6.- EL COMPORTAMIENTO HACIA
EL NIÑO O NIÑA
La mayor parte de los comportamientos
infantiles son aprendidos y se repiten según el efecto
que producen en el medio que rodea al niño o la niña.
La conducta es el resultado de la interrelación del individuo
y su ambiente.
El aprendizaje de la conducta se
realiza principalmente por:
Cada grupo social elabora unas normas
y pautas de conducta. Hablamos de problemas de comportamiento cuando,
por defecto o exceso, éste no se adapta a las pautas de conducta
preestablecidas. Luego los criterios de normalidad son relativos,
y la anormalidad implica una desviación en frecuencia,
intensidad y modo de realización del promedio.
El niño o la niña
no hereda comportamientos desadaptados, son consecuencia de
procesos de aprendizaje. El ambiente familiar, el escolar o social
los ha fortalecido.
Si los comportamientos son adquiridos,
pueden ser modificados, además de poder prevenir los
que aún no existen.
Para poder cambiar un comportamiento
desadaptado, debe modificarse también el de las personas
que rodean al niño, ya que le han ofrecido reforzadores como
la atención concentrada ante dicho comportamiento.
Al hablar de problemas de comportamiento
hay que distinguir entre aquellos que el niño o la niña
desarrolla de forma inadecuada y frecuentemente (por lo tanto
nos centraremos en que disminuyan y desaparezcan) y los comportamientos
que el niño o la niña debería de realizar
en función de su edad y no lo hace, o bien lo hace de forma
incorrecta (en este caso debemos crearlos o perfeccionarlos).
El niño o la niña realiza
el aprendizaje por medio de ensayos y errores o aciertos. Repite
un comportamiento porque tras realizarlo ha obtenido una ventaja,
una gratificación o un beneficio.
Conviene averiguar que reforzadores
está obteniendo cada niño o niña ante sus comportamientos
desadaptados con el fin de suprimirlos.
El castigo se utiliza
para que el niño o la niña experimente unas consecuencias
desagradables por su conducta. Puede ser de cuatro tipos:
Otro tipo de castigo muy frecuente
en la sociedad actual es, el chantaje emocional o castigo
psicológico, que se utiliza cuando, tras el comportamiento,
los adultos mantienen interminables silencios, malas caras, exageradas
entonaciones de voz y estimulan los sentimientos de culpa durante
un tiempo interminable.
En ningún caso el sistema
de castigos debe aplicarse. Está demostrado que el efecto
del castigo es temporal y en el momento en que se modifican las
circunstancias en que se aplicó, la conducta vuelve a repetirse.
Puede ocurrir que lo que el adulto
considera desagradable para el niño o la niña en realidad
no lo sea para él y en vez de considerarlo un castigo se
convierta en un reforzador, aumentando el comportamiento desadaptado
en intensidad y frecuencia.
El castigo suele ir acompañado
de otros efectos emocionales como la ansiedad, el miedo, etc. Cuando
el niño o la niña lo recibe escucha además
juicios sobre su valor personal: "eres un desordenado",
"eres malo", "eres desobediente", etc. Lo cuál
lesiona gravemente su autoestima, las habilidades que el niño
o la niña esté realizando en ese momento pueden quedar
perturbadas por la ansiedad que siente y las consecuencias erróneas
se pueden prolongar en el tiempo e interferir la adquisición
de nuevos aprendizajes.
Si el niño o la niña
comete un error en su actividad y se le castiga, aumentará
su ansiedad y es posible que cometa nuevos errores.
Cuando el niño o la niña
experimenta miedo o ansiedad, intenta librarse de este estado emocional
evitando enfrentarse con la situación que lo provoca.
Por ello y otras muchas argumentaciones
que serían largas de explicar, no se considera el castigo
como un método eficaz de eliminar comportamientos desadaptados.
Además la violencia física o verbal que acompaña
al castigo puede convertirse en modelo a imitar por el niño
o la niña, desarrollando nuevos comportamientos desadaptados
como la agresividad.
