Estimulación del desarrollo intelectual en la Educación infantil
El desarrollo y formación
de niños y niñas pueden optimizarse si ofrecemos al educador
orientaciones que le permitan desarrollar al máximo sus potencialidades
en edades tempranas.
En este material nos referimos de
forma especial a las acciones educativas, en los distintos años
de vida, utilizando diferentes tipos de actividades y situaciones para
estimular el desarrollo intelectual de los niños en la etapa que
comprende desde el nacimiento hasta los 6 años.
El desarrollo intelectual se refiere,
fundamentalmente, al desarrollo de la percepción y del pensamiento,
siempre en estrecha interrelación con el resto de las áreas
(motora, social, lingüística y de autonomía).
Al hablar del desarrollo intelectual,
no podemos separarlo de los procesos cognoscitivos básicos (atención,
intuición, imitación, memoria, asociación,...). A
través de las sensaciones, de la percepción, de las representaciones,
se forman las primeras ideas, las concepciones acerca del mundo que actúa
sobre el sujeto. Se crean además las bases para el desarrollo de
la imaginación, así como, sólidos cimientos sobre
los que se construye todo el desarrollo intelectual. Pero no se trata
solamente de la esfera cognoscitiva.
La esfera afectiva, las motivaciones,
los intereses, ejercen una gran influencia en la realización de
actividades y en el planteamiento y solución de problemas, esencial
en el desarrollo del pensamiento. Por otra parte, la concentración
prolongada y persistencia en actividades, que muchas veces ni siquiera
son satisfactorias, es fundamental para todo el desarrollo cognoscitivo
e intelectual que requiere esfuerzo y dedicación.
Por supuesto, en cada etapa del desarrollo
estas interrelaciones cambian. En Educación Infantil al realizar
actividades es necesario y más productivo basarse en los aspectos
motivacionales y afectivos con los objetos . Es por ello que tanto la
familia como los educadores deben despertar su curiosidad y estimular
el deseo de hacer cosas y solucionar pequeñas tareas que requieran
el establecimiento de relaciones y la búsqueda de vías para
resolverlas.
Para el logro de estos importantes
objetivos -el desarrollo de las capacidades sensoriales e intelectuales
en Educación Infantil- atendiendo a las particularidades de su
percepción y pensamiento, señalaremos dos vías metodológicas
generales que en múltiples investigaciones han demostrados su efectividad:
la orientación, como momento fundamental del proceso didáctico
y los modelos como una forma de mediar en la solución de
tareas cognoscitivas de acuerdo con el tipo de pensamiento representativo
característico de los niños de 4 a 6 años.
La orientación como momento
fundamental del proceso didáctico.
Quisiéramos iniciar la presentación
de este punto con una situación tomada de nuestra vida cotidiana.
Imaginemos que un viajero llega a
una ciudad desconocida para visitar a un compañero de su juventud
y hace mucho tiempo que no lo ve. Tiene su dirección y sabe que
vive en una zona muy cercana a la estación de ferrocarril por donde
él llegará.
Decide entonces que caminando por
los alrededores podría encontrar la dirección. Camina en
distintas direcciones y después de varias vueltas, de doblar a
derecha e izquierda encuentra la calle en que su amigo vive, ¿será
hacia este lado?, se pregunta. Prueba, pero ve que lo números
descienden en lugar de aumentar y nuevamente se hace necesario cambiar
su dirección hasta que al fin encuentra el número de la
casa. Ha pasado más tiempo del que había pensado y ha sido
también más difícil, pero al fin se funde en un abrazo
con el viejo amigo.
Pudo haber seguido otra vía.
Al llegar decide ir a una ventanilla donde se lee "información"
y pregunta al señor que atiende. él seguramente debe conocer
la zona. Efectivamente, así es, lo orienta verbalmente, pero decide
que es más seguro dibujar un esquema en el que las líneas
cambian de dirección, una flecha indica y puntos de referencias
aclaran. Una sonrisa, un apretón de manos y con pasos firmes camina
siguiendo la orientación dada. Sin dificultad ni errores y con
gran rapidez encuentra la casa de su amigo.
Hemos mostrado dos variantes, dos
formas de iniciar una búsqueda, de solucionar una tarea planteada:
En el primer caso se trata de una
búsqueda por ensayos y errores, ciega, poco económica en
tiempo y que no deja una huella precisa en la memoria. Es posible que
ante una situación similar cometa errores semejantes.
En el segundo caso se trata de una
búsqueda siguiendo una "orientación dada" que antecede a
la ejecución y que hace que ésta sea más eficiente,
más rápida y que al propio tiempo deja una huella o recuerdo
de cómo proceder en situaciones semejantes.
Hemos querido utilizar esta situación
de la vida diaria para demostrar la importancia que puede tener una buena
orientación en la solución de una tarea. Esta situación
se da también en actividades de mayor complejidad. Veamos algunas
de ellas, a modo de ejemplo:
Dos niños quieren incorporarse
a jugar a la rayuela con un grupo de niños, pero nunca han visto
ese juego y no saben como hacerlo. Un niño que si lo ha jugado
les explica:
« Se hace
el trazado de los números en los cuadrados. Se tira la piedra,
debe caer en el número, y no en las líneas. El niño
que le corresponde salta con un pie, con dos, con uno nuevamente siguiendo
el trazado y sin pisar las líneas. Gana el que puede seguir hasta
el nueve, sin perder. »
Con esta orientación los niños
comienzan a participar del juego con sus nuevos amiguitos y es posible
que en el curso de la ejecución cometan algunos errores, que los
demás les señalan, de acuerdo con la orientación
que les dieron.
