Legalizar las lecturas no convencionales: una tarea impostergable en la alfabetización inicial
“El tiempo de
la escritura es finito. Pero el tiempo de la lectura es infinito.
Y así, el significado de un libro no está detrás
de nosotros : su cara nos mira desde el porvenir.”
CARLOS FUENTES
“ ¿Cuándo
se introduce “lo social” en la psicogénesis de
la escritura ? Desde el inicio En primer lugar, porque el objeto
mismo es una invención histórico-cultural. Cualquier
escritura (desde los primeros intentos históricos hasta los
contemporáneos) es, desde el punto de vista material, un
conjunto de marcas intencionales sobre una superficie. Pero no cualquier
conjunto de marcas constituye una escritura : son las prácticas
sociales de interpretación las que las transforman en objetos
lingüísticos (con un alto valor social agregado). En
segundo lugar, “lo social” interviene desde el inicio,
ya que esas marcas son opacas hasta que un interpretante permite,
al niño en proceso de desarrollo, atisbar las complejas relaciones
entre esas marcas y una cierta producción lingüística.”
EMILIA FERREIRO
INTRODUCCIÓN
Durante mucho tiempo se ha debatido el hecho
de que la alfabetización constituyera o no un tema relativo al
nivel inicial. Se ha sostenido que el niño pequeño debe
socializarse, jugar y “prepararse” o “aprestarse”
para iniciar su aprendizaje de la lectura, la escritura y las operaciones
fundamentales recién al ingresar a la escuela primaria. Lamentablemente
esta postura llegaba a adquirir ribetes dramáticos cuando los niños
entraban a primer grado muy “aprestados” y fracasaban en su
aprendizaje de la lectura y la escritura, convirtiéndose primero
en repetidores y luego en desertores escolares condenados al analfabetismo.
Hace ya más de dos décadas
que las primeras investigaciones psicogenéticas dirigidas por Emilia
Ferreiro pusieron de manifiesto los saberes de los niños menores
de seis años, que constituyen un testimonio irrefutable acerca
de que los chicos no esperan que un maestro se pare frente a ellos para
comenzar a aprender. (Ferreiro y Teberosky, 1979). En otros trabajos se
evidenció, asimismo, que si bien todos los niños postulan
y ponen a prueba sus hipótesis sobre la escritura, existe un desfasaje
cronológico importante entre los que pertenecen a sectores socioculturales
diferentes, en función de la mayor o menor posibilidad de contacto
con ese objeto de conocimiento.
A partir de 1980 varios investigadores
que habíamos participado en esas primeras indagaciones comenzamos
a poner en práctica experiencias didácticas incorporando
sus aportes. (Teberosky 1982, Lerner 1982, Kaufman 1982)
En nuestros países, en los que la
injusta distribución de bienes materiales y culturales es tan notoria,
la ausencia de situaciones alfabetizadoras escolares a edades tempranas
no hace más que ampliar la brecha existente entre los niños
en cuyos hogares la lectura y la escritura son actividades permanentes
y aquellos de sectores desfavorecidos que, además de no vivir en
un ambiente alfabetizador en lo referente a prácticas y materiales
de lectura, ni siquiera cuentan con informantes idóneos en el caso
de que surgiera alguna inquietud...
Respecto de los niños de sectores
medios, la alfabetización en el nivel inicial se instala como una
alternativa que les permite continuar dentro del ámbito escolar
los descubrimientos que realizan fuera del mismo. Para los niños
pequeños de sectores carenciados se trata de una posibilidad privilegiada
(en muchos casos la única) de acceder a las prácticas sociales
de la lectura y la escritura en un ambiente que proporcione un contacto
fructífero con textos de calidad.
Por esta razón considero que negar
a los niños del nivel inicial la posibilidad escolar de acceder
precozmente a disponer de insumos para apropiarse de la lengua escrita,
en pos de defender los derechos de la infancia a jugar, puede constituir
un caso lamentable de carencia de sensibilidad social y de responsabilidad
democrática..
Esto no significa, de ninguna manera, que
los niños tengan la obligación de aprender a leer y a escribir
en el nivel inicial (dicho en términos específicos de las
investigaciones de Ferreiro, que hayan llegado a formular la hipótesis
alfabética), sino que tengan el derecho de ponerse en contacto
con textos y puedan participar en situaciones didácticas que favorezcan
su aprendizaje, tomando en cuenta sus saberes previos.
Existe mucha bibliografía referente
a cómo escriben los niños antes de hacerlo de manera convencional
: la mayoría de los docentes de numerosos países conoce
los tres grandes períodos que van transitando los pequeños,
en el primero de los cuales escriben de maneras indiferenciadas pero guiados
siempre por hipótesis inteligentes y originales (produciendo grafismos
primitivos, escrituras sin control de cantidad, unigráficas o fijas),
seguido por un segundo nivel en el que el niño se obliga a diferenciar
las escrituras que produce si éstas corresponden a diferentes palabras,
llegando en tercera instancia a vincular las escrituras con la sonoridad
del lenguaje (período en el que aparecen las escrituras silábicas,
silábico-alfabéticas y alfabéticas) (Ferreiro 1986,
Ferreiro 1991). El pasaje de estas escrituras alfabéticas a las
ortográficas es objeto de estudio de numerosas investigaciones
actualmente.
El conocimiento de estos trabajos de investigación
psicogenética nos permitió encarar proyectos y situaciones
de escritura con posibilidades de intervenciones didácticas muy
específicas y fructíferas. Pero también llevó
a que, por lo general, hayamos dedicado mucho tiempo escolar a encarar
situaciones de escritura en desmedro de las posibles experiencias de lectura.
Creo que un hecho que incidió en este fenómeno obedece,
entre otras causas, a que la bibliografía acerca de la reconstrucción
del sistema de escritura seducía a los maestros cuando comenzaban
a ver que sus alumnos hacían lo que Ferreiro y Teberosky describieron
ya en su primera obra que les ofrecía, además, un marco
interpretativo constructivista que facilitaba su comprensión. Para
decirlo con otras palabras: en la primera época sabíamos
más acerca de cómo escriben los niños antes de hacerlo
de manera convencional (incluyendo las alternativas dinámicas
del proceso vinculadas con ciertos conflictos cognitivos que las propias
producciones infantiles planteaban a sus autores) que sobre las
alternativas de cómo leen antes de “saber leer”.
Este hecho originó un desbalance en el que las situaciones de escritura
fueron netamente privilegiadas en desmedro de las de lectura.
Esta alternativa no constituye el mejor
camino. El niño debe participar en prácticas de lectura
desde el nivel inicial para llegar a ser un buen lector. El contacto precoz
con los textos le proporcionará el tiempo suficiente para permitirle
apropiarse progresivamente de los distintos aspectos del sistema de escritura
y del lenguaje escrito, a lo largo de un proceso prolongado y fascinante.
