La educación para la muerte como tema transversal de transversales
LA "EDUCACIÓN PARA
LA MUERTE" COMO TEMA TRANSVERSAL DE TRANSVERSALES. CONSIDERACIONES
PARA LA EDUCACIÓN INFANTIL"
Comunicación
presentada en el Congreso de Madrid Diciembre-98 por:
Soraya Bravo García,
Agustin de la Herrán Gascón, Vanessa
Freire López, Isabel González Sánchez
y Mª Jesús Navarro Valle
I UN MARCO
DE REFERENCIA
La muerte: un tabú en
educación.
Pretensiones.
La etapa infantil: el tramo
más adecuado.
La historia se repite.
Paralelismo: educación
sexual-educación para la muerte.
El sesgo del conocimiento dominante.
La herejía epistemica:
un límite para la innovación educativa.
A)
Subefecto
inmovilista
B) Subefecto
actualidad
C) Subefecto
tendencia
D) Subefecto
preservativo
E) Subefecto
certeza
F) Subefecto
negación
Simultáneas
Históricas
Ajenas
G) Subefecto
agresivo
H) Subefecto
paralelo
El caso de la muerte.
Vías básicas
para su conocimiento.
Principal consecuencia ética
y didáctica.
Aprendiendo del niño.
-Primera fuente
de aprendizaje: la sinceridad infantil.
-segunda fuente
de aprendizaje: los infantilismos, fuente de formación
para el educador.
Propuesta didáctica.
II INVESTIGACIÓN-ACCIÓN
SOBRE LA MUERTE
LA "EDUCACIÓN
PARA LA MUERTE" COMO TEMA TRANSVERSAL DE TRANSVERSALES. CONSIDERACIONES
PARA LA EDUCACIÓN INFANTIL"
RESUMEN. Recientemente,
en las paredes del metro de Madrid se han pegado fragmentos
de textos que animan a la lectura. Uno de ellos es de un cuento
de Carmen Martín Gaite. En él una niña
pregunta, entre otras cosas, "¿Qué es morirse?". A
nosotros, además, nos ha animado a pensar, por ejemplo,
¿cómo es posible que cruzando la puerta del año
2000 las escuelas no se ocupen todavía de educar
para la muerte? ¿Es ésta una cuestión que
no pertenece a la vida cotidiana? ¿Quizás sea demasiado
tarde para algunos? ¿Podría ser demasiado pronto para
nuestra educación?
Si por lo menos
"pudiera empezar a ser", el proceso de diseño-desarrollo
de este tema, evidente transversal de transversales
(o más) habría de iniciarse en la etapa infantil,
por ser, además de la primera, una etapa de referencia
didáctica para todas las demás.
En esta comunicación
ofrecemos un marco de referencia y una práctica
de investigación-acción, encaminados a proporcionar
fundamentación y una muestra de vivencias lúdicas
sobre la muerte, normalmente negadas al niño.
I UN MARCO
DE REFERENCIA
LA MUERTE: UN TABÚ
EN EDUCACIÓN. La muerte es el tema constantemente
vetado: es negativo, de mal gusto. A pesar de ser tan antiguo
como el ser humano, de que aparezca a diario en los medios
de comunicación social, de que jamás haya habido
tanta apertura y flexibilidad educativas como en la actualidad,
a pesar de la creciente tendencia al desarrollo de la escuela
hacia y desde lo cotidiano y de conocer la conveniencia de
la prevención, etc., todavía nadie nos enseña
a encontrar un sentido aséptico (no-parcial) a
la muerte, y mucho menos a morirnos. Creemos que, si desde
las aulas no se incluye la educación para la muerte
como un contenido global y ordinario, no se nos enseña
a vivir completamente.
PRETENSIONES. El
fondo del asunto no es más que un mal aprendizaje (de
miedo, angustia, terror, sufrimiento sin sentido, etc.), transmitido
de generación en generación como "arquetipo"
(C.G. Jung), y alimentado continuamente desde el ego humano
y la resistencia al desempeoramiento. Sin embargo,
muchos maestros del bien común han propuesto,
una y otra vez, soluciones convergentes como respuesta a ese
condicionamiento aversivo.
Queremos indagar,
con actitud alternativa, sobre esta asignatura pendiente
(que no es "troncal", sino "radical"), mil veces suspendida,
y prestarle atención preferente, como cualquier dolor
requiere. ¿O acaso una herida o una jaqueca no se tiende
a solucionar con prioridad a otras necesidades superiores
o más placenteras?
Por tanto, proponemos
abordar la muerte como un contenido de importancia
máxima para la vida, en tanto que orientadora de
ella. Acaso, consciente o inconscientemente, como meditaba
Robert Musil, el autor de "El hombre sin atributos": "Deber
esperar la muerte para poder vivir, he aquí una proeza
antológica". ¡Y paradójica! Insistimos de entrada
en esto: comprendiendo significativamente (adecuada, funcional
y autónomamente) el sentido de la muerte, se
vive mejor y se deja automáticamente de hacer una buena
cantidad de vilezas.
