceptación
incondicional resulta necesaria aún en estos
casos, "puesto que normalmente cuando los alumnos
se sienten aceptados y respetados como personas, independientemente
de su comportamiento, rendimiento y cualidad individual,
además de no desarrollar experiencias de inseguridad,
de inferioridad y de incapacidad, se sienten estimulados
y aceptados como realmente se perciben" (Novara,
1987:93).
Esta
característica está íntimamente
relacionada con la aceptación de la diversidad
que se da en la mayor parte de las aulas de educación
infantil. Sabemos de cómo determinadas actitudes
y comportamientos se aprenden en la escolarización
ya de la etapa de educación infantil. Recuerdo
con absoluta nitidez en mi etapa de director de un centro
de Educación infantil y Primaria la espontánea,
unánime y dura reacción de un grupo de
niños y niñas en un aula de cinco años
cuando, al explicarles la realización de un juego
cooperativo todos señalaron a uno de ellos que
ese no, que era muy malo y que la profesora lo castigaba.
El citado niño quedó inmóvil, no
aguantó mi mirada aturdida e intentó perderse
entre el barullo de los demás. Probablemente
ya había aprendido que era malo y los otros a
juzgar, descalificar y discriminar. Casualmente con
la profesora que sustituía ya había tenido
problemas por su costumbre de expulsar niños
de la clase.
Comprensión.
Las educadoras y educadoresrealizan este
comportamiento cuando intentan comprender el mundo
de los niños y de los jóvenes como ellos
lo ven, sin apriorismos o confrontaciones con determinadas
normas. Para ello es necesario, como paso previo y
aunque resulte obvio, desarrollar la capacidad de
escuchar a los alumnos.
Confianza.
Para que existan unas buenas relaciones interpersonales,
es imprescindible que el profesorado actúe
con una atmósfera de confianza hacia el alumnado
para que éste, a su vez, generen confianza
entre ellos y hacia el profesorado. Además
de la actitud del profesorado, la metodología
y el tipo de relaciones que se establecen, una forma
de alcanzar este punto es a través de los
juegos de confianza (Jares, 1992; Seminario de Educación
para la Paz de la APDH, 1990).
Estímulo.
Los docentes se sienten estimulados cuando observan
en los alumnos interés por lo que se realiza
en clase. De igual forma, el alumnado se siente
estimulado al sentirse considerado como personas
que afrontan los diversos retos de la vida.
En
general, la creación de un grupo de mutuo apoyo
y confianza es relativamente fácil de conseguir
a nivel de aula en aquellos grupos-clase estables y
no numerosos. Pero este objetivo tenemos que hacerlo
extensible al conjunto del centro y de la comunidad
educativa. En efecto, aunque la dificultad es mucho
mayor por el número de personas, diversidad de
intereses e implicaciones en la vida del centro, etc.,
no deja de ser un objetivo educativo fundamental, en
oposición a los intentos cada vez más
generalizados de convertir a los centros educativos
y la propia función docente en una actividad
profesional meramente burocrática, rutinaria
y descomprometida. Por eso, mal andan las cosas
cuando en la institución educativa el alumnado
o el profesorado, o sectores importantes de los mismos,
no la sienten como suya.
Para
avanzar en esta dirección es preciso insistir
en la necesidad de cambiar la cultura imperante de la
competitividad y del menosprecio, por una cultura de
la reciprocidad, la tolerancia y la afirmación,
a través del uso de metodologías, dinámicas
y estructuras participativas. Igualmente, no debemos
olvidar, como nos recordaba Paulo Freire, que la educación
es un acto de amor. Nos guste o no, querámoslo
o no, siempre en los procesos educativos van a florecer
unas determinadas relaciones afectivas.
Para
operativizar una comunidad de apoyo y confianza, además
de la actitud del profesorado hacia la clase, sus opciones
metodológicas y, muy especialmente, la forma
de abordar las relaciones interpersonales, también
es necesaria la gestión democrática, que
abordamos en el punto siguiente, y las estrategias para
resolver conflictos, que exponemos en el tercer punto.