Para suplir o evitar el castigo,
se sugiere aplicar el método de las consecuencias lógicas
El niño o la niña debe saber que todo comportamiento
tiene unas consecuencias lógicas que no son el castigo impuesto
por los adultos.
-
No decir por adelantado cuál será
la consecuencia, esto se convertiría en una amenaza y
anularía el efecto de la consecuencia porque el niño
o la niña sabe con antelación lo que ocurrirá.
Además el niño o la niña puede decidir
enfrentar la consecuencia como "una lucha de poder" y ver si el adulto sigue hasta el final.
-
Cuando el niño o la niña experimente
la consecuencia de su comportamiento no hay que decirle "te
lo advertí", si machacamos sobre el resultado anulamos
el valor correctivo y fomentamos la "lucha de poder"
del niño o la niña para ganar la batalla final.
Cuanto menos se hable durante todo el proceso, mucho mejor.
-
La consecuencia debe estar relacionada con el
mal comportamiento. El niño o la niña tiene que
ver la relación entre lo que hace y el resultado, en
otro caso no sería eficaz. Ejemplos: Si Juan rompe un
juguete con intención, se le retira sin ofrecerle otro
a cambio. Si Daniel no se lava las manos, no puede sentarse
a la mesa para comer. Si Luis no recoge las piezas de construcción,
no puede sacar otros juegos.
Además tendremos en cuenta
nuestro comportamiento al respecto:
-
No dar demasiada importancia a los temores
y miedos. Cuando el niño o la niña observa
que se le presta atención por ello, puede afianzarse
el comportamiento, tampoco es conveniente hacer que se enfrente
bruscamente a la situación que provoca el temor. Siempre
es más positivo ayudarle a que aumente la seguridad en
sí mismo y, progresivamente, intentar que supere el temor.
-
No utilizar las charlas moralizantes.
El niño o la niña debe tener claro que la consecuencia
de su comportamiento no es algo que el adulto le impone, sino
la propia situación. Evitar las moralizaciones es evitar
los juicios de valor, los rechazos y fomentar la autoestima.
-
Empezar por modificar un solo comportamiento tomando el tiempo que sea necesario. Primero se conseguirá
una disminución en la frecuencia e intensidad del mismo.
Eliminarlo lleva bastante tiempo, sobre todo cuando el comportamiento
está muy interiorizado. Cuando se observen cambios positivos,
puede trabajarse la disminución y eliminación
de otros comportamientos.
-
Cuando el adulto abandona los sermones, los
retos, las luchas de poder y las expectativas inadecuadas,
no sólo mejora el comportamiento del niño o la
niña, también mejora la relación. El niño
o la niña busca entonces nuevas formas de ser aprobado
y reconocido, si le ofrecemos la posibilidad de que esto ocurra
cuando utiliza comportamientos positivos, muchos aspectos negativos
desaparecen.
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No utilizar castigos físicos, verbales
ni emocionales. El niño o la niña aprende
que la violencia es la respuesta adecuada para resolver problemas,
sobre todo cuando existe frustración, que es en realidad
lo que siente el adulto que recurre a estos métodos.
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Hay situaciones que no se prestan para tener
consecuencias eficaces o que no son apropiadas, bien porque
el resultado es perjudicial o peligroso, o porque la consecuencia
no puede ser inmediata y, en caso de aplicarla, se convertiría
en un castigo.
Por último recordar que para
comenzar la eliminación de comportamientos desadaptados conviene
elaborar una lista de los mismos, anotando la frecuencia, la intensidad
y lo que sucede antes y después de cada comportamiento. Esto
nos ayuda a reflexionar sobre los beneficios que obtiene el niño
o la niña como consecuencia de dicho comportamiento y lo
que puede provocarlo. Si tenemos claros estos datos estamos en el
mejor de los caminos para alcanzar nuestro objetivo.
En primer lugar de la lista colocamos
el más desadaptado de los comportamientos y, después
de una semana de intento de modificarla, volvemos a anotar la frecuencia
e intensidad para controlar si aparecen resultados positivos.
Cuando el comportamiento ha disminuido
considerablemente, pasamos a hacer lo mismo con el segundo comportamiento
anotado en la lista. |