LA ETAPA INFANTIL:
EL TRAMO MÁS ADECUADO PARA UNA RESPUESTA CURRICULAR.
ESTATUTO CURRICULAR DE UNA EDUCACIÓN PARA LA MUERTE.
En un Congreso Internacional de Educación Infantil
celebrado hace pocos meses en Granada, decíamos:
El maestro de
los niveles primeros representa el centro de la escuela, por
antonomasia. Socialmente, se piensa que la escuela es tanto
más escuela, cuanto más se desciende en los
niveles de edad. Puede que esta creencia sea más profunda
de lo que parece. El doblete educación primaria-educación
infantil es, de hecho, el epicentro de una escuela mayor,
didácticamente empobrecida, mientras se aleja de estas
primeras etapas. Si la educación infantil es la etapa
más creativa y rica, en cuanto a realizaciones educativas,
no nos parece descabellado, en modo alguno, que pueda servir
de referencia a las demás (A. de la Herrán Gascón,
S. Bravo García, M.V. Freire López, y M. Ramos
Prieto, 1998).
¿Desde cuándo
enseñar el contenido de la muerte? Estamos con J.A.
Comenio (1986), en que se pueden y se deben enseñar
los rudimentos de todos los saberes [e ignorancias] adultos,
desde los primeros años.
En conclusión,
creemos que, por razones epistemológicas y profesionales,
el diseño y desarrollo de esta importantísima
área de experiencia, transversal de transversales,
debería comenzar en la etapa infantil, y a lo largo
y ancho de todos los contenidos de naturaleza transversal.
"¿O acaso no hay relaciones evidentes entre muerte y ciclos
biológicos, la educación para la paz, para el
consumo, para el progreso social, para la salud, para la igualdad
de oportunidades, o la educación ambiental, sexual,
vial, etc.?" (A. de la Herrán Gascón, 1997b,
p. 38).
En conclusión,
parece que la educación para la muerte sería
una cuestión "transversal" a aquellos temas transversales
a las áreas curriculares. Por ello, podría
denominarse tema radical o espiral de transversales,
que para el niño es la paz en las pesadillas, rabietas,
desasosiegos; aceptación sexual para su placer y continuación;
seguridad vital en lo vial; salud en su cuerpo y psique sanos;
cuidado ambiental y consumista de una Tierra que nos salva,
porque somos todos vivos puntos de colores en este cuadro
impresionista.
LA HISTORIA SE REPITE.
Hace no muchos años, la posibilidad de educar para
la igualdad de oportunidades entre sexosy otras
cualificaciones sociales en las aulas de Educación
Infantil eran consideradas poco más que un disparate.
¿Cómo iban a educarse sobre y para los mismos derechos
los niños y las niñas, si tenían funciones
sociales predeterminadas radicalmente desiguales? Más
recientemente, la consideración de "rarísimo"
se reservaba a eso de introducir en las aulas de cualquier
etapa, sobre todo de Educación Infantil, la educación
para la seguridad vial, para el consumo, intercultural...
Sin embargo, posteriormente,
fueron rápidamente incorporados como contenidos principales
de educación, porque no podía ser de otra manera.
Aquella transversalidad incipiente de los "Programas
Renovados" (Ministerio de Educación y Ciencia, 1981)
proporcionaba sus primeros frutos generalizados, en el marco
de un proceso de enriquecimiento irreversible... Pero el gran
tema, la constante "k" de todas las inquietudes de fondo,
la educación para la muerte, se rodeaba, como
en una gimcana de prejuicios.
Siguiendo la misma
línea de la evolución hacia la tolerancia y
la humanización del conocimiento, adelantamos hoy que
la educación para la muerte es una de esas áreas
de experiencia y conocimiento pendientes, cuya normalización
en la enseñanza, es tan sólo una cuestión
de unos cuantos vaivenes y un poco más de tiempo.
PARALELISMO: EDUCACIÓN
SEXUAL-EDUCACIÓN PARA LA MUERTE. Análogamente,
aunque pueda parecer distinto, algo semejante ocurría
hace unos años con la educación sexual,
cuya polémica era -¡y sorprendentemente, para nosotros,
sigue siendo!- objeto de escándalos en las escuelas
y colegios, y de artículos y debates cruentos en los
medios de comunicación social.
La diferencia básica
entre la polémica entre la educación sexual
y una hipotética educación para la muerte
es que aquella es sonora, porque versa sobre cuestiones
constantemente tratadas y manoseadas por la imaginación
y la falta de imaginación del ser humano. Por tanto,
es tácita o expresamente popular a priori.
En cambio, la
muerte es, por un lado, un tema asociado al dolor y al
sufrimiento, y por tanto, poco deseado y oscurecido por multitud
de creencias y ritos sin fundamento que casi siempre generan
un vacío que sólo ellas aseguran poder volver
a llenar. Y por otro, un núcleo de contenidos de dudosa
pertinencia educativa, por parecer que se trata de
un tema de otros sitios: religión, medicina, psicología
paliativa, filosofía, familia, individualidad...
