Pocas veces, como ocurre con los juegos, se cumplen
tan cabalmente las condiciones exigidas por la verdadera actividad
didáctica. Se ha definido el juego como «proceso sugestivo
y substitutivo de adaptación y dominio», y de ahí
su valor como instrumento de aprendizaje, puesto que aprender es
enfrentarse con las situaciones, dominándolas o adaptándose
a ellas. El juego tiene, además un valor «substitutivo»,
pues durante la primera y segunda infancia es tránsito de
situaciones adultas: por ejemplo, al jugar a las tiendas, a las
muñecas, etc.
Marginar el juego es privar a la educación
de uno de sus instrumentos más eficaces; así lo han
entendido Manjun, Föebel, Montessori, Decroly, creadores de
un importantísimo material lúdico destinado, sobre
todo, a estas edades. Esto no quiere decir, naturalmente, que las
demás edades deban quedar excluidas del juego; lo que ocurre
es que éste cambia al compás de la madurez general
del sujeto y de la evolución de los intereses infantiles.
El juego es, en definitiva, una actividad total;
por ello, hacer en la Centro de Educación Infantil una distinción
entre juego y trabajo, entendiendo por éste una actividad
seria y por aquél una actividad informal o un puro pasatiempo,
está fuera de lugar; y es que nada hay más serio para
el niño que el juego. A él debe, en buena parte, el
desarrollo de sus facultades. El juego es un recurso creador, tanto
en el sentido físico (desarrollo sensorial, motórico,
muscular, coordinación psicomotriz), cuanto en el mental,
porque el niño pone a contribución durante su desarrollo
todo el ingenio e inventiva que posee, la originalidad, la capacidad
intelectiva e imaginación. Tiene, además un claro
valor social, puesto que contribuye a la formación de hábitos
de cooperación y ayuda, de enfrentamiento con situaciones
vitales y, por tanto, a un conocimiento más realista del
mundo. Por otra parte es un medio de expresión afectivo-evolutiva,
lo que hace de él una técnica proyectiva de gran utilidad
al psicólogo y educador, sobre todo a la hora de conocer
los problemas que afectan al niño.
Dado que la forma de actividad esencial de un niño
es el juego, emplearemos éste como recurso metodológico
básico, incorporándolo como base de la motivación
para los aprendizajes y como forma de favorecer aprendizajes significativos