La Educación
Ambiental es una corriente de pensamiento y acciones, de alcance internacional
que adquiere un gran auge en la década de los años 70, cuando comienzan
a verse la degradación de hábitat naturales y de la calidad ambiental
como problemas sociales. Se reconoce oficialmente como tema central a
trabajar en la Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente Humano
(Estocolmo, 1972) y es desde este periodo hasta los días de hoy que se
han venido desarrollando una serie de programas, conferencias y cumbres
mundiales, de los cuales se han extraído una serie de recomendaciones
para implementar la Educación Ambiental, pero con ello no podemos decir
que los problemas ambientales han disminuido, si hay una necesidad creciente
de ir tras una mejora de la calidad de vida de cada ser que forma parte
de este planeta tierra y se hace urgente y fundamental.
Al iniciar esta reflexión es fundamental
preguntarse qué queremos al formar niños y niñas desde una perspectiva
ambiental. Qué responsabilidad tiene el adulto en la problemática ambiental
actual. Por qué pensamos que son los niños y niñas los responsables de
salvar el planeta tierra y formarse en los valores ambientales que hoy
su sociedad no le entrega. Cómo un adulto puede enseñar comportamientos
ambientales sin practicarlos diariamente. Son preguntas que surgen y que
son necesarias de responder al momento de querer enseñar valores ambientales
a los niños y niñas del mundo.
Por esto es fundamental tener presente que
si queremos formar en valores ambientales primero los adultos tenemos
que reconocer nuestro rol en ello y buscar en la educación ambiental las
herramientas para provocar este cambio de actitud. Educar ambientalmente
desde la educación inicial o parvularia es invitar a formar a un ser socialmente
comprometido con el ambiente en que se desarrolla como persona individual
y en relación con otros. Y si bien no es responsabilidad de los niños
y niñas mejorar el mundo que hoy los adultos hemos ido construyendo y
deteriorando en forma paralela, sí es responsabilidad de la sociedad actual
prepararse para realizar cambios concretos en mejorar la calidad de vida
del medio en que se vive disminuyendo o mitigando los impactos ambientales
provocados por la acción humana.
¿QUÉ PERSIGUE LA EDUCACIÓN AMBIENTAL
CON FORMAR EN DETERMINADOS VALORES?
La Educación Ambiental como proceso de aprendizaje
intencionado y permanente, que se desarrolla desde el comienzo de la vida
hasta la adultez, propone cultivar valores, sensibilizando a las personas
para poder mejorar la calidad de vida de éstas en la actualidad y preparar
las bases de las generaciones venideras, favoreciendo la toma de consciencia,
el desarrollo de actitudes y habilidades para tomar decisiones en forma
activa y participativa, siendo respaldada cada toma de decisión por los
conocimientos adquiridos respecto al tema y una formación ético-valórica.
En Chile, se define la EA como un “proceso permanente de carácter interdisciplinario
destinado a la formación de la ciudadanía que reconozca valores, aclare
conceptos y desarrolle habilidades y las actitudes necesarias para una
convivencia armónica entre los seres humanos, su cultura y su medio bio-físico
circundante” (Ley de Bases Generales del Medio Ambiente Nº 19300/1996)
Desde este punto de vista, la Educación Inicial
es la que intensiona favoreciendo y estimulando actitudes, habilidades,
valores a través de un ambiente que permita a los niños ir construyendo
sus propias experiencias directas y concretas con su medio natural, social
y cultural, pero que a la vez se sienta perteneciente y pueda ir visualizando
una perspectiva planetaria, considerarlo como factor esencial para una
mejor calidad de vida para todos. Favoreciendo entonces la relación, la
valorización, el goce y el cuidado responsable del niño con su medio,
haciendo hincapié que formamos parte de un ecosistema que nos hace dependientes
entre los seres y distintos organismos se incluyen en una dinámica constante,
siendo una tarea común la conformación de un ambiente donde se pueda desarrollar
un estilo de vida saludable para los seres humanos y el conjunto de organismos
vivos que habitan el planeta. Los niños, sus familias y educadores tienen
un rol esencial en la conservación, conocimiento, cuidado y disfrute de
su medio natural, así como de sus espacios sociales y culturales.
El Programa de las Naciones Unidas
para el Medio Ambiente (PNUMA) en 1978 dice que la Educación Ambiental
debe partir desde los más pequeños para desarrollar hábitos, valores,
actitudes, comportamientos respecto al ambiente natural y socio - cultural
en el párvulo desde la sala cuna; de esta forma podremos formar niños
sensibilizados frente al medio ambiente, el cual respetarán, favoreciendo
el desarrollo sustentable permitiendo que su generación y las venideras
disfruten de una calidad de vida generosa donde primen valores como la
solidaridad, el cooperativismo, la austeridad, la responsabilidad en desmedro
del individualismo y el excesivo consumismo planteado por el posmodernismo.