EL SESGO DEL
CONOCIMIENTO DOMINANTE COMO NORMALIDAD, ALLENDE LA EDUCACIÓN.
Hay que creer, no obstante, que estas resistencias a la
desidentificación con el programa de apegos de turno,
es tanto o más propio de la educación que de
otras disciplinas.
Y todavía
más. Creemos que la educación, investigada y
desarrollada por profesionales (exceptuamos, por tanto, los
manejos de personas e instituciones ajenas), sobre todo de
las primeras etapas, puede ser un excelente modelo de desarrollo
para la forma de abordar el conocimiento de otras ciencias
y artes, sobre todo en lo que se refiere a su menor parcialidad
epistémica.
Queremos deducir
de ello que la intolerancia a la diversidad, entendida
como atracción por el sesgo, es una cualidad normal
de todo conocimiento institucionalizado, sea éste científico,
artístico, religioso o gastronómico. Y que esta
escora tiende a aminorarse en la educación,
para bien de las ciencias, las artes, las religiones y los
deportes, ser humano incluido.
Podemos considerar
muy rápidamente varios casos:
a) La Medicina:
Para el maestro de medicina natural Hoon Cho, las facultades
de Medicina deberían llamarse, propiamente, facultades
de Medicina Moderna, ya que en ellas sólo se enseña
medicina convencional (oficial, estatal, alopática
o como se prefiera denominar, según el contexto). En
ellas, de la milenaria y económica (he ahí,
quizá, la raíz del problema) fiabilidad de la
acupuntura ni se enseña ni se entiende una línea,
y son raros o marginales los médicos que se
interesan por ella.
b) La Música:
En los conservatorios en realidad predomina una sola clase
de música.
c) La Teología,
en cuyas facultades un solo ismo se identifica con
la Religión en su conjunto y parcializa y asimila
contenidos muy amplios como Dios o creyente,
a conocimientos propios, acaparando la neutralidad y la necesidad
de saber más.
d) La Filosofía:
Se entiende como equivalente a Filosofía occidental.
¿Por qué, si los griegos fueron discípulos de
culturas milenarias que todavía no hemos superado?
e) La Psicología,
donde todo se organiza según el tono de la cuerda
dominante, y donde lo ajeno o menos extendido (Psicoanálisis,
Psicología Transpersonal, Grafología,
Programación Neurolingüística, etc.)
todavía suenan, desde los propios esquemas de ignorancia,
a rarezas del pasado o del futuro (y por lo tanto en el día
de hoy deben desconsiderarse).
Todos los sesgos
de conocimiento dominante provienen de nuevos confesionalismos,
formalmente idénticos, con sus jerarquías y
sus intolerancias, sus tabúes y sus zonas prohibidas,
sus fobias y sus filias, su dualidad y sus divergencias.
LA HEREJÍA
EPISTEMICA: UN LÍMITE PARA LA INNOVACIÓN EDUCATIVA.
A pesar de que la educación esté menos intensamente
afectada por ismos [entiéndanse como "-itis"
o inflamaciones del ego], todavía son muy pocos
los investigadores y los profesionales de la educación
verdaderamente inquietos. A la mayoría le gusta
eso de innovar, si y sólo si esos procesos (necesarios,
por lo demás) se asientan y desarrollan lo que ya está
investigado. Lo que más llena y ratifica, por tanto,
es la investigación del tipo prurito.
Cuando lo que
se propone es radicalmente diferente, porque se funda en premisas
primeras que no son las generalmente compartidas, aceptadas,
avaladas por autores consensuados (aunque algunos fueran considerados
por el confesionalismo dominantecomo herejesepistémicos), se tiende a rechazar. Quienes
así actúan, casi están muertos en
vida, en cuanto a conocimiento se refiere, pero, cuando
a su alrededor despierta la savia que no tienen, extienden
sus tentáculos, como la Hidra, y desde su sinfonía
de palpos, rechazan las innovaciones, al menos
por estos efectos homeostáticos, cuya pretensión
no es otra que continuar del mismo modo:
a) Subefecto
inmovilista ("De aquí no nos movemos"): O tendencia
a mantenerse en el mismo estado, que apoltrona e hipoteca
la natural inquietud por el conocimiento y la tendencia a
la duda, contradiciendo por tanto el A, B, C.. de la actitud
investigadora, objetivamente entendida.
b) Subefecto
actualidad ("Esto es lo importante"): O indicación
convencida y segura de cuáles son los temas, fundamentos
y métodos actuales, y en consecuencia cuáles
son no pertinentes con las necesidades sociales y profesionales.
