Los niños y la escolarización. Ambientes activos modificantes que propician la descentralización del pensamiento del educador
LOS
NIÑOS Y LA ESCOLARIZACIÓN
Ambientes
activos modificantes que propician la descentralización
del pensamiento del educador
Acercaos
al borde, les dijo.
Tenemos miedo, respondieron.
Acercaos al borde, les dijo.
Se acercaron.
El les empujó y salieron volando.
Apollinaire
Uno
de los grandes desafíos de la escuela es optimizar
el proceso de formación de los niños,
procurando que los educadores sean efectivos mediadores
entre el mundo y los niños y entre éstos
y el mundo. El rol del educador - mediador consiste
en facilitar el aprendizaje, no en entorpecerlo, para
lo cual, propone pero no impone. Está presente
cuando el niño lo necesita y se aleja cuando
su presencia lo inhibe.
Debe
ser capaz de corregir al niño que está
equivocado, pero sin imponerle su verdad, sino guiándolo
para que éste avance. Respeta su ser, pero sugiere
modificar su hacer. Para el educador - mediador, la
equivocación y la verdad no constituyen polos
antinómicos, sino aspectos de un proceso sin
fin. No importa si el niño está equivocado
o si tiene razón, sino que debe comprender por
qué está equivocado o por qué tiene
razón. No es la respuesta lo principal, sino
la comprensión que tenga del proceso. El educador
- mediador evitará que el niño solo memorice
y repita sin comprender; le ayudará a ser creativo
y moralmente responsable.
Lo
anterior sucede porque nadie es igual a otro. Los educadores
- mediadores deben cooperar en el desarrollo de las
diferencias entre los niños, que paradojalmente,
son las únicas que fundamentan y dan sentido
a la unidad y no a la uniformidad.
Las
diferencias entre los niños, las situaciones
y los contextos hacen que no sea suficiente reconocer
la existencia de la heterogeneidad, sino que se debe
vivir en y con ella. Este es el punto de partida del
proceso de formación.
Por
otra parte, es importante precisar - para no olvidar
- que todo niño se educa desde la más
temprana infancia, si bien lo hace de manera informal,
no es menos sistemática y metódica que
la educación que recibirá en la escuela.
Ambas formas de educar siguen modelos distintos, con
lógicas diferentes que deben complementarse en
la escuela. Cualquiera sea el caso, hay que atender
a las capacidades que todo niño posee.
En
consecuencia, los desafíos que plantea la escolarización
se refieren a los modelos que sustentarán y orientarán
el trabajo pedagógico y a las diversas circunstancias
que contextualizan y construyen el sentido educativo.
Será un gravísimo error suponer que las
limitaciones epistemológicas que fundamentan
el modelo vigente de escolaridad se superarán
solo con buenas intenciones.
La
educación es una experiencia social en la que
los diferentes agentes que intervienen en la formación
del niño se interrelacionan para que ésta
sea integral, sistémica y holística. Lamentablemente,
desde la más temprana edad, los niños
se escolarizan y las intenciones educativas no trascienden
del mero discurso.
La gran capacidad
para aprender y a la vez la misma capacidad para inhibirla,
es la gran paradoja que deteriora la propensión
al aprendizaje del ser humano. Los niños no aprenden
en la escuela, y cuando creen hacerlo, solo muestran
un acto mecánico. El pensamiento y la autoestima
se deterioran, conduciéndolos muchas veces al
fracaso escolar que excluye, rotula y denigra.
La
escolarización que atrapa al niño apenas
cruza el umbral de la escuela exige el cumplimiento
a la excelencia decidida por un poder instituido que
construye una "relación pedagógica
asimétrica"(Perrenaud, 1990) ya que
no todos tienen las mismas posibilidades ni oportunidades.
El curriculum parece confeccionado para un tipo ideal
de niño, en el que no todos encajan.
El
aprendizaje connatural al niño se va transformando
en una tarea ardua, dificultosa y aburrida. El deseo
de aprender da paso a la obligatoriedad. No hay placer
por aprender y el deseo primigenio se transforma en
un sentimiento de incapacidad. La autoestima comienza
el camino de la inutilidad y del pesimismo.
Numerosas
investigaciones sobre el fracaso escolar, han concluido
que la escuela incuba condiciones favorables para gestarlo.
Por ejemplo, el paradigma científico imperante
separa a los contenidos en parcelas superespecializadas
sin relación entre ellos ni con la experiencia
cotidiana. Los más afectados son los niños
de sectores socioculturalmente más deprivados
ya que están más desprovistos de la guía
intencionada de un agente mediador que facilite su aprendizaje
desde los primeros años de educación formal.
Es
necesario despertar la conciencia para no entramparse
en la imagen de mundo pre formada que mantiene
la ignorancia y la participación en un ambiente
pasivo aceptante. La "falsa conciencia"
(Romano, 1998) entrampa de tal manera al pensamiento
que no le permite funcionar de manera autónoma.
Se acepta dócilmente todo lo que se ve, se lee
y se escucha. No hay disenso ni conciencia crítica
que emane de la opinión autónoma. Como
la sumisión y la pasividad cognitiva otorgan
seguridad, no hay conciencia, por lo que se cree que
tampoco hay consecuencias.
Bajo
esta óptica, es difícil otorgar credibilidad
a los niños con dificultades para aprender, ya
que de antemano se los ha predestinado al fracaso. La
escuela tiene que reconocer la diferencia y no discriminar
entre los que saben y los que no saben.
Es
esencial que los niños reflexionen, comprendan
y tomen conciencia del sentido que tiene el aprendizaje
y del propósito de sus acciones ya que los aprendizajes
futuros son la consecuencia inevitable del desarrollo
de su pensamiento. "La educación debe
permitir que todos puedan aprovechar esta información,
recabarla, seleccionarla, ordenarla, manejarla y utilizarla"
(Delors, 1996), ya que la adquisición, la actualización
y el uso de los conocimientos son funciones relevantes
de todo proceso educativo.