Un joven se incorpora al trabajo al
terminar sus estudios medios en nutrición. En sus estudios él
ha realizado prácticas en el centro docente y en una empresa de
alimentación pero ahora es preciso determinar sus responsabilidades:
en qué área trabajará, cuál es el trabajo
en concreto que debe realizar, cómo controlarlo, etc. Para ello
recibe primero, antes de comenzar el trabajo, todas las orientaciones
que necesita para trabajar eficientemente.
Hemos querido partir de estos ejemplos
para mostrar el papel que juega la orientación en la realización
de cualquier tipo de actividad y su diferencia con la etapa ejecutiva,
es decir, la realización de la actividad. Esto nos permite abordar
la cuestión de la orientación con referencia a la actividad
cognoscitiva que realizan los escolares.
En el juego, en el trabajo, en la
actividad social y recreativa, casi siempre existen momentos de aprendizaje;
sin embargo, para ninguna de estas actividades, el aprender constituye
un objetivo. Es precisamente la actividad cognoscitiva correctamente estructurada,
orientada y dirigida la que está especialmente dirigida a la asimilación
de conocimientos y adquisición de hábitos y habilidades.
La actividad cognoscitiva presenta
de forma general la misma estructura que, cualquier otro tipo de actividad,
con tres partes: la orientación (cuyo papel es el más importante),
la ejecución y el control. De forma general podemos plantear que
la orientación debe preceder a la ejecución y que el control
se realiza, tanto en la orientación como en la ejecución.
El valor fundamental de la etapa de
orientación reside en que garantiza la comprensión por el
niño de lo que va a hacer, antes de iniciar su ejecución.
A medida que el alumno sabe, no solamente lo que va a hacer, el producto
que va a obtener, sino también cómo va a proceder, qué
materiales e instrumentos va a utilizar y qué acciones y operaciones
debe hacer y el orden de su ejecución, mayor será después
la calidad de dicha ejecución y del producto que se obtenga.
Pero además de garantizar la
comprensión como elemento esencial del aprendizaje , la orientación
adecuada, permite que el alumno generalice procedimientos para abordar
la solución de tareas similares e inclusive de otros tipos de tarea.
Esta característica del aprendizaje
humano, fue señalada por Carlos Marx, cuando planteaba que en el
hombre antes de actuar, existía una representación anticipada,
una imagen de lo que posteriormente realizaría. En este sentido
también podemos hablar de la contribución que hace la parte
orientadora de la actividad a la formación de la habilidad de planificar,
elemento esencial para la realización de un trabajo independiente
y creador.
En la etapa infantil (de 0 a 6 años)
esta orientación adquiere diversas formas: desde la imitación
por el niño de lo que el adulto le demuestra hasta la realización
conjunta de las actividades. Su objetivo es lograr que los niños
no actúen a ciegas o basándose simplemente en ensayos y
errores, sino actuar sabiendo antes qué se espera de él
y cómo hacerlo.
Un sencillo ejemplo puede ilustrarnos
este proceso. El-la educadora espera que el pequeño de 5 años
elabore una servilleta de papel para usarla en su desayuno. Muchas veces
la orientación se va haciendo acción por acción.
El niño toma el papel del color que más le gusta para hacer
su servilleta:
Primero, dice el-la educadora: « Lo doblamos
por la mitad uniendo bien los bordes y las puntas »; lo demuestra
y el niño lo hace; « Después, lo doblamos nuevamente
a la mitad »; lo demuestra y el niño lo reproduce, y así,
continúa acción por acción.
Es muy posible que al final la servilleta
quede muy bien y que él pueda ponerla adecuadamente en su mesa,
pero ¿podrá después hacerlo el niño por sí
mismo? Es muy probable que no y, si lo hace, será sobre la base
de una buena memorización de las acciones y secuencias, lo cual
no es muy fácil de lograr en esta edad.
¿Por qué no ayudarle desde
el inicio con una orientación basada en el modelo de las acciones
y su secuencia? Para ello, se escoge la hoja de papel de color que el
niño selecciona, se le hace el trazado de líneas de diferentes
colores que indican los dobleces que el niño después hará
y se elabora un modelo del orden de las acciones:
Primero, una línea de color rojo
indicará el primer doblez ; después, debajo de la línea
roja se traza una verde , la que indica cual es el segundo
doblez. Así, se sigue hasta el final y ante el niño queda
construido un modelo de los dobleces y del orden de las acciones.
Esto requiere del niño
atención sostenida y establecimiento de relaciones para aprender
a trabajar siguiendo un modelo. Es posible que al inicio requiera un mayor
esfuerzo pero al final no sólo tendrá su servilleta, sino
que dispondrá de un procedimiento para hacerlo posteriormente por
sí mismo. Ello significa desarrollo de su pensamiento y, en general,
de su cognición y al mismo tiempo de sus posibilidades de independencia
y creación.
EL MODELADO como forma de mediación
en la solución de tareas intelectuales.
En la edad temprana se sientan las
bases del pensamiento. El niño resuelve las tareas que se le plantean
mediante pruebas externas con objetos; el pensamiento y la acción
con los objetos reales se encuentran fundidos en una unidad. AL final
de la edad temprana los niños pasan de la solución de problemas
que exige el establecimiento de relaciones entre los objetos con ayuda
de acciones externas, a su solución en el plano mental con la ayuda
de acciones de pensamiento elementales, utilizando imágenes.
Al actuar mentalmente con imágenes,
el niño se representa las acciones reales con los objetos y sus
resultados; hace con las imágenes, más o menos lo mismo
que haría con los objetos reales.
Partiendo de que todo pensamiento
se establece interiorizando acciones externas, surge la necesidad de determinar
cuáles son las acciones que pueden servir de base al pensamiento
representativo.