Así pues, para saber lo que se lleva ahora o
para actualizarse, nada mejor que constatar los raíles
trazados por las tendencias dominantes.
c) Subefecto
tendencia ("Sigamos por aquí): Podría considerarse
la versión dinámica del anterior. Sería
la tendencia a continuar profundizando, ejemplificando,
detallando o ratificando lo que ya se sabe y del modo y en
el sentido que se conoce, sobre todo para demostrar lo importante
que resulta seguir en el mismo sitio y justificar el propio
inmovilismo emotivocognitivo.
d) Subefecto
preservativo ("No queremos saber nada"): O tendencia al
quietismo para evitar "dispersarse" por otras influencias
o posibles desestabilizaciones y desequilibros
cognitivos (¡ay, Piaget!), y, quizá, poner de manifiesto
que lo que se creía la mejor de las opciones o la relativa
verdad puede ponerse en entredicho, por ser completable,
modificable, sustituible o hasta suprimible...
e) Subefecto
certeza ("Tenemos razón"): O creencia en que la
propia opción es la verdadera, la cierta, la única
o la más válida y que, por tanto, las demás
posturas y opciones, o tienen menos posibilidades de desarrollo
o de acierto, o están en un error. Se trata de la principal
fuente de motivación que lleva a los sujetos identificados
con una determinada a postura a colmar los propios vacíos
derivados o producidos por ella, con soluciones correspondientes
al mismo sesgo.
f) Subefecto
negación ("Eso es imposible"): O tendencia a negar
la posibilidad de que otras opciones (posturas, planteamientos,
líneas de trabajo, etc.) proporcionen soluciones o
alternativas mejores o más acertadas que las propias,
comúnmente aceptadas o defendidas por la propia comunidad
de creencias, realizaciones, etc. Esta actitud divergente
y egocéntrica puede dirigirse a tres clases de propuestas
no excluyentes y relativas:
1) Simultáneas
(coetáneas), que se entienden como concursantes,
competidoras o rivales, pero cuya tendencia de futuro, por
su complementariedad, es la convergencia.
2) Históricas
(surgidas en otros periodos), que se conceptúan
como superadas o como ocupadas en contenidos sin solución,
como es el que tratamos.
3) Ajenas
o pertenecientes a otros ámbitos disciplinarios, epistemológicos
o culturales distintos, que por lo tanto se entienden como
ajenos. A su vez, éstos pueden estar arraigados en
una tradición histórica o ser coexistentes.
g) Subefecto
agresivo ("A por ellos"): Cuando, pese a la negación,
la presencia e importancia relativa de las opciones alternativas
es creciente, se suele pasar al ataque, bien pasivo (ignorancia,
menosprecio, etc.), bien activo (crítica prejuiciada,
descalificación, etc.). Esta actitud suele estar más
basada en creencias que en conocimientos válidos sobre
aquello que se agrede.
h) Subefecto
paralelo ("Cada cual por su camino"): Parte de la idea,
lógicamente falsa, de que la convergencia de opciones
no es conveniente, y de que la cooperación es imposible.
Estas actitudes son de duración indeterminada. Están
más arraigadas en incompetencias personales e institucionales
y en prejuicios compartidos que en imposibilidades o inconveniencias
lógicas. Normalmente, el tiempo las disuelve. La lástima
es que esto pueda ocurrir más allá de su periodo
operativo, con lo que la falta de convergencia se ha podido
traducir en tiempo perdido. El "Todo lo que se eleva, converge",
de Teilhard de Chardin (1984), no cabe en su estrechez.
Exageradas,
todas estas tendencias se encargan al unísono de evitar
que las novedades radicales asomen por la puerta del conocimiento
habitual y puedan conllevar la aparición del fantasma
de la crisis.
CONCLUSIÓN:
LAS MAYORES RESISTENCIAS. EL CASO DE LA MUERTE. A pesar de
que la tendencia a continuar en el mismo estado es un comportamiento
normal de las comunidades científicas y profesionales
más organizadas (institucionalizadas), las mayores
resistencias provienen de la exacerbación del efecto
negación, concretamente de la actitud negativa
hacia las propuestas:
Históricas, por
intentarse abordar en otros periodos o etapas.
Ajenas, por pretenderse
solucionar desde otros ámbitos del conocimiento
y la cultura, sobre todo si estas conclusiones están
tradicionalmente arraigadas.
Pues bien, el caso
de la muerte se ajusta, desde el punto de vista de su educabilidad,
a un contenido de máxima resistencia. En efecto,
se trata de una cuestión:
Histórica, por
cuanto es tan antigua como la conciencia humana.
Ajena, ya que tradicionalmente
ha sido atendida y satisfecha por ámbitos tan distintos
como la familia, las religiones, las filosofías,
las tradiciones culturales, los ritos, la propia mismidad,
y, además, esa correspondencia se pierde en el
tiempo.
Con todo, ninguna
de esas fuentes ha satisfecho fiablemente el enigma del morir
y del morirse.
VÍAS BÁSICAS
PARA SU CONOCIMIENTO. Concretemos. Cuatro son las vías
básicas para el posible conocimiento de la muerte.
a) Positiva:
Profundizar en lo que es la muerte, desde lo que se cree que
la muerte es.
