DETERMINACIÓN
DE NIVELES GENÉTICOS EN LA CONSTRUCCIÓN DEL NÚMERO
PARA LA PROGRAMACIÓN DE ACTIVIDADES
EN EDUCACIÓN INFANTIL.
Rosa María Pons Parra
José Manuel Serrano
González-Tejero
Universidad de Murcia
INTRODUCCIÓN
Tanto
desde una perspectiva piagetiana como vigotskiana el proceso
de aprendizaje requiere determinar un campo de conocimiento,
más allá de su conocimiento real, que el sujeto
pueda adquirir sin generar lagunas cognitivas. Desde los posicionamientos
vigotskianos esto equivale a decir que hay que determinar
la zona de desarrollo próximo. Desde planteamientos
piagetianos supone determinar el nivel genético hacia
el que tiende el mecanismo procesual de equilibración
mayorante del individuo.
En efecto, el concepto de zona de desarrollo próximo, propuesto
por Vigotsky, pretende responder a la pregunta sobre cómo
puede una persona interiorizar los contenidos curriculares
y extracurriculares y llevar, por tanto, al individuo, más
allá de sus competencias actuales y se define como “la
distancia entre el nivel de desarrollo real, determinado
por la capacidad de resolver independientemente un problema,
y el nivel de desarrollo potencial, determinado a través
de la resolución de un problema bajo la guía
de un adulto o en colaboración con un compañero
más capaz” (Vigotsky, 1979; p. 133). En estas acciones
guiadas los adultos o los compañeros más capaces,
ejercen una relación de tutoría muy específica,
controlando el centro de atención y manteniendo los
segmentos de la tarea en que participan, siempre en un nivel de complejidad
adecuado a las posibilidades de los niños y las niñas,
mediante un proceso de ajuste en el que “el adulto permanece
siempre en el límite creciente de la competencia del
niño” (Bruner, 1988; p. 86).
El concepto de equilibración mayorante, desarrollado por Piaget, hace referencia
a la necesidad de adecuación recíproca entre
las soluciones dadas por un sujeto a una situación-problema
y las características de esa situación que
puede procesar significativamente. Este es su nivel de desarrollo
real y, a partir de él, el sujeto irá construyendo
nuevos significados de lo real, igualmente significativos,
siempre y cuando las nuevas y más evolucionadas adecuaciones
entre los esquemas del sujeto y la realidad respondan a procesos
de reequilibración mayorante, lo que equivale a decir
que el nuevo nivel de equilibrio no es uno cualquiera
de los posibles mejores niveles de equilibrio, sino el
más «próximo», el
menor de los mayores, el mayorante.
Como se puede comprobar, Piaget y Vigotsky
confluyen en la consideración de que el aprendizaje
supone la construcción o la incorporación del
objeto de conocimiento a los esquemas del sujeto o, si se
quiere, al repertorio de conductas y prácticas utilizadas
por el sujeto, y que esta apropiación sólo
puede ser posible si las características o propiedades
del objeto que se pretenden incorporar al sujeto, se encuentran
en la zona de desarrollo próximo (Piaget diría
que en la zona de desarrollo «más» próximo).
Esta aproximación entre ambas teorías
es la que fija los objetivos e hipótesis de nuestro
trabajo.
Para Piaget el número es un elemento
fundamental en el desarrollo cognitivo del sujeto en tanto
que categoría del conocimiento. Para Vigotsky el número
es un elemento fundamental en el desarrollo del sujeto en
cuanto que herramienta psicológica. Para ambos la
construcción del número debe seguir un proceso
que tienda hacia la zona de desarrollo más próxima
(lo que el sujeto puede significativamente aprender) desde
la zona de desarrollo real del sujeto (lo que el niño
ya sabe). Por tanto, todo diseñador de un proceso
instruccional sobre el número debe saber dos cosas
que son condiciones de prerrequisito. En primer lugar que
el número es un instrumento fundamental para la interpretación
de lo real y; bien sea considerado como una de las doce categorías
del conocimiento, bien sea considerado como una herramienta
psicológica inherente al sistema humano de signos;
una construcción inadecuada puede tener graves repercusiones
en aprendizajes posteriores y en el propio desarrollo del
sujeto. En segundo lugar, que un adecuado aprendizaje del
número sólo puede ser efectuado mediante la
precisa determinación de la zona de desarrollo más
próxima al niño, lo que supone una análisis
pormenorizado de los diferentes niveles genéticos
que subyacen al trayecto evolutivo de esta noción
o contenido instruccional.