Los estudios realizados por algunos
investigadores acerca del desarrollo del pensamiento representativo destacan
el papel fundamental que tienen los modelos para dar solución a
tareas cognoscitivas. Estos estudios tienen su raíz en los postulados
de L. Vigotsky acerca de la utilización de medios socialmente elaborados
en el desarrollo de las funciones psíquicas superiores.
Así, diversos autores entre
los que se destacan L. Venguer y sus colaboradores, señalan que
las acciones del pensamiento representativo son las acciones de construcción
y utilización de modelos, las cuales reproducen las relaciones
que se establecen entre los objetos y fenómenos de la vida real.
Las investigaciones realizadas en
Cuba desde 1974 con niños de 4 a 6 años pusieron de manifiesto
que, sin una enseñanza dirigida, la mayoría resulta incapaz
de utilizar los medios externos que se les ofrecen para solucionar las
tareas planteadas, aún en los casos en que se les demostraba cómo
utilizarlos.
El modelado se estructura a través
de acciones de sustitución, construcción de modelos y
utilización de modelos sucesivamente (A. M. Siverio y J. López).
Solucionar las tareas en un plano
interno, sin la presencia de objetos ni sustitutos planteó la necesidad
de realizar estudios dirigidos a la búsqueda de las vías
de interiorización que permitieran desarrollar en los niños
la capacidad de operar mentalmente y solucionar las tareas en un plano
interno. Se puso de manifiesto que pueden existir diferentes vías
para lograr dicha interiorización y que están muy vinculadas
con los tipos de relaciones que se modelan (A. M. Siverio).
Entre las diferentes vías encontradas
destacan : una separación espacial entre los objetos; la utilización
de formas gráficas de modelado y su verbalización; las acciones
de transformación de modelos, que implican cambios interdependientes
entre estos y la realidad modelada. Como elemento esencial de todas estas
vías está la concienciación real por los niños
de la función del modelo (L. Morenza, A. M. Siverio y J. López).
Otro grupo de investigaciones puso
de manifiesto que el momento óptimo para la formación de
las acciones aprendidas por modelos es el 4º año de vida. Para
los niños de 3 años resulta difícil la solución
de tareas y conlleva un mayor período de tiempo, sin alcanzar resultados
que permitan la generalización a tareas nuevas y más complejas.
Los niños de 4 años asimilan con facilidad las acciones
y logran su aplicación exitosa, posteriormente, a diferentes tipos
de tareas. Para los niños de 5 años, prácticamente
no se requiere enseñanza, ya que ellos con gran facilidad las resuelven
sin dificultades y con buenos resultados.
Los datos obtenidos permiten plantear
que los 4 años resulta un momento esencial para trabajar acciones
a través de modelos, que a los 3 años debe trabajarse en
las premisas de dichas acciones y que ya en los 5 años estas pueden
ser aplicadas a la solución de diferentes tipos de tareas de carácter
más complejo (F. Martínez, J. López y Z. Bello).
Otros estudios demuestran una mayor
facilidad y éxito en la solución de las tareas, cuando se
utilizaban modelos más abstractos y de carácter más
generalizador. En una misma tarea, cuyo contenido era la reproducción
de figuras utilizando la colocación de clavijas en un clavijero,
se probaron diferentes tipos de modelos, por ejemplo, el dibujo exacto
del clavijero, con todas sus clavijas, destacando las que debían
ser tomadas para reproducir el dibujo; la representación sólo
de las clavijas que debían ser colocadas para lograr el dibujo,
y, finalmente, un esquema de líneas con cambios de dirección,
que mostraba, gráficamente, el dibujo que debía obtenerse
con las clavijas. Los resultados evidenciaron que la forma gráfica,
más generalizada y esquemática dio mejores resultados con
niños de 5 años. (J. Gavilán, E. Barcaz y J. López).
Datos similares fueron obtenidos en
un estudio, cuyo objetivo fue la secuencia de acciones que los niños
debían realizar para abrir una caja que poseía clavijas
de diferentes colores en cada cara. Como modelos se utilizaron la secuencia
de colores de las llaves y la representación gráfica de
líneas que iban de una llave a otra, indicando el orden en que
debían accionarse para abrir la caja. Los resultados demostraron
que para los niños de 5 años también fue más
efectiva la forma más generalizada y esquemática de presentación
del modelo (F. Martínez).
La educación Infantil es un
periodo crítico para enseñar a resolver tareas intelectuales
mediante la construcción, utilización y transformación
de modelos, como por ejemplo, relaciones entre los sonidos cuya consecutividad
origina una palabra; el orden de acciones o pasos que permite llegar a
la solución de un problema, el camino que debe seguir el chofer
del coche para llevarlo de un lugar hasta su garaje siguiendo un esquema
o modelo gráfico...
En todos estos estudios realizados
se pone de manifiesto el hecho de que las acciones hechas por modelos
que mediatizan la solución de las tareas cognoscitivas planteadas
a los niños, no solamente facilitan la asimilación de su
contenido, sino que contribuyen al desarrollo de procedimientos generalizados
de la acción, a la formación de una capacidad cognoscitiva
general para solucionar tareas de carácter más complejo.
El aprendizaje por modelos en actividades
infantiles como el juego muestra la existencia de una alta correlación
entre los niveles de asimilación del juego de roles y del desarrollo
del pensamiento y la imaginación; Con el desarrollo de la actividad
lúdica se reduce la utilización de objetos lúdicos
materiales, por lo que estos adquieren un carácter mental-interno,
imaginario. Es posible enseñar la utilización de sustitutos
generalizados de los personajes a los niños de edad preescolar,
y que estos puedan llegar a jugar posteriormente en un plano completamente
mental, sin la ayuda de dichos sustitutos, y alcanzar niveles superiores
de desarrollo del pensamiento y la imaginación.