1) La premisa (prejuicio)
de poderse dar una respuesta simultáneamente parcial
y válida a esta cuestión ha conducido
a la formación de abanicos de respuesta doctrinaria
variadísimos y no-universales (en todo caso pseudouniversales)
que han desarrollado sus actitudes sobre los criterios antedichos.
2) Muchísimos
han desarrollado ritualizaciones y mitificaciones cada vez
más exclusivas, progresivamente más distanciadas
de las soluciones ofrecidas por comunidades o plataformas
semejantes (concursantes). Desde el punto de vista de una
eventual solución objetiva y generalizable, las propuestas
se han traducido en el vacío más frustrante,
en la imposición o en la voluntad de fagocitar
sistemas de doctrina menos pudientes.
3) Todo ello ha
llevado a que aquello que se tiene por muerte sea tan
diverso como ilusorio y sin un fundamento riguroso.
b) Negativa:
Siguiendo el camino del conocimiento en negativo.
1) Se trata de profundizar
en lo que, esencialmente, la muerte no es, para, desde esta
relativa seguridad excluyente, acabar por inferir lo que posiblemente
es. Se trataría de una propuesta parecida al vichara
que R. Maharsi (1986) enseñaba para el conocimiento
de uno mismo.
2) Es muy difícil
que la muerte sea conceptuada por los vivos
de un modo válido, porque, refiriéndose a otro
estado del ser, se desarrolla desde el ego vivo
(apego, dependencia, identificación, parcialidad, etc.).
Pero sí parece más probable, en consecuencia,
deducir de ella lo que puede llegar a ser una representación
mental menos inválida.
3) Por ejemplo,
con escasa probabilidad de error podemos conceptuar la muerte
desde lo que esencialmente no es, por ser producto de ego:
- No es el rito
o la parafernalia que, según la religión o la
cultura, rodean al cadáver o al alma del finado.
- No es siquiera
el resto del no-vivo, sea físico (cadáver,
féretro, esqueleto...), o psíquico (alma,
fantasma, espíritu...).
- No es aquello
que del fallecido susvivos recuerdan o el sentimiento
que en ellos queda (dolor, sufrimiento, indiferencia, alivio...).
- No es la estela
del recuerdo (fama, honor, poder, legados, inmortalidad, leyenda...).
- No es el miedo
a la muerte, más basado como decía Epicteto
en la creencia sobre la muerte que en la muerte misma.
c) Fenoménica:
Es el camino de la observación, tal y como las cosas
aparecen, sin entrar en valoraciones subjetivas o intersubjetivas.
1) Creemos que de
este modo el error al conceptuar la muerte es así
mismo mínimo.
2) Por ejemplo,
si afirmamos que muy probablemente la muerte pueda ser el
cambio de un estado de una conciencia de ego a otro
de no-ego, de un tránsito a otra forma
del ser, de la parcialidad al estado de no-parcialidad,
del estar al no-estar, de un estado de pensamiento
a otro de no-pensamiento, etc.
3) Entrarían
aquí propuestas como la de A. Maurois, cuando sostenía
que: "La muerte no puede ser pensada porque es ausencia de
pensamiento. Por lo tanto, hay que vivir como si fuésemos
eternos".
d) Experimental:
1) Aparentemente
directa: Percibida por quienes han padecido muerte clínica,
concepto evidentemente determinado por la tecnología
médica actual, y que probablemente varíe posteriormente.
Incluiríamos aquí las experiencias testimoniales
como las revisadas por investigadoras como E. Kübler-Ross,
R. Moody, Scott Rogo, etc.
2) Indirecta: Percibida
por quienes han trascendido su conciencia ordinaria, por diversas
vías: buen uso de la razón, meditación,
cultivo místico, experiencias extraordinarias, estados
de conciencia muy superiores al normal, etc. En tales casos,
lo que proviene de estas personas suele ser de verdadera utilidad.
Un testimonio clásico, del maestro Dogen, autor del
clásico "Shobogenzo": "La leña no puede ver
sus cenizas, las cenizas no pueden ver la leña".
PRINCIPAL CONSECUENCIA
ÉTICA Y DIDÁCTICA. Los profesionales de la Educación
son muy conscientes de que el respeto didáctico
ha de ser uno de los principios de intervención educativa
más importante. Sobre todo en la etapa infantil, en
la que los niños y niñas son más absorbentes.
Respeto didáctico
equivale a favorecer el principio de actividad, del
que se habla en las orientaciones psicopedagógicas
del modelo curricular establecido, desde sus primeros diseños.
Y respeto didáctico es sinónimo, en nuestro
contexto, de no-adoctrinamiento.
Adoctrinar
es instruir conforme a una doctrina. O sea, según
un programa mental predeterminado o institucionalizado,
aprendible por recepción o mediante un descubrimiento
unívoco (pseudodescubrimiento), jamás
equivalente al descubrimiento natural y autógeno del
propio desarrollo.