La clásica distinción piagetiana
(Piaget y Szeminska, 1975; pp. 17-56) de tres niveles en
el desarrollo del concepto de número (no conservación,
intermedio y conservación, o sus equivalentes en términos
de estadios, preconcepto, intuición, operación)
que se corresponderían, más o menos, con los
tres cursos del 2º Ciclo de la Educación Infantil,
son, a todas luces, insuficientes para plantear un diseño
instruccional que permita garantizar un proceso de adquisición
sin lagunas.
El objetivo que nos proponemos es establecer
un conjunto de niveles de desarrollo en el concepto de número
que permitan una planificación del proceso instruccional
con ciertas garantías de éxito, de manera que
podamos efectuar un diagnóstico inicial de los pequeños
para determinar qué es lo que realmente saben (cuál
es su zona de desarrollo real) y sepamos a dónde hemos
de llevarlos (cuál es su zona de desarrollo próximo).
MÉTODO
Sujetos
La muestra estaba compuesta por 165 sujetos
pertenecientes al 2º Ciclo de Educación Infantil,
extraídos al azar de la población de alumnos
de esta Etapa en el Ayuntamiento de Murcia. Se consideraron
los cursos como estratos poblacionales equivalentes, por
lo que había igual número de alumnos (55) por
nivel. Las edades estaban comprendidas entre los tres años
dos meses y los 6 años 0 meses.
Procedimiento
El procedimiento seguido fue el siguiente:
se utilizaban las fichas de un juego convencional de damas
y el experimentador se colocaba frente al pequeño.
A continuación se le decía: “Mira, vamos a
jugar con estas fichas, yo voy a jugar con las blancas (el
experimentador se quedaba con las doce fichas blancas) y
tú vas a jugar con las negras (se entregaban al niño
las doce fichas negras). El juego consiste en que yo voy
a poner unas cuantas fichas de las mías formando una
hilera y tú, con las tuyas, tienes que poner debajo,
las mismas fichas, que yo, ¿lo has entendido?, tienes
que poner con tus fichas, las negras, el mismo número
de fichas blancas que yo he puesto; si lo haces bien tú ganas,
si no lo haces bien gano yo”.
En función de su ejecución,
las conductas de los pequeños fueron agrupadas en
siete niveles genéticos:
ôNivel 0: Dentro de este nivel se encuentran
aquellos sujetos que no parecen comprender las consignas
que se les proporciona. La conducta más común
consiste en efectuar una copia cualitativa y global del modelo,
sin establecer ningún tipio de correspondencia, ni
siquiera de tipo óptico. El pequeño se limita
a establecer un conjunto compuesto por un mayor o menor número
de elementos y la colección testigo parece no representar
nada para él. Su conducta se podría interpretar
como si consideraran la consigna como una orden para poner
en marcha la acción de colocar fichas y la colección
testigo como un modelo arbitrario entre los infinitos modelos
posibles. En definitiva su ejecución no responde ni
a las consignas dadas, ni a la disposición de la colección
elaborada por el experimentador.
ôNivel 1: Los sujetos que se incluyen en
este nivel son aquellos que realizan una comparación
global con evaluaciones fundadas en el espacio ocupado por
la colección testigo. Cuando el experimentador le
formula la consigna de que «ponga el mismo número
de fichas que hay en el modelo propuesto», el niño
no efectúa, ni una correspondencia término
a término, ni analiza las unidades discretas que componen
la colección, de manera que ésta forma un todo
indisociable que no puede ser objeto más que de evaluaciones
globales, podría decirse que el sujeto hace una copia
cualitativa y global del modelo y funda sus juicios en la
forma del conjunto de la colección y en relaciones
espaciales de tipo perceptivo. Colocar el mismo número
de fichas lo entienden como si significara copiar el modelo
desde la perspectiva de alguna de sus cualidades. Es evidente
que, como en el nivel anterior, la desigualdad («mayor
que» o «menor que») carece de sentido.