Respecto a la actividad de dibujo,
los preescolares mayores pueden asimilar los principios de elaboración
y utilización de modelos gráficos, esquemáticos,
de orientación en las relaciones espaciales, lo que influye no
sólo en el perfeccionamiento de la propia actividad de dibujo y
en el desarrollo de ideas creativas en los niños de estas edades,
sino en la solución exitosa de distintos tipos de tareas intelectuales
de percepción y de pensamiento.
Para lograr la utilización
consciente de los modelos en la solución de tareas existen tres
vías fundamentales: la verbalización por el niño
de las acciones que realiza y el por qué de estas; la ejecución
de la acción que explícita la correspondencia entre el modelo
y la realidad modelada, ya que la producción de cambios en uno
de los elementos exige cambios en el otro, y finalmente, la acción
conjunta de los niños que implica el feed-back o retroinformación
de lo hecho.
La formación de capacidades
intelectuales en las edades temprana y preescolar.
En el desarrollo intelectual tiene
enorme importancia la formación de capacidades sensoriales, fundamentalmente
en los primeros tres años de vida. En esta etapa adquiere un gran
significado el conocimiento de las cualidades de los objetos y de las
relaciones que entre ellos se establecen. La identificación de
las cualidades aisladas de los objetos: su forma, color, tamaño,
temperatura, sonido, etc. va formando las primeras percepciones
del objeto como un todo que integra ya el color rojo, la forma circular
y el tamaño pequeño como una pelota con la que se puede
jugar.
Las percepciones tienen lugar ante
la presencia del objeto. Sobre esta base perceptual se van formando imágenes
internas de los objetos, aún cuando no estén presentes;
son las representaciones mentales de los objetos.
Antes de referirnos más detalladamente
al desarrollo sensorial y de las acciones con los objetos en los distintos
momentos de la etapa preescolar queremos destacar un aspecto de gran interés.
Entendemos la estimulación del desarrollo intelectual y sensorial,
no como una simple acción con objetos y sus cualidades que provoque
determinadas respuestas sino como un proceso educativo complejo que conduce
a un desarrollo de capacidades intelectuales y al dominio de procedimientos
para aprender (no a un aprendizaje reproductivo).
Existen tres vías metodológicas
para lograr el desarrollo intelectual del niño en las primeras
edades:
Tareas y ejercicios especialmente diseñados
para ello.
Los juegos didácticos.
Las actividades de dibujo, modelado, manualidades
y constructivas que tanto gustan a los pequeños y que al mismo
tiempo desarrollan sus capacidades sensoriales, estéticas, creativas
y de conocimiento del medio.
Tipos de actividades que influyen
en el desarrollo de capacidades intelectuales en la edad preescolar.
La actividad constructiva.
Las construcciones con bloques, desempeñan
un papel esencial tanto en el desarrollo sensorial como en el mental,
en general.
En el proceso de la actividad constructiva
el niño crea un determinado modelo con los elementos de que dispone,
modelo por él previamente pensado o dado por el educador.
Primeramente, tiene que tener presente
la percepción global de lo que quiere construir y de las partes
que han de componer la construcción. Construir exige así
la consideración de las formas que permiten que el resultado coincida
con lo que se pretende construir; la percepción del tamaño,
que permite hacer una construcción estable, con una buena base;
las relaciones espaciales, indispensables en la colocación de las
partes en las posiciones correctas; y el color, que es elemento necesario
en la combinación para la belleza de lo construido.
Se aprecia así la percepción
global en la realización de una actividad compleja como la construcción
en la que se desarrolla y perfecciona la percepción de los objetos
y sus partes y se requiere la realización de las más variadas
acciones perceptuales.
Por supuesto que en este proceso tiene
lugar también el desarrollo de operaciones intelectuales. El análisis
interno o externo, es decir, de un modelo real o de un modelo representado
en la mente, es paso inicial, de partida, que requiere el establecimiento
de relaciones y diferenciaciones, la comparación de las partes
o elementos por sus medidas de ancho, alto, etc., lo que resulta esencial
en el proceso de selección y colocación de las piezas.
Es decir, en el proceso de construcción
el niño desarrollará su capacidad de medir "a ojo", se formará
en él el pensamiento representativo y la imaginación, la
capacidad de planificar sus acciones, de comprender la tarea planteada
por el adulto y de crear proyectos. Así, se desarrollan en unidad
percepción y pensamiento.
Es difícil encontrar alguna
capacidad intelectual en cuyo desarrollo no dejen su huella los ejercicios
con materiales de construcción. En cualquier juego de construcción
hay cubos, ladrillos y piezas geométricas. Progresívamente
el niño irá necesitando piezas más específicas
según quiera ir incluyendo detalles en su construcción.
Aún cuando la construcción
con bloques tenga un carácter reproductivo, es decir, el niño
tenga solamente que limitarse a reproducir un modelo ya construido por
otro, esta tiene una gran influencia en su desarrollo perceptual ya que
el niño tendrá que observar el modelo, seleccionar entre
sus bloques aquellos que se correspondan con el tamaño y la forma
de los utilizados en el modelo y al construirlo, debe tener en cuenta
la disposición de los bloques para la seguridad de lo que va a
construir. Pero, indiscutiblemente, además de que las construcciones
por modelos dados pueden variar en complejidad de acuerdo con la edad
de los niños, tanto por el número de piezas como por la
combinación de sus formas, tamaños y disposición
espacial, existen otras formas metodológicas de orientar y presentar
al niño las construcciones que les obligarán a un mayor
trabajo perceptual e intelectual.