Multitud de madres
y padres se levantarían y protestarían porque
a sus hijos les inculcaran contenidos falsos o intolerantes
en cualquier sentido: racistas, sexistas, fundamentalistas...
Ya hemos demostrado que todos los ismos obedecen a
un mismo "síndrome egótico" (A. de la Herrán
Gascón, 1997). Por tanto, el apego y la dependencia
inducida son idénticos, formalmente. Tan sólo
variarán en cuando a contenido e intensidad de las
identificaciones asociadas.
Deducimos, por tanto,
que cometeremos menos errores al enseñar contenidos
relativos a la muerte, si los contenidos (aquello sobre lo
que versa la enseñanza) no provienen de ninguna
vía positiva, según la clasificación
anterior. O sea, que si queremos promover una educación
activa y respetuosa con nuestros niños, los contenidos
de enseñanza no deberían provenir de ningún
ismo (taller de doctrina, donde se confeccionan, readornan
y recargan disfraces para la angustia y la razón),
o sea, de ninguna propuesta parcial.
EL NIÑO
COMO MAESTRO DE MAESTROS
PRIMERA FUENTE DE
APRENDIZAJE: LA SINCERIDAD INFANTIL. Si preguntamos a un niño
de 3 ó 4 años, como hemos hecho en nuestras
inquisiciones: ¿Qué es morirse?, ¿Qué le
ha pasado? [a la mamá de Bambi], ¿Se muere igual
un hombre que una flor?, etc., nos encontraremos frecuentemente
con la misma respuesta: "No sé".
En cambio, cuando
el mismo niño pregunta a un adulto "¿Por qué
se ha muerto mi abuelita?", las respuestas suelen ser variopintas.
Oscilan desde la evasión de la respuesta hasta
la hipótesis del tierra-juicio-cielo-purgatorio-infierno-limbo,
si es que no hemos dejado alguna estancia por citar. Son muy
escasas las respuestas "a lo niño", como hace N. Guillén
(1958): "¿Qué sabéis de la Muerte? Nada. Ni
siquiera si existe" (p. 89).
Si lo más
frecuentes son las transmisiones de seguridades, sus
consecuencias didácticas son los enjambres de
hipótesis entrelazadas propias de los niños
de 6 u 8 años, que dan lugar a explicaciones pseudológicas
y patéticas, cuyo significado es nulo para el niño,
más allá o más acá de ellas.
Tan poco esclarecedoras
como aparentemente inofensivas, se convertirán de adultos
en el asiento seguro de una importante angustia de muerte,
aprendida tan significativamente, que sobre todo se expresará,
en la ancianidad, como notoria ausencia de madurez.
¿Cuál es
la diferencia entre la respuesta del niño y la del
adulto normal? La principal, a nuestro juicio, es que el niño
responde desde su conocimiento (y lo que conoce, como
buen razonador, aún no egotizado, es que no sabe,
como dijo Sócrates). En consecuencia, afirma: "No sé"
o "no sabo". Y, si se insiste en la pregunta, se querrá
ir, deseará que le dejemos en paz, porque no tendrá
más que decir.
En cambio, el adulto
(maestro, educador, padre...) tenderá a contestar desde
su ismo (sistema de identificaciones), y dará
respuestas estándar, previsibles, idénticas
a las que ofrecerá otro adulto que comparta sus mismas
premisas (A. de la Herrán Gascón, 1997, p. 98),
más vinculadas a la creencia en que se sabe
o al apego al propio programa mental compartido, que
al solo y honesto conocer, o a cualquier clase de conceptuación
por descubrimiento.
En consecuencia,
si el niño de segundo ciclo de Educación Infantil
es evidentemente más lábil que el adulto, éste
habrá de tenerse como casi crédulo, por definición.
Y en esa credulidad se dan cita, paradójicamente,
la experiencia y la ingenuidad más sorprendentes.
SEGUNDA FUENTE DE
APRENDIZAJE: LOS INFANTILISMOS, FUENTE DE FORMACIÓN
PARA EL EDUCADOR. Nuestra educación no garantiza -lo
hemos dicho más veces- madurez o evolución interior.
De hecho, los mayores defectos y errores humanos podrían
identificarse como problemas educativos, y más
concretamente como problemas de madurez. La mayoría
de ellos se centran en el ego, podrían considerarse
infantilismos.
Comentemos dos de
ellos, al hilo de la muerte:
a) El primero son
los ritos, normales y necesarios, sobre todo para el desarrollo
del niño de primer ciclo (de 0 a 3 años), y
que podrían definirse como:
la repetición
de las características de las situaciones. Para saber
lo que una situación significa (por ejemplo es hora
de comer) es necesario que ésta se produzca de la misma
manera, que se repitan las mismas señales, que el niño
pueda reconocerla con facilidad (E. Lobo, 1996, p. 176).