Numerosas investigaciones psicolingüísticas sobre el acto
lector contribuyeron a encarar situaciones más ricas y pertinentes.
Otras investigaciones realizadas por Ana Teberosky (1992) y Liliana Tolchinsky
(1993) se centraron en indagar qué conocen y qué ignoran
los niños sobre el lenguaje escrito, información muy importante
para orientar nuevas investigaciones didácticas.
En este trabajo expondré de manera
muy sintética algunas cuestiones vinculadas solamente con la lectura
en la alfabetización inicial sin que esta decisión implique
el desconocimiento de la importancia extraordinaria que tienen las experiencias
de producción de textos no sólo en el nivel inicial sino
a lo largo de toda la escolaridad. La decisión se debe a que los
trabajos sobre escritura en el nivel inicial han tenido más difusión
que los de lectura.
En primer lugar caracterizaré someramente
dos aspectos fundamentales de los textos : el sistema de escritura y el
lenguaje escrito. En segundo término esbozaré la concepción
de lectura que constituye el marco psicolingüístico de nuestras
experiencias alfabetizadoras. Analizaré luego cómo leen
los niños antes de leer convencionalmente (es decir, los saberes
infantiles sobre los textos y las prácticas lectoras). Por último,
abordaré algunas alternativas didácticas referentes a situaciones
de lectura en el nivel inicial y primer grado de la escuela primaria,
enfatizando la necesidad impostergable de legalizar las lecturas no convencionales
en las primeras etapas de la alfabetización.
SISTEMA DE ESCRITURA Y LENGUAJE
ESCRITO
Las investigaciones ya mencionadas de Ferreiro,
Teberosky y Tolchinsky pusieron de manifiesto que los niños, cuando
inician su aprendizaje de la lectura y la escritura, se vinculan simultáneamente
con dos cuestiones involucradas en los textos : el sistema de
escritura y el lenguaje escrito. Entendemos por sistema
de escritura a la escritura como sistema de notación,
cuya comprensión se relaciona con acceder a conocer sus elementos
(letras, signos, etc.) y las reglas por las que se rigen las relaciones
entre los mismos. El lenguaje escrito, que Claire Blanche
Benveniste (1982) denominó lenguaje que se escribe,
alude a la particularidad de un lenguaje más formal que el lenguaje
oral e incluye las diferentes variedades discursivas que forman parte
de ese lenguaje (noticias, poemas, recetas, cuentos, textos científicos,
etcétera).
La historia de la enseñanza de la
escritura exhibe una serie de métodos en los que se advierte claramente
la concepción subyacente : el alumno debe aprender primero el sistema
de escritura y, recién cuando domine el conocimiento acerca de
la forma de las letras y su relación con la sonoridad, unido a
las convenciones de separación entre palabras, algunos signos de
puntuación, etc., podrá acceder a relacionarse con el lenguaje
escrito encarnado en los textos de circulación social (tarea que
la escuela no suele asumir porque habitualmente limita la oferta lectora
a textos didácticos incluyendo, en el mejor de los casos, algunos
textos literarios). La lectura de noticias, editoriales, instructivos,
textos publicitarios, cartas, reportajes, etc., queda librada a las posibilidades
extraescolares de los alumnos.
Dentro de esta concepción,
durante el primer período de su alfabetización (que puede
extenderse a todo el primer año escolar) el niño está
condenado a tener una íntima y cotidiana relación con enunciados
tales como “Mamá amasa la masa”, “Ema upa a su
pipí”, “Moma upa a mi pío” o “Esa
osa se asa sola”. Quiero aclarar que estas frases no han sido inventadas
por mí (no es fácil tener una imaginación tan frondosa...)
sino que han sido recolectadas en cuadernos y libros escolares. Antes
de continuar, pediría al lector que anticipe qué puede hacer
Ulises en un cuaderno de primer grado. Tengo la certeza de que le va a
resultar bastante dificultoso acertar. Aparentemente el personaje mencionado
en dicho cuaderno no tendría mucha relación con el protagonista
de La Odisea, ya que este Ulises se dedica a...¡ulular la ola !
Sí. La frase “Ulises ulula la ola” aparecía
encarnada en una inocente caligrafía infantil en un cuaderno de
primer grado, seguida por un rutilante “¡Muy bien !”.
Yo me pregunto : ¿qué es lo que estaba “muy bien”
? ¿La posibilidad de copiar sin errores algo casi ininteligible
e impronunciable que no forma parte de ningún género textual
?
Si se tratase solamente de un trabajo de
destreza manual la situación no sería demasiado grave. Pero
este tipo de enunciados conlleva una consecuencia más severa vinculada
con la lectura, que consiste en entorpecer o imposibilitar las posibilidades
anticipatorias del lector. Cuando afirmo que esta consecuencia es severa
lo hago desde el marco aportado desde hace varias décadas por importantes
investigaciones psicolingüísticas que han evidenciado fehacientemente
que la anticipación es una de las estrategias básicas que
ponen en juego los lectores expertos...
Como consideramos que los aprendizajes
del sistema de escritura y del lenguaje escrito tienen lugar simultáneamente
desde el comienzo de la alfabetización y que los niños aprenden
a leer y a escribir textos leyendo y escribiendo textos, nuestra propuesta
didáctica incluye desde las salas del nivel y las aulas de primer
grado la posibilidad de leer y producir la enorme variedad discursiva
que ofrecen los textos de circulación social. Nuestros niños
están en contacto con recetas para hacer tortas, con periódicos
para informarse sobre algún suceso de actualidad que sea de su
interés, con cuentos para entretenerse con las historias y disfrutar
del lenguaje literario, con instructivos para realizar experimentos científicos,
etc., desde que entran a la escuela. Y los van “leyendo” de
diferentes maneras hasta que pueden hacerlo de manera convencional. Pido
al lector un poco de paciencia, ya que veremos cuáles son estas
maneras después de acordar una concepción de lectura que
nos permita entenderlas mejor.