Una variante es la llamada construcción
por condiciones; por ejemplo, al niño se le pide construir un puente
por donde pueda pasar un coche y se le da un "camión" construido
por bloques con un determinado ancho y altura. El niño al colocar
los bloques para la base del puente debe tener en cuenta el ancho del
coche y al colocar los bloques que determinarán la altura también
debe hacerlo comparando, es decir, teniendo en cuenta la altura de la
carga del camión. Aumenta el nivel de tarea intelectual, la construcción
plantea un problema que el niño ha de resolver y al mismo tiempo
se da mayor responsabilidad a su creatividad ya que su puente puede adquirir
el diseño que a él se le ocurra, basta con cumplir las condiciones
dadas. Las tareas constructivas que puede planificar el-la educadora pueden
ser múltiples, pero, aunque los niveles de exigencias siempre deben
ser superiores a los que el niño sea capaz de resolver sin dificultades,
para lograr que las tareas realmente provoquen su desarrollo, siempre
es necesario tener en cuenta la edad de los niños para no plantear
tareas más allá de sus posibilidades potenciales (ZDP) que
les creen situaciones frustrantes.
Otras formas metodológicas
de mayor dificultad y por lo tanto más adecuadas a los niños
de 5 a 6 años es plantearles hacer construcciones siguiendo un
esquema o plano. Estos esquemas pueden ser con el dibujo detallado de
las piezas o solamente dando el contorno de la construcción, sin
detalles de las piezas. Siguiendo el modelo realizado el niño debe
realizar la construcción.
Un nivel superior es cuando se pide
al niño que él mismo dibuje el esquema o plano de lo que
después va a construir.
En investigaciones realizadas (S.
León) se ha demostrado que los niños no solo pueden ser
capaces de resolver estas tareas constructivas, sino que además
contribuyen a su desarrollo intelectual general.
Al igual que estas tareas constructivas
pueden utilizarse como vías para promover su desarrollo intelectual,
también pueden ser utilizadas como diagnóstico de las posibilidades
y del desarrollo del niño tanto en el plano perceptual, como en
el intelectual.
el dibujo y el modelado.
El dibujo requiere el análisis
y exploración de lo que se va a dibujar. Esta exploración
inicial con los movimientos de la mano que siguen el contorno de las figuras
u objetos logrando así percibir mejor su forma, después
sigue con el proceso contrario; si primero fue de la mano a la vista,
ahora la vista dirige el movimiento de la mano que va a trazar lo percibido
y que muchas veces parte de la imagen interna que el niño tiene,
de la representación del objeto que va a dibujar.
Como vemos, no nos referimos al desarrollo
de la actividad plástica (como un aspecto de la educación
estética), sino a la utilización del dibujo para la formación
de la percepción, del pensamiento representativo, de la imaginación
infantil.
¿Cómo percibe el mundo el niño
preescolar? ¿Cómo se relaciona con las personas y los objetos que
lo rodean? Esto se puede saber examinando los dibujos infantiles. Ud.
verá enseguida que el hombre es más importante que la casa:
por algo es mucho más alto que ésta; que lo más importante
en el hombre es la cara: no es casual que esté dibujada en forma
más detallada que el resto (tiene ojos, nariz, boca e, incluso,
orejas; en el cuerpo aparece sólo el ombligo); se enterará
también que a un niño de tres o cuatro años la diferencia
entre el hombre y el animal no le parece muy esencial: representa a ambos
según el mismo esquema.
En el dibujo se reflejan (claro que
no exactamente, como en un espejo, sino más bien como en el agua
agitada de un estanque) las ideas infantiles sobre el mundo y en el proceso
se desarrollan, se enriquecen.
El esquema tiene mucho de común
con el dibujo del preescolar. En uno y otro caso se representa sólo
lo más sustancial; los detalles secundarios faltan. Para los niños
de 5 o 6 años son muy característicos los dibujos-"radiografías":
las paredes de las casas, los autobuses, la ropa de la gente es transparente
(a través de ella se ve el "contenido": los habitantes, los pasajeros,
el cuerpo de la persona). Esto se parece mucho a la representación,
aceptada en el dibujo lineal, de los objetos en corte. El dibujo infantil
es no solo una obra de arte sino sobretodo un medio de conocimiento.
Hacia el comienzo de los tres años
de edad no todos los niños son capaces aún de plantearse
la tarea de dibujar un objeto concreto. Algunos se limitan al "rayado",
a los garabatos sin sentido. En este caso, lo primero es ayudar al niño
a comprender que él puede dibujar algo realmente existente.
La primera etapa en la formación
del dibujo de objetos concretos es la denominación, por el niño,
del garabato que ha hecho, el encontrar en él la configuración
de alguna cosa conocida. Habiendo dibujado algo semejante a una madeja
de hilos, el niño exclama: « ¡Un coche! ».
Es difícil decir en qué
ha visto el parecido con el automóvil. ¿Acaso un garabato le ha
hecho recordar una rueda? En cualquier caso hay que reconocer que es un
automóvil, alabar al niño, mostrar el dibujo a alguien,
explicando:
« Esto es un automóvil.»
Es necesario estimular al niño
a asociaciones semejantes. Al ver desordenadas líneas en zigzag
pregúntele:
« ¿Qué has dibujado? ¿Son arbolitos? »
« ¿Y esto? ¿Son pajaritos? », al ver una hoja de
papel llena de puntos y garabatos.
Cuando el niño aprende a representar
los objetos (aunque no resulten muy parecidos a los reales) hay que comentar
el trabajo para enriquecer el esquema inicial, por lo general muy primitivo.
Algunos padres tratan de enseñar
a los niños a copiar esquemas ya listos: « Así se dibuja
una casita. Y así un hombrecito ». Semejante copia no tiene sentido
alguno. Desacostumbra al pequeño a analizar por cuenta propia aquello
que ve en torno suyo, mina su confianza en las posibilidades. Pasará
un cierto tiempo y él comenzará a preguntar sobre cada cosa
nueva: «¿Y esto cómo se dibuja?»