Cuando se dice que la Educación Inicial es
uno de los primeros contactos sociales externos a la familia que el párvulo
tiene, debemos considerar que es a esta edad donde el niño adquiere las
primeras conductas sociales al relacionarse con otros y el ambiente debiendo
analizar qué tipo de ser humano deseamos formar, con qué actitudes y valores,
qué herramientas se le va a entregar para enfrentar de mejor forma la
sociedad, considerando principios y valores de cada familia. Este es un
trabajo conjunto e intencionado por la institución y los padres y/o comunidad
educativa, donde se mezclan intereses, valores y principios sociales.
La formación en valores ambientales
tiene como base que el sujeto se pueda desenvolver libremente, participando
de distintas experiencias tanto individuales como en grupos heterogéneos;
favoreciendo la reflexión y la práctica en la toma de decisiones frente
a determinadas situaciones para luego llevar a cabo soluciones en lo concreto,
estimulando una postura crítica frente a sí mismo y el ambiente donde
vive.
Para lograr los objetivos tales como,
favorecer una mayor consciencia, entregar conocimientos claros y precisos
respecto al momento actual en que se vive, favorecer valores y actitudes
ambientales, entregar herramientas que desarrollen habilidades y acciones
concretas, participar activamente en la toma de decisiones fundamentando
las alternativas propuestas, entre otros, se necesita favorecer la autonomía
y responsabilidad desde los primeros años de vida de niños y niñas, a
ellos les agrada hacer cosas por sí mismo, siendo su principal forma de
descubrir el mundo, la exploración y la experimentación acrecentando
así su campo de acción.
Un individuo que es capaz de actuar por si
sólo, en un comienzo guiado y apoyado por un adulto que lo reconoce como
un legítimo otro, para finalmente lograr hacerlo por sí sólo, se le está
brindando seguridad a su propia persona, desarrollando una autoestima
positiva que le permite interactuar en el medio en que se desenvuelve
en “una danza gozosa en la estética de la coexistencia armónica propia
de la cohexistencia sistémica de un mundo que se configura desde la cooperación
y el entendimiento”. [1]
Posiblemente, comenzar a analizar la propia
conducta del educador y los espacios que se presentan en la jornada diaria
que estimulen comportamientos ambientales sea engorroso y tome su tiempo,
pero el resultado merece la paciencia requerida para conseguir que el
niño lo logre. “Para ser capaces de asumir las numerosas acciones de la
vida adulta, los niños deben saber muy pronto que son capaces de decidir
por sí mismo” [2] .
Fundamental es permitirles a los niños equivocarse
y reconocer sus errores, siendo así el aprendizaje significativo para
ellos. Cuando el niño no comprende los errores que comete y se le entrega,
sin más, la respuesta correcta, no se está favoreciendo la autonomía.
Como resultado el niño aprende a desconfiar de sus capacidades físicas
e intelectuales, favoreciendo la capacidad de copia frente a como lo realiza
el adulto u otro niño.
Por esto es necesario comenzar a
trabajar entre adultos y niños considerando que el desarrollo emocional
se considera como base del accionar del individuo, siendo la afectividad
el motor de la inteligencia y por tanto, el niño no es un recipiente donde
depositar información, sino un ser en constante proceso de formación,
que conquista la autonomía y la libertad, que crea, siente, reflexiona,
se transforma y transforma con él el lugar en que se encuentra inmerso.
Formar individuos íntegros, autónomos, con una sana autoestima y claros
valores humanos es la base de todo el sistema conceptual que nos sustenta.
Se entiende por autonomía como la capacidad de valerse por uno mismo respetando
a los demás. Un individuo autónomo es el que puede resolver problemas
nuevos por sí mismo, que conoce sus posibilidades y sus límites, sus deberes
y sus derechos, que se respeta si mismo y respeta a los otros, siendo
capaz de operar y actuar solidariamente. Es un individuo responsable,
capaz de gozar con lo que es, con lo que hace, con lo que logra y con
lo que siente. La autonomía tiene relación con el cooperativismo, ya que
ser autónomo no significa ser autosuficiente, prescindiendo de los demás
en lo que puedan entregar y lo que con ellos se puede realizar, sino por
el contrario significa ser capaz de actuar cooperativamente, es decir,
colaborar en cada una de las acciones que se realizan en grupo entre los
pares y adultos.