¿Acaso no son idénticos
los ritos funerarios o de cualquier otra clase, hasta el punto
de ser una de las características definitorias de las
sociedades primitivas? (J.G. Frazer, 1997).
b) El segundo es
el de las propias metafísicas sobre la muerte: Desde
que las creencias sobre la muerte empiezan a cuajar, con toda
certidumbre se falsean a sí mismas. Hemos visto que
es tan sólo al principio, antes de que aflore la necesidad
de interpretación (breve periodo del "no sé")
cuando pueden considerarse extraordinariamente rigurosas.
Un rigor que normalmente después se difumina, a no
ser que se pretenda volver a pensar desde uno mismo.
1) Lo normal es
que se apunte a la invención elemental o al desuso
de la razón (fes, tradiciones, metáforas, supersticiones,
obsesiones, etc., unas más deterioradas y deteriorantes
que otras) de los adultos. Pareciera, en efecto, como si,
por haber cedido a esta debilidad inevitable, a partir de
ahora el adulto comenzara a ser definitivamente pueril.
2) Dicho de otro
modo: Cuando el adulto comienza a teorizar más allá
de su embotado sentido trascendente, se encuentra con el niño.
Con este segundo niño al que cuesta tanto introducirse
en los disparates y las historias sociales del adulto, que
quizá algún día podría utilizar
como escalón sobre el que erigir su crítica
y subir más alto. ¡Y hoy podría ser un gran
día!
3) Por tanto, aunque
colegida desde otros contextos, convergemos con L. Wittgenstein
(1996), en que: "Todas las teorías pueriles (infantiles)
las encontramos, de nuevo, en la filosofía actual;
sólo que les falta el aspecto infantil" (p. 77).
4) Por tanto, mantenemos
la hipótesis de que multitud de sistemas de creencias
(filosóficos, religiosos, etc.) sobre la muerte no
son más que "aprendizajes significativos" de nuestros
maestros, los niños.
5) De donde se deduce
espontáneamente que todo adulto consciente, y más
si trabaja en la educación infantil, debería
pretender superarlos, o por lo menos conocerlos.
PROPUESTA DIDÁCTICA.
¿Dónde queda aquel punto de partida de los 2 ó
3 años (el "no sé" a que hacíamos alusión),
magnífico o bien orientado, por no haber sido contaminado
con nada radicalmente incierto todavía?
La propuesta que
hacemos desde aquí con relación a la enseñanza
y aprendizaje de la muerte se asienta en tres vértices
funcionales:
Uno es la evitación
del aprendizaje significativo de contenidos no
ciertos o de naturaleza doctrinaria-parcial, que posteriormente
se va a traducir en un trabajo cognitivo considerable,
encaminado, desde la conciencia, al desaprendizaje
significativo de lo que probablemente, de adulto,
no le sirva para nada.
Otro es la conveniencia de
enseñar a dudar desde muy pequeños,
y tanto más en temas sobre los que casi nadie tiene
nada que asegurar, como es el que tratamos. La propuesta,
pues, se orienta a transformar la duda en uno de los soportes
más fiables del saber, y en la garantía
de realización de aprendizajes significativos
por descubrimiento por sí mismo. O sea, un
medio para hacer realidad uno de aquellos "Principios
de intervención educativa" propuestos en el modelo
curricular de la LOGSE.
El tercero es la sinceridad,
entendida como esfuerzo por el menor error y el
mayor respeto didáctico, del que ya hemos
hablado, para que el niño pueda ir construyendo
sus esquemas de conocimiento desde su propia experiencia.
Y no desde injerto doctrinario alguno, por muy institucionalizado
que esté, y aunque participen de él centenares
de millones de personas en el mundo.
Y es que ellos
saben de la muerte. Lo saben desde casi el principio de sus
vidas, desde que notan que hay cosas que están y que
después ya no están más, desde que ven
a la madre separarse de su lado, desde que se dan cuenta de
que no siempre pueden disfrutar del placer que desearían
[...].
Como decía,
los niños saben de la muerte, y lo que nos piden es,
sencillamente, un poco de información, una explicitación
concreta de lo que pensamos y sabemos. En una palabra, nos
piden claridad (M.C. Díez Navarro, 1995).
Por tanto, por
lo menos, no les demos sombras. Confiemos en su capacidad,
porque quizá sean ellos los que acierten. Lo que cada
vez está menos oscuro que el "eslabón
perdido" existe: somos nosotros.
II INVESTIGACIÓN-ACCIÓN
SOBRE LA MUERTE
INTRODUCCIÓN.
La actitud investigadora del maestro debiera ser su principal
fuente de innovación y cambio, el motor de su autonomía
profesional. Es una disposición emotivocognitiva
o profesional no obligatoria ni exigible, pero deseable.
Encuadrar desde
la experiencia un marco teórico y práctico en
que situar las necesidades del niño (afectivas, emocionales,
lingüísticas, de representación, motrices,
de relación interpersonal, de inserción social,
etc.) ante la muerte-vida nos ha llevado al diseño
y realización de propuestas metodológicas, como
este taller de juego dramático y manualidades, "Rumbo
a lo Desconocido", que pasamos a describir.