a) b)
ôNivel 2: Las conductas que reflejan este
nivel consisten esencialmente en que el sujeto puede establecer
una alineación de fichas cuya longitud es idéntica
a la de la colección testigo, es decir, establece
la igualdad o espacial o identidad cualitativa. Para el pequeño
dos colecciones son iguales si ocupan el mismo espacio, independientemente
de su cualidad numérica. Estamos, por tanto, ante
conductas de sujetos que evalúan las cantidades discretas
como si fueran continuas: una cantidad es un continuo espacial.
En este nivel, aunque por otras razones, la desigualdad numérica
no tiene tampoco sentido aritmético ya que, si una
colección de elementos discretos se desea hacer «menor» se «juntan» sus
elementos y si se quiere hacer «mayor» se «separan».
ôNivel 3: En este nivel aparece la utilización
de un esquema de correspondencia uno-a-uno, pero aún
no puede desprenderse del dominio perceptivo que preside
sus evaluaciones, por eso, después de que ha construido
la igualdad, si se le oculta la colección testigo
y se le pregunta ¿cuántas fichas blancas hay?,
responde que no se puede saber, o responde con el primer
número que se le ocurre. Tampoco podemos analizar
la desigualdad numérica expresada en los términos «mayor
que» o «menor que», porque la igualdad
construida, aunque añada al nivel anterior el uso
del primer esquema cuantificador de la realidad como es la
correspondencia biunívoca, este esquema no se encuentra
interiorizado y presenta un carácter cualitativo,
como lo demuestra el hecho de que ocultando una de las hileras
y dejando a la vista la otra, no es capaz de establecer el
cardinal de la hilera oculta.
ôNivel 4: Los niños que se encuentran
situados en este nivel, son capaces de utilizar un esquema
de correspondencia uno-a-uno interiorizado pero este esquema
está muy lejos todavía de ser operatorio (no
olvidemos que una operación no es sólo una
acción interiorizada, esta acción tiene que
ser, además, reversible), porque se encuentra sujeto
al avatar de la percepción. De esta manera, cuando
después de haber utilizado este esquema, aparentemente
de forma correcta, haber determinado la igualdad del cardinal
de ambos conjuntos y siendo capaz de mantenerla incluso a
pesar de perder el dato perceptivo-espacial (tras ocultarle
la colección testigo formada por de fichas blancas),
cuando se desplazan las fichas de manera
que la penúltima ficha de la colección-testigo
(blancas) se encuentre en correspondencia óptica con
la última de la colección formada por el pequeño
(negras) y, a pesar de decir el experimentador que sólo
va a moverlas y que no va a añadir o quitar ninguna
ficha de su colección
desaparece la identidad numérica
para el niño y afirma que en la fila de fichas blancas
hay una más que en la fila de fichas negras. Si se
le pide que las cuente y, tras repetir el mismo número
para ambas colecciones, mantiene que la colección
testigo es mayor que la realizada por él, tras lo
cuál, si le preguntamos qué tendría
que hacer para recuperar de nuevo la igualdad dice que “añadir
una (a su colección)” o “quitar una (de la colección
testigo)”. Existe, por tanto, una clara confusión
entre un esquema aritmético (lógico-matemático)
como es la adición (o la sustracción) y un
esquema perceptivo-espacial como es el desplazamiento. Con
respecto a la desigualdad, expresada a través de los
cuantificadores «más» y «menos»,
podemos observar una clara subjetivización de la cuantificación
que le hace asociar esos dos vectores a los escalares subjetivos «muchos» y «pocos»,
respectivamente. En efecto, cuando le damos la colección
de siete fichas blancas y se le pide (a) que haga una colección
más numerosa que la dada (“pon más que yo”)
o (b) menos numerosa que la dada (“pon menos que yo”), la
ejecución podría ser similar a esta:
a) b)
Da, por tanto, la impresión de ser
capaz de comprender qué es y de ser capaz de construir
un conjunto menos numeroso que otro dado, pero no un conjunto
más numeroso. Sin embargo, si la colección
testigo tiene tres fichas y le demandamos lo mismo que con
anterioridad, es decir, (a) que construya un conjunto más
numeroso y (b) menos numeroso, la situación se invierte
a') b')
y parece que, ahora, es capaz de “construir
el más”, pero no es capaz de construir el menos”.