Todas ellas responden a un mismo proyecto educativo
y, lo recomendable sería que estuviesen planificadas
y evaluadas de forma coordinada por el profesorado.
Finalmente,
no queremos cerrar este punto sin insistir, como venimos
haciéndolo en los últimos años,
en la importancia de la creación de grupo. En
efecto, una de las claves del éxito escolar está
en la capacidad del profesorado para generar grupos
de mutuo apoyo, respeto, confianza, etc. Como señala
Connell (1997), ser profesor no es sólo cuestión
de poseer un cuerpo de conocimientos y capacidad de
control de un aula. Eso se podría hacer con un
ordenador y un bastón. Para ser profesor es igual
de importante la capacidad de establecer relaciones
humanas con las personas a las que se enseña.
Personalmente considero estos aspectos como objetivos
educativos en si mismos. Pero además, si somos
capaces de crear grupo tendremos más posibilidades
para facilitar más y mejores resultados académicos.
La relación educativa, aunque se quiera, ni es
aséptica ni está libre de determinadas
relaciones afectivas. El aprendizaje no es sólo
la adquisición de determinados conocimientos
sino también de determinados afectos y desafectos,
que se dan en las relaciones que se establecen entre
individuos concretos de un grupo-clase. No cabe pues
la indiferencia de quién se reclama técnico
o enseñante o de quien concibe la educación
como un acto mercantil. En segundo lugar, con la creación
de grupo y el cultivo de las relaciones interpersonales
no sólo tendemos un ambiente más agradable
de trabajo sino que simultáneamente estamos potenciando
una política de prevención de un cierto
tipo de conflictividad que llamaría innecesaria.
En tercer lugar, cuando se produzcan los conflictos,
tendremos mejores posibilidades de resolverlos desde
este tipo de relaciones sociales.
La necesidad
de la disciplina democrática
La
disciplina, como el control, suele tener una lectura
negativa, especialmente entre los estudiantes, aunque
el problema en educación no debería ser
tanto el de discutir su necesidad, en tanto en cuanto
es inherente a todo proceso educativo, sino a la forma
de ejercerla. En otras palabras, no se trata de ver
si es necesaria, que lo es, sino en acordar los criterios
y pautas de actuación. Para ello, como expresaba
Freinet, el principal criterio es que sea discutida
y asumida por todos. En este sentido debemos descartar
tanto las opciones que rechazan ilusoriamente todo tipo
de control y de disciplina como aquellas otras que,
en realidad, de lo que suspiran es por tener estudiantes
y profesorado obedientes, confundiendo obediencia con
respeto.
Sin
embargo la disciplina además de ser inherente
a todo proyecto educativo requiere, tanto en el plano
grupal como en el individual, de su uso y aprendizaje
para alcanzar determinadas metas. Ahora bien ni podemos
tener como referencia el modelo de disciplina tradicional
en el que el educador/a tiene todas las prerrogativas
y al educando sólo le queda el deber de cumplirlas,
ni nos vale, por otra parte, el modelo de disciplina
asentado en el dejar hacer, para que sea el educando
el que marca los ritmos y secuencias del aprendizaje.
Por el contrario, consideramos que la disciplina
es necesaria en todo proceso educativo, tanto en las
familias como en los centros educativos, pero, como
decimos, debe ser una disciplina democrática.
Sintéticamente
podemos afirmar que la disciplina democrática
es aquella que se asienta en los valores del respeto
mutuo -clave en toda convivencia-, de los derechos y
de los deberes y en la capacidad de sacrificio. Desde
el punto de vista de los procedimientos este modelo
de disciplina está asentado en el diálogo,
en el razonamiento, en la negociación y en la
persuasión. Veamos en el siguiente cuadro (Jares,
2001a y 2001b) lo que, según este modelo, debemos
buscar y aquello que debemos evitar.
CUADRO
DISCIPLINA
DEMOCRÁTICA
DEBE
BUSCAR:
DEBE
EVITAR:
*
La cohesión y la integración
* La confianza
* La autoestima positiva. "Las escuelas deben
poner el énfasis en el éxito y
ser lugares en los que los alumnos sean felices,
se sientan a gusto y seguros, lugares en que
todos los estudiantes se encuentren queridos
y valiosos" (Curwin y Mendler, 1983:114). En
un sentido negativo, tampoco es menos cierto
que "a los alumnos que constituyen un problema
de disciplina a menudo les falta autoestima"
(Curwin y Mendler, 1983:77).
