2.- MOMENTOS CLAVE PARA EL
DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD
Entre los siete u ocho meses comienza la etapa
de "crisis de ansiedad". El niño o la niña
diferencia a su madre del resto de personas y empieza a comprender
que está separado de ella, que puede desaparecer. Por eso
el vínculo o apego se estrecha aún más, mostrando
mayor dependencia. No tolera separarse de su madre, llora cuando
no está en su campo de visión, la busca constantemente
y desearía tenerla siempre junto a él. Este apego
también se manifiesta con el padre aunque la intensidad es
menor. La madre suele ser la figura principal de apego, mientras
el resto son secundarias.
El niño o la niña de esta edad suele
elegir un peluche, un almohadón u otro objeto como "sustituto
afectivo" u "objeto compensatorio", tenerlo a su
lado consuela la ansiedad que siente cuando la madre se aleja este
le da seguridad.
La etapa de "crisis de ansiedad" va superándose
a medida que el niño o la niña evoluciona en las diferentes
dimensiones madurativas. Las adquisiciones intelectuales, motóricas,
emocionales, lingüísticas y, sobre todo, afectivas,
serán la clave del proceso que irá conformando las
bases de su personalidad.
Alrededor de los dieciocho meses, la maduración
general le lleva a desarrollar su identidad. La mayor independencia
en los movimientos y en las acciones sobre el entorno le ayudan
a progresar como entidad individual. Toma conciencia de sí
mismo como ser con voluntad propia, capaz de transmitir sus deseos
y necesidades. Este período se denomina de "oposición
o negativismo". El niño o la niña aprende a decir
"no", utilizándolo para expresar su voluntad, con
la satisfacción de poder modificar diferentes situaciones.
Se opone a todo cambio o situación que le resulta poco atractivo
En este período también manifiesta
conductas egocéntricas y rebeldes como son las rabietas.
Estos rasgos de la conducta, aún siendo negativos, son necesarios
para reafirmar la conciencia de sí mismo. Su ausencia puede
indicar que el niño o la niña sigue considerándose
como prolongación de la figura materna y no como ser individual
con capacidades propias.
De los dos a los tres años, sigue manifestando
dependencia de los adultos. Esta va disminuyendo a medida que el
niño o la niña avanza en madurez y autonomía.
Aún reclama la atención y ayuda de los adultos de
diversas formas. Esta dependencia física se complementa intensamente
con la emocional, de forma que el niño o la niña busca
aprobación e interacción afectiva en todo momento.
El niño vive en este período auténticos
conflictos, sus comportamientos para reafirmar la conciencia de
sí mismo reciben a menudo la desaprobación de los
adultos. Estos olvidan en muchas ocasiones que el mal comportamiento
se debe a que el niño o la niña busca, a través
de la experiencia, la orientación de lo que debe o no debe
hacer, desea más que nada la atención en exclusiva
de las personas que para él son importantes, o simplemente
constatar que tiene voluntad propia.
Los conflictos internos se agravan cuando el niño
o la niña encuentra incomprensión, juicios de valor
hacia su persona, represión de sus sentimientos, etc… Los
sentimientos de culpa, la inseguridad, la baja autoestima y la desorientación,
le conducen a intensificar los comportamientos desadecuados que
le reportan de nuevo mayores efectos negativos.
Los comportamientos expresivos adquiridos en la
primera infancia (de 0 a 2 años) comienzan después
a reflejar personalidades individuales con actitudes específicas,
preferencias marcadas y estilos de control propios que van a caracterizar
al niño o la niña durante toda su vida.
Transcurrida la primera infancia, la maduración
física, la capacidad creciente para diferenciar su experiencia
y la consecución de logros, estimulan el progreso en autoconciencia
y formación de actitudes frente a sí mismo.
Toma más interés y conciencia por
su crecimiento físico, por las variaciones exteriores de
su cuerpo y por las diferencias físicas entre los sexos,
reconociendo su propia identidad sexual. Suelen preocuparse por
las lesiones que puedan sufrir o por perder alguna parte del cuerpo,
sobre todo los niños. Los psicoanalistas denominan a este
temor de los niños "angustia de castración".
Las actitudes de los padres y madres ante estos
cambios son determinantes. Mostrar alegría por su crecimiento,
por sus logros, responder a su curiosidad sexual con información
que puedan comprender y tomar en serio sus temores, estimulan la
actitud positiva del niño o la niña hacia sí
mismo.
La capacidad del niño o la niña para
lograr el control comienza a formarse según respondan el
padre y la madre a los primeros intentos para afirmarse como persona
independiente.
La formación de la personalidad se acelera
entre los dos y los siete años, sobre todo por la gran cantidad
de habilidades motrices y cognitivas que adquiere y que facilitan
la autonomía y la independencia. A medida que hace más
cosas por sí mismo, comprende mejor lo que sucede a su alrededor
y aumenta su capacidad para lograr el control. Si los padres estimulan
esta independencia progresiva y el esfuerzo por perfeccionar habilidades,
aumentará su sentido de capacidad personal y el placer de
buscar su autodominio
Como formula Erikson: "Las investigaciones
indican que la motivación de rendimiento de los adultos está
directamente relacionada con el grado de entrenamiento positivo
para ser independientes que reciben de sus padres durante los primeros
seis años".
El padre y la madre pueden ayudar en el proceso
estimulando las características positivas de sus hijos o
hijas (las que poseen, no las que desearían que poseyeran).
Observando los motivos que mueven a los niños a desear una
actividad en vez de otra.
Cada niño o niña es único,
pero fundamentalmente todos poseen más similitudes que diferencias.
Cada uno necesita sentir que es un ser humano competente y digno,
y desarrollar su capacidad intelectual, creativa y emocional al
máximo, incluso en condiciones de grandes carencias.
Las capacidades y aptitudes de cada niño
o niña se desarrollan a su propio ritmo, no existen los "niños
promedio". Hay unas etapas aproximadas que sirven de referencia,
pero no deben crearse expectativas que provoquen preocupación
en el padre o la madre cuando una conducta o habilidad retrasa su
aparición, casi seguramente alcanzará en poco tiempo
el mismo nivel de otros niños o niñas de su misma
edad. |