Hay que generar
estrategias sinérgicas, no invasivas, que transformen
a la escuela en un ambiente activo modificante donde
germinen y fructifiquen relaciones multidireccionales
entre el educador, los estímulos y el niño,
evitando la tradicional unidireccionalidad vertical,
pasiva y carente de significado y trascendencia. El
ambiente pasivo aceptante inhibe y anquilosa las habilidades
del pensamiento, pavimentando el camino de la rutina
y la enajenación.
Se
necesita un ambiente que transforme lo pasivo aceptante
en activo modificante, que proporcione una sólida
base conceptual desde el inicio de la escolaridad y
queoriente hacia las fortalezas más que
a las debilidades de los niños.
Muchos
niños y educadores van formando a veces
de manera inconsciente- parte del ambiente pasivo aceptante,
llevando una vida escolar sin participación ni
comprensión del proceso. Las reformas educativas
intentan preocuparse del problema pero se sigue manteniendo
y reforzando un sistema escolar basado en la repetición
y no en la creación. La pasividad del ambiente
deteriora el pensamiento e impide ver con claridad los
beneficios y los aportes de la educación como
construcción social. El peso del ambiente pasivo
aceptante es tan fuerte que aprisiona con cadenas invisibles,
y los niños cada vez entienden menos lo que aprenden.
Un
niño con funciones cognitivas deficientes no
comprende lo que lee ni lo que escribe a pesar
que ante los estímulos, elige de lo que ve lo
que le sirve o lo que le gusta; lo que lo atrae y lo
que rechaza. Selecciona la naturaleza de las respuestas
y queda afectado por la naturaleza de su desarrollo.
La acumulación de datos que a diario se desparraman
sobre él, le dificultan discernir entre lo relevante
y lo irrelevante, y por ende, transformar los datos
en información.
La
enseñanza escolar requiere una visión
optimista ante las dificultades de los niños,
sobre todo, ante los determinantes distales que tradicionalmente
son considerados causa del fracaso escolar: problemas
socioculturales, emocionales, ambientales, genéticos,
económicos, etc. La mediación como enfoque
activo modificante, posibilita visualizar una salida
para las situaciones en que la realidad escolar se torna
dramática en cuanto a los resultados que se obtienen
desde el comienzo de la escolaridad y no cesan hasta
los grados superiores.
Los
niños llegan a la escuela con preguntas y deseos
de aprender y el sistema les ofrece más certezas
que incertidumbres. No es extraño entonces, que
desde el primer año, el niño sienta temor
no solo de preguntar, sino también de responder.
Recurre a las frases estereotipadas y aprendidas de
memoria. No tiene conciencia del proceso que lo lleva
a dar tal o cual respuesta ni se pregunta por lo que
está conociendo.
La
pregunta ayuda a que el conocimiento forme parte de
la estructura del pensamiento de los niños y
evita el mecanicismo que una vez utilizado se olvida.
" el temor a hacer preguntas es resultado
de la domesticación" (Romano, 1998).
Las pautas que configuran
la cultura escolar no consideran a la pregunta como
base del entendimiento y muchos niños y educadores
no hacen y no se hacen preguntas en la escuela, incluso
actualmente en que los medios tecnológicos de
información entregan un terreno fértil
para la indagación y la re-creación. Sin
embargo, reaccionan de manera distinta fuera de la escuela
donde las preguntas extra muros escolares surgen rápidas
y fluidas.
En
muchas escuelas, se vive un mundo de apariencias en
donde se fracciona el conocimiento, y se "enseña"
sin creatividad ni encantamiento. Se necesita desafiar
al asombro y terminar con la certeza de que "todo
está bien y tranquilo". Hay que provocar
la pregunta que surge incluso de la ignorancia. Por
lo tanto, hay que revisar las prácticas pedagógicas
rutinarias y buscar nuevas alternativas que fortalezcan
la comunicación y transformen la base motivacional
de los niños. Pasar de una cultura de aislamiento
a una cultura de interrelaciones.
La sociedad de la
información que cada día nos inunda con
más avances, afecta e incide en los significados
que los niños y educadores construyen desde la
escuela y desde los medios tecnológicos de información
a los que están expuestos. Sin embargo, son pocas
las ocasiones en que nos preguntamos sobre la significatividad
de la información que nos "modela"
socialmente (Romano, 1998).
La
cultura escolar tiene que recuperarse de la enfermedad
"paidogénica" (Ferguson, 1991),
provocada por el mismo sistema educativoque
la ha tenido postrada por tanto tiempo, para que pueda
aliarse y complementarse a los nuevos cambios.
Los niños
son los que mañana tomarán el relevo de
las generaciones adultas, por lo que es necesario que
el progreso del conocimiento sea un instrumento de promoción
y no de discriminación del género humano
(Delors, 1996). Si la escuela continúa excluyendo
a los niños que necesitan mediación, será
difícil que actualicen sus potencialidades y
salgan del círculo vicioso de la rutina escolar.
Muchos
educadores aducen no tener tiempo para mediar, ya que
creen que es agregar más horas al programa que
los atrasaría respecto a otros colegas que van
más adelante con los contenidos. Es una carrera
donde el vencedor es el que "pasa" más
contenidos en menos tiempo, sin importar si el niño
los comprendió siquiera en forma mínima.
De esta forma, se va minando la capacidad y el placer
por aprender.
Las
fisuras de esta situación son impredecibles y
remiten a la mentalidad sumisa que no explora las situaciones
que le incumben. Estas se aceptan y el mundo se configura
a partir de patrones preestablecidos difíciles
de erradicar, ya que forman parte de las estructuras
cognitivas. No se puede entender la esencia de la información
cuando no se indaga sobre el efecto que produce en las
propias vidas. Quien ignora el saber que se oculta intencionalmente,
ignora también sus intereses, por lo que no los
puede cuestionar. Si lo llega a hacer, es calificado
como indeseable. Del mismo modo, no sabe lo que necesita
aprender y lo que no tiene significado. ?Cuántos
educadores se hacen preguntas acerca de qué
es conveniente de lo que enseñan?. "Nadie
puede desear una cosa de la que no tiene noticia, de
la que nunca ha oído hablar" (Romano,
1998)
El
gran temor de los profesores para atreverse a dejar
las viejas costumbres, es que no saben que hacer ante
los cambios y prefieren seguir viviendo en la "acumulación
de niebla y humo" (Ferguson, 1991) que los
protege de la realidad amenazante. El poder y la libertad
que ostenta el profesor para hacer y decidir dentro
de la sala de clases es desestimado por ellos mismos,
siendo que es la condición para identificar y
superar los conflictos producidos por el rechazo a los
cambios.