CONCEPCIÓN DE LECTURA
Leer supone un proceso de construcción
de la significación de un texto en el que se coordinan datos del
texto (tanto correspondientes al sistema de escritura como al lenguaje
escrito) con datos del contexto. El papel del lector es muy activo, ya
que es quien pone en juego toda su competencia lingüística
y cognitiva a fin de participar en este proceso de transacción
con el texto. Ese rol activo se expresa a través del despliegue
de una serie de estrategias básicas que pueden caracterizarse de
la siguiente manera (Goodman, 1982) :
muestreo: el lector
no ve todas las letras sino sólo algunas (una muestra). Investigaciones
experimentales realizadas en laboratorio incluyendo mediciones de
los movimientos oculares han demostrado que el ojo procede a saltos,
haciendo fijaciones en algunas letras de las palabras.
anticipación:
consiste en completar, en función de los conocimientos previos
del lector, el resto de la información visual que excede los
lugares de las fijaciones oculares mencionadas anteriormente.
predicción:
es otro tipo de anticipación que se relaciona con prever cómo
podrá seguir ese texto.
autocorrección:
cuando leemos algo que no tiene sentido o que resulta contradictorio,
los lectores expertos volvemos atrás a fin de verificar si
leímos mal o si el texto tenía algún error de
impresión.
inferencia: esta
estrategia tiene una gran importancia y se refiere a la capacidad
de leer lo que no está escrito explícitamente. Es decir
: “leer entre líneas” aquello que el autor quiso
decir pero no lo hizo de manera manifiesta.
Si nosotros partimos de esta
definición de lectura, nuestro accionar en el aula tenderá
a proponer situaciones en las que los niños desplieguen este tipo
de estrategias para ir apropiándose de las características
del sistema de escritura y del lenguaje escrito a través de prácticas
de lectura de diferentes textos de circulación social. Si, por
el contrario, concebimos el aprendizaje de la lectura como la capacidad
de reconocer las letras, identificar los fonemas correspondientes y establecer
la relación entre ambos, propondremos actividades que apunten a
garantizar esos conocimientos.
Creo que un ejemplo de clase puede aclarar
esto. Hace ya algún tiempo comenté esta situación
en una entrevista que publicó en su oportunidad la Editorial Santillana
(Mérega, 1989). Sigo considerando que es muy ilustrativa, razón
por la cual decidí incluirla en este trabajo.
Una maestra de primer grado comentó
a una colega en un recreo una actividad que había surgido casi
espontáneamente en su clase, con la que los chicos se habían
entusiasmado mucho. La actividad en cuestión se había desarrollado
de la siguiente manera : ella había llamado a escribir al pizarrón
a aquellos niños que ya lo hacían de manera alfabética
y luego había invitado a niños que todavía producían
escrituras silábicas y no podían leer de manera convencional
para que “leyeran” lo que habían escrito sus compañeros.
Transcribiré un fragmento de la situación :
Maestra: A ver , Santiago,
pasá al pizarrón y escribí una palabra, la que
vos quieras, pero no digas qué pusiste. Si alguien puede leerla,
no diga nada todavía.
Santiago: (Pasa al pizarrón y escribe “PEPINO”)
Ya está.
Maestra: Muy bien. Nadie diga nada, ¿eh ? (sonríe).
A ver, Vanesa, ahora pasá vos y escribí otra.
Vanesa: (Pasa al frente. Duda un ratito y luego escribe “JIRAFA”).
Maestra: Bien, bien. Gracias, Vane, sentáte. Ahora,
Federico. Pasá.
Federico: ¿Escribo cualquier cosa ?
Maestra: Una palabra. Pero calladito, ¿eh ?
Federico: (Escribe “PANTALON”) ¿Nada más
?
Maestra: No, está bien. Ahora va a pasar Diego.
(Diego todavía no escribe como sus compañeros. Sus escrituras
son silábicas, es decir, por cada sílaba que dice pone
una letra y no puede leer sin ayuda lo que está en el pizarrón).
Maestra: Mirá, Diegui, ahí los chicos escribieron
“jirafa”, “pantalón” y “pepino”.
A ver... ¿en cuál dirá “pepino” ?
Diego: (Pasa al frente y estudia las escrituras con mucha atención.
Finalmente sonríe) Aquí (señala “PANTALON”).
Maestra: ¿Por qué te parece que ahí dice
“pepino” ?
Diego: Porque está la letra “pe” (señala
la inicial de “PANTALON”).
Maestra: Ajá. Es cierto... Y si vos decís “pepino”,
¿con cuál termina ?
Diego: Pepino (remarca la última sílaba) ¡Ah,
no ! En ésta dice “pepino” (señala “PEPINO”).
Ahí sí, con “o”...
Maestra: ¡Bravo ! Leíste muy bien.
Los chicos se entusiasmaron con la situación
porque los que ya escribían alfabéticamente tenían
ganas de proponer palabras escribiéndolas en el pizarrón
y los que todavía escribían de manera silábica y
no podían leer de manera convencional, disfrutaron de una situación
en la que pudieron “leer” las producciones de sus compañeros.
La maestra del otro primer grado, que conocía
las investigaciones de Emilia Ferreiro y podía identificar el nivel
de escritura de sus alumnos pero que no compartía la concepción
de lectura que manejaba su colega, decidió replicar la situación.
Transcribiré un fragmento de esta nueva clase :
Maestra: Vamos a hacer
silencio... Martín, pasá al pizarrón y escribí
una palabra pero no digas qué pusiste...
Martín: (Pasa y escribe “FRUTILLA”).
Maestra: Muy bien. ¡Sh... ! Nadie diga nada todavía.
Carolina, pasá vos y escribí otra palabra.
Carolina: (Pasa y escribe “ANANA”) ¿Así
?
Maestra: Sí, sí, muy bien. A ver... Valeria,
escribí otra palabra.
Valeria: (Pasa y escribe “MARIPOSA”).
Maestra: Muy bien. Ya te podés sentar. A ver, pasá
vos, Claudio.
(Claudio, al igual que Diego, alumno del otro primer grado, todavía
no lee de manera convencional y sus escrituras son silábicas.
Pasa al frente y mira a la maestra).
Maestra: (Se aproxima al pizarrón) Claudio, ¿qué
dice acá ? (Señala “FRUTILLA”)
Claudio: (Mira fijamente la palabra y permanece callado).
Maestra: Fijáte bien...
Claudio: (Sigue mirando la palabra en silencio).
Maestra: A ver, ésta (señala la F) vos la conocés,
¿no ?
Claudio: Sí... es la de Fernando (se lo ve desorientado).
Maestra: ¡Claro ! Muy bien. Entonces la de Fernando con
ésta... (señala la R) ésta, ¿cuál
es ?
Claudio: La de Romina, ¿no ?
Maestra: ¡Sí, eso es !. La de Fernando con la
de Romina, fr...fr..., con ésta (señala la U) ¿cuál
es ésta ?
Claudio: La u...
Maestra: ¡Eso es ! Entonces fru... fru... ¿qué
dirá ? Con ésta... (señala la T).
La maestra, con buen criterio, interrumpió
ahí la actividad y propuso hacer otra cosa. Cuando relaté
estas dos situaciones a la persona que me estaba entrevistando, ella me
dijo : “Pero esta persona no le daba ninguna información
al chico”. Y eso no es así. La segunda docente no abandonaba
a Claudio sin darle “ninguna información”. En realidad
intentaba ayudarlo suministrándole la información que ella
consideraba relevante para poder realizar un acto de lectura : la sonoridad
de las letras. Para la primera, un acto de lectura consiste en acceder
a la significación de lo escrito a través de la coordinación
de datos de distinta naturaleza, en este caso, características
de las escrituras del pizarrón y un contexto que ella suministraba
consistente en la información acerca del contenido de las mismas.