Es incomparablemente más útil
proponer al niño que complete un dibujo, incluso más esquemático.
Los dibujos infantiles son admirables
por su espontaneidad, su carácter no es premeditado, rasgos que,
frecuentemente, tratan de reproducir los pintores profesionales. Los niños,
bajo la influencia de los que le rodean, se esfuerzan por aprender lo
más rápido posible a dibujar "correctamente", es decir,
de manera estandartizada, inexpresiva. Hacia los 5 o 6 años, los
dibujos de la mayoría de los niños se vuelven estereotipados
y carentes de interés. ¿Quién dibujó esta casita
con techo puntiagudo en forma de triángulo y con un sol que sonríe?
Hace un año cada uno de ellos dibujaba a su manera y ahora casi
no se pueden diferenciar los dibujos.
La aspiración a lograr que
el dibujo se parezca a los objetos de la vida real, a que sea "correcto",
lleva a la búsqueda de esquemas ya listos, de patrones. «Los adultos
saben mejor que yo cómo hay que dibujar esto, -reflexiona el pequeño-.
Quiere decir que hay que dibujar como ellos». Es muy importante poner
obstáculos a estas tendencias, elogiar las propias creaciones del
niño. Es necesario celebrar cualquier hallazgo del pequeño,
aunque haya sido hecho por causalidad.
Un dibujo no se concibe sin el color.
El color es uno de los más poderosos medios expresivos en pintura.
Sin embargo, durante la enseñanza del dibujo a los niños,
con frecuencia no se utiliza de manera adecuada. Se les enseña
a pintar el mar de color azul; el árbol, verde, sin prestar atención
a cómo se combinan entre sí los colores, qué gama
se obtiene como resultado, qué estado de ánimo trasmite
(y si trasmite aunque sea algún estado de ánimo).
¿A qué edad se puede comenzar
a dar al niño pinturas? Cuanto antes, mejor. En todo caso, hacia
los tres años de edad son indispensables. Lo mejor es utilizar
la aguada. Es cómoda para trabajar, se quita fácilmente
de los vestidos y pantalones, permite introducir con facilidad correcciones
al dibujo: si sobre una capa de color se aplica otra de color diferente,
la de abajo casi no se transparenta. Se pueden utilizar platillos para
las pinturas: en cada uno se pone un poco de cada color. El pincel debe
ser suficientemente grande como para que se puedan hacer rápido
grandes manchas de color. Inmediatamente hay que enseñar al niño
a lavar bien el pincel antes de recoger con él otro color. Al comienzo
esto lo debe hacer el adulto. No conviene permitir que el niño
pinte con un pincel sucio: se acostumbrará a colores sucios e inexpresivos.
Al familiarizar al niño con
las pinturas hay que entregarle una cantidad no muy grande de colores
puros, que combinen bien entre sí. Las combinaciones no deben ser
uniformes. Dé hoy al niño colores contrastantes y claros;
mañana, matices suaves y delicados, semitonos. Es útil darle
para pintar hojas grandes de papel de color. Dirija la atención
del pequeño a que sobre un papel oscuro se ven mejor los tonos
claros y a la inversa.
El niño puede llegar a hacer
sus mezclas y combinaciones para acercarse al color del objeto natural
que quiere dibujar. Es aquí donde va haciendo sus diversas pruebas
hasta conseguir "el color". Así, aprende que al unir unos con otros
obtiene nuevos colores y cómo hacerlos más claros o más
oscuros. En ese momento la ayuda del educador es muy importante, no diciéndole
lo que debe hacer sino planteándoles interrogantes: ¿Qué
pasará si le agregas un poquito de blanco?, ¿Cómo podemos
obtener el anaranjado si no lo tenemos? Estas preguntas posteriormente
se las plantea el propio niño y lo llevan a hacerse sus propias
hipótesis y las pruebas para comprobarlos o desecharlos.
El modelado implica un desarrollo
propioceptivo ya que con los movimientos de la plastilina, barro o cualquier
otro material que se utilice ya no ha de lograr una forma plana sino volumétrica.
El desarrollo de la percepción de las formas y el tamaño
se ven muy favorecidos por esta actividad, al igual que las relaciones
espaciales. Comprobamos así que no se trata de lograr la ejercitación
de los órganos de los sentidos y sensaciones aisladas, sino de
actividades complejas que integran todo el desarrollo perceptual y que
van más allá de él, al desarrollo intelectual y estético
del niño.
los juegos didácticos.
En los juegos didácticos, se
organiza la percepción con objetivos bien definidos y concretos.
Aunque contribuyen a la percepción de determinadas cualidades de
los objetos, sirven además para consolidar las capacidades sensoriales
desarrolladas a través de el dibujo, el modelado, la construcción
y otros. Ellos contribuyen a la generalización de cualidades.
Pongamos, por ejemplo, una lotería
de formas. En cartones cuadriculados están representadas distintas
formas geométricas como patrón sensorial organizado. Cada
niño recibe muchas tarjetas con representaciones de muchos objetos
de distintas formas. Cada uno debe colocar por orden sus tarjetas en la
casilla de las formas que le corresponde. Así, en la casilla del
círculo se colocan tarjetas con dibujos de pelotas, manzanas, aros,
naranjas, etc. El niño puede llegar a una generalización:
todas son iguales porque son redondas. De igual forma sucede con las otras
casillas del triángulo, el cuadrado, el óvalo, etc.
Así el niño se entretiene,
aprende a cumplir las reglas, a esperar por el otro y al mismo tiempo
consolida la percepción de los objetos por su forma y realiza operaciones
importantes como la comparación, la diferenciación, la identificación
y las bases de una agrupación de objetos, respondiendo a una misma
cualidad.