* La autonomía y la emancipación
* La empatía
* El cultivo de las buenas relaciones interpersonales
* El aprendizaje cooperativo
*
La exclusión
* El miedo
* Las amenazas
* La sumisión
* La ridiculización o humillación.
Como afirmaba Kant, "no apelar jamás,
con los niños, a sentimientos negativos,
susceptibles de acarrear el desprecio de si
mismos: la vergüenza no puede tener virtud
educativa".
* El silencio como norma constante
* El dominio
* La indiferencia en el trato interpersonal
* El derrotismo
* La indiferencia
* La competitividad interpersonal
Además
de estas reglas la disciplina democrática se
asienta, como decimos, en la discusión y negociación
de las normas de convivencia. Tanto en el plano escolar,
como en el social, la convivencia exige dotarse de un
marco de normas que regulen dicha convivencia, admitiendo
que es imposible encasillar a toda la realidad social
en un listado de artículos, por muy largo que
éste sea. Normas que deben ser aprobadas por
todos aquellos y aquellas a quienes afecten después
de una discusión exhaustiva y libre. Es decir,
debemos conjugar el respeto -de todos/as hacia todos/as-
con la necesidad de aprobar y consensuar normas de funcionamiento,
tanto en las familias como en los centros educativos.
Normas que, por lo tanto, deben ser sentidas, discutidas
y aprobadas por todas y todos los que conformamos una
determinada comunidad de convivencia, sea una familia
o un aula, y que deben tener como referente los principios
democráticos y los derechos humanos. Esta forma
de construir la convivencia será la mejor garantía
para su efectividad, al ser dichas normas sentidas,
valoradas y aceptadas como propias.
Este
tipo de procedimiento nos conduce inexorablemente a
la necesidad de la participación de todos los
sectores que componemos la comunidad educativa. Sin
participación no hay democracia. La participación
es, simultáneamente, un requisito y un valor
en el proceso de enseñanza-aprendizaje, en consecuencia
las estrategias didácticas fomentarán
y se apoyarán en el trabajo en equipo, en la
toma de decisiones consensuada siempre que sea posible,
en la cooperación, etc. La participación
de las familias en la vida del centro es otra necesidad
y un valor educativo en si mismo.
La
organización democrática del centro es
el contexto en el que pueden germinar y sedimentarse
el auténtico significado de la paz y los derechos
humanos. En este sentido, el alumnado aprenderá
lo que es la democracia viviendo en democracia; si queremos
que la escuela forme personas democráticas y
participativas, ella misma tiene que estar organizada
desde esos presupuestos. Por ello, la búsqueda
de una sociedad plenamente democrática, requiere
no sólo que el sistema educativo fomente una
actitud libre y participativa para la vida social futura
o de adultos, sino que, tal como se ha insistido (Cfr.
Jares, 1999b), el propio sistema educativo debe articularse
bajo los principios en los que dice fundamentarse.
3.
La resolución positiva de los conflictos
Como
atestiguan diferentes experiencias, desde pequeños
podemos aprender a resolver los conflictos de forma
noviolenta, situación que además facilitará
la creación de una nueva cultura del conflicto
(Jares, 2001b). En este sentido es bueno familiarizarnos
desde la Educación infantil con diversas estrategias
para la toma de conciencia sobre el conflicto y su resolución
por medios noviolentos. Entre ellas estamos utilizando
recursos didácticos como textos y libros literarios
que abordan diferentes conflictos y diferentes formas
de resolución; estudios de casos; marionetas;
dramatizaciones; juegos cooperativos; carteles; imágenes;
etc. (Jares, 2001a y 2001b). Pero además de ello
es fundamental que haya un entrenamiento en las dinámicas
reales de conflicto en las que en Educación Infantil
utilizamos fundamentalmente la negociación. Por
todo ello necesitamos planificar programas de intervención
sobre resolución de conflictos que de forma global,
tanto para el espacio de aula como de centro, y teniendo
en cuenta los tres protagonistas principales de la comunidad
educativa -profesorado, alumnado y madres/padres-, se
contemplen aspectos como:
Tiempo
para analizar e intervenir en conflictos, explorando
las diversas posibilidades de resolución.