La autonomía también tiene que ver
con la imaginación y la creatividad, en el sentido de que un ser autónomo
es capaz de inventar nuevas formas de convivencia, nuevas alternativas
frente a los problemas que nos afectan. Por eso, el desarrollo de la autonomía
es el punto de partida que lleva necesariamente a los otros ejes señalados
previamente.
¿QUÉ SUJETO CON VALORES AMBIENTALES SE
BUSCA FORMAR?
Los objetivos de la educación ambiental
y considerando la circunstancia histórica y socio-cultural del sujeto
y qué se espera que aprendan teniendo presente su nivel de madurez y las
características del medio, para realizar diversas acciones, “pasando por
secuencias lógicas a través de la experiencia directa, la observación,
la exploración y la sensación de un clima emocional de aceptación, respeto
y flexibilidad” [3] , se
debería pensar en formar un ser humano comprometido consigo mismo y su
sociedad, reflexivo, cooperativo, capaz de tomar decisiones, autocrítico,
solidario, austero, sensible, consciente, creativo, no discriminatorio,
pertinente, informado, con una gran capacidad de amar, contingente, activo,
tolerante, responsable frente a sus actos, respetuoso del pasado, presente
y futuro de su cultura y sociedad, que le permita interactuar y participar
de una sociedad amable que se ocupe de mejorar y participar creativa y
responsablemente en el proceso de alcanzar un desarrollo sustentable para
nuestra sociedad.
¿CUÁL ES EL ROL DEL EDUCADOR/A?
En la actualidad el rol de las personas ya
no puede ser pasivo frente a los grandes cambios que están ocurriendo
en el ámbito planetario y en distintos sectores, las personas deben convertirse
en sujetos activos, informados, reflexivos y comprometidos en la toma
de decisiones y acciones a realizar en el medio ambiente. “La condición
de educadores nos compromete por partida doble, por un lado debemos actuar
consecuentemente, como cualquier miembro de la sociedad, y por otro tenemos
la obligación de contribuir a la formación de otras personas”
[4]
Es más, el cambio de actitud
es una decisión completamente personal. Cada sujeto debe hacerse responsable
en el análisis que haga respecto a su decisión frente a su actuar con
el ambiente. Puede recibir información, participar de cursos, pero la
responsabilidad final de internalizar lo nuevo le corresponde exclusivamente
al individuo en cuestión.
“Quienes desarrollen labores de educación
ambiental tienen ante sí una poderosa exigencia de armonía entre lo que
se enseña y lo que se practica en la vida diaria. Es necesario adoptar
una actitud realista, creativa y positiva, avalada por una vida personal
con los principios ecológicos que se sustentan” [5] . No siendo este un motivo o
excusa para dar o no el primer paso, ya que todos cometemos errores ambientales
con mayor o menor consciencia. Pero lo fundamental está en esto último,
que tan consciente se está de la responsabilidad y gran tarea que tengo
como ser humano. Y si finalmente no se toma como opción de vida, si es
responsabilidad del educador mostrar todas las posibilidades para mejorar
la calidad de vida del sujeto y es aquí donde el sujeto posteriormente
tomará la decisión de optar por una mejor calidad de vida.
La coherencia en el actuar con el medio debe
estar acompañada de la flexibilidad en el hacer cotidiano que tiene la
educadora durante la jornada de trabajo con los niños y niñas, tener la
capacidad de reaccionar dinámicamente, en forma creativa e innovadora
para realizar cambios de actividades cuando las circunstancias del grupo
o de algún niño en forma individual así lo requieran.
Para trabajar con niños y niñas primero
que nada la educadora debe sentir que así lo desea, expresándose en forma
cariñosa, respetuosa y amable frente a ellos. Debe infundirles confianza
y ser muy creativa y dinámica en cada una de las acciones que realiza
cotidianamente con el ambiente. Debe estar convencida y consciente de
su rol y es de suma importancia estar previamente sensibilizada y tener
consciencia de sus acciones, ya que luego serán observadas y replicadas
por ellos.
Debido a las características peculiares
que exhiben los párvulos, esta etapa constituye el pilar fundamental para
sentar las bases de lo que a futuro van a ser sus formas de comportamientos
(actitudes, conocimiento, valores ambientales, formas de reconocer y respetar
el medio, entre otros), en este periodo se cimentan valores, actitudes
y conocimientos. El rol de los padres y educadoras en este periodo es
crucial, como dice Montenegro, H. (1973) “los niños son muy susceptibles
a ser influenciados, porque dependen de otros para su crecimiento, tanto
físico como intelectual, y muchas conductas erróneas que ellos adquieren
suelen ser el producto de la influencia de los malos modelos”. Si los
niños reciben un apoyo emocional consciente de parte de los adultos que
los acompañan en su diario vivir se sentirán respaldados y con confianza
para realizar diversas acciones respecto a ellos, a los demás y a las
interrelaciones con la naturaleza y su medio socio cultural.
