La mayoría de
los padres hemos tenido que aguantar una serie de rabietas especialmente
del niño o niña entre dos y tres años que está
intentando establecer su individualidad y pretende hacerlo todo a su manera
y no como se le pide. De hecho, se trata de un signo de aumento de independencia
y es bastante normal, aunque ello no significa que sea fácil de
resistir, especialmente en público.
Los padres somos modelos de conducta,
es decir, que nuestros hijos van a imitar muchas de nuestras conductas.
Por ello, a la hora de pedir algo que queremos tendríamos que hacerlo
adecuadamente, sin dar voces. No podemos regañar a nuestros hijos
por tener una rabieta cuando nosotros mismos no somos capaces de controlar
nuestro comportamiento ni nuestro mal humor. Por consiguiente, no resulta
en absoluto adecuado que nuestros hijos presencien uno de nuestros accesos
de cólera. Convendría pues que en situaciones conflictivas
donde estén presentes los niños y niñas tengamos
un poco de autocontrol.
Las rabietas del niño o
niña siempre tienen algún motivo. Posiblemente se dio cuenta
por casualidad de que su comportamiento daba resultados, pero lo que debe
aprender es que se trata de una conducta inadecuada, que no conduce a
nada y que no le ayuda en su frustración ni le libra de una obligación
ni modifica nuestra manera de pensar con respecto a algo.
El objetivo principal de la mayoría
de las rabietas es llamar la atención, y esto lo consiguen, no
sólo cuando les damos lo que buscan, sino también cuando
le regañamos, le miramos, les hablamos intentando razonar con ellos,
etc. Por ello, la forma más rápida para liberarse de este
comportamiento es ignorar al niño o niña, puesto que no
hay forma de razonar en medio de un arranque emocional. Si se le ignora
mientras está en un lugar seguro, se le enseñará
que las rabietas no son eficaces y aprenderá a utilizarlas con
menos frecuencia.
A continuación les daremos
unos consejos para reducir el número de rabietas en sus hijos:
Apártese. Haga otra cosa mientras
dure la rabieta, continúe la conversación interrumpida o
si el niño o niña está en lugar seguro puede incluso
abandonar la habitación, observando la situación a distancia.
Tenga cuidado de no mirar al niño
o niña, ya que incluso una breve mirada puede prolongar la rabieta.
Puede esperar unos minutos que su
llanto disminuya y decirle: "Cuando hayas terminado de llorar, vuelve
y nos iremos a jugar".
Cuando el niño o niña
termina la rabieta hay que recibirlo como si no hubiese pasado nada, proporcionándole
una ocasión de congraciarse con los demás, sin mencionar
el incidente.
Si la pataleta se prolonga y nos
sentimos con ganas de ceder a las exigencias del niño o niña
porque ya no aguantamos más, podemos hacer lo siguiente:
Explicarle que estamos cansados de
oírle.
Llevarle a otra habitación
y sentarle en una silla, donde el niño o niña no puede verle
pero usted sí puede controlarlo.
Dígale que debe sentarse durante
"x" tiempo (años de edad por minuto, por ejemplo) y que no podrá
moverse de su silla hasta que no esté tranquilo durante treinta
segundos.
Tenga en cuenta que el llorar es una
respuesta más a la que algunos niños y niñas están
muy entrenados, son como "pequeños actores", lloran sin que en
realidad les pase nada grave. Es una herramienta más que utilizan
para conseguir lo que quieren.
En muchas ocasiones, los niños
y niñas saben cuándo es más probable que los padres
cedan, sobre todo si papá o mamá están cansados o
hay alguien presente que no pertenezca a la familia. En estos casos tenga
en cuenta lo siguiente:
Sea consciente de aquellas situaciones
en las que es probable que se produzca una rabieta.
El niño o niña debe
saber que se está hablando en serio y no se va a cambiar de idea.
Dígale al niño o niña que aunque esté delante
la visita o se encuentre fuera de casa no se van a cambiar los "NO" por
"SÍ", haga lo que haga.
El que un niño o niña
tenga una "rabieta" es algo normal, que todos de pequeños hemos
tenido. Pero ¡ojo! una rabieta cuando un niño o niña va
creciendo no es algo normal, y es consecuencia de que de pequeño
obtuvo todo lo que quiso de esta forma. Por tanto, los padres tenemos
a nuestro cargo, la tarea de enseñar a nuestros hijos que una rabieta
no le conduce a obtener cosas positivas, sino que es algo completamente
inadecuado ante lo que NADIE va a ceder.