Espacios
adecuados para abordarlos.
Oportunidades
para ensayar y ejercitarse en habilidades y técnicas
de resolución.
Experiencias
lúdicas y de dinámica de grupos que
faciliten la cohesión grupal.
Tiempo
para evaluar los grados de cumplimiento de los posibles
acuerdos
Apoyo
y estímulo por parte del equipo docente al
alumnado para que aprendan a resolver sus conflictos.
Organización
democrática del aula y centro escolar. Como
expresó N. Bobbio "sin democracia no
existen las condiciones mínimas para la solución
pacífica de los conflictos" (1991:14).
Fomentar
el aprendizaje cooperativo y el trabajo en grupos.
"Democratizar el trabajo, en los actuales contextos
educativos, significa sobre todo transformar el
currículum académico competitivo.
Es el escenario de las principales exclusiones sociales
que se producen por causa de la educación,
y constituye el principal fundamento de la jerarquía
que habita en las instituciones educativas" (Connell,
1997:102).
Ofrecer
un currículum integrado desde la visión
conflictiva de la realidad y en el que se cuestione
la violencia como forma de resolución de
los conflictos. Por consiguiente no se trata de
negar las diferencias y los conflictos sino de afrontarlos
de forma positiva, es decir, de forma noviolenta.
Afrontar los desacuerdos no implica generar dinámicasSCAR ACUERDOS Y SER RESPETUOSOS CON LOS
MISMOS
TENER ESPACIOS Y TIEMPOS PARA AFRONTAR LOS
CONFLICTOS
ENTORPECE
SU SOLUCIÓN:
INSULTAR
AMENAZAR
CULPABILIZAR
ACUSAR
DESPRECIAR/RIDICULIZAR
JUZGAR
VER SÓLO NUESTRA POSICIÓN
GENERALIZAR/ "ETIQUETAR"
PEGAR
SACAR OTRAS CUESTIONES NO LIGADAS AL CONFLICTO
4.
El impulso de una cultura de paz
Consideramos
que la educación para la convivencia no pretende
aprender únicamente unas determinadas estrategias
y habilidades para resolver conflictos. Además
de eso, nuestra propuesta se inscribe en un objetivo
más amplio y ambicioso: construir una nueva cultura
y relaciones sociales donde la violencia no tenga cabida.
Es necesario desde la educación infantil combatir
la aceptación de la violencia como forma de resolución
de los conflictos, porque es en esta etapa donde se
comienza a desarrollar este tipo de constructos. Violencia
que en su dimensión física se da más
en los niños que en las niñas, especialmente
por la mitificación de la masculinidad en torno
a la violencia que transmite nuestra cultura.
Como
hemos manifestado (Jares, 1996), una cultura de paz
tiene que renunciar al dominio en todos los ámbitos
de la actividad humana, tanto en los círculos
próximos de convivencia como en el nivel macroestructural.
La militarización de nuestra cultura en este
sentido es evidente. La historia y la cultura que se
transmiten, están asentadas en la mitificación
de las victorias militares, en la conquista y en la
colonización, en el dominio en definitiva. Frente
a este culto al dominio, la victoria sobre el otro,
de las que no están exentas determinadas proclamas
y prácticas religiosas, quiero recordar una frase
de Albert Camus, de su libro El primer hombre,
que en si misma y por si sola considero que es una ruptura
total de este pilar en el que se asienta nuestra cultura:
"y supo así que la guerra no es buena, porque
vencer a un hombre es tan amargo como ser vencido por
él" (1994). Si realmente consiguiéramos
hacer sentir la amargura de la victoria sobre el otro;
si realmente consiguiéramos hacer comprender
y sentir que en ningún caso nuestra victoria
puede venir por la derrota, la humillación, la
expoliación del otro, estaríamos dando
un paso de gigante en ese tránsito de la cultura
de la violencia en la que estamos asentados y socializados
hacia la deseada cultura de la paz.