Aquí
surge el concepto de privación cultural como
la deficiente transmisión de la propia cultura.
En la escuela, esto se observa en los ambientes pasivos
aceptantes de la escolarización
que predetermina lo que se debe enseñar y aprender,
sin dar posibilidad al educador y al niño de
cuestionar y proponer relaciones pertinentes a su cotidianeidad.
Para favorecer un
ambiente activo modificante en la escuela, el educador
- mediador debe ayudar a generar preguntas para favorecer
la toma de conciencia. Incluso, para dar un paso más
allá de la concienciación. A saber, los
niños tienen que preguntarse: ?qué hago
para reunir los datos? ?qué hago para procesarlos?
?qué hago para comunicar con éxito lo
que aprendí?. Cuando logren contestar a esas
preguntas -que también debe hacérselas
el educador- habrán incrementado
la capacidad de aprender, utilizar lo aprendido y aplicar
a otros contextos.
Descubrir la capacidad
que los niños tienen para aprender es un
proceso dialógico, no mecánico,
en el que el niño toma conciencia de cómo
aprende y como puede recrear lo aprendido. Hace metacognición:
aprende a aprender.
Mejorar
la calidad de la educación tiene que dejar de
ser un repetido y estereotipado discurso. Los educadores
tienen que creer que todos los niños están
en condiciones de aprender, y no solo los que aparentemente
tienen desarrollada la capacidad. No es una perspectiva
utópica, ya que el educador es un profesional
que se ha preparado para tales menesteres. Tal como
un médico, que será más eficiente
mientras menos pacientes enfermos tenga, así
también el educador será más eficiente
mientras menos fracaso escolar produzca.
El
educador - mediador, se relaciona afectivamente con
los niños y les facilita la selección
y organización de estímulos para que adquieran
nuevos patrones de conducta que favorezcan la obtención,
elaboración y comunicación de la información.
Es una buena forma de incentivarlos hacia la recuperación
del gusto por aprender. La mediación es un determinante
proximal para el logro del desarrollo del pensamiento
autónomo y favorece que el niño sepa utilizar
lo aprendido. El educador, al conocer el poder de la
interacción cualitativa, puede saber lo que quiere
o necesita el niño y aplicar estrategias de interacción
específicas y pertinentes.
El
determinante proximal impacta en el ámbito actitudinal
y motivacional de los niños. Su naturaleza se
manifiesta por la definición cooperativa de los
problemas, donde se comparten las propuestas divergentes
de las discusiones grupales. El educador que busca estrategias
alternativas a las tradicionales en beneficio del aprendizaje
de los niños participa de un proceso que va ligado
a la reflexión sobre la acción pedagógica.
Fomenta el desarrollo de un modelo colaborativo
que permite la comunicación y la búsqueda
de nuevas alternativas. Propende a una cultura de interrelaciones
y de constructores diseñadores, en detrimento
de la cultura escolar de aplicadores aislados y víctimas
del modelo frontal.
Los programas y
normas establecidos no se desechan, sino que se adecuan
a las preocupaciones de los niños para ofrecer
alternativas de acción que favorezcan el desarrollo
de personas más flexibles y adaptables con capacidad
de aprender de manera proactiva.
La
creencia de que enseñar es una actividad simple,
fácil y poco sensible a los cambios explica la
dificultad de cambiar las prácticas pedagógicas.
La mayoría cree que enseñar es hablar
sobre algo, sin mayores métodos, ni intenciones
o estrategias especiales. Para desterrar la rutina y
mecanización escolar, el educador deberá
partir de los intereses de los niños y no de
sus ideas preconcebidas sobre esos intereses. El cambio
debe partir por el pensamiento del educador y no solo
de un cambio en el currículo.
Es
indispensable re-pensar los espacios escolares con el
fin de contribuir a modificar las experiencias que reciben
los niños que se están formando, y evitar
que caigan en el letargo escolar que los mantiene sumidos
en un sueño del que no parecen despertar. Se
anquilosan sus funciones cognitivas y la pasividad intelectual
se transforma en el modo de operar cotidiano.
Como
no se trata solo de tener la buena intención
de mediar al niño, se necesita capacidad pedagógica
y conocimientos profundos y estables acerca del desarrollo
del aprendizaje. También se necesita tener la
autonomía necesaria para flexibilizar el curriculum
si el caso lo requiere. Descentralizar el pensamiento
es liberarse de la mentalidad sumisa que subyuga e inmoviliza,
solo así se podrá descentralizar el curriculo.
Esto vale desde los primeros niveles de educación
formal hasta los grados de educación superior,
en los que los profesores no están ajenos a la
deficiencia de las habilidades cognitivas de sus alumnos,
al desencanto y al desinterés por aprender.
En la escuela, por
años ha imperado el mismo modelo pedagógico
reactivo y vertical que ofrece páginas de tareas
y libros de textos que provocan la desmotivación
tanto del niño como del educador. La rutina ocupa
el lugar de la motivación, la repetición
el de la creación y el aburrimiento el del encantamiento.
Todos quieren irse luego de la escuela ya que no provoca
el deseo de anhelarla.
Ambientes Activos
Modificantes.
El
objetivo pragmático de la escuela no resta distancia
al plano axiológico que se manifiesta en el poder
que decide lo que hay que aprender y para que hay que
aprenderlo. La superación de la brecha está
en el desarrollo de las habilidades del pensamiento
y en la conciencia de que se poseen y utilizan adecuadamente.
La
mediación es el determinante proximal que configura
el ambiente activo modificante donde el niño
aprende y elabora su conocimiento para ser un pensador
autónomo. Dicha experiencia impacta en el óptimo
desarrollo del pensamiento y se refleja en su ámbito
actitudinal y motivacional.
Los niños
partícipes de un ambiente activo modificante
no se limitan a permanecer quietos ante las cosas que
parecen estar bien, tampoco solo se mueven,
sino que actúan plenamente conscientes de sus
actos. Indagan, son curiosos, hacen preguntas, quieren
saber más acerca de las cosas y de lo que pueden
hacer con ellas.