Igualmente ocurre con un dominó
de colores, digamos, por ejemplo, en el que cada ficha está dividida
a la mitad. Una mitad corresponde a un color, en la otra mitad hay un
objeto de otro color. Cuando un niño pone una ficha, el otro debe
poner la suya; en correspondencia con el color, coloca un objeto del mismo
color, o si toma como referencia el objeto, debe colocar junto a él
la ficha del color correspondiente. Si el dominó se hace más
complejo pueden variar los tonos o matices de cada color y de nuevo hay
base para una generalización de la cualidad color; todos son rojos,
aunque sean más claros o más oscuros.
Múltiples son los juegos de
tipo didáctico, que los diseñadores especializados en medios
de enseñanza han construido para el desarrollo sensorial del preescolar,
pero, con ellos como ejemplos, cada educador puede construir con sencillos
materiales los juegos didácticos para su grupo de niños.
Además de juegos didácticos
con materiales especialmente diseñados se puede aprovechar toda
la experiencia de la vida cotidiana para que los niños puedan orientarse
en los objetos por sus cualidades y por relaciones que entre ellos se
establecen. Así, por ejemplo, en un paseo por un parque o jardín
pueden apreciarse los distintos colores, matices y formas de las hojas
de los árboles y las flores. Unas son verdes y otras amarillas;
unas tienen formas ovaladas y otras son triangulares. Cuando apreciamos
la distinción de las hojas en los tallos vemos que algunas se orientan
hacia la derecha y otras hacia la izquierda, etc. Estas orientaciones
en base a la percepción del color, forma, tamaño y posiciones
en el espacio permite agrupar estos objetos naturales, separarlos, ordenarlos,
etc. Estas acciones pueden promover las operaciones de clasificación,
seriación, entre otras que pueden iniciarse desde la etapa preescolar.
El desarrollo y estimulación
intelectual del niño no se reduce solamente al desarrollo perceptual.
Múltiples situaciones de la vida cotidiana estimulan su pensamiento
al buscar posibles respuestas o hipótesis ante situaciones como:
¿Por qué se derrite el hielo cuando sale de la congelación
del frigorífico?, ¿Por qué se enciende la luz cuando el
cable se inserta en el receptor que hay en la pared o por qué se
apaga cuando se saca?, ¿Por qué sube el agua cuando se le da a
la bomba con la mano? Todos estos "por qué" infantiles pueden dar
base para encontrar solución a los problemas que los originan y
con ello contribuimos a desarrollar su pensamiento.
Generalmente se señala al pensamiento
representativo como tipo de pensamiento característico de la edad
preescolar sobre todo, a partir del tercer año. Eso no quiere decir
que en esta etapa también puedan formarse premisas iniciales para
el desarrollo del pensamiento lógico. En diferentes tipos de tareas
que requieren acciones con los objetos los niños pueden realizar
acciones de agrupación (clasificación), ordenamiento (seriación),
inclusiones; es decir colocar un nuevo objeto en el lugar que le corresponde
en una serie ya ordenada y por supuesto el pequeño preescolar también
puede hacer inferencias sobre el análisis de una situación,
llegar a conclusiones, seleccionar el objeto que falta etc.
Además de estas actividades
que hemos señalado, las plásticas como el dibujo, el modelado,
la construcción, los juegos didácticos, así como
las de la vida cotidiana, ¿será necesario la elaboración
especial de un sistema de tareas y ejercicios dirigidos al desarrollo
sensorial como programa especial para cada año de vida? Creemos
que sí. Ello permite que los-as educadores-as, de acuerdo con las
particularidades del grupo de niños según su edad se fijen
objetivos concretos y diseñen actividades específicas para
lograrlos.
Las investigaciones psicológicas
y pedagógicas realizadas en torno al desarrollo sensorial en la
infancia preescolar han demostrado que no se puede dejar a la espontaneidad,
que sin una enseñanza especialmente dirigida la percepción
de los niños permanece durante un largo tiempo en un estado superficial
o fragmentario.
Teniendo en cuenta esta particularidad
se han estructurado programas cuyos intentos y objetivos se han desarrollado
en esta dirección: la educación sensorial del niño.
F. Froebel crea en Alemania un programa
de educación sensorial que durante muchos años rigió
toda la práctica pedagógica en las más diversas regiones
del mundo y aún hoy se continúa aplicando. En la elaboración
de sus tareas Froebel partió de las ideas del sensualismo y el
empirismo que consideran la sensación y la percepción como
forma primaria e inicial de lo psíquico. Al considerar las capacidades
psíquicas y entre ellas la percepción como innatas y siguiendo
un desarrollo espontáneo, este autor no llega a encontrar el verdadero
papel de la enseñanza y educación en el desarrollo sensorial
y por lo tanto, al elaborar su sistema se fundamenta en la concepción
de construir las más variadas tareas para ejercitar los
órganos de los sentidos que proporcionan elementos necesarios para
que se produzca el desarrollo sensorial, desconociendo la importancia
y relación que ello tiene con todo el desarrollo intelectual.
A pesar de las concepciones erróneas
de las que parte y que no le permiten que la aplicación de su sistema
garantice la efectividad del desarrollo perceptual, en este autor encontramos
ideas valiosas para la práctica pedagógica, destacando en
primer lugar, la necesidad de una educación sensorial desde las
edades más tempranas. Por otra parte, entre el sistema de tareas
por él planteado, se encuentran algunas que pueden utilizarse adecuadamente
dentro de una concepción actual del desarrollo y educación
sensorial porque responden a las ideas de la utilización del material
didáctico como sustituto de los objetos reales y a la necesidad
de comparar los objetos atendiendo a sus particularidades externas.