La explicación es que el pequeño efectúa
una asociación de los “vectores objetivos” (más-menos)
a los “escalares subjetivos” (muchos-pocos). Traduciendo
con cierta libertad el pensamiento del pequeño a través
de sus propias explicaciones diríamos que, en las
situaciones de pon más que yo, su razonamiento es
el siguiente: él ha puesto muchas y me dice que ponga
muchas (más) como él (a); él ha puesto
muchas y me dice que ponga (menos) pocas (b); él ha
puesto pocas y me dice que ponga (más) muchas (a'); él
ha puesto pocas y me dice que ponga pocas (menos) como él
(b').
ôNivel 5: En este nivel se constatan conductas
que comienzan a estar orientadas a la conservación
del número o, si se prefiere, a la conservación
de las cantidades discretas. Con respecto a la desigualdad
observamos que han desaparecido casi por completo las conductas
subjetivas de ‘centración' y van siendo sustituidas
por conductas de ‘relativización', lo que conduce
a una diferenciación progresiva entre los cuantificadores
subjetivos («muchos» y «pocos») y
los vectores objetivos («más» y «menos»).
Con relación a la igualdad numérica podemos
ver que, aunque la identidad numérica se encuentra
sometida todavía al dato perceptivo, ya se atisban
los primeros esbozos de reversibilidad, debido a una clara
diferenciación de los esquemas espaciales (físicos)
y aritméticos (lógico-matemáticos),
de manera que ante una modificación de la disposición
espacial de los elementos, como la ejemplificada con anterioridad,
encontramos conductas «no conservadoras» ya que
continúa considerando “los elementos de las hileras
correspondientes como definidos por sus cualidades intuitivas de orden
espacial” (Piaget y Szeminska, 1975; p. 106) pero vemos que
ya “despunta un comienzo de coordinación operatoria
que llegará a su término en el siguiente nivel” (ibid.,
p. 89). En efecto, tanto si modificamos la longitud de la
colección testigo, como si añadimos un nuevo
elemento a esta colección, el pequeño afirma
que la igualdad desaparece:
a) b)
pero cuando le preguntamos que “qué hay
que hacer para restablecer de nuevo la igualdad” es capaz
de anticipar que la anulación de la acción
que, en el primer caso (a), pasa por desplazar las fichas
de su hilera, negándose a admitir la posibilidad de
añadir una ficha y, en el segundo (b), la anulación
de la acción supone añadir una ficha a su hilera,
negándose a admitir que también pudiera hacerse
por un desplazamiento de las fichas negras de manera que
ocuparan el mismo espacio que las blancas. Esta conducta
es lo que se conoce como retorno
empírico o reversibilidad
empírica y que Gréco (1962) denominó conservación
de la cotidad.
ôNivel 6: Este nivel que podíamos
llamar, con Piaget, nivel de correspondencia operatoria con
equivalencia necesaria, supone la conservación del
número y, por tanto, su consideración como
esquema operacional de cuantificación. En este momento
del desarrollo el pequeño mantiene la identidad numérica
incluso ante las contra-argumentaciones del experimentador
de la forma: “¿cómo vamos a tener las mismas
si mi hilera es más larga?”. Los argumentos de conservación
son de cuatro tipos: “tenemos las mismas porque tú tienes
siete y yo también tengo siete” (argumento numérico); “tenemos
las mismas porque tú ni has quitado ni has añadido
nada” (argumento de identidad); “tenemos las mismas porque éstas
(las blancas) están más largas, pero éstas
(las negras) están más juntas” (argumento de
compensación) o “tenemos las mismas porque si volvemos
a juntarlas (recuperando la correspondencia óptica)
estarían igual” (argumento de reversibilidad).
Si su conducta era la propia de lo descrito
en los niveles 0, 1, ó 2, se le decía: “Muy
bien, me has ganado” y se suspendía la prueba.