EL TALLER:
"RUMBO A LO DESCONOCIDO".
a) Desarrollo: Sucede
a lo largo de cuatro fases.
b) Materiales y
recursos: Una mesa, sillas. Mantas: verde, salmón (símbolo:
color cálido, materno). Trapos rojo y azul. Dos cajas:
una grande tipo TV y otra pequeña (o un casco). Una
manguera de 2 ó 3 metros. Una linterna. Pinturas. Celo.
Aros. Una música de fondo apropiada, para encender
desde la tercera fase.
PRIMERA FASE:
CONSTRUCCIÓN DE UNA NAVE TIPO "APOLO".
Realización:
Se les dice que vamos a preparar una cápsula para viajar
en ella mucho tiempo. Que debemos poner dentro de ella todo
lo que una persona quiera o necesite. Entre todos realizaremos
una lista, y distribuiremos los trabajos. No se necesita perfección,
sino entusiasmo. La nave puede ser la mesa invertida. Finalmente,
la pondremos un nombre y la probaremos.
SEGUNDA FASE:
ELECCIÓN DEL ASTRONAUTA Y LANZAMIENTO.
Realización:
Se pedirá la participación de un niño
que no quiera crecer mucho [símbolo], pues
no cabría en la cápsula. Si hay muchos, le elegiremos
a suertes, por ejemplo, mediante una pluma [símbolo],
a pies, tocándole al que "no quepa" [símbolo],
etc.
Podemos terminar
el trabajo dando vueltas de entrenamiento, antes de
sentarnos a ver cómo el astronauta entra en la nave.
Entonces comenzaremos la cuenta atrás: "¡5, 4, 3,
2, 1, 0!".
TERCERA FASE:
VIAJE E INCIDENCIAS.
Realización:
Comienza el viaje, que se inicia a la par que una música
apropiada [por ejemplo, "Los Planetas", de Gustav Holst].
Se arrastra
la nave, primero tapada. Se descubre al llegar a la estratosfera.
El niño ve un nuevo espacio, que los demás del
grupo han dispuesto y decorado rápidamente, mientras
el astronauta volaba:
- Marte puede ser
una mesa con un trapo rojo.
- Venus puede ser
otra mesa con un trapo azul.
- Saturno, una silla
rodeada de aros.
- El sol, la ventana
o un aro amarillo, pegado con celo.
En esta fase
del viaje se le describen [explican] al astronauta las maravillas
que le rodean, y se le invita a descender, si lo desea, en
algún planeta. Mientras, se le recuerda que en la nave
está seguro, porque ahí tiene todo lo que desea
y necesita.
Cuando se llega
a la altura del sol y se le supera, dejamos de ver su luz
[se baja la persiana]. El niño enciende la linterna
o se le sugiere que lo haga. Entonces se le coloca encima
la manta salmón, que le cubre completamente, a modo
de cápsula cerrada y oscura.
Nuevo cambio
de escenario: pasamos a la cuarta fase.
CUARTA FASE:
TODO SE TERMINA Y...
Realización:
Al niño, que no ha salido de la nave, se le dan nuevas
consignas:
"Se te está
acabando la comida. Te queda para una semana. No te queda
casi energía: apaga la linterna, para no gastar. No
queda combustible. Se paran los motores. No hay calefacción.
Hace mucho frío. ¿No quieres salir?"
Si aún
no quiere salir, le informamos que no le queda oxígeno
más que para un minuto. Sin embargo, en la escafandra
tiene oxígeno de reserva para algo más. Si el
niño se pone la escafandra, se le invita a salir a
explorar el espacio con la escafandra y el cordón de
unión a la nave. Si aun así no saliera, se le
inicia la cuenta atrás para quedarse sin oxígeno.
Todos cuentan, igual que en la SEGUNDA FASE: : "¡5, 4, 3,
2, 1, 0!". Se le abre la cápsula y se le dice: "Estás
muerto".
Entre todos
los niños se deja al niño, que se hace el
muerto (está quieto), sobre la manta salmón
y, tomándola por sus extremos, comienzan a moverla
suavemente, mientras respiramos sonora y rítmicamente.
Finalmente, intentamos levantarle con mucho cuidado.
Como siempre
se desequilibra por algún extremo, el niño astronauta
que permanecía haciéndose el muerto se mueve,
para no caerse. En ese momento, la maestra anuncia: "¡Se mueve!,
¡Está vivo!". El niño debe decir dónde
está y qué desea.
La experiencia
nos muestra que suelen encontrarse en un planeta semejante
a la Tierra, y lo que quieren es no estar solos. Pueden recargar
la radio y llamar a alguien de la Tierra (base), con lo que
puede comenzar de nuevo el juego: otro niño, otra historia...
Es importante decir que si en cualquier momento el niño
quiere dejar de jugar, puede volver a la Tierra.
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