Para la segunda maestra, leer parece consistir en conocer las letras y
los sonidos correspondientes a fin de establecer las asociaciones necesarias
entre unas y otros. Un dato interesante, ya comentado anteriormente, es
que ambas conocían las investigaciones psicogenéticas de
Ferreiro y podían interpretar el nivel de escritura de sus alumnos,
pero esto no basta. La manera en que se concibe el acto lector es un elemento
crucial para definir el tipo de situación didáctica que
propondremos a nuestros alumnos.
SABERES PREVIOS ( O cómo
leen los niños antes de “saber leer”)
Como comentábamos en la Introducción,
hace tiempo que se legalizaron las escrituras no convencionales
de los niños (los grafismos primitivos, las escrituras sin control
de cantidad, las unigráficas, las que exigen diferenciación
para representar diferentes palabras, las escrituras silábicas,
silábico-alfabéticas y alfabéticas que todavía
no respetan las convenciones ortográficas), considerándolas
“escrituras” y teniendo la certeza de que dichas producciones
enfrentan al niño con situaciones potenciales de conflicto cognitivo
necesarias para el crecimiento intelectual en lo que se refiere al aprendizaje
de ese contenido. Es necesario instalar en el escenario didáctico
la legalidad de las lecturas no convencionales porque son las únicas
situaciones en las que los niños tienen la posibilidad de interactuar
directamente con los textos a fin de ir desentrañando su significado.
Procederé ahora a exponer
algunas situaciones en las que pueden identificarse algunas modalidades
lectoras que manifiestan los niños pequeños y que preceden
a la lectura convencional. Estas “maneras de leer” son lo
que denominamos “lecturas no convencionales” y la necesidad
de legalizarlas en las salas de Jardín de Infantes y aulas de primeros
grados está íntimamente relacionada con la afirmación
de que “se aprende a leer leyendo”.
Transcribiré situaciones recogidas
en salas del Nivel Inicial o en aulas de primer grado a fin de que el
lector pueda ir anticipando algo del contenido de nuestro último
ítem, en el que trataremos de dar algunos lineamientos de alternativas
didácticas.
SITUACIÓN 1
Una maestra de una sala de 5 años presenta a un grupito de tres
niños una tarjeta con la imagen de un elefante. Debajo de la misma
aparece la siguiente escritura : EL ELEFANTE TIENE COLMILLOS Y
TROMPA LARGA.
Maestra: ¿Qué
les parece que dirá aquí ? (señalando la oración)
Diego y Clarita : ¡Elefante !
Maestra: ¿Por qué les parece que dirá
“elefante” ?
Clarita: (Riéndose) Y... porque está el elefante...
Maestra: ¿Y si está el elefante tiene que decir
“elefante” ?
Diego: Y sí... ¿no ? (dudando).
Maestra: Yo lo veo a Santiago muy callado... Vos, ¿qué
pensás ?
Santiago: (Que estaba prestando atención pero no participaba)
No sé... (niega con la cabeza) No sé...
Maestra: ¿Qué es lo que no sabés, Santi
?
Santiago: No sé qué dice ahí (señala
la oración).
Maestra: ¿Vos no estás de acuerdo en que ahí
diga “elefante” ?
Santiago: (Niega con la cabeza).
Diego: ¿Y qué va a decir, entonces, “perro”
?
Santiago: No, nene, “perro” no. Pero “elefante”
tampoco.
Maestra: ¿Por qué te parece que no dice “elefante”
?
Santiago: (Se queda pensativo y no responde).
Maestra: A ver, miren lo que les voy a mostrar. (Saca otra
tarjeta con la imagen de un elefante, debajo de la cual dice ELEFANTE).
Y aquí, ¿qué dirá ?
Santiago: (Con mucha certeza) Ahí sí dice “elefante”.
Y ésta (señala la inicial) es la e, de eeelefante (alarga
la emisión de la primera e).
Maestra: Pero aquí (señala la E
de EL en la oración de la primera tarjeta) también
está la e...
Santiago: Sí, pero es muy largo. Tiene muchas para que
diga “elefante”.
Clarita: Y sí... tiene muchas...
Maestra: ¿Entonces ?
Diego: (Excitado por el descubrimiento) Miren: aquí
(señala ELEFANTE en la tarjeta que dice EL
ELEFANTE TIENE COLMILLOS Y TROMPA LARGA) dice igual
que aquí... (señala ELEFANTE en
la otra tarjeta) ¡Dice “elefante” en las dos !
Maestra: ¿Y por qué no serán iguales todas
las letras de las dos tarjetas ?
Santiago: Porque aquí (ELEFANTE) dice
“elefante” y aquí. (EL ELEFANTE TIENE COLMILLOS
Y TROMPA LARGA) dice algo del elefante. Pero no sé qué
dice.
Maestra: ¡Tan chiquitos y ya leen tanto ! Es verdad.
Aquí dice “El elefante tiene colmillos y trompa larga”.
Clarita: ¡Claro ! Y aquí (ELEFANTE)
dice “elefante” nomás.
SITUACIÓN 2
Esta situación corresponde a un proyecto coordinado por Claudia
Molinari y Mirta Castedo en la escuela Joaquín V. González
en la ciudad de La Plata. y consta en el libro de Orientaciones para el
Docente (Molinari, 1995) que acompaña al Multilibro de Inicial
(Kaufman 1995). El registro corresponde a una clase en la que los niños
de cinco años exploran nuevos textos que la maestra pone a su disposición
en la biblioteca de la sala (materiales que serán luego utilizados
para buscar información sobre animales). La docente se acerca a
un grupo de tres niños que están haciendo comentarios en
relación a una enciclopedia. Están observando una hoja en
la que se presentan imágenes y textos bajo el título “ANIMALES
DEL DESIERTO”. El libro es bastante antiguo. La imagen, clásica
de las enciclopedias de hace muchos años incluye, al lado de cada
animal, un número. En el texto, al lado de cada número aparece
el nombre del animal en letras azules y, a continuación, una breve
descripción de las características fundamentales de cada
uno.
Maestra: ¿Qué
dirá en estas hojas ?
Teo: De animales... bichos.
Fidel: Caracol, el número diez (señalando la
imagen del caracol y el número que aparece al lado).
Mora: El siete... el cuatro... (señala los números
en la imagen).
Fidel: El ocho...
(Los tres continúan nombrando y señalando los números
y las imágenes)
Maestra : ¿Y por qué estarán los números
?
Fidel: Yo sé. Por quién se inventó primero.