Si la conducta era la de la figura correspondiente
al nivel tres, se le ocultaba con la mano la hilera de fichas
blancas y se le preguntaba por el cardinal de este conjunto,
diciéndole: “Muy bien. Ahora mira, yo tapo con mis
manos las fichas blancas, ¿cuántas fichas blancas
hay tapadas?”. Si la respuesta era incorrecta o decía: “si
no quitas las manos no las puedo contar” o daba respuestas
similares se suspendía la prueba. En el caso que respondiera
correctamente se continuaba procediendo de la siguiente manera:
Se desplazaban las fichas de la hilera blanca
de manera que la última ficha negra estuviera en correspondencia óptica
con la penúltima de las blancas y se le preguntaba: “Y
ahora, ¿tenemos las mismas?”. Si la respuesta era: “No,
ahora tú tienes más”, se le pedía que
restableciera la igualdad diciéndole: “Entonces, ¿qué habría
que hacer para tener de nuevo las mismas?”. Si la solución
aportada consistía en añadir una ficha negra
o quitar una blanca, se pasaba a recomponer la situación
y, partiendo de la identidad establecida por correspondencia
perceptiva, se añadía una ficha más,
interrogándole de la misma forma sobre esta nueva
situación: “Y ahora, ¿tenemos las mismas?”.
Si la respuesta era: “no, ahora tú tienes más”,
se le pedía que restableciera la igualdad diciéndole: “entonces, ¿qué habría
que hacer para tener de nuevo las mismas?”. En este segundo
caso, la respuesta era, invariablemente, “añadir una
(negra) más”, tras lo cual el experimentador actuaba
y le contra-argumentaba del siguiente modo: “Pero, ¿no
podríamos también juntar un poco las blancas
(o separar un poquito las negras)?” -al mismo tiempo realizaba
la acción de separar las fichas negras (o juntar las
blancas) de manera que se reestableciera la identidad espacial-.
Si el niño admitía que era también posible,
se suspendía el interrogatorio con relación
a la igualdad y se comenzaba a trabajar la desigualdad, en
base a los cuantificadores «más» y «menos».
En esta situación se partía
del mismo conjunto de siete fichas blancas pero se le pedía
que construyera, no la igualdad (“pon las mismas que yo”),
sino la desigualdad, diciéndole: “Bueno, ahora en
vez de poner las mismas que yo, vas a poner, como antes,
debajo de las mías, más fichas que yo” y, una
vez realizado se le decía (tras retirar las fichas
negras puestas y manteniendo las siete fichas blancas): “Ahora
vas a poner menos que yo”. Si sus ejecuciones eran similares
a las descritas en el nivel 4 (a) y (b), se procedía
a retirar todas las fichas y el experimentador construía
con sus fichas blancas una hilera que contenía las
mismas fichas que el conjunto elaborado por el pequeño
cuando se le pidió que pusiera menos que el experimentador
(en el ejemplo, tres), tras lo cuál se procedía
de la misma manera, Si la ejecución era la misma que
la descrita en las situaciones (a') y (b') se suspendía
la prueba y se le adscribía al nivel 4.
Si, ante estas mismas situaciones de construcción
de la igualdad y la desigualdad las respuestas del sujeto
hubieran sido:
a)
Con relación
a la identidad numérica y situándonos en la actividad
que implica «desplazamiento de las fichas», el
pequeño nos dice que en la colección de fichas
desplazadas hay más y que para tener las mismas hay
que desplazar las negras, negándose a admitir la posibilidad
de que la igualdad se pudiera lograr añadiendo una ficha
a su colección y, por el contrario, en la actividad
de «adición de una ficha a la colección
testigo», se niega a admitir la posibilidad de que se
pueda conseguir la igualdad merced a un desplazamiento de las
fichas de su hilera que haga coincidir perceptivamente las
dos últimas fichas de cada colección, no considerando
más solución que la adición de otra ficha
a la hilera de las negras; siendo, además, capaz de
construir un conjunto «más numeroso» y «menos
numeroso» que otro dado (independientemente del número
de fichas de la colección testigo), entonces lo situaríamos
en el nivel 5.
b)
Si es capaz de conservar la
identidad numérica a pesar de los desplazamientos y
las contra-argumentaciones a favor de la disposición
espacial de las fichas, entonces lo situaríamos en el
nivel 6.