En
la escuela, la naturaleza de la acción mediadora
se manifiesta por la definición cooperativa de
los problemas, donde se comparten propuestas divergentes
en las discusiones grupales de los niños. El
educador -mediador los implica en su experiencia de
aprendizaje y favorece la metacognición. El desarrollo
de las funciones cognitivas favorece el conocimiento,
el sentimiento de ser capaz y el optimismo ante el aprendizaje.
Por ejemplo, en
la fase de entrada de la información, la clara
percepción de las cosas y de los hechos; el comportamiento
exploratorio de una situación de aprendizaje;
la precisión y exactitud en la recopilación
de datos; la consideración de dos o más
fuentes de información a la vez, etc., son algunas
de las funciones cognitivas que permiten que los estímulos
que se presentan ante el alumno sean incorporados de
manera eficiente al proceso de pensamiento.
En la fase de elaboración
de la información, funciones tales como la definición
de un problema; la distinción de datos relevantes
de los irrelevantes; la conducta comparativa; el pensamiento
hipotético inferencial; la planificación
de la conducta; la elaboración de categorías
cognitivas; el establecimiento de relaciones virtuales,
etc., procesan todos los estímulos captados en
la entrada.
En la fase de salida
de la información, funciones tales como la comunicación
abierta y fluida; los instrumentos verbales; la precisión
y exactitud para comunicar la respuesta; el transporte
visual, etc. permiten que los datos elaborados se comuniquen
de manera eficiente (Feuerstein, 1991).
Las implicancias
educativas que el desarrollo de las funciones cognitivas
tiene en la escuela es innegable. El niño tiene
que aportar con sus conocimientos y sus aplicaciones,
ser capaz de tomar decisiones acertadas, solucionar
problemas, relacionar distintas situaciones, emitir
juicios, hacer conjeturas, etc.
Si los niños
tienen funciones cognitivas deficientes en la fase de
entrada, reciben mal la información, por lo que
aunque la elaboren de acuerdo a criterios lógicos
rigurosos, entregan una información incorrecta.
Ahora bien, si la información recibida es correcta
pero mal elaborada, lo más probable es que la
respuesta dependa del azar, disminuyendo la seguridad
en sus procesos mentales. Por último, se da el
caso de aquellas personas, que reciben y procesan bien
la información, pero carecen de las herramientas
para entregarla, por lo que fracasan en su intento.
No saben como decir lo que saben. Evidentemente, esto
redunda en la aupercepción que es fundamental
para el desarrollo de la autoestima.
Generalmente en
la escuela, la falta de instrumentos verbales tanto
de la fase de entrada como de salida de la información
es una de las causas más significativas de fracaso.
Lo mismo pasa con la constancia y permanencia del objeto
-función relevante de la fase de elaboración-
que diferencia entre lo relevante e irrelevante de un
estímulo. Si un niño con las funciones
cognitivas deficientes no puede apreciar lo que permanece,
menos podrá apreciar lo que cambia y se verá
seriamente obstaculizado para profundizar hacia niveles
de mayor complejidad y abstracción. Este aspecto
es de medular importancia en el proceso educativo del
sistema escolar.
El educador - mediador
preocupado de activar la propensión hacia el
aprendizaje de los niños, debe preguntarse:
- ?La verbalización
del niño me permite captar el proceso de razonamiento
que ha seguido para solucionar el problema?
- ?Cuál
es la base sobre la que se asienta la argumentación
de sus acciones?
- ?Necesita
que le explique de otra forma la tarea a realizar?
- ?Cómo
establece relaciones entre las cosas y entre los hechos?
- ?En que momento
se produce el insight?
-
etc
La
pregunta favorece la relación dialógica
y acorta la distancia entre el educador y los niños.
El rol del educador es adecuar su práctica para
que los niños sean partícipes activos
del proceso de aprendizaje. De acuerdo a Feuerstein,
se trata de encontrar el índice de capacidad
para aprender que existe en el niño y que muchas
veces está oculto. En el proceso de enseñanza
el niño toma conciencia de cómo obtiene
la información y en el proceso de aprendizaje,
descubre cómo la puede re-crear. El mismo autor
piensa que cuando un niño tiene un bajo rendimiento,
la causa está en el mal uso de los factores necesarios
para el funcionamiento adecuado de su pensamiento.
Actualmente, la
escuela tiene grandes posibilidades de generar ambientes
activos modificantes gracias a las nuevas tecnologías,
ya que mientras más fuerza tiene el medio, más
activo es el receptor. Paradójicamente en la
escuela, la fuerza del medio disminuye y la pasividad
atrapa al receptor.
No se trata solo
de abrir la escuela a las nuevas tecnologías,
si no, preguntarse por la visión de mundo que
se está formando en los miembros de la sociedad.
Esto repercute en el modo en que los profesores perciben
los cambios en la escuela (Salinas y San Martín,
1997). Es el producto de un proceso cognitivo en que
se piensa sobre lo que se hace, y se hace responsablemente
lo que se piensa.
Para
rescatar el valor pedagógico de la escuela se
necesita re-pensar el aprendizaje desde el curriculum.
El educador debe pensar en qué enseña,
cómo lo enseña y por qué decide
enseñar." comprender el
aprendizaje en la era de la hegemonía de las
tecnologías de la información, es aportar
conocimientos relevantes para abordar desde nuevas coordenadas
el desarrollo del curriculum" (Salinas y San
Martín, 1997). Claro que se necesita que los
educadores sean capaces de hacerse preguntas y establecer
relaciones inéditas. No hay que desconocer que
hay precariedad en muchos de los conocimientos impartidos
en la escuela, pero hay otros muchos que permaneces
vigentes. Estos son lo que el educador tiene que descubrir.
Evidentemente,
la sociedad de la información reclama un cambio
radical en la formación inicial de profesores,
pero no solo se trata de capacitar al profesorado ni
de agregar nuevas materias al curriculum. Es un cambio
de pensamiento que comienza por la descentralización
del pensamiento del profesor.