Si estuvieran los dinosaurios, tendrían que haber puesto el “uno”
para los dinosaurios.
Maestra: ¿Están de acuerdo, ustedes, los números
acá indican quiénes se “inventaron” primero
?
(Teo y Mora no escuchan. Siguen señalando las imágenes
y los números)
Fidel: Sí, el hombre tendría que estar segundo...
Maestra: Miren acá (señala en el texto los números
de las referencias), acá hay otros números. Uno, dos...
(señalándolos).
Teo: Pero debe decir todo... por ejemplo, el cuatro (refiriéndose
al número en el texto) debe decir de este número cuatro
(señalando el 4 al lado de la imagen del coyote)... explica.
El cuatro explica todo del lobo.
Fidel: Sí pero... éste nació primero (señalando
el número 1) y... (duda) después explican todo. Después
éste es el once (señala el 11 al lado de un lagarto) y
lo explica (señala el 11 en el texto).
Maestra: ¿Qué cosas explica ?
Mora: Cómo caminan.
Fidel: Cómo nacen los animales.
Mora: Cómo hacen para buscar la comida.
Maestra: ¿Y por qué estas letras serán
más grandes ? (señalando el título “LOS ANIMALES
DEL DESIERTO”)
Fidel: Porque ahí es más o menos el título.
Teo: Es para que se vea bien... es para que... así de
así... (indicando con sus manos una separación entre el
título y el resto del texto). Acá (señala título),
“porjemplo”, no se puede confundir con todo lo
que te explica (señala el texto).
(En otros momentos de la exploración
los niños intentan “leer” los nombres de los animales
escritos en color azul, en función de tomar en cuenta las imágenes
y algunas letras conocidas de los textos. Así se enteran, por ejemplo,
que el lobo mentado por Teo era, en realidad, un coyote).
SITUACIÓN 3
Una docente de primer grado decide, a poco tiempo de comenzar las clases,
iniciar un proyecto de periódico mural que compartirán con
segundo y tercer grado, para lo cual solicita a sus alumnos que lleven
diarios a la escuela a fin de explorarlos. En la clase que vamos a transcribir,
la maestra se dirige a una mesa en la que cuatro niños están
mirando la parte deportiva de un periódico. En la primera página
hay una gran foto en color en la que un jugador de River patea un gol.
El partido se había jugado entre River y Racing y el resultado
había sido favorable para el primer equipo : 2 goles contra 1.
Maestra: ¿Qué
están mirando ?
Luis: (Sonriente) Un gol de Ríver.
Maestra: ¿Vos sos de Ríver ?
Luis: (Asiente con la cabeza).
Fabio: Y yo soy de Boca...
Luis: ¡Ja ! Y siempre pierde... Lo van a tener que echar
al Bambino (se trata del director técnico).
Maestra: ¿Y Ríver ganó o perdió
ayer ?
Luis: No sé... Es lo que estábamos mirando.
Fabio: Yo digo que perdió... (En realidad no parece
saber cómo terminó el partido. Se trataría más
bien de una expresión de deseo, ya que River es el ancestral
rival de su equipo, Boca).
Rodrigo: Yo oí que ganó...
Maestra: Traten de ver si lo pueden leer en el diario... Yo
me voy un ratito a ver a los nenes de esa mesa y después vuelvo
(se retira a trabajar con el otro grupo).
Luis: A ver... No entiendo nada... (Mira desorientado la primera
página. Sobre la foto aparece el siguiente titular : “Negocio
redondo”).
Nacho: (Da vuelta la página. Hay otras dos fotos del
partido y un título que dice “Otra vez Ríver
mira desde lo más alto” escrito con tipografía
mayúscula-minúscula). Mirá, acá sigue (revisa
atentamente la página). Tiene que haber un cuadrito... Siempre
hay unos cuadritos con los goles...
Luis: (Excitado) ¡Aquí ! Aquí tiene que
decir (efectivamente señala un cuadro en el que aparecen los
nombres de los dos equipos y sus puntajes seguido por los nombres de
los jugadores y las calificaciones que el crítico deportivo habría
adjudicado a cada uno).
Racing 1
River 2
Ignacio González 5
Mauro Navas 5
Carlos Galván 7
7 Germán Burgos
6 Hernán Díaz
6 Celso Ayala
(La tabla continúa del mismo modo
con todos los jugadores y otras informaciones sobre el partido).
Fabio: ¿Aquí
dice River ? (señala Racing 1). Entonces perdió...
(sonríe ilusionado).
Nacho: Los dos empiezan con la misma... (se refiere a la inicial
de los nombres de los equipos).
Luis: Sí. Pero si River ganó tiene que ser éste
que dice 2, porque éste (señala Racing)
tiene sólo 1.
Rodrigo: A mí me parece que había ganado. (No
parece muy interesado).
Nacho: Sí, Luis, él tiene razón, porque
aquí (Racing) no puede decir “River”
porque ésta (señala la a) es la “a” y en River
no va....
Maestra (regresando): ¿Y ? ¿River ganó
o perdió ?
Luis (contento): Para mí que ganó porque “River”
no puede tener una “a”... Entonces aquí (señala
River 2) tiene que decir “River” y tiene
dos goles así que... ¡ganamos !
SITUACIÓN 4
La situación que se transcribe a continuación tuvo lugar
en Brasil, hace aproximadamente ocho años, en la Escola da Vila
de Sao Paulo. En ella participaron varios niñitos de cinco años.
Fue grabada en un video que tuve oportunidad de presenciar. No recuerdo
todos los detalles pero sí una parte que me parece muy ilustrativa
de estas “lecturas no convencionales”.
La maestra había acordado previamente
con sus alumnos una planificación de los cuentos que iba a leerles
cada día de la semana y había confeccionado un cuadro de
dos columnas. En la primera figuraban los días de la semana y en
la segunda, al lado de cada día, el título del libro que
habían seleccionado.
El día miércoles la
maestra preguntó a sus alumnos qué cuento debía leerles.
Los chiquitos fueron al cuadro que estaba en la pared y comenzaron a señalar
los días haciendo coincidir la escritura de cada uno con el nombre
que iban diciendo (lunes, martes, miércoles). Cuando llegaron al
que correspondía a la fecha buscada, se centraron en la escritura
contigua (el nombre del cuento que allí estaba escrito). Hubo una
discusión ya que algunos opinaban que era uno y otros manifestaban
que se trataba de otro de los cuentos que escucharían en la semana.
Finalmente, en función de alguna letra conocida y de la longitud
de la escritura, hubo acuerdo en que se trataba del que efectivamente
estaba escrito. Para cerciorarse fueron a la biblioteca a buscar el que
había resultado “votado” por todos (los niños
conocen los cuentos de la biblioteca por el color, las imágenes,
etc., de modo que no les resultó difícil encontrarlo), lo
llevaron hasta donde estaba el cuadro y constataron que el título
coincidía con la escritura que aparecía en el casillero
correspondiente al cuento que la maestra debía leerles ese día.