Las pruebas se pasaron inmediatamente después
del periodo vacacional de Navidad.
Análisis de datos
Una
vez que los sujetos fueron adscritos a los diferentes niveles
genéticos se procedió a efectuar un análisis
de Cluster con el programa SPSS (versión 11.0) que
arrojó los siguientes resultados:
Niveles |
0 |
1 |
2 |
3 |
4 |
5 |
6 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
0 |
1 |
0 |
.053 |
.050 |
.047 |
.015 |
.009 |
.007 |
2 |
0 |
.050 |
.103 |
.104 |
.045 |
.012 |
.008 |
3 |
0 |
.047 |
.104 |
.116 |
.036 |
.017 |
.005 |
4 |
0 |
.015 |
.045 |
.036 |
.101 |
.032 |
.021 |
5 |
0 |
.009 |
.012 |
.017 |
.032 |
.206 |
.131 |
6 |
0 |
.007 |
.008 |
.005 |
.021 |
.131 |
.150 |
Matriz
semejante (varianza-covarianza)
NIVELES DE SEMEJANZA |
|
NIVELES GENÉTICOS
|
|
6
|
5
|
4
|
3
|
2
|
1
|
0
|
|
|
|
|
|
|
|
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|
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|
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|
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|
|
|
|
|
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14 |
|
|
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|
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|
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13 |
|
|
|
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12 |
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11 |
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10 |
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09 |
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08 |
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07 |
|
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06 |
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05 |
|
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04 |
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03 |
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02 |
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01 |
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00 |
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Análisis
de Cluster
Resultados
Los resultados obtenidos vienen a confirmar
nuestra hipótesis de partida de que, incluso a nivel
de la macrogénesis, las etapas propuestas por Piaget
en el seno del subestadio de preparación de las operaciones
concretas (subestadio preoperacional) deben ser matizadas.
En efecto, los elementos de la matriz semejante de varianza-covarianza
que determinan el cluster, muestran niveles de similitud
muy bajos entre los niveles genéticos establecidos
por lo que se puede concluir que estos niveles son hitos
diferenciales en el desarrollo de la noción de número.
El primer agrupamiento se forma con los
niveles 2 y 3 en los que el establecimiento de la igualdad
presenta una característica común: tiene un
carácter espacial. El hecho de que en el nivel 3 aparezca
un esbozo de correspondencia no modifica el sentido perceptivo
de la igualdad establecida entre las dos colecciones, aunque
sí confiere una situación diferencial a los
mismos para considerarlos genéticamente distintos.
El segundo de los agrupamientos se produce
entre los niveles 5 y 6 que son los niveles de reversibilidad,
empírica y operatoria, respectivamente. En el caso
del nivel 5, los propios autores de La génesis del número en el
niño, Jean Piaget y Alina Szeminska, confirman
que, en este nivel “despunta un comienzo de coordinación
operatoria”, por lo que no es extraño que, dentro
del escaso nivel de similitud, se produzca este agrupamiento
temprano en relación con otros agrupamientos del «cluster».
Sin embargo, una cosa es ser capaz de anular la acción
en el plano de la acción y otra muy distinta es poder
anular la acción en el plano del pensamiento por lo
que la diferencia, desde la perspectiva evolutiva, entre
estos dos niveles es manifiesta.
El tercer agrupamiento se efectúa
entre los niveles 0 y 1 que son conductas claramente preconceptuales.
En ambos casos parece que la consigna sólo incita
a poner en marcha la acción del sujeto y la noción
de «igual» o de «las mismas» carecen
de significado. Sin embargo, el nivel 1 añade algo
novedoso sobre el anterior que supone un cierto progreso
evolutivo importante para el establecimiento de la igualdad
numérica: hay que tener en cuenta alguna cualidad
del modelo e intentar copiarla, solo que, evidentemente,
esta cualidad no es su cualidad numérica.
Finalmente, el nivel 4 se muestra como un
nivel de transición entre la no conservación
y la reversibilidad (empírica u operatoria), agrupándose
al mismo nivel de semejanza, aproximadamente, con los niveles
5-6 y 2-3.