Otro sistema de educación sensorial
que ha tenido y continua teniendo una gran influencia en toda la educación
preescolar es el creado por M. Montessori. Al igual que el sistema froebeliano
nos encontramos en una concepción del libre desarrollo de capacidades
innatas y la concepción del papel de la educación sensorial
reducido a la proporción del alimento necesario para que el desarrollo
se produzca. A diferencia de Froebel que da un papel significativo al
educador, en el sistema de Montessori este se ve extraordinariamente limitado
a servir de simple intermediario entre el niño y el material didáctico,
estructurado de forma tal que por sí mismo garantice el desarrollo.
Pero, como la propia autora afirma este material va dirigido únicamente
a los sentidos y su ejercitación como instrumento de la percepción.
Las ideas de M. Montessori encuentran
su fuente y fundamentos en las concepciones psicológicas atomísticas
del siglo XIX y en psicología clásica de los órganos
de los sentidos. Estas fuentes la condujeron a la creación de un
sistema de un gran formalismo, que separa al niño de la realidad,
para trabajar solamente con un material artificial creado para el entrenamiento
de sensaciones aisladas. A pesar de lo erróneo de sus concepciones,
las tareas cognoscitivas elaboradas que exigen el control del desarrollo
sobre la base de los propios materiales requieren del niño acciones
prácticas y de orientación en las cualidades de los objetos,
no previstas ni consideradas por la autora. Ello hace que su sistema contenga
elementos que bien aplicados pueden contribuir al desarrollo sensorial
del niño.
La crítica a estos principales
sistemas para la educación sensorial de los niños preescolares
plantea no la exclusión y la no necesidad de un sistema, sino,
contrariamente, la exigencia de la elaboración de un programa educativo.
La educación intelectual es
necesario enfocarlo igualmente a partir de la concepción psicológica
general que hemos planteado, en el módulo 1, acerca del desarrollo
infantil, no como algo espontáneo y heredado sino como el producto
de toda la asimilación de la cultura creada por el hombre a través
de los procesos de enseñanza y educación y de las condiciones
de vida en que estas se producen.
La experiencia sensorial ha sido socialmente
elaborada por el hombre en lo que llamamos patrones sensoriales.
Su asimilación constituye una vía esencial para la formación
de las capacidades sensoriales en los primeros seis años, período
sensitivo para este desarrollo.
Las cualidades fundamentales de los
objetos han sido punto de partida para la elaboración de los patrones
sensoriales.
Resultan infinitas las variaciones
de color existentes en el mundo natural que rodea al hombre. Esa infinita
variedad del color se ha estructurado socialmente en patrones sensoriales
tomando como base la ordenación de los colores en el espectro,
planteando así la existencia de colores primarios y la combinación
de los colores primarios, originando los secundarios.
Así, los niños reconocen
el color rojo y el amarillo que al combinarlos da lugar al anaranjado;
igualmente, el rojo y el azul al combinarse se convierten u originan el
violeta. Partiendo de este patrón de colores del espectro, los
niños lo toman como referencia para identificar el color de los
objetos del mundo real que les rodea. Igualmente dentro de cada color
se ha organizado la variedad de sus tonos y matices y vemos que el azul,
tiene distintas variedades: el azul oscuro, el claro, el más claro,
el azul añil y otros más. Cada objeto de la realidad se
identifica por su color al compararse con el espectro de los colores y
sus combinaciones socialmente elaborado.
Igualmente que para el color, existen
los patrones sensoriales referidos a la forma, que son las llamadas figuras
geométricas originadas por las medidas y ángulos que las
forman. El niño asimila los patrones de formas redondas, cuadradas,
triangulares, rectangulares, de forma oval, etc. Todos los objetos de
la realidad natural o construida por el hombre pueden referirse a estas
formas geométricas. Así, la banderita tiene la forma de
un triángulo, un pepino es oval, el libro es rectangular, etc.
Esta organización contribuye a la organización de la percepción
de las formas de los objetos.
El tamaño también tiene
sus patrones que permiten organizarlos en grandes, medianos y pequeños;
las relaciones espaciales permiten al niño asimilar el sistema
de relaciones por la posición que ocupan los objetos en el espacio
unos con respecto a otros y todos con respecto a él. Así,
están lejos, cerca, arriba, abajo, a la derecha o a la izquierda.
Además de la posición en el espacio, puede observarse la
dirección del movimiento de los objetos hacia arriba, hacia abajo,
hacia el garaje, etc. Ya en los años mayores de la edad,4 a 6 años,
no solo se aprecian estas cualidades en los propios objetos, sino en sus
representaciones, en tarjetas, dibujos, gráficos, etc.
No solo pueden apreciarse en el desarrollo
de la percepción las cualidades de los objetos, forma, color, tamaño.
Etc. sino que para ello se requiere el dominio de acciones perceptuales:
acercar, unir los objetos, pasar las manos por sus bordes, apretarlos,
entre otras. Sobre todo lo explicado se puede profundizar, consultando
el módulo 2, donde se tratan las características del desarrollo
de la percepción en los niños de estas edades.
Con los objetos también podemos
apreciar otras cualidades como son su textura, sus sonidos, desarrollando
así la percepción táctil y la auditiva. Los sonidos
pueden ser altos, bajos, melodiosos, rítmicos, etc. y por su percepción
se desarrolla el oído musical. Los sonidos del idioma también
forman parte del patrón sensorial de los sonidos pronunciados por
el hombre y que constituyen su idioma. Su percepción y diferenciación
en esta etapa es esencial para el desarrollo del lenguaje infantil.
Los materiales que a continuación
presentamos están especialmente dirigidos a recomendar, de acuerdo
con las particularidades de los distintos años de vida en Educación
Infantil, algunas sugerencias para un programa especializado en el que
se incluyen tareas y ejercicios para el logro del desarrollo de las capacidades
intelectuales y sensoriales de los niños en esta importante etapa
del desarrollo infantil.