De
nada sirve informatizar las aulas, si los profesores
no les saben dar un uso educativo. "las dos
actuaciones prioritarias son la elaboración de
los nuevos materiales educativos y la formación
de maestros/as para el uso educativo de dichos materiales"
(Echeverría, 1999). Uso que debe incluir la sensibilización
y la toma de conciencia del significado y trascendencia
de la magnitud de su alcance.
Un buen recurso
para los educadores son los patrones de la vida cotidiana
de los niños. Esta potencialidad
dialógica y cultural es un avance cualitativo
respecto a los métodos de educación tradicional
y una buena forma de participación en la escuela
que posibilita el acceso al conocimiento y a la motivación
de logro.
Los educadores tienen
que sentirse partícipes activos y no solo meros
reproductores, ya que son los que llevan las reformas
al aula. Hay que valorar la cotidianeidad y conectarla
al curriculum escolar para articular eficientemente
el conocimiento.
Pasar
de un ambiente pasivo aceptante a uno activo modificante
puede ser realizado en la sala de clases por el educador
- mediador que con intencionalidad buscará la
reciprocidad de los niños para hacer del proceso
educativo una experiencia gratificante, significativa
y trascendente.
Descentralización
del currículo escolar: descentralización
del pensamiento de educadores y profesores.
La
descentralización del currículo implica
compromiso y creación conjunta de estrategias
que permitan flexibilizar los planes y normativas
de los niveles superiores para favorecer las características
propias del contexto educativo. También indica
el grado de autonomía con que los profesores
pueden realizar su quehacer pedagógico. Significa
cambiar la perspectiva acerca de los procesos de enseñanza
y de aprendizaje, así como los modos de intervenir
en ellos.
La
descentralización del currículo parece
ser otro discurso del deber ser que forma parte
habitual del paisaje pasivo aceptante que caracteriza
a muchas escuelas apoltronadas, las que dada
las pocas posibilidades que dicen tener, terminan por
no hacer nada. De esta forma, el discurso solo se reduce
a una bella y utópica declaración de principios.
El
compromiso implica la responsabilidad por lo
que se hace y por lo que no se hace, así como
por la toma de conciencia de que somos partícipes
de un proceso cultural y de un proyecto común
que involucra nuestra forma de entender el mundo a través
del cual vamos a transmitir y redefinir la cultura.
Necesita de la conformación de equipos de trabajo
donde la cooperación se vuelque hacia un proyecto
creativo común que permita actuar de manera responsable,
y participar "de los mismos valores y deseos
fundamentales al mismo tiempo que vivir en el mismo
espacio de acciones básicas" (Maturana,
1992).
El equipo de trabajo
necesita del reconocimiento mutuo y del sistema, para
sentirse y ser sujetos cuyas propuestas sean consideradas
en las macro estructuras que delinean las normativas
y acuerdos institucionales. Esta es un de las formas
en que los profesores se sientan reconocidos y aceptados
en su condición de personas que piensan, sienten,
proponen y actúan. De otro modo, se provoca la
mala disposición a participar, sobre todo cuando
se constata que forman parte de un juego de simulación
participativa, en el que varios acuerdos han sido
tomados por un pequeño grupo que en muchas
ocasiones- ni siquiera son profesores.
Evidentemente,
el derecho a la participación no puede reducirse
al mero discurso, sino a una práctica que debe
tener resultados. Esto implica, "participar
en la construcción, el mantenimiento y la transformación
del orden. La participación es la condición
de la práctica cívica y opera en el nivel
de la política" (Bernstein, 1998)
. Si no hay de participación conciente hay
alienación y sometimiento a los acuerdos estructurales
alienantes "que dominan incuestionablemente
la vida cultural, en este caso la vida escolar que comprende
las prácticas cotidianas sobre la enseñanza
y por ende, los currícula" (Apple, 1986).
De esta forma, las
escuelas constituyen una maquinaria burocrática
donde la voz del profesor tiene poca o ninguna autoridad
para innovar. Afortunadamente existen profesores que
traspasan barreras y reconstruyen los viejos andamiajes
débiles e inseguros. Los apuntalan con cimientos
firmes para impedir el derrumbe de las buenas intenciones.
Son profesores que no solo necesitan vocación,
que a pesar de ser necesaria, no es suficiente para
asumir el compromiso ético con la educación.
Se necesita de profesores que manejen con seguridad
sus capacidades. De otro modo paradojalmente-
la persona se confina en el seguro refugio de sus limitaciones.
En consecuencia,
el compromiso se nutre de la educación "biófila",
que siempre se está haciendo, que es dinámica
y contraria a la educación "necrófila",
en donde todo coincide, todo está quieto
y muerto (Freire, 1990). La escuela necesita de la complementariedad
y de la tensión cotidiana generada por la relación
dialógica de sus componentes.
Si
hablamos de flexibilizar los planes, se necesita
de una mirada abierta y multidireccional que busca diferentes
derroteros y no solo el aburrido camino de la rutina
lineal y repetitiva. Esta práctica necesita primero,
de una flexibilización mental de los profesores,
tan difícil de lograr por la "aculturación"
provocada por un sistema que pide mucha eficiencia pero
poca suficiencia, que cambia la pedagogía de
la pregunta por la pedagogía de la respuesta
y que es más disciplinaria que transdisciplinaria.
Esto redunda en el grado de autonomía para realizar
el quehacer pedagógico (el que a muchos les parece
una utopía), sobre todo si se pide pensar de
manera diferente en la enseñanza y traducir este
pensamiento en prácticas educativas no escolarizadas.
En otras palabras, se trata de pensar con conciencia
crítica, consecuente con los procesos históricos,
culturales y sociales contingentes, y decir lo que se
piensa con fundamentos válidos, consistentes
y pertinentes.
Estas prácticas
devienen acto político (Apple, 1986), se sea
o no conciente de ello, puesto que la educación
no es ni jamás será una empresa neutral.
No existen los educadores neutrales. Quien pretenda
enseñar de forma acrítica, tal vez para
conservar su trabajo, no ha tomado conciencia de la
naturaleza política de la educación (Freire,
1990). La autonomía del pensamiento del profesor
lo alerta para discriminar y ser consciente de los contenidos
curriculares que enseña y de las consecuencias
para sus alumnos. Le permite preguntarse cual es el
mundo que se les está haciendo conocer y hasta
que punto los está privando de su cultura.