Con gran satisfacción se lo llevaron para disfrutar de la lectura.
ALTERNATIVAS DIDÁCTICAS
Un aspecto importante de las prácticas
de lectura que se realizan fuera del marco escolar es que siempre están
guiadas por algún propósito, razón por la cual las
aproximaciones a los distintos textos en diferentes ocasiones no son iguales.
No leemos del mismo modo una noticia que un poema. No demoramos el mismo
tiempo en leer las noticias del periódico que un texto científico.
Y todas esas lecturas son adecuadas. Isabel Solé señala
: “Los objetivos de la lectura determinan cómo se sitúa
un lector ante ella y cómo controla la consecución de dicho
objetivo, es decir, la comprensión del texto. Existe un acuerdo
general sobre el hecho de que los buenos lectores no leemos del mismo
modo cualquier texto, y que justamente un indicador de nuestra competencia
reside ahí, en la posibilidad de utilizar las estrategias necesarias
en cada caso” ( 1993).
Claudia Molinari (op.cit.) puntualiza, siguiendo a la misma autora, y
desde una gran variedad de propósitos, algunos que es útil
tomar en cuenta a la hora de pensar situaciones de lectura con los niños:
“Leer para obtener una
información de carácter general,
cuya finalidad es obtener una “impresión global”
a través de considerar algunas de las ideas e índices
textuales ;
. leer para obtener una información precisa, donde el propósito
es localizar desde el inicio algo determinado, descartando lo que sobra,
identificando lo que se busca, y procediendo después a leer esto
último minuciosamente.
. leer para seguir instrucciones, es decir , leer para realizar
alguna acción , donde es necesario un control constante de la
comprensión sobre cada uno de los párrafos del texto;
.leer para comunicar un texto a otros, donde se justifica la
lectura en voz alta ante un auditorio que sólo por ese medio
puede tener acceso al escrito y en donde el cuidado por la entonación,
pausas, matices, resulta importante para la comunicación;
. leer por placer, es decir, una lectura que se justifica por
sí misma desde el gusto que provoca el hacerlo desde un texto
informativo o literario.
Podríamos agregar por último
otro propósito que, si bien no es frecuente desde las propuestas
de enseñanza, resulta indispensable para aprender a producir: leer
para escribir. Se trata de leer para saber cómo escritores
“expertos” escriben sus textos, extraer esta información
y ponerla al servicio de la propia producción.”
En nuestras experiencias didácticas
se contemplan estos propósitos cuando se trata de planificar proyectos
y actividades. Se trata de dos tipos de situaciones pedagógicas
diferentes y creo que es importante acceder a una caracterización
de ambas aunque sólo sea someramente.
“Un proyecto
es una macrosituación de enseñanza en el transcurso de la
cual el docente organiza y plantea las situaciones de clase que permitirán
a los niños aproximarse a un tipo textual para apropiarse de sus
características constitutivas. (...) Se trata de una serie de situaciones
unificadas por una finalidad conocida y compartida por todo el grupo .”
(Castedo, 1994). Los textos que se encaran están siempre incluidos
en una situación comunicativa precisa, con destinatarios reales,
implican contacto y exploración de modelos textuales y las diferentes
situaciones incluidas en los proyectos deben culminar en sistematizaciones
colectivas de los conocimientos. Los proyectos se desarrollan en el tiempo
y tienen una duración variable.
El docente acuerda con los niños
la propuesta y tanto uno como otros se comprometen en el trabajo a realizar.
Las actividades se diferencian
de los proyectos por plantear un trabajo condensado con la lengua escrita
que se desarrolla, por lo general, en clases únicas. Son propuestas
que suelen iniciarse y culminar en sí mismas, aunque se repitan
a lo largo del año (poner el nombre en los trabajos, leer las instrucciones
de un juego nuevo, escribir una carta a algún compañerito
enfermo, etc.)
El objetivo central de esta ponencia no
me permite desplegar las características de los proyectos, que
constituyen nuestra modalidad pedagógica central y sobre la que
hemos publicado variada bibliografía. (Kaufman y Rodríguez,
1993 ; Kaufman, Castedo, Teruggi, Molinari, 1989, Castedo 1995, Lerner,
Lorente, Lotito y otros, 1996). Como el tema que nos ocupa es la lectura
no convencional, me limitaré a analizar algunas actividades que
en algunos casos tienen lugar en forma independiente y en otros pueden
constituir momentos de los proyectos.
A continuación intentaré clasificar
algunas líneas posibles de actividades de lectura, puntualizando
qué tipo de trabajo intelectual realizan los protagonistas en cada
una y con qué aspectos de los textos se ponen en contacto . Incluiré
en este esbozo las situaciones descriptas en el parágrafo anterior,
describiendo las estrategias puestas en juego por los niños y los
propósitos que guiaron sus “lecturas”.
En los últimos años he intentado
sistematizar los aspectos comunes de una multiplicidad de actividades
que los maestros del nivel inicial y primer grado proponen a sus alumnos
para fomentar el contacto de los chicos con los textos a fin de que “aprendan
a leer leyendo”. En esta sistematización he caracterizado
tres posibilidades básicas de dicho contacto, pormenorizando qué
aspectos de la escritura se abordan de manera privilegiada en cada una,
a fin de que los docentes tengan claro, en cada caso, si se están
propiciando contactos con el sistema de escritura, con el lenguaje escrito
o con ambos.
Estas alternativas se relacionan con las
posibilidades más ricas detectadas en los niños pequeños
cuando intentaban acceder a la significación de los textos. Desde
la perspectiva didáctica el maestro puede plantear variadas situaciones
que permitan a sus alumnos :
a) Anticipar el contenido de
un texto acompañado por un contexto gráfico.
b) Establecer correspondencias entre aspectos notacionales y orales
de un texto escrito cuyo contenido se conoce.
c) Presenciar múltiples actos de lectura.
a) Anticipación del contenido de un texto acompañado
por un contexto gráfico.
Muchos docentes del nivel inicial y primer
grado conocen las bondades de este tipo de situaciones y ponen a consideración
de los niños imágenes acompañadas por una palabra
o por una oración, preguntando qué les parece que podrá
decir allí (tal como lo hiciera la docente de la situación
1).
Sabemos por datos aportados por las investigaciones de Ferreiro que, en
un primer momento, los niños anticipan los textos en función
exclusiva del contexto (si en la imagen aparece un gato, consideran que
en el texto dice “gato”, independientemente de que la escritura
sea breve o extensa y sin tomar en cuenta cuáles son las letras
incluidas). En determinado momento los chiquitos comienzan a considerar
datos cuantitativos (tal como lo hiciera Santiago en la situación
1 : “tiene muchas para que diga elefante”) o bien cualitativos
(“la e de elefante”).