La educadora debe facilitar
un aprendizaje significativo, poniendo a disposición de los niños situaciones
estimuladoras, situaciones problemáticas que pongan en juego lo que saben
y propicien el desarrollo de nuevos conocimientos, actitudes, valores
y comportamientos. El maestro pone así a disposición de los educandos
tanto el problema como la posibilidad de obtener información, siendo él
mismo un recurso más que se le ofrece, pero que de ninguna manera es
el único.
Debe alentar el deseo de conocer
de los niños, permitiendo el desarrollo consciente de los cinco sentidos
a través de distintas oportunidades en interacción con el ambiente, que
le permitan preguntar e investigar sobre el lugar donde viven y las interacciones
que allí se producen; ayudándoles a desarrollar su curiosidad por medio
de experiencias personales variadas y concretas.
La tarea de la educadora es crear
y/o recrear un ambiente o clima inicial que les brinde seguridad para
realizar las actividades de grupo, favoreciendo una actitud básica de
confianza para que los sujetos se integren, además de utilizar palabras
cariñosas, pero firmes, al igual que gestos corporales amables hacia los
niños. Todo esto ayuda a despertar y esclarecer los propósitos individuales
y los objetivos grupales, aún cuando no coincidan o resulten contradictorios,
permitiendo la coexistencia de la diversidad.
Cada ser humano tiene la libertad
de elegir dentro de las posibilidades que se le presentan, es deber de
la educadora entregarle distintas experiencias desde sus primeros meses
de vida para enfrentar su medio con mayor certeza y decisión. Cada una
de las experiencias que vivimos a diario si se experimentan conscientemente
tanto en forma individual como en grupo, será más fácil cultivar una
consciencia social que enfrentará de mejor forma el cuidado y compromiso
hacia el ambiente y la interacción que constantemente tenemos con él.
Ambiente que no sólo debe ser considerado como el aula y los recursos
didácticos sino como una totalidad donde interactúan elementos naturales,
sociales y culturales.
Entendiéndose por elementos naturales todos
los elementos propios de la naturaleza: el clima, el suelo, el agua, el
sol, la topografía, las plantas, las rocas, los animales, el ser humano,
entre otros y los flujos, ciclos e interacciones que se producen entre
ellos. Los elementos sociales incluyen todas las manifestaciones psicológicas
y socio - culturales del ser humano: el arte, las tradiciones, las organizaciones
políticas, económicas, tecnológicas, entre otras.
“La interacción del niño con su ambiente
es el núcleo fundamental del proceso de Educación Ambiental visto a través
de las corrientes psicológicas que enfatizan el desarrollo de las estructuras
cognoscitivas, el desarrollo psicomotor y la evolución afectiva del ser
humano. Formal o informalmente el niño interactuará con el ambiente natural
y social” [6] .
El niño tiene la posibilidad de participar
fluidamente y a cada momento con el ambiente en experiencias cotidianas
que se dan con la familia, en la escuela y el jardín infantil, en este
último es fundamental entregarle una gama de posibilidades para que elija
lo que él esté en capacidad de hacer, sin la necesidad de forzarlo a realizar
alguna actividad que no desee ejecutar.
Al interactuar el niño junto a los adultos
que le rodean con el medio inmediato permite que tenga un desarrollo armonioso,
invitándolo a conocer a través de distintas acciones el lugar en que vive,
favoreciendo el desarrollo de un sentido crítico, la adquisición de habilidades
y destrezas, de valores disfrutando plenamente del ambietne en que vive.
La Educación con el medio ambiente
significa básicamente solidaridad con los otros y con el entorno
a través del vivir cotidiano, de nuestras acciones hacia los otros y hacia
el mundo, lo que queremos y proyectamos para nosotros y para las generaciones
futuras. El medio ambiente es el espacio de convivencia en donde se desarrollan
las relaciones entre el sujeto y los otros, incluyendo en esos otros,
a los demás sujetos, los objetos, la naturaleza y todas las interacciones
que se producen entre ellos. Educar, en este sentido es educar a través
de nuestras actitudes y valores, de nuestra manera de actuar todos los
días donde estos valores se ponen en práctica, sin dejarlo en el discurso
y las declaraciones.
Reciclar, cuidar, ahorrar, reducir consumos,
son actitudes de vida que se ven en el quehacer de la escuela y que funcionan
como modelos que los niños van incorporando a su vida desde lo cotidiano.
Se busca el cuidado del medio ambiente desde lo que podemos hacer, y no
desde el discurso sobre lo que se debe hacer o la denuncia que no se transforma
en acciones.