Este
cuestionamiento del dominio no tiene nada que ver con
la necesaria autoafirmación de los individuos
y de los pueblos, de su lengua y cultura. Como decía
Gandhi (1988), soy internacionalista en cuanto que soy
nacionalista. Frente a la uniformización y al
pensamiento único, una cultura de paz se asienta
en el respeto a la diferencia, a la diversidad, al cultivo
de las diferentes creaciones culturales de los individuos
e de los pueblos, en tanto en cuanto son todas ellas
patrimonio de la humanidad. Pero esta reivindicación
del carácter propio nunca puede ir bajo proclamas
de domino o exclusión como "ser superior a",
"estar por encima de", o reclamar "limpiezas étnicas"
de triste actualidad, que dan pié a todas las
variantes de intolerancia y fascismos. Del mismo modo,
una cultura de paz tiene que desenmascarar la fabricación
de la noción de enemigo, habitualmente unido
a procesos de manipulación de la información.
Por
lo dicho, una cultura de paz tiene que replantearse
radicalmente el carácter sexista de nuestra cultura,
eliminando el dominio de los valores asociados al género
masculino sobre los femeninos. De las aportaciones del
movimiento feminista a la construcción de una
cultura de paz quisiera destacar dos especialmente.
Por un lado, el carácter inequívocamente
no violento de su lucha y su voluntad y actitud comprometida
con la construcción de un nuevo tipo de cultura
sin ningún tipo de dominio, lo que conlleva,
por otro lado, la feminización de dicha cultura.
Sobre esta ultima cuestión, hay dos aspectos
que debemos subrayar, el replanteamiento de la separación
entre lo público y lo privado, por un lado, y,
por otro, entre el pensamiento racional y el afectivo.
Una
cultura de paz exige e implica una cultura democrática,
y la defensa de los valores públicos frente a
los privados. En estos tiempos que estamos a vivir de
neoliberalismo implacable, que nos lleva a una mercantilización
de la democracia, conviene, tanto en el plano social
en general como en el educativo en particular, dar un
nuevo empuje regenerador al que denominamos cultura
democrática, cuando menos en un triple sentido:
Democratizando
el conocimiento y posibilitando el acceso a la cultura
al conjunto de la ciudadanía.
Favoreciendo
la participación y el control social de los
asuntos públicos, que exige un nuevo modo
de hacer y entender la política. Sin participación
no hay democracia.
Democratizando
la economía. Como dijo Norberto Bobbio "la
democracia se detiene en las puertas de las fábricas".
Una
cultura de paz es incompatible con el adoctrinamiento,
los dogmatismos y fundamentalismos de cualquier tipo,
bien sean religiosos, ideológicos, tecnológicos,
políticos, etc., tan frecuentes como devastadores
en la evolución histórica de la cultura
occidental, por más que nos los quieran presentar
ajenos a nosotros. Frente a los integrismos y los diferentes
anestesistas del espíritu crítico, una
cultura de paz se asienta en el debate, en la crítica
y en el diálogo, en la libertad de expresión
y de creación. Pero como indicaron Elena Gianini
Belotti, a propósito de la relación entre
sexos, o Garaudy en el plano social, el diálogo
y la verdadera comunicación solamente son posibles
entre iguales. Dicho en negativo, no existe auténtico
diálogo en las relaciones de dominio.