Los educadores deben
preguntarse para quién y en nombre de quién
trabajan ya que "a mayor grado de conciencia
y de compromiso, mayor comprensión del hecho
de que el rol de educador exige correr riesgos, incluida
la posibilidad de arriesgar el propio trabajo"
(Freire, 1990). Esto conlleva indagar y comprender hacia
que intereses se dirige nuestro trabajo.
El currículo
implica investigar permanentemente sobre el aprendizaje
de los alumnos y la enseñanza de los profesores:
?cómo piensa este
alumno?
?cómo construye el conocimiento?
?qué hacer para enseñar
lo que realmente necesita?
?qué es lo más
relevante para él y para ella?
?qué hacer para que aprenda
mejor?
?qué he hecho yo, que
este alumno no aprende? etc.
Y por otro lado,
preguntarse,
?quién o quiénes
seleccionan el conocimiento?
?quién o quiénes
lo organizan?
?quiénes realmente se
benefician de dicho conocimiento?
?por qué se indica que
se enseñe de este modo y no de otro?
?cuáles son las intenciones
de los que norman el currículum?.
?qué tengo que decir en
relación a esto?
Estas preguntas,
con más frecuencia de lo que uno quisiera, no
aparecen en el repertorio mental de los educadores,
puesto que la mayoría de las veces las normativas
superiores se reciben con pasivo beneplácito.
Se requiere adoptar
una postura crítica y compartir con Freire (1990)
su preocupación ante los actos del conocimiento:
"?Cuáles son nuestras
concepciones en la teoría del conocimiento?
?Cómo abordamos el
objeto de conocimiento?
?Lo poseemos? Lo llevamos
en el portafolio para distribuirlo entre nuestros
estudiantes?
?Utilizamos este objeto de
conocimiento para alimentar a los estudiantes o para
estimularlos a conocer?
?los estimulamos a asumir
el rol de sujetos o el de receptores pasivos de nuestro
conocimiento?"
Evidentemente, no
basta solo con formularlas, sino que se necesita tomar
conciencia de ellas para precisar las intenciones educativas
y las guías de acción adecuadas que hagan
del proceso educativo una verdadera instancia de aprendizaje
dialógico que permita vincular el poder y el
conocimiento "puesto a disposición
(y el no puesto a disposición) de los
estudiantes"(Apple, 1986).
La información
recabada desde la práctica pedagógica
debe ser coherente con los principios que la sustentan,
así se conforma la comprensión y las bases
teóricas fundamentadas en función a esta
práctica, y cuya comprensión cabal favorece
la puesta en marcha de innovaciones curriculares pertinentes.
Una vez que los fundamentos epistemológicos del
proceso intenten dar respuestas a éstas y otras
interrogantes, se podrá obtener información
relevante sobre qué, cómo, para qué,
por qué, a quiénes, dónde enseñar
y como encauzar el aprendizaje a través de una
enseñanza que influya positiva y verdaderamente
en el desarrollo de cada uno de los alumnos.
Es indispensable
una transformación radical de las formas de enseñar
para actualizar la propensión hacia el aprendizaje
de los alumnos, lo que implica consecuencias epistemológicas
trascendentes para la escuela. No se trata solo de descentralizar
el curriculum sino que también descentralizar
el pensamiento del profesor. La descentralización
del currículo no solo implica cambiar de prácticas
pedagógicas, sino encarnarse en ellas. Es un
proceso mucho más complejo de lo que se cree,
pero no por eso más complicado. La complejidad
se simplifica al comprender los principios y patrones
que la ordenan. En cambio, se complica al no comprenderlos
y se vuelve superficial. La tensión entre simplicidad
/ complejidad facilita buscar autónomamente en
el territorio educativo y no solo en el mapa escolar
que aturde y anquilosa (Calvo, 1994).
Para que los profesores
reconozcan este nuevo paradigma necesitan descentralizar
su mente hacia otras posibilidades que favorezcan la
actualización de las potencialidades de los alumnos.
Es conveniente que el sabio ocupe el lugar del erudito
para que la propensión latente de su propia voz
no quede en el olvido.
Generalmente,
se piensa que para que los alumnos reciban una buena
educación, basta con que los profesores estén
capacitados para ello. Pero, la realidad muestra que,
a pesar de ello, los alumnos continúan formando
parte de la rutina, escolarizándose incluso,
antes de ingresar a la escuela básica, siguiendo
un itinerario preestablecido de contenidos cognoscitivos
que no tienen ninguna relación con sus prácticas
cotidianas.
En
este contexto, el nivel de educación parvularia,
dado los principios que lo rigen, no solo favorece las
instancias de modificabilidad, sino que también,
otorga facilidades para la descentralización.
Sin embargo, en ocasiones, se desaprovechan, originándose
burocracia a niveles de aula. No hay cambio en las prácticas
pedagógicas rutinarias y cómodas, que
favorecen un tipo pasivo de planificación, ejecución
y evaluación. Este nivel aún no se escolariza
ante un sistema que aturde las funciones cognitivas
ni asume las pautas escolares que enseñan a estar
quietos, a no mirar para el lado, a no comentar ni compartir
con el (la) compañero (a) del lado; a obedecer
al pie de la letra y solo responder lo que se
quiere que se responda, etc.
Muchos
ejemplos escolares cotidianos reflejan prácticas
rutinarias y verticalistas que entraban el desarrollo
del pensamiento autónomo. A la pregunta escolar:
?Quién descubrió América?, el niño
responde: "Cristóbal Colón".
Si se le cambia la pregunta por ?Qué descubrió
Colón?, muchos responden que eso no se lo han
enseñando. Se descalabra la elaboración
de la respuesta, por no haber comprendido el proceso
de pensar. Para Feuerstein esto es "privación
cultural", es decir, la imposibilidad de poder
participar de los elementos culturales que permitan
entender el mundo en el que se está viviendo
por no haber sido mediado en la comprensión
de la complejidad simplicidad del mundo.