CONCLUSIONES
Y DISCUSIÓN
Nuestro trabajo ha puesto de manifiesto
la necesidad de matizar los aspectos macrogenéticos
que emanan de las conductas terminales del subestadio de
preparación de las operaciones concretas y que en
la teoría de Piaget hacen referencia, respectivamente,
a la conclusión del periodo preconceptual, de las
intuiciones simples y de las intuiciones articuladas.
La adquisición del concepto de número
y su utilización como instrumento psicológico
para discretizar y categorizar el continuo fue, y es, una
avance cognitivo tremendamente importante, tanto en la filogénesis
como en la ontogénesis. La necesidad, por tanto, de
programar actividades encaminadas a efectuar un aprendizaje
de esta noción básica sin fisuras y sin lagunas
es una obligación de todo diseñador del proceso
instruccional. Lograr una secuenciación de tareas
que acoten la zona de desarrollo próximo y posibiliten
a los pequeños efectuar reestructuraciones cognitivas
en la línea de un proceso de equilibración
mayorante que acorte las distancias entre los significados,
se nos antoja fundamental para la adquisición del
conocimiento, ya sea éste, declarativo, procedimental
u operatorio.
En este sentido, las teorías acerca
de la instrucción en matemáticas han mostrado
la necesidad de distinguir entre la estructura lógica
de esta disciplina (su peculiar organización interna)
y su estructura psicológica que hace referencia a
la secuencia óptima en la presentación de los
contenidos matemáticos para su aprendizaje. Para determinar
esta secuencia óptima hemos tratado de establecer
las etapas por las que pasa un pequeño hasta adquirir
las primeras nociones numéricas de base. Estas etapas
nos permitirán elaborar actividades encaminadas a
lograr el ajuste adecuado entre la dificultad de la tarea
y las posibilidades de nuestros pequeños. No se trata
pues de programar actividades para la adquisición
del concepto de número, sino de programar actividades,
por ejemplo, para que el sujeto ponga en marcha un esquema
de correspondencia uno-a-uno, posteriormente, habrá que
programar actividades para se que produzca la necesaria disociación
entre las acciones y los esquemas físicos y espaciales
(separar y juntar) y las acciones y los esquemas lógico-matemáticos
(añadir o quitar), y así paulatinamente hasta
adquirir la conservación del número.
Finalmente, sabemos que en toda actividad
de aprendizaje hemos de partir del conocimiento matemático
informal que los alumnos tienen y, como se puede observar
a lo largo del procedimiento desarrollado, desde los niveles 0
a 4, hemos asistido a una posición
sistemática en todos los pequeños que consiste
en evaluar las cantidades discretas como si fueran continuas;
en este sentido parecería apropiado comenzar a trabajar
las nociones numéricas a partir de cantidades continuas
que los propios alumnos pudieran discretizar, por ejemplo
una botella de agua o cualquier otro líquido que pudiera
ser compartido por varias personas y, de esta manera, discretizarla
mediante el establecimiento de unidades más o menos
arbitrarias (¿cuántas niñas pueden beber
de esta botella?, ¿cuántos vasos se pueden
llenar con el líquido de esta botella?, etc.), porque
como ha sido ya ampliamente probado, un elemento esencial
para que el alumno pueda avanzar hacia niveles de abstracción
en su conocimiento matemático es el uso de modelos
y herramientas manipulativas, visuales y gráficas,
que sirvan como apoyo para la transformación de su
conocimiento matemático informal en otro más
formal y eficiente, pasando siempre de lo más a lo
menos concreto, de la actividad a la simbolización.
REFERENCIAS
BIBLIOGRÁFICAS
Bruner, J. (1988): Realidad mental y mundos posibles. Barcelona: Gedisa.
Gréco, P. (1962): Quantité et quotité. En J. Piaget
(ed.), Structures numériques élémentaires.
París: Presses Universitaires de France.
Piaget, J. y Szeminska, A.
(1975): La génesis
del número en el niño. Buenos Aires: Guadalupe.
Vigotsky, L.S. (1979): El desarrollo de los procesos psicológicos
superiores. Madrid: Crítica.