EL JUGUETE Y LA FORMACIÓN DE LA PERSONALIDAD
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DELFINES
DO-RE-MI
+ de 10 meses
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Si el juguete reviste tal importancia a los fines
del desarrollo físico y psíquico del niño y
la niña, es obvio que su elaboración debe relacionarse
estrechamente con las sucesivas etapas de la formación de
su personalidad, que en cada período plantea necesidades
y motivos particulares, los cuales es necesario conocer bien para
saber a donde dirigir la estimulación. En este sentido se
da una correlación entre el uso que el niño o la niña
dan al juguete y las particularidades del desarrollo de la personalidad
en el período. Así, un buen juguete puede servir en
las sucesivas etapas de la vida, sin necesidad de estar creando
nuevos y más variados juguetes, pues lo que cambia es la
manera como los niños y niñas los utilizan en las
diferentes edades. Un mismo objeto-juguete puede usarse durante
mucho tiempo, pero irlo haciendo cada vez más complicado,
de modo tal que implique una continua estimulación, nuevos
elementos que obligan al niño y la niña a hacer un
ejercicio mayor de su imaginación y originalidad. Al insertar
el juguete en una actividad de juego cada vez más compleja,
el mismo objeto requiere de nuevas acciones psíquicas, esto
permite que mantenga su nivel de estimulación, continúe
ejerciendo un efecto sobre los procesos y propiedades psíquicas,
y actúe sucesivamente en las distintas fases del desarrollo
de su personalidad. Pongamos un ejemplo referido al juego de cubos
(bloques), tan usado en la estimulación del desarrollo sensorial:
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PIRÁMIDE
AMIGUITOS
+ de 6 meses
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El
lactante generalmente lo que hace es tomar las piezas, las tira,
las golpea entre sí. Al gatear lleva las piezas de un lugar
a otro, las vacía y llena en un recipiente.
El
niño hasta los dos años rara vez construye una forma
definida, pero logra hacer construcciones simples, como una fila
o una torre sencilla.
El
niño hasta los tres años ya hace verdaderas construcciones:
torres complejas, puentes, trenes, barreras, entre otras.
Los
mayores de cuatro años insertan su construcción
en un juego, se interesan por darle un nombre a su construcción,
y suelen añadirle un argumento a la misma, que forma parte
de su representación.
A
partir de los 5-6 años usan las piezas y construcciones
de manera libre, asignándoles propiedades de los más
disímiles objetos, a los cuales representan.
Como se observa, el juego de bloques utilizado
ha sido el mismo todo el tiempo, pero ha variado su forma de utilización
en la medida en que se ha producido el devenir evolutivo del pequeño
y se ha ido dando una transformación en sus procesos psíquicos,
esto está también muy relacionado con los distintos
períodos de la formación de su personalidad, que hace
cambiar las necesidades y motivos, y consecuentemente, las acciones,
los intereses y las formas del comportamiento.
De esta manera el uso del juguete mantiene una
correspondencia con el surgimiento y subordinación progresiva
de los motivos, que constituyen uno de los componentes básicos
en el desarrollo de la personalidad en las primeras edades.
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EDU
NÚMEROS
FORMAS Y
COLORES
+ de 3 años
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Pero además, cuando el niño o la
niña utilizan un juguete experimentan vivencias positivas
o negativas relacionadas con el éxito o el fracaso de sus
acciones con el mismo, lo que ejerce un efecto en sus emociones
y sentimientos, en la esfera afectivo-motivacional.
Tal necesidad afectiva de poder establecer una
relación emocional con los objetos del mundo que le rodea,
que se materializan entre otros en los juguetes, determina que cuando
los niños o niñas no tienen posibilidades de establecer
este contacto afectivo con tales objetos, por carecer de ellos,
sustituyen los más disímiles y le dan categoría
de juguetes: una botella se transforma en una muñeca, un
pedazo de madera se convierte en un barco, una escoba se vuelve
un caballo. Esta sustitución, que también tiene una
explicación en el plano intelectual y que es un componente
importante en el juego, tiene además una implicación
afectiva muy importante, y va a tener efectos considerables en la
formación del niño y niña como personas.
Por esto es muy importante que los juguetes se
adapten a los distintos niveles de edad y a los intereses infantiles.
Por lo general se presta atención al desarrollo del juego,
mientras que la naturaleza de los objetos que intervienen en dicho
juego reciben una consideración secundaria. Sin embargo,
el niño y la niña conciben invariablemente al juguete
desde el punto de vista utilitario, para que le sirvan en el juego,
y cuantos más usos puedan concebirles, más los preferirán
y durante más tiempo les interesarán.
El mejor juguete es aquel que más se corresponda
con el desarrollo psíquico y físico del niño
y la niña, y el que de mejor manera satisfaga las necesidades
y motivos que caracterizan su personalidad en formación.
Por esto es indispensable un conocimiento profundo de las particularidades
del desarrollo infantil para crear juguetes verdaderamente promotores
de este desarrollo.
Si bien es cierto que deben concebirse los juguetes
en relación con la edad, y por lo tanto, adaptarse al estado
actual del desarrollo de los pequeños, es importante también
relacionarlos con algunos que se adelanten en algo a sus posibilidades,
para que incidan en su zona de desarrollo potencial, les sirvan
de estímulo para alcanzar un nivel de desarrollo posterior.
Este concepto, que tiene una significación particular dentro
del proceso de enseñanza, la tiene a su vez en la utilización
del juguete como medio de desarrollo del niño y la niña.
Por su propio devenir evolutivo el niño
y la niña han de encontrar nuevas formas de acción
en los mismos objetos y juguetes, pero el adulto ha de elaborar
algunos que les obligan a utilizar recursos físicos y mentales
de sus potencialidades. No es de olvidar que ningún objeto
por sí mismo enseña a los niños y niñas
a actuar, se requiere el concurso del adulto que es el que los pone
en contacto con este mundo de los objetos, y les enseña las
formas de actuación históricamente concebidas para
estos objetos. En el caso que nos ocupa es bueno recordar que el
juguete no enseña a jugar, al igual que un objeto cualquiera
no demuestra por sí mismo su función, es necesaria
una actividad conjunta del niño y el adulto para que, en
el propio proceso de su acción, el pequeño asimile
las relaciones y funciones que están impresas en la estructura
del objeto. En esta actividad conjunta el adulto, al ubicar algunos
juguetes que se adelantan un poco al nivel actual de desarrollo
del niño y la niña, estimula sus zonas de desarrollo
próximo o potencial, y se da como resultado un mayor nivel
de desarrollo. Luego los niños y niñas aplicarán
por sí mismos los conocimientos adquiridos, generalizarán
relaciones, y descubrirán por su propia acción nuevos
medios y formas de actuación con los juguetes, en un ininterrumpido
proceso de crecimiento y desarrollo.
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