La privación cultural dificulta ser sujetos críticos,
pensantes, capaces de dar una opinión autorizada,
responsable y comprometida con el proyecto común
de escuela, país y mundo. La privación
los encierra en el esquema causa-efecto; estímulo-respuesta.
La
falta de reversibilidad del pensamiento es una característica
permanente en muchos alumnos que va fraccionando sus
mentes desde el primer año de escolarización
hasta los niveles superiores, en donde terminan con
una gran cantidad de funciones cognitivas deficientes.
A saber, cuando se les pide un análisis, ejemplifican;
cuando se les pide una síntesis, describen; cuando
se les pide una explicación, describen, etc.
(López de Maturana et al. 2000). He aquí,
la dolorosa paradoja humana, "un cerebro dotado
de infinita plasticidad y capacidad de autotrascendencia,
pero igualmente susceptible de ser entrenado para observar
una conducta auto-limitadora" (Ferguson, 1991).
La escuela necesita
de la complementariedad y de la tensión cotidiana
generada por la relación dialógica de
sus componentes. De esta forma, enseñará
tanto conocimientos y estrategias como los valores necesarios
para que los alumnos puedan establecer relaciones entre
ellos y los otros, de modo que rechacen los actos de
violencia, de agresión y de subyugación.
Para que esto suceda
"serequiere un cultivo para el que se
precisa una guía que lo facilite y el diálogo
interpersonal"(Gimeno, 1999), es decir, depende
en gran medida de las posiciones y valoraciones de los
profesores "respecto del sentido de qué
debe ser la cultura escolar" [ ] "Esta
es una de las fuentes de explicación más
importantes de sus acciones" (op.cit.)
Así como
Zaid (1996) plantea que la medida de la lectura no debe
ser el número de libros leídos, sino el
estado en que nos dejan, del mismo modo, la relación
con los alumnos no debe ser medida con la cantidad de
contenidos que se entrega, sino que con la calidad de
la relación que se establece con ellos. Lo que
importa al leer un libro es como se actúa después
de leer. Lo que importa en la escuela es la alfabetización
cultural, es decir, como se modifica la estructura
mental de un alumno después de dialogar con su
profesor: "Si la calle y las nubes y la existencia
de los otros tiene algo que decirnos".
Por
cierto, es difícil cambiar la práctica
aprendida sin un análisis profundo y comprometido
de la significación de las concepciones que están
implícitas en ella, como también sobre
la naturaleza de las fortalezas y debilidades que van
emergiendo cotidianamente. La comprensión de
estas instancias educativas por parte del profesor obviamente
facilitan el quehacer pedagógico y desarrollan
su propio saber.
El problema se suscita
cuando ni siquiera se piensa en por qué las prácticas
pedagógicas se realizan de una forma específica
y no de otra. Al no haber conciencia de la reproducción
del círculo vicioso de la escolarización,
se sobrestima el currículo tradicional sobre
cualquier alternativa curricular. Se subordina a una
conciencia hegemónica que no discute ni cuestiona
y acepta apaciblemente los criterios foráneos.
El
cambio es percibido como una amenaza: para el sistema
oficial la heterogeneidad implica menos posibilidad
de control; para los profesores el temor a la sanción
por desobedecer la normativa. Esto genera mecanismos
de defensa que amenazan el orden y el control. Puede
que se intente el cambio, pero en poco tiempo se vuelve
a las prácticas antiguas evitando la reflexión
sobre los propios procesos y la acción sobre
la práctica.
Por
lo tanto es indispensable descentralizar el pensamiento
del profesor, para luego poder descentralizar las
directrices que emanan del currículo. A saber,
Pensamiento centralizado
Pensamiento descentralizado
pensamiento convergente
y unilateralidad de la respuesta
apertura y divergencia
ante situaciones que parecen tener una sola respuesta
las decisiones tomadas
en los niveles directivos son incuestionables
actitud reflexiva y crítica
ante situaciones que requieren de toma de decisiones
personales
copias de modelos ajenos
e in-pertinentes
elaboración de
estrategias pertinentes a la realidad del grupo
encasillamiento en las
características de los alumnos en determinados
estadios del desarrollo
espíritu investigativo
de la acción del alumno
quehacer pedagógico
obsoleto y caduco.
constante renovación
y actualización pedagógica
unidireccionalidad en
la planificación, aplicación y evaluación
de actividades
búsqueda de alternativas
pedagógicas y modalidades curriculares
evaluación psicométrica
evaluación psicométrica
y edumétrica
actitud pesimista y resistencia
al cambio
actitud optimista ante
los cambios y las posibles dificultades
pensamiento "reactivo"
ante un contenido determinado
pensamiento "proactivo",
que busca crear y nutrirse de la experiencia
dependencia de modelos
preestablecidos
autonomía en la
práctica pedagógica
subvaloración de
la práctica pedagógica personal
valoración del
propio saber pedagógico
dependencia unilateral
del saber disciplinario no pedagógico (sociología,
psicología, etc)
integración transdisciplinaria
del saber pedagógico.
sentimiento de incompetencia
e inferioridad en el campo profesional
sentimiento de competencia
en el campo profesional
rigidez del pensamiento
en la interpretación de las normativas
interpretación
flexible de las normativas
apego incuestionable a
las reglas
búsqueda de alternativas
pertinentes
rutinización de
las actividades
creatividad en la realización
de actividades
miedo a cometer errores
y sanción a los alumnos que los cometen
aprendizaje a través
de los errores
enseñanza lineal
unidireccional, que provoca el aprendizaje "como
por arte de magia".
enseñanza multidireccional,
y muchas formas de aprender
temor a la participación
para evitar sanciones
participación activa
y comprometida en un proyecto común
Este
cuadro no pretende ser exhaustivo ni excluyente; tampoco
es un listado de características del profesor
o de la profesora ideal. Pretende hacer notar que es
posible involucrarse en el proceso siendo parte activa
y comprometida y no solo parte una tarea superficial
y sin trascendencia
De
este modo, se podría evitar que la práctica
pedagógica cotidiana, muchas veces inflexible
en los modos y estilos de enseñanza programados,
quede subordinada a las ordenanzas superiores y centrales,
obedeciendo al pie de la letra y desconociendo
el espíritu que puede animarlas.