Más adelante, cuando su dominio
del sistema de escritura sea mayor, los niños podrán prescindir
un poco más del contexto gráfico.
Esta línea de trabajo está
encarnada en las situaciones 1, 2 y 3. Las imágenes de los elefantes
en las tarjetas de la primera situación, los animales de la enciclopedia
y la foto de la sección deportiva del diario brindaban pistas gráficas
para que los niños anticiparan el contenido de los textos.
Analizaremos cada una de las tres situaciones.
Veamos la SITUACIÓN 1. En
ese caso, los niños intentaron leer las tarjetas de los elefantes.
Es evidente que el contexto gráfico (la imagen) brindó una
pista clara para que los niños anticiparan que allí iban
a encontrar el nombre del animal. Como señalamos anteriormente,
Santiago no tomó en consideración solamente dicho contexto
sino que se centró en el texto buscando índices, cuantitativos
en este caso, que le permitieron rechazar la hipótesis inicial
de sus compañeros (“es muy largo. Tiene muchas para que diga
elefante”). El trabajo que realizan luego en conjunto incluye la
identificación que hace Diego de la palabra elefante en ambas tarjetas,
lo que los conduce a una conjetura acorde con las características
de nuestro sistema de escritura : en la tarjeta más larga “dice
algo del elefante”, es decir, dice algo más que elefante
y ese algo más debe ser algo relacionado con él. No está
mal para niños de cinco años...
¿En esta situación los niños exploraron aspectos
del sistema de escritura, del lenguaje escrito o de ambos? Evidentemente
sólo se pusieron en contacto con el sistema, ya que allí
no había ningún texto completo que tuviera características
de algún género particular. En este caso, con este tipo
de material, los niños se centran en indagar cuestiones vinculadas
con el sistema de escritura, no con el lenguaje escrito. En lo que se
refiere a los propósitos, está claro que en situaciones
en las que no hay contacto con el lenguaje escrito propiamente dicho no
habrá una intencionalidad del tipo de las descriptas por Isabel
Solé. En este caso, la docente había propuesto la situación
sólo para centrar el trabajo de los niños en el sistema
de escritura. Creemos que las situaciones siguientes son más ricas,
ya que en ellas pueden identificarse claramente los propósitos
que guían los actos lectores y, además, proporcionan la
alternativa simultánea de trabajar con el lenguaje escrito.
Pasemos a interpretar la SITUACIÓN
2. Como otros textos informativos, esta nota de enciclopedia presenta
claves explícitas para localizar y jerarquizar la información.
Las referencias numéricas organizan aquí las descripciones,
vinculándolas con las imágenes correspondientes.
En este fragmento de registro podemos analizar
los comentarios en cuanto a la diversidad de significado que se le asignan
a estas referencias. Para Fidel la numeración indica el orden de
aparición de los seres en el mundo, el orden en que se “inventaron”
(el “1” para los dinosaurios, el “2” para el hombre).
Posteriormente esta idea se concilia con las informaciones que aportan
la maestra y su compañero . Ella señala la numeración
en el texto y Teo consigna el sentido de la misma ( “el cuatro explica
todo del lobo”).
Las inferencias que realizan acerca del
contenido de los textos referenciales no son disparatadas. Si bien el
verbo “explicar” no es el adecuado, cuando ejemplifican queda
claro que aluden a características de los textos descriptivos,
típicos de las enciclopedias : no anticipan historias sobre los
animales sino “como nacen, como hacen para buscar comida”.
También queda claro que la tipografía
y la disposición espacial se constituyen para estos niños
en observables que les permiten identificar títulos diferenciados
del resto del texto.
En este caso los alumnos se pusieron en
contacto con aspectos del lenguaje escrito (datos como las referencias
en este tipo de texto, el título, la anticipación de textos
de tipo descriptivo, etc.) y también del sistema de escritura al
intentar leer los nombres de los animales.
Si revisamos la SITUACIÓN
3 surge, con intensidad, la importancia del propósito
que guió la lectura : saber quién había ganado el
partido el día anterior, a partir de una foto que despertó
su interés (contexto gráfico). Uno de los niños conocía
una clave gráfica en la que podían buscar la información:
sabía que esos datos vienen en un cuadro separado del texto. Realizaron
una revisión interesante del cuadro, a fin de confirmar si, efectivamente,
River había ganado o no. Por fin lograron tener certeza de que
eso era así, descartando la escritura de Racing porque la a no
podía ir en la escritura de “River”.
En este caso, ciertos conocimientos sobre
aspectos de diagramación de ese tipo de texto, unido a algunos
datos sobre letras conocidas les permitieron obtener del periódico
- y con total independencia de los adultos - la información que
querían conocer.
b) Establecimiento de correspondencias entre aspectos notacionales
y orales de un texto cuyo contenido se conoce.
Esta es una línea muy interesante
de trabajo, a pesar de lo cual no es muy explorada ni explotada por muchos
maestros. Vimos ya un ejemplo de este tipo de labor en la lectura del
cuadro de planificación de los cuentos (SITUACIÓN 4):
los niños conocían los títulos y debían ponerlos
en correspondencia con las escrituras que aparecían en la segunda
columna, al lado de los nombres de cada día, para saber cuál
era el que la maestra leería ese día.
Si analizamos el desarrollo de esta situación podemos advertir
que los niños logran decidir con autonomía cuál era
el cuento que su maestra debía leerles ese día. Entonces,
¿leyeron el cuadro o no ? Claro que sí. A pesar de no leer
de manera convencional nadie hubiera podido engañarlos : ellos
pusieron en juego estrategias que les permitieron coordinar informaciones
del cuadro con otras informaciones contextuales (el conocimiento del orden
de los días de la semana y los nombres de los cinco cuentos que
la docente iba a leerles), como así también la posibilidad
de identificar algunas letras y de relacionar la longitud de las escrituras
con longitud de los títulos y llegaron así a la “lectura”
correcta, corroborada por la comparación entre el título
del libro y la escritura del cartel.
Si bien el ejemplo desplegado se refiere
a la lectura de un cuadro de planificación de lectura, esta alternativa
didáctica permite a los docentes trabajar simultáneamente
aspectos del lenguaje escrito y del sistema de escritura si la actividad
se realiza con otro material. Por ejemplo, el docente puede repartir entre
los niños copias de una estrofa de una poesía o de una canción
conocidas, informando acerca del contenido y pidiéndoles que discutan
entre ellos (pequeños grupos de tres o cuatro niños o bien
en parejas) a fin de responder algunas preguntas : qué dirá
en el primer verso o bien identificar alguna palabra. Tal sería
el caso con esta estrofa de María Elena Walsh:
“OSÍAS, EL OSITO EN
MAMELUCO,
PASEABA POR LA CALLE CHACABUCO,
MIRANDO LAS VIDRIERAS DE REOJO
SIN ALCANCÍA PERO CON ANTOJO.”
