EL
JUGUETE Y LA FORMACIÓN DE LA PERSONALIDAD
Si el juguete reviste tal importancia
a los fines del desarrollo físico y psíquico
del niño y la niña, es obvio que su elaboración
debe relacionarse estrechamente con las sucesivas etapas
de la formación de su personalidad, que en cada
período plantea necesidades y motivos particulares,
los cuales es necesario conocer bien para saber a donde
dirigir la estimulación. En este sentido se da
una correlación entre el uso que el niño
o la niña dan al juguete y las particularidades
del desarrollo de la personalidad en el período.
Así, un buen juguete puede servir en las sucesivas
etapas de la vida, sin necesidad de estar creando nuevos
y más variados juguetes, pues lo que cambia es
la manera como los niños y niñas los utilizan
en las diferentes edades. Un mismo objeto-juguete puede
usarse durante mucho tiempo, pero irlo haciendo cada vez
más complicado, de modo tal que implique una continua
estimulación, nuevos elementos que obligan al niño
y la niña a hacer un ejercicio mayor de su imaginación
y originalidad. Al insertar el juguete en una actividad
de juego cada vez más compleja, el mismo objeto
requiere de nuevas acciones psíquicas, esto permite
que mantenga su nivel de estimulación, continúe
ejerciendo un efecto sobre los procesos y propiedades
psíquicas, y actúe sucesivamente en las
distintas fases del desarrollo de su personalidad. Pongamos
un ejemplo referido al juego de cubos (bloques), tan usado
en la estimulación del desarrollo sensorial:
El lactante generalmente lo que hace es tomar las piezas,
las tira, las golpea entre sí. Al gatear lleva
las piezas de un lugar a otro, las vacía y llena
en un recipiente.
El niño hasta los dos años rara vez construye
una forma definida, pero logra hacer construcciones simples,
como una fila o una torre sencilla.
El niño hasta los tres años ya hace verdaderas
construcciones: torres complejas, puentes, trenes, barreras,
entre otras.
Los
mayores de cuatro años insertan su construcción
en un juego, se interesan por darle un nombre a su construcción,
y suelen añadirle un argumento a la misma, que
forma parte de su representación.
A partir de los 5-6 años usan las piezas y construcciones
de manera libre, asignándoles propiedades de los
más disímiles objetos, a los cuales representan.
Como se observa, el juego de bloques
utilizado ha sido el mismo todo el tiempo, pero ha variado
su forma de utilización en la medida en que se
ha producido el devenir evolutivo del pequeño y
se ha ido dando una transformación en sus procesos
psíquicos, esto está también muy
relacionado con los distintos períodos de la formación
de su personalidad, que hace cambiar las necesidades y
motivos, y consecuentemente, las acciones, los intereses
y las formas del comportamiento.
De esta manera el uso del juguete mantiene
una correspondencia con el surgimiento y subordinación
progresiva de los motivos, que constituyen uno de los
componentes básicos en el desarrollo de la personalidad
en las primeras edades.
Pero
además, cuando el niño o la niña
utilizan un juguete experimentan vivencias positivas o
negativas relacionadas con el éxito o el fracaso
de sus acciones con el mismo, lo que ejerce un efecto
en sus emociones y sentimientos, en la esfera afectivo-motivacional.
Tal necesidad afectiva de poder establecer
una relación emocional con los objetos del mundo
que le rodea, que se materializan entre otros en los juguetes,
determina que cuando los niños o niñas no
tienen posibilidades de establecer este contacto afectivo
con tales objetos, por carecer de ellos, sustituyen los
más disímiles y le dan categoría
de juguetes: una botella se transforma en una muñeca,
un pedazo de madera se convierte en un barco, una escoba
se vuelve un caballo. Esta sustitución, que también
tiene una explicación en el plano intelectual y
que es un componente importante en el juego, tiene además
una implicación afectiva muy importante, y va a
tener efectos considerables en la formación del
niño y niña como personas.
Por esto es muy importante que los juguetes
se adapten a los distintos niveles de edad y a los intereses
infantiles. Por lo general se presta atención al
desarrollo del juego, mientras que la naturaleza de los
objetos que intervienen en dicho juego reciben una consideración
secundaria. Sin embargo, el niño y la niña
conciben invariablemente al juguete desde el punto de
vista utilitario, para que le sirvan en el juego, y cuantos
más usos puedan concebirles, más los preferirán
y durante más tiempo les interesarán.
El mejor juguete es aquel que más
se corresponda con el desarrollo psíquico y físico
del niño y la niña, y el que de mejor manera
satisfaga las necesidades y motivos que caracterizan su
personalidad en formación. Por esto es indispensable
un conocimiento profundo de las particularidades del desarrollo
infantil para crear juguetes verdaderamente promotores
de este desarrollo.
Si bien es cierto que deben concebirse
los juguetes en relación con la edad, y por lo
tanto, adaptarse al estado actual del desarrollo de los
pequeños, es importante también relacionarlos
con algunos que se adelanten en algo a sus posibilidades,
para que incidan en su zona de desarrollo potencial, les
sirvan de estímulo para alcanzar un nivel de desarrollo
posterior. Este concepto, que tiene una significación
particular dentro del proceso de enseñanza, la
tiene a su vez en la utilización del juguete como
medio de desarrollo del niño y la niña.
Por su propio devenir evolutivo el niño
y la niña han de encontrar nuevas formas de acción
en los mismos objetos y juguetes, pero el adulto ha de
elaborar algunos que les obligan a utilizar recursos físicos
y mentales de sus potencialidades. No es de olvidar que
ningún objeto por sí mismo enseña
a los niños y niñas a actuar, se requiere
el concurso del adulto que es el que los pone en contacto
con este mundo de los objetos, y les enseña las
formas de actuación históricamente concebidas
para estos objetos. En el caso que nos ocupa es bueno
recordar que el juguete no enseña a jugar, al igual
que un objeto cualquiera no demuestra por sí mismo
su función, es necesaria una actividad conjunta
del niño y el adulto para que, en el propio proceso
de su acción, el pequeño asimile las relaciones
y funciones que están impresas en la estructura
del objeto. En esta actividad conjunta el adulto, al ubicar
algunos juguetes que se adelantan un poco al nivel actual
de desarrollo del niño y la niña, estimula
sus zonas de desarrollo próximo o potencial, y
se da como resultado un mayor nivel de desarrollo. Luego
los niños y niñas aplicarán por sí
mismos los conocimientos adquiridos, generalizarán
relaciones, y descubrirán por su propia acción
nuevos medios y formas de actuación con los juguetes,
en un ininterrumpido proceso de crecimiento y desarrollo.
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