Una
cultura de paz tiene que recuperar para muchos ciudadanos,
desarrollar para otros y cultivar para todas y todos
el valor del compromiso y la solidaridad. Frente a la
cultura de la indiferencia, del menosprecio, de la mercantilización,
del individualismo, del triunfo y el enriquecimiento
personal a cualquier precio, una cultura de paz se asienta
en el compromiso social y, parafraseando a Ernesto Cardenal,
en la ternura de los pueblos, la solidaridad. Estos
dos pilares, junto a los enumerados anteriormente, tienen
un valor añadido: el de posibilitar a cada ciudadano
el aprendizaje del placer de compartir, de cooperar;
de ser solidarios y ser felices por eso. En este sentido,
la mirada global de paz por la que apostamos, impide
a cualquier ciudadano de cualquier país, por
muy avanzado que sea, parapetarse en ideas autocomplacientes
de "progreso" o de indiferencia mientras tres cuartas
partes de la población mundial "sobreviven" en
condiciones paupérrimas. Nadie puede vivir en
paz mientras esas situaciones de extrema injusticia
no sólo no desaparecen sino que, con el llamado
nuevo orden mundial, se están acentuando. La
mirada global de la paz conlleva, además del
rechazo de la guerra y cuantas formas de violencia directa
se produzcan, la desaparición de las violencias
estructurales, como el racismo, el sexismo, la xenofobia,
etc., la lucha contra la pobreza, la exclusión
social y la marginación en cualquier lugar del
planeta.
Finalmente,
una cultura de paz exige y se fundamenta en la plena
coherencia entre los medios a emplear y los fines a
conseguir. Frente a la cultura dominante que separa
los fines de los medios, que proclama que "el fin justifica
los medios", que da vía libre a la cultura del
"todo vale" y al uso indiscriminado de cualquier medio
para lograr los fines marcados - características
tan vivas en nuestra sociedad con ejemplos bien recientes
y conocidos en diferentes ámbitos, económico,
político, militar, deportivo, etc.-, la tradición
noviolenta como la de la Investigación para la
Paz resaltan la centralidad de este principio, estableciendo
una relación orgánica entre ambos polos,
sin ningún tipo de jerarquías ni prioridades,
sino como procesos de una misma naturaleza. Para expresarlo
una vez más en palabras de Gandhi, "los medios
están en los fines como el árbol en la
semilla". Los fines que buscamos deben estar ya presentes
en los medios o estrategias a emplear, tanto por razones
de coherencia ética como, tal como nos recuerda
J.M. Muller (1983), por razones de "eficacia". Por consiguiente,
parafraseando a Adolfo Sánchez Vázquez,
"hay medios tan repulsivos como la tortura, el terrorismo
individual y de estado y, en general, la violación
de los derechos humanos, que, cualquiera que sea la
bondad de los fines que se proclaman y que, supuestamente,
se pretende cumplir, son intolerables" (1996:19).
5.
Programa educativo municipal "Aprender a convivir"
Para
finalizar esta ponencia quiero presentar brevemente
la experiencia del Programa educativo municipal Aprender
a convivir que estoy coordinando en la ciudad de Vigo
con el patrocinio y respaldo institucional de la Concejalía
de educación y mujer. Este es el segundo año
de funcionamiento del programa en el que participan
18 centros de educación infantil y primaria,
además de otros tres de Secundaria.
Los
objetivos
ElPrograma educativo municipal "Aprender a convivir"
pretende ofertar al conjunto de la ciudadanía,
y muy particularmente a los diferentes sectores de la
comunidad educativa, una serie de propuestas y recursos
para construir una convivencia más sana y respetuosa
entre todas y todos, democrática, solidaria y
sin ningún tipo de discriminaciones y violencias.
Más concretamente los objetivos del mismo son:
Favorecer
una convivencia positiva y democrática en los
centros escolares de Educación Infantil, Primaria
y Secundaria del Ayuntamiento de Vigo.
Aprender
a convivir con el conflicto de forma positiva.
Rechazar
la violencia como forma de resolución de los
conflictos.
Prevenir
conductas intimidatorias y de maltrato entre el alumnado,
favoreciendo actitudes contrarias a todo tipo de discriminación
y de violencia.
Desarrollar
una cultura de la paz asentada en los derechos humanos
y en los valores de respeto, tolerancia y democracia.
Generar
una red de mediadores y mediadoras de resolución
de conflictos entre los estudiantes de los centros
escolares del Ayuntamiento de Vigo.
El
ámbito fundamental de intervención son
los centros educativos de enseñanza no universitaria
del Ayuntamiento de Vigo. Por consiguiente, los destinatarios
son el profesorado, el alumnado y las familias del alumnado
de Educación Infantil, Educación Primaria
y Educación Secundaria. Debemos señalar
que el Programa también está abierto al
conjunto de la ciudadanía, a las diversas entidades
y colectivos de la ciudad. De hecho en una segunda fase,
el programa quiere convertirse en una propuesta integral
y comunitaria abarcando en ámbito de gestión
de diversas concejalías.
Lo
que ofrece el programa
El
Programa no es algo totalmente cerrado. No se trata
de ofrecer unas orientaciones y unos materiales para
que otros los apliquen, sino de explicitar unos principios
y normas de actuación a partir de los cuales
construir colectivamente un proyecto de intervención
para favorecer la convivencia. Incluso de las opciones
que oferta el Programa cada centro podrá coger
aquellas que más le interese. Las propuestas
y recursos que se ofrecen a los centros inscritos son:
*
Formación para los tres sectores de la comunidad
educativa
Cursos
de formación para el profesorado de 30 horas
de duración, homologados por la Consejería
de Educación de la Xunta de Galicia.
Actividades
y cursos de formación para madres y padres
sobre esta temática.
Actividades
y cursos de formación para estudiantes, particularmente
de formación de mediadores/as en resolución
de conflictos.
*
Asesoramiento a los centros
En
los centros seleccionados para participar en el Programa,
y siempre y cuando lo soliciten, se desarrollarán
sesiones de asesoramiento sobre los diversos aspectos
del mismo. Se dará prioridad a aquellos que tengan
elaborado un proyecto de intervención en esta
temática y estén desarrollando actividades
del mismo. Especialmente importantes serán las
sesiones de coordinación con las personas responsables
del Programa en los centros, que se celebrarán
al menos una por trimestre.
*
Servicio de mediación
Para
los centros participantes en el Programa, se ofrece
la posibilidad de que miembros del Equipo de trabajo
hagan de mediadores en conflictos ligados a la vida
del centro, siempre y cuando se hayan utilizado previamente
los mecanismos internos de resolución.
*
Trabajo directo con el alumnado
Desde
el Programa las intervenciones directas con las y los
estudiantes las concretamos fundamentalmente en cuatro
tipos:
En la sensibilización
y formación en dinámicas de resolución
de conflictos.
En la formación
de la red de mediadores/as para la resolución
de los conflictos entre los propios estudiantes.
En algunos
de los tópicos de los tres itinerarios que
conforman el apartado dedicado al currículo:
Itinerario de educación afectiva y relaciones
interpersonales, Itinerario de resolución de
conflictos y noviolencia e Itinerario de educación
para la paz y los derechos humanos.
En algunas
actividades extraescolares.
*
Materiales de apoyo
Todos
los centros del Ayuntamiento de Vigo recibirán
los materiales propios diseñados específicamente
para el Programa. Inicialmente son:
Libro "Aprender
a convivir", editado por Xerais (2001) y escrito
por el coordinador del programa, Xesús R. Jares,
en el que se recogen las claves desde las que se vertebra
el programa, propuestas de intervención y recursos
didácticos.
Tres
carteles: uno con el logotipo del Programa, otro
sobre qué hacer ante un conflicto y un tercero
sobre la mediación.
Dos trípticos:
uno sobre el Programa y otro sobre la mediación.
Dossiers
informativos con experiencias y recursos.
Adhesivos
y marcadores de libros.
Maleta
pedagógica, con diferentes materiales didácticos
relacionados con el programa.
La
experiencia del primer año (curso 2000-2001)
El
curso 2000-2001 ha sido el año académico
en el que se ha diseñado y presentado el programa
a los diferentes sectores de la comunidad educativa.
En efecto, una vez que se han concretado los objetivos
y líneas de intervención, se ha pasado
a la fase del diseño gráfico del mismo
y de elaboración de materiales didácticos.
Después el programa se ha presentado en la Comisión
pedagógica del Consejo Escolar Municipal de Vigo
(CEMV), órgano que había aprobado previamente
la prioridad de trabajar en esta temática. Una
vez asumido por la Concejalía de educación
y mujer fue presentado al pleno del CEMV. También
fue presentado a la asamblea de directores/as de Educación
Infantil y Primaria, y a la asamblea de directores/as
de Educación Secundaria. También se insistió
en presentarlo a la Federación Olívica
de Asociaciones de madres y padres de alumnos, pero
finalmente por problemas técnicos tuvo que aplazarse
para el curso 2001-2. Igualmente fue presentado al conjunto
de la sociedad a través de los medios de comunicación
y más tarde a través de la presentación
el libro "Aprender a convivir". Además de esta
labor de diseño y difusión, se inició
una tercera actividad ligada a la formación del
profesorado con el primer curso de 30 horas y diversas
reuniones de trabajo con grupos de profesores/as.
En
el segundo año de funcionamiento, curso 2001-2,
se ha proseguido con la difusión; la formación
del profesorado, a través del segundo curso de
formación de 30 horas y un curso de especialización
de 20 horas (impartidos ambos entre los meses de octubre
y noviembre de 2001). También se ha iniciado
la formación para el alumnado, a través
de los cursos de formación de mediadores/as y
otras actividades, tanto en horario escolar como extraescolar,
y la formación para madres y padres. Igualmente
continúan las sesiones de coordinación
y asesoramiento a los centros; el apoyo al programa
con más materiales y recursos, entre ellos ya
está en la red la web del programa (www.aprenderaconvivir.org),
la distribución de las maletas pedagógicas
y la elaboración y distribución de una
publicación sobre el tema para madres y padres,
etc.
Aún
es muy temprano para hacer una evaluación del
programa, pero las evaluaciones parciales que hemos
hecho de los cursos de formación, tanto de formación
del profesorado como de formación de mediadores/as,
el amplio eco del programa tanto en Galicia como fuera
de Galicia; el número de centros inscritos, en
total tenemos 21 centros participando en el programa,
14 de ellos inscritos en el curso 2000-1 y otros 7 centros
más inscritos en el curso 2001-2; la reedición
de buena parte de los materiales; etc., son indicadores
que nos invitan a tener esperanza en el futuro.
Para
más información sobre este Programa pueden
dirigirse a:
BARCELLONA,
P. (1992): Postmodernidad y comunidad: El regreso
de la vinculación social. Trotta, Madrid.
BELOTTI,
E. G. (1984): Las mujeres y los niños primero.
Laia, Barcelona.
BOBBIO,
N. (1991): El tiempo de los derechos. Sistema,
Madrid.
CAMUS,
A. (1994): El primer hombre. Tusquets, Barcelona.
CONNELL,
R.W. (1997): Escuelas y justicia social. Morata,
Madrid.
CURWIN,
R.L. y MENDLER, A.N. (1983): La disciplina en clase.
Guía para la organización de la escuela
y el aula. Narcea, Madrid.
GANDHI,
M. (1988): Todos los hombres son hermanos. Sígueme,
Salamanca.
JARES,
X.R. (1992): El placer de jugar juntos. CCS,
Madrid.
JARES,
X.R. (1996):"A mirada global da paz".En JARES, X.R. (Cdor.): Construir a paz. Cultura
para a paz. Xerais, Vigo, pp.11-21.
JARES,
X.R. (1999a): Educación para la paz. Su teoría
y su práctica. Popular, Madrid, 2? edición.
JARES,
X. R. (1999b): Educación y derechos humanos.
Estrategias didácticas y organizativas. Popular,
Madrid (Edición en gallego en 1998, Edicións
Xerais, Vigo).
JARES,
X.R. (2001a: Aprender a convivir. Xerais, Vigo.
JARES,
X.R. (2001b): Educación y conflicto. Guía
de educación para la convivencia. Popular,
Madrid.
MULLER,
J. M. (1983): Significado de la noviolencia. CAN,
Madrid.
NOVARA,
D. (1987): Scegliere la pace. Educazioni ai rapporti.
Abele, Turín.
PORRO,
B. (1999): La resolución de conflictos en
el aula. Paidos, Buenos Aires.
SANCHEZ
VÁZQUEZ, A. (1996): "Anverso y reverso de la
tolerancia". Claves de razón práctica,
n? 65, setembro, pp.14-19.
SEMINARIO
DE EP DE LA APDH (1990): La alternativa del juego
II. APDH, Madrid.