Una vez que todos sepan cuál es el contenido del texto, la maestra
puede preguntar dónde dice “Osías”, dónde
“osito”, por qué creen que ambas escrituras empiezan
con la misma letra, por qué no se escribirá ocupando todo
el renglón, puede hacer una centración en las palabras que
riman (mameluco/Chacabuco y reojo/antojo) y ver si es observable para
los chicos que cuando dos palabras suenan igual se escriben igual, además
de charlar acerca de qué querrá decir “sin alcancía
pero con antojo”... Como el lector puede advertir, las posibilidades
de este tipo de situación son múltiples.
c) Lecturas del maestro.
En las salas del nivel inicial y aulas de
primer grado los maestros dedican varias sesiones semanales a leer cuentos
a sus alumnos. El objetivo consciente más generalizado suele ser
“entretener a los niños” o “hacerles conocer
historias interesantes”. No todos los docentes advierten que
cuando leen textos a los niños les están proporcionando
un contacto privilegiado con el lenguaje escrito. Cuando les leen
un cuento no sólo los entretienen y les hacen conocer historias
interesantes sino que les están dando la oportunidad de navegar
por la riqueza de los textos literarios, de conocer la superestructura
correspondiente al género (siempre van a encontrar un equilibrio
inicial, una ruptura de ese equilibrio, la solución del conflicto
y el restablecimiento de un nuevo equilibrio), de apropiarse del léxico
peculiar de los cuentos...
Este tipo de comentario tiene valor para
cualquier texto que los docentes lean a sus alumnos. Los maestros, funcionando
como intermediarios, podrán poner a sus niños en contacto
con textos periodísticos, instruccionales, publicitarios, epistolares,
científicos y otros desde muy temprano. Cada niño, en la
medida de sus posibilidades, irá apropiándose de los diferentes
géneros textuales, lo que redundará en sus habilidades para
escribir y en su eficacia para leer.
Cabe consignar que, en esta alternativa, los alumnos no exploran aspectos
del sistema de escritura. Pero sí podrán internarse en el
lenguaje escrito acunados por la voz de un buen lector.
Emilia Ferreiro propone en un texto reciente
denominar interpretación al acto que transforma las marcas en objetos
lingüísticos y llamar intérprete al sujeto que realiza
el acto de interpretación. Y luego agrega que cuando este acto
se realiza por y para un otro (concebido como parcial o accidentalmente
incapaz de actuar como intérprete) el intérprete se convierte
en interpretante. “¿Cómo se pasa de la escritura-conjunto-de-marcas
a la escritura-objeto-simbólico ? A través de un interpretante
que nos introduce en un mundo mágico (...) El interpretante-lector
es un ilusionista que saca, de ese sombrero mágico que es su boca,
los más insospechados objetos-palabras, en un despliegue de sorpresas
que parece infinito.” (Ferreiro, 1996).
Considero que este placer de ser introducido en un texto por un otro que
nos lleva amorosamente de la mano no debe interrumpirse cuando el niño
se convierte en intérprete. Hay muchos niños a los que les
cuesta leer o no les gusta hacerlo. El maestro-interpretante permitirá
con sus lecturas que esos alumnos sigan en contacto con el lenguaje escrito.
Tal vez ese contacto los conduzca, casi sin darse cuenta, a que un día
se instalen en un lugar cómodo, tomen un libro en sus manos y comiencen
ellos mismos a sacar tesoros de la galera.
Cabe consignar que las tres posibilidades
de contacto con el sistema de escritura y el lenguaje escrito, consideradas
aquí en los items a, b y c, han sido expuestas en forma separada
sólo a los fines de su esclarecimiento teórico.
Es importante destacar que esto no coincide con la realidad de las actividades
que llevamos a la práctica. De hecho, en la situación 4
los niños tuvieron la posibilidad de leer el cuadro por sus propios
medios y luego disfrutaron de la lectura del cuento.
CONCLUSIONES
Me interesaría compartir con el lector algunas reflexiones acerca
de mi propia práctica que me permitirán arribar al término
de esta ponencia colocando el tema en el plano didáctico. Tal vez
lo que aquí voy a plantear suene banal, pero creo que reviste una
decisiva importancia en el terreno práctico de la situación
escolar.
Desde el inicio de nuestras experiencias
didácticas tuvimos clara conciencia de la importancia de los saberes
infantiles. Una perspectiva pedagógica constructivista no puede
soslayar de la escena pedagógica el protagonismo del aprendiz,
pero no descuidará el rol del maestro que debe proponer situaciones
óptimas de encuentro entre las ideas del alumno y el saber a enseñar.
Al comienzo animábamos a nuestros alumnos a que aprendieran a escribir
escribiendo con expresiones como ésta: “Escriban como
puedan, como ustedes crean que va”. Y si con eso no alcanzaba
para que se atreviera agregábamos : “vos podés”
o bien “vos sabés”.
Actualmente estoy dudando de las bondades
de ese tipo de manifestación. El contrato didáctico con
los alumnos debe ser lineal y transparente. Cuando los chiquitos
dicen que “no saben escribir” no tiene sentido contradecirlos
insistiendo en que sí saben hacerlo, porque lo que ellos están
expresando es que no saben escribir convencionalmente, que es la única
modalidad que la sociedad acepta como “escritura válida”.
¿Qué hacer, entonces ? Responderles con la verdad.
Coincidir con ellos en que no saben escribir “como los grandes”,
pero informarles que los niños van escribiendo de diferentes maneras
hasta que llegan a escribir como su maestra. Y que, justamente, en ese
camino van construyendo su aprendizaje. Ahora bien : es importante que
el docente esté convencido de que esas escrituras son legales,
son importantes y constituyen pasos necesarios de la reconstrucción
del sistema de escritura y del lenguaje escrito.
El aprendizaje de las prácticas
lectoras responde al mismo principio. Los niños van leyendo
“a su manera”, en realidad “a sus maneras”, en
los distintos momentos del inicio de su aprendizaje, hasta que logran
hacerlo de manera convencional. Las investigaciones psicológicas
nos aportaron mucha información acerca de los saberes infantiles.
Pero fue la investigación didáctica la que nos permitió,
compartiendo con los alumnos la importancia de esas prácticas lectoras
y sin descuidar el valor social de la lectura, propiciar situaciones de
aula que les posibilitaran la alternativa de ir ensayando variadas estrategias
tendientes a acceder a la re-construcción del significado de los
textos.
Porque leer es, justamente, eso.
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