El educador organiza y pone a disposición
de los niños y niñas la más amplia gama de recursos para el aprendizaje:
materiales desechables y elaborados, libros, ayuda psicológica, apoyo
emocional y todo lo necesario para que los alumnos se enriquezcan personalmente
y alcancen todos sus propósitos.
Es un mediador/a entre los conocimientos
que trae cada sujeto y aquellos que se han seleccionado como básicos para
el aprendizaje. Con esta mediación ayuda a que los niños accedan a los
conocimientos de manera significativa para ellos, mostrándole un presente
y futuro fascinante para explorar, alentando su imaginación y su creatividad
con ideas y actividades interesantes. Se ofrece como asesor, guía o consejero,
intentando establecer una comunicación empática con el grupo.
Cuando se ha establecido un clima
de respeto y comprensión, trata gradualmente de llegar a ser un miembro
activo del grupo, expresando sus ideas sólo como un individuo más.
Debe reconocer y aceptar sus propias
limitaciones para poder ofrecer libertad a los pequeños educandos.
Estar atentos a nuestras acciones y palabras,
ya que esto permite visualizar la coherencia entre las dos acciones.
Si nosotros mostramos una actitud alegre, es probable que los niños que
se encuentran a nuestro al rededor tengan la misma actitud, lo mismo sucede
si nos ven dejando papeles en el basurero, reutilizando materiales al
realizar alguna actividad, cerrando la llave del agua cada vez que la
utilizamos.
Al estar la educadora sensibilizada en relación
a la importancia de educar ambientalmente, el niño aprecia una coherencia
entre lo que “su educadora dice” con lo que “su educadora hace”. Al efectuar
actividades cotidianas que favorezcan el ahorro de energías, podrá influir
positivamente para que el párvulo desarrolle y/o cultive actitudes y comportamientos
positivos frente a si mismo y al medio ambiente. Se le estará entregando
herramientas adecuadas para que desde su corta edad sea un agente de cambio
frente a sus pares, familia; primero en el medio ambiente inmediato para
luego poder replicarlo en su comunidad.
¿POR QUÉ EDUCAR EN VALORES AMBIENTALES
QUE NOS GUIAN A UN DESARROLLO SUSTENTABLE?
Ya nos hemos contestado algunas preguntas
que involucran decisiones tanto individuales como colectivas. Ahora nos
corresponde entender porqué educar en valores ambientales.
En la temática ambiental existen dos visiones
para mirar el medio ambiente, una antropocéntrica y otra biocéntrica.
La primera hace referencia a la existencia de los seres humanos por sobre
el resto de los organismos vivos, en cuanto se considera un ser superior;
la segunda en tanto, propone que existe un valor intrínseco en la naturaleza,
que va más allá de la utilidad que el ser humano le pueda dar, incluyendo
a las personas como una especie más que debe compartir la biosfera con
el resto.
Se puede argumentar a favor de la segunda
opción que los ecosistemas pueden vivir sin la presencia humana pero los
humanos no pueden prescindir de los recursos que nos aporta la naturaleza.
La primera opción hace referencia a que los seres humanos somos más evolucionados
y es por ello que tenemos el derecho a administrar los diversos recursos
que la naturaleza nos aporta.
Yendo más allá de las diferencias mencionadas,
hoy existe un porcentaje importante de personas que está de acuerdo en
que la sustentabilidad es hoy un modelo de desarrollo que requiere de
un equilibrio entre la producción económica, equidad social y protección
del medio ambiente. Desde otro punto de vista lo que se busca es no menoscabar
los recursos de las generaciones venideras y que el consumo de las generaciones
actuales se lleve a cabo con una mayo conciencia.
Y para ello, la familia y el sistema educativo
son los agentes sociales de mayor potencial a la hora de promover conductas
ambientales que permitan administrar de manera equilibrada los recursos
tanto humanos como naturales, asegurando una mejor calidad de vida para
la sociedad.
Cuando se dice “Sólo se ama lo que se conoce,
se cuida lo que se ama” se está haciendo mención al rol pedagógico de
formar en valores ambientales. Por ello es preciso conocer el ecosistema,
su dinámica, ciclos, interdependencias as{i como su fragilidad. Es de
esta forma que nace el querer conocerlo, cuidarlo, quererlo y buscar
las mejores formas para obtener sus recursos.
Al educar en valores ambientales, nos estamos
basando en aspectos éticos y consideraciones que pueden llegar a parecer
subjetivas, todo depende de la forma que llevemos nuestra relación con
el medio ambiente en general. Mas, lo importante es la necesidad de reorientar
los estilos de desarrollo y de consumo, éste último cada día más demandado
por niños y niñas.
El esquema actual indica que “unos pocos
consumen más allá de sus necesidades y que los más, ni siquiera pueden
consumir lo que necesitan para satisfacer sus necesidades básicas.”
[7] , esto debido a que en algunos lugares se ha producido una gran
devastación ambiental, el agotamiento de recursos naturales, producto
de una excesivo consumo, del aumento de la contaminación ambiental, hidrológica,
acústica, entre otros. El tránsito que hay que realizar hacia un desarrollo
sustentable implica sobrepasar dificultades sociales, económicas y ambientales
y ello conlleva un cambio de actitud y valórico de parte de los adultos
primero, como se ha mencionado anteriormente, para luego enseñar a niños
y niñas.
En este sentido, sensibilizar a niños y niñas
a través de la incorporación de la dimensión ambiental en su quehacer
educativo, es como se ha señalado anteriormente, una gran oportunidad
para orientar la formación y afirmación de valores y conductas ambientales
que contribuyan a la transformación humana y social, protegiendo y preservando
el medio ambiente.
Se han mencionado a lo largo de la presentación
diversos valores y comportamiento ambientales a trabajar con niño, niñas,
familia y educadores. A continuación se describen algunos de ellos para
entender mejor su relación entre ser humano- medio ambiente.
La Responsabilidad, implica reconocer que
cada ser humano ocupa un lugar en el grupo social del que forma parte,
y como tal algo que aportar para sostener la unidad de ese grupo. Para
desarrollar este valor es fundamental fomentar el sentido de pertenencia
y de aceptación, lo que implica compartir con otros deberes y responsabilidades,
por ende “responsabilidad con el medio ambiente significa actuar comprendiendo
que cada uno de nuestros actos tiene un efecto positivo o negativo sobre
el medio y que, por lo tanto tenemos que hacernos cargo de esas consecuencias
y procurar que los efectos de nuestras acciones sean positivos o menos
negativos” [8] .
La Austeridad permite que las personas valoremos
lo que tenemos en vez de desear y/o sufrir por lo que no se tiene, lo
cual muchas veces lleva aun estado de insatisfacción permanente y fracaso.
En este valor se sustenta en gran medida el desarrollo sustentable, en
cuanto el consumos y uso de recursos es responsabilidad de cada sujeto
que integra la sociedad. “Si cada persona racionaliza sus necesidades,
estará contribuyendo a preservar en mejor medida los recursos naturales
y a disminuir la contaminación del medio ambientes vía residuos”
[9]
La Cooperación en la sociedad moderna invita
a que el niño/a participe desde temprana edad, partiendo en la familia
y la escuela. Por lo tanto, hacerlos participes de situaciones sistematizadas,
donde a partir de su propia realidad y experiencia reconozca y vivencie
la necesidad y los beneficios de situaciones cooperadoras, de esta forma
se contribuye a formar ciudadanos que estén más dispuestos a cooperar
en labores que redunden en aportes para toda la sociedad.
El Respeto en el vivir en sociedad y en equilibrio
con el entorno natural y social implica que existan reglas y normas de
convivencia que deben ser respetadas. Esto implica fomentar en los niños/as
actitudes de respeto por si mismos, por los demás y por el medio ambiente,
ofreciéndoles al mismo tiempo experiencias que le permitan conocerse a
sí mismo y al entorno. “Sólo en la medida que va reconociéndose a si mismo
como un ser con características propias, desarrolla respeto por si mismo,
y puede proyectarlo en su relación con los demás. A su vez, para desarrollar
respeto por su entorno, es básico ofrecer al niño/a experiencias que le
permitan un contacto directo con al naturaleza. Esto le posibilitará desarrollar
empatía y descubrir que el ser humano es parte de un sistema complejo
en que cada elemento ocupa un lugar particular e indispensable”
[10]
¿QUÉ HACER EN LA COTIDIANEIDAD DE LA JORNADA
DIARIA PARA TRANSFORMAR LOS VALORES EN ACCIONES AMBIENTALES CONCRETAS?
Tener presente los valores descritos
anteriormente y otros que se han mencionado al momento de crear actividades
diarias son fundamentales para transformarlos en comportamientos ambientales
a la hora de la práctica.
La naturaleza nos entrega una diversidad
de recursos para estimular al niño en las distintas áreas de aprendizaje:
lenguaje, plástica, matemáticas, expresión corporal, diversidad de sensaciones,
olores, colores, sabores y cuanto por descubrir a través del contacto
con la tierra. Al observar las relaciones que hay entre el agua, el sol
y el aire con las plantas, los animales y seres humanos permite fortalecer
el respeto del niño por el medio ambiente en que vive sintiéndose parte
del todo que es la tierra, el universo.
Favorecer en los niños hábitos de
ahorro de energía, cuidado y respeto por los seres vivos, reducción de
desechos y en el consumo, reciclaje, amor por la naturaleza es tarea fundamental
en los primeros años, ya que es a esta edad donde se siembra para luego
ir viendo frutos y cosechar al ver que los niños producen cambios desde
su corta edad en los adultos a través de los afectos en favor del medio
del que forman parte.
Las acciones deben ser orientadas a estimular
el uso de las habilidades sensoriales del niño. Permitirles que sientan,
y que experimenten con cada uno de sus órganos de los sentidos. Es fundamental
hacerlos explorar el lugar donde se desenvuelven, sintiéndose a gusto
tocando la tierra, las plantas, los animales. Observar y tocar sin dañar
para ir acumulando experiencias como partes del desarrollo de su personalidad.
Para que en la educación ambiental se puedan
observar resultados concretos es necesario que la educadora de párvulos
haya tenido experiencias previas de integración con la naturaleza, haber
experimentado diversas actividades tanto a nivel personal como colectivo,
como por ejemplo que el contacto con la tierra sea real. Para mostrarle
a un niño o niña que formamos parte del todo que es este planeta, primero
la educadora debe sentirse parte integrada de este maravilloso sistema.
Si se desea llevar a los niños a un área
natural, ya sea un parque nacional, plaza o campo cercano es necesario
realizar una visita previa, averiguar por ejemplo, cuáles son las especies
nativas tanto de la flora y fauna de la zona, detectar cuáles pueden ser
los riesgos y los elementos necesarios para tener una estadía grata y
de variados aprendizajes significativos, tanto para los niños como para
las educadoras y otros agentes educativos que participen.
Hacer germinar una semilla, plantar una árbol
puede ser una experiencia frustrante o exitosa que dejará huellas estimulando
acciones, como por ejemplo, querer conocer más sobre la flora de la zona
en que vive el niño. Es por esto imprescindible que la educadora de párvulos
realice prácticas previas de plantación y contacto con la naturaleza,
de este modo tendrá las herramientas necesarias para satisfacer las necesidades
y preguntas de los niños y así será posible mostrarles que los vegetales
son seres vivos que necesitan ser respetados, nutridos, amados y hacerse
responsable de ellos.
Se deben considerar los valores,
actitudes y comportamientos que se desean desarrollar en el párvulo al
momento de realizar actividades cotidianas ambientales, es primordial
la sensibilización del párvulo frente a sí mismo, sus pares, el medio
natural-social donde vive. Favorecer el desarrollo de una buena autoimagen,
una sana actitud para con su cuerpo, y un buen punto de partida para
aprovechar todas sus posibilidades al interactuar en el medio ambiente.
Para el niño la naturaleza tiene
ciertamente algo de mágica. Se maravilla ante el poder del viento, ante
la visión del sol que se vuelve a aparecer o al ver los primeros copos
de nieve o gotas de lluvia. Fomentar la capacidad del niño para maravillarse
ante estas experiencias favorecerá el respeto y mayor contacto naturaleza
en la vida adulta.
Es significativo considerar en cada
actividad cuál es el material que se utiliza, de dónde proviene, por qué
se usa o se está reutilizando, cuál es la ventaja de utilizar algunos
materiales en desmedro de otros. Integrar al niño en la recolección del
material, su origen y sus distintas utilidades es parte fundamental para
sensibilizarlo frente al medio ambiente. Intencionar el ambiente donde
se desplaza el niño haciendo sus diferentes actividades, facilitándole
la elección de recursos a utilizar, permitiéndole desplazarse en espacios
amplios, favorecer el contacto con grupos heterogéneos, reutilizar los
espacios, es decir, trabajar en diferentes lugares donde por un momento
se puede almorzar, en otros hacer talleres, hacer trabajos individuales.
Se debe dar la oportunidad de disponer de
los materiales adecuados y la libertad de utilizarlos con independencia,
y él se encargará de formular sus propias ideas.
Crear con una diversidad de elementos estimulantes
motiva un proceso complejo en que el niño reúne diversos elementos de
su experiencia para transformar un todo con un nuevo significado. En este
proceso da una parte de sí, muestra lo que siente, lo que piensa, como
se ve a sí mismo y el lugar con el que interacciona constantemente. En
este contexto, crear diferentes experiencias es un camino a través del
cual se puede acceder a la transformación de mundos.
Recordar que además, en al jornada
diaria de puede estimular un acercamiento cariñoso a los materiales, métodos
y procedimientos que habrán de colmar la experiencia sensorial a lo largo
de la vida. Una instancia significativa en este proceso, dice relación
con el reciclaje y la reutilización de los materiales.
Cuando abrimos las perspectivas de connotación
de cualquier objeto o materia, estamos apostando por una dimensión estética
vital, en el sentido de la búsqueda de lo bello y del habilitar poético,
facilitando por añadidura el desarrollo afectivo e intelectual.
CONCLUSIONES
La Educación en Valores Ambientales sugiere
un cambio cultural que, como todo proceso educativo, será lento y paulatino.
Pero la situación demanda realizar acciones urgentes que ayuden a acelerarlo.
Se necesitan estrategias de apoyo muy diversas que faciliten, que estimulen
a las personas a sumarse al cambio, principalmente a aquellas sin una
consciencia ambiental formada.
En este marco, la educadora tiene un rol
fundamental como facilitadora que invita a descubrir, construir y desarrollar
ideas a los niños y a aprender junto a ellos, respecto a la Educación
Ambiental. Es también un modelo constante en la formación de valores,
comportamientos y un apoyo incondicional para el desarrollo emocional
de los niños y niñas. Por lo tanto, su acción frente al ambiente y los
valores que entrega respecto a éste, son la base de las acciones que los
niños replicarán.
Cada ser humano tiene la libertad de elegir
dentro de las posibilidades que se le presentan, es deber de la educadora
entregarle distintas experiencias desde sus primeros meses de vida para
enfrentar el medio con una serie de herramientas que le permitan decidir
de forma consciente.
Cada una de las experiencias que se viven
a diario, si se experimentan conscientemente tanto en forma individual
como en grupo, hacen más fácil cultivar una conciencia social que enfrentará
de mejor forma el cuidado y compromiso hacia el medio ambiente y la interacción
que constantemente tenemos con él. Ambiente que no sólo debe ser considerado
como el aula y los recursos didácticos sino como una totalidad donde
interactúan elementos naturales y sociales.
En resumen la Educación en Valores Ambientalessignifica básicamente solidaridad con los otros y con el entorno
a través del vivir cotidiano, de nuestras acciones hacia los otros y hacia
el mundo, lo que queremos y proyectamos para nosotros y para las generaciones
futuras. El medio ambiente es el espacio de convivencia en donde se desarrollan
las relaciones entre el sujeto y los otros, incluyendo en esos otros,
a los demás sujetos, los objetos, la naturaleza y todas las interacciones
que se producen entre ellos. Educar, en este sentido es educar a través
de las actitudes de los adultos y es en nuestra manera de actuar todos
los días donde estos valores se ponen en práctica, sin dejarlo en el discurso
y las declaraciones. Teniendo claro que los niños y niñas se van transformando
en la medida que el adulto entrega oportunidades y aprendizajes significativos.
Se busca desarrollar valores como el respeto,
la responsabilidad, la austeridad, valoración y el realizar acciones a
favor del medio ambiente, por ende, en favor de nosotros mismos para lograr
establecer una relación armónica y sustentable que permita a cada sujeto
desarrollarse en forma plena en sociedad.
BIBLIOGRAFIA
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nivel pre-escolar”
Ministerio del Ambiente y de los Recursos
Naturales Renovables
Venezuela.
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3. Guía Docente "Educación Pre-escolar"
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4. Guía Docente “Fundamentos de Educación
Ambiental”
Carlos Prosser - Colección BOSQUEDUCA - Serie
Guías Docentes
Defensores del Bosque Chileno. 1ª Edición,
Santiago - Chile, 1998.
5. “Un medio ambiente con futuro”
Aguerrebere, M.A. y otros. Pontificia Universidad
Católica de Chile, 1993
6. "Infancia Natural"
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7. “Junto a Terralba aprendemos a cuidar
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2001.
[1] Maturana y Verden – Zöller “Amor y Juego”. Santiago
de Chile, 1993
[2] Malva Villalón, Desarrollo de la autoestima, Pontificia
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[3] Manual de Educación Ambiental para nivel pre-escolar.
Ministerio del Ambiente, Venezuela
[4] Aguerrebere, MA y otros “Un medio ambiente con
futuro” Facultad de Educación, Pontificia Universidad Católica de Chile,
1993.
[5] Carlos Prosser, Guía Docente
“Fundamentos de Educación Ambiental, 1998.
[6] Manual de Educación Ambiental para nivel pre-escolar.
Ministerio del Ambiente, Venezuela
[7] “Junto a Terralba aprendemos a cuidar la Tierra”.
Fundación Casa de la Paz. Santiago Chile 2001.
[8] “Junto a Terralba aprendemos a cuidar la Tierra”.
Fundación Casa de la Paz. Santiago Chile 2001.