Las
características del pensamiento descentralizado
podrían constituir un principio general, en virtud
del cual se esperaría que cada profesor adaptara
la práctica pedagógica a sus circunstancias
particulares y locales. Podría incitar a la reflexión
de los profesores que solo participan de una teoría
a nivel de discurso, sin encarnarla en la práctica
diaria. Incluso de una teoría que se distorsiona,
ya que se desconocen o no se comprenden los fundamentos
que la sustentan.
En consecuencia,
no resulta sorpresivo que la intención del currículo,
la realidad de cada institución y grupo de alumnos,
pueda verse afectada por la rigidez del pensamiento
del profesor al tratar que su realidad se ajuste y calce
totalmente con las intenciones educativas superiores.
Un buen ejercicio para la reflexión de los profesores
consiste en "analizar las incoherencias entre
los motivos que anidan en las acciones de las personas,
las incongruencias entre acciones y los contrastes entre
motivos y acciones con las metas de la institución
escolar o con las normas éticas" (Gimeno,1999).
A pesar que las
incongruencias jamás serán eliminadas
del todo, el profesor no puede perder la actitud de
investigador permanente para mejorar progresivamente
su comprensión de la labor educativa. Es necesario
que no solo investigue su propia acción educativa
y la de sus colegas, sino que haga ciencia a partir
de su experiencia. Asi, la subjetividad de su acción
educativa se vuelve comunicable a sus colegas, trascendiendo
el ámbito particular y local: se vuelve universal.
Lo
importante es evitar la paradoja que consiste en hablar
favorablemente del cambio y poner al mismo tiempo una
mayor distancia hacia éste. De este modo, se
favorece la modificabilidad cognitiva que difiere
del mero cambio, ya que es permanente y autoperpetuable,
a diferencia del cambio que no pasa de ser superficial.
Si bien esto lo puede realizar solo y autónomamente,
sus efectos se multiplican sinérgicamente gracias
a la coordinación, apoyo y trabajo conjunto de
todo o parte del personal de la institución a
la que pertenece. Si no hay interiorización cabal
del significado de los propósitos de flexibilización,
innovación y descentralización, se desestabilizan
las pretensiones modificantes.
Lamentablemente
por un lado, las escuelas son el reflejo de nuestras
formas de pensar, y afortunadamente por otro, es posible
cambiar las formas de pensar ya que la autonomía
del pensamiento del profesor lo alerta para discriminar
y ser consciente de lo que recibe como contenidos curriculares
y las consecuencias de estas prácticas para sus
alumnos. Muchas medidas de política educativa
pueden mejorar la educación, pero es solo a través
de la calidad de la actuación de los profesores
que el camino hacia la utopía ya no sea una irrealidad.
La descentralización
del pensamiento del profesor es la pieza clave para
el engranaje de la calidad pedagógica. Freire
lo ha llamado la "descolonización de
las mentes". Es tan obvio que, por lo mismo,
no se considera. Lo obvio es parte de la reflexión
crítica y "no siempre es tan obvio como
parece" (Freire, 1990). Si la escolarización
ajena al convivir cotidiano, sigue sustentándose
en la repetición mecánica de contenidos
y en el aprendizaje reactivo, será difícil
lograr la libertad y autonomía de los profesores
y los alumnos. La paideia no dejará de ser un
espejismo.
La modificabilidad
necesita del advenimiento de un nuevo paradigma para
que la escuela estructure su verdadera condición
educativa, que requiere de compromiso y del reconocimiento
de la diversidad. A saber, una forma de encuentro en
un espacio de acciones comunes se manifiesta en un sistema
ecológico, que permite actualizar la identidad
esencial del ser humano en una relación ecosistémica
entre el yo, el nosotros y el universo.
A
pesar que "se oyen tambores de derrotismo,
[ ] la fe en la educación es un anhelo
colectivo de la mayor parte de la población"
(Gimeno, 1999). Hay profesores que con su práctica
educativa permiten que sigamos confiando y haciendo
que la educación realmente sea un espacio relacional
eutópico. No se trata de "echarse en
brazos de la esperanza de una perfección mística",
ni tampoco pretender que hay profesores que son "ángeles"
(Condorcet, 2001), sino que se trata de confiar en que
los profesores conscientes de la responsabilidad de
su labor influyan positivamente en la salud escolar.
No significa un dejar hacer que termina por no hacer
nada porque no se sabe qué hacer, sino de compartir
con otros que tienen la misma responsabilidad para "educar
dentro de un modelo del que la sociedad entera es responsable"
(Gimeno, 2000), sobre todo cuando es la misma sociedad
la que ha depositado su confianza en la escuela y profesores.
Es una buena señal que la opinión pública
reconozca la potencialidad
que los profesores llevan consigo.
En
síntesis, la descentralización del
pensamiento que favorece la descentralización
del currículo no depende de la distancia
geográfica en que se encuentran los actores del
proceso educativo. La descentralización germina
y fructifica independientemente del lugar físico,
pues depende de la disposición, preparación
y trabajo que realice el profesor consciente y comprometido
con su saber pedagógico, siempre en re-construcción
y renovación.
Palabras
finales:
La
educación es la utopía necesaria para
el desarrollo humano armonioso y genuino, y el instrumento
indispensable para que la humanidad progrese hacia los
ideales de paz, libertad y justicia social (Delors,
1996). Aprender a ser y a vivir, implica educarse en
la solidaridad y en el respeto por si mismo y los otros.
Significa convivir en espacios relacionales donde se
respete al otro como legítimo otro en la convivencia
(Maturana). Conocer y hacer, supone desarrollar un pensamiento
autónomo que permita ser consciente de nuestras
posibilidades y limitaciones, que permita optar libre,
consecuente y responsablemente con nuestras ideas y
valores. Implica conocerse a si mismo y no someterse
ni subyugarse a los pensamientos y deseos de otros.
Necesitamos
ser creativos y sensibles para construir la convivencia
planetaria y la educación en que la equidad,
la cooperación y el entendimiento puedan ser
una realidad. Y " no dejar sin explorar
ninguno de los talentos que, como tesoros, están
enterrados en el fondo de cada persona ."
(